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sábado, 29 de noviembre de 2008

La gran apuesta rusa en el tablero internacional

El Kremlin amplía sus vínculos con Latinoamérica mientras disminuye la influencia de Washington sobre su descuidado “patio trasero”. Venezuela, Cuba y Brasil, son los países favoritos de los rusos en la región.
Sebastián Pellegrino / APM
Mientras Estados Unidos debate acerca del albedrío financiero liberal, del previsible puesto que aguarda por George W. Bush en el ranking histórico de las peores administraciones y del potencial de “cambio” que arrastra la “obamamanía”, el mundo es testigo de los movimientos estructurales que desafían la estabilidad del bloque de las potencias hegemónicas globales.
Las siglas BRIC (que identifican, respectivamente, a los cuatro gigantes emergentes, Brasil, Rusia, India y China), resuenan en los cinco continentes como una sólida alternativa al poder concentrado del selecto Grupo de los Siete (G-7, conformado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido).
Rusia lidera la gran apuesta en materia de política exterior. Además del BRIC, el Kremlin centra su atención en Latinoamérica -región estratégica para el desarrollo del nuevo siglo- por la localización de recursos naturales que ya escasean en el Viejo Continente y por las enormes reservas de hidrocarburos. Leer más...

La participación popular en el nuevo escenario político venezolano

Distinguimos desde hace ya bastante tiempo dos corrientes ideológicas enfrentadas en el seno del proceso bolivariano: una eminentemente reformista, burocrática y estalinista en abierta oposición al libre albedrío y a la participación popular, y otra popular, revolucionaria, rebelde y horizontal, unida a las expectativas de las masas populares respecto a un mejor destino colectivo.

Homar Garcés / Argenpress.info
El derecho a la participación popular debiera constituir una de las piezas claves de los nuevos gobiernos regionales y municipales que surgieron en la casi totalidad de la geografía venezolana a partir del 23 de noviembre pasado por voluntad de las mayorías.
Ésta es una fórmula necesaria e imperativa para hacer avanzar realmente la construcción del socialismo en Venezuela en beneficio de los grandes sectores populares, revirtiendo una situación de estancamiento del proceso revolucionario bolivariano que amenaza su continuidad en el futuro, especialmente cuando no se cuenta con un líder carismático más allá de Hugo Chávez.
Con esto en mente, sería posible reforzar la construcción del socialismo a través de las Asambleas Populares Constituyentes, con el objetivo de hacer realidad continua la democracia participativa y protagónica y, por este camino, lograr el cambio estructural que permita disponer de un Estado auténticamente popular y socialista. Esto lograría, entre otras cosas, la inversión de prioridades, en el sentido de que la vida sea colocada por encima del mercado, del lucro y del capital, contando para ello con la visión de los dirigentes populares revolucionarios en lugar de la visión tecnocrática y deshumanizada de los tecnócratas que acostumbran ocupar los cargos de dirección de las diversas instituciones públicas. Por supuesto, esto implica que quienes impulsan el rumbo socialista del país estén también dispuestos a cambiar sus conciencias alienadas y, por consiguiente, su manera particular de entender el mundo, aceptando que el mundo ilusorio y excluyente del capitalismo es totalmente ajeno al ideal socialista.
Con esta propuesta, los sectores populares revolucionarios asumirán de una buena vez la participación y el protagonismo que les consagra la Constitución venezolana vigente, ya que podría ocurrir que los oportunistas y demagogos de siempre -ahora en posiciones de poder- aborten los cambios políticos, sociales, culturales y económicos que conduzcan verdaderamente al socialismo, limitándose a usufructuar el poder y a mimetizar la revolución en función de posiciones reformistas, contrarias a la misma. Esto se puede evidenciar en la actualidad cuando se observa la actitud deplorable asumida por algunos candidatos recién electos y personeros del PSUV que evidencian una falta de conciencia revolucionaria y una ambición desbordada de poder al pretender arrogarse la condición única de chavistas (condición que nunca les cuestionaríamos) y de revolucionarios (condición que les es difícil demostrar fehacientemente), siendo algo completamente incompatible con la amplitud humanista que debiera caracterizar al socialismo.
Por ello mismo, distinguimos desde hace ya bastante tiempo dos corrientes ideológicas enfrentadas en el seno del proceso bolivariano, una eminentemente reformista, burocrática y estalinista en abierta oposición al libre albedrío y a la participación popular, y otra popular, revolucionaria, rebelde y horizontal, unida a las expectativas de las masas populares respecto a un mejor destino colectivo. Tal enfrentamiento ha tenido diferentes escenarios (el más reciente, el de los comicios regionales y municipales), sin que la correlación de fuerzas a favor de la corriente revolucionaria de izquierda haya podido influir en el rumbo socialista que se le desea imprimir al proceso bolivariano, con Hugo Chávez como su líder fundamental actual.
Es innegable que esta situación contradictoria se mantendrá un poco más en el tiempo, en tanto el pueblo adquiere una mayor madurez política que le permita deslastrarse de los viejos esquemas representativos heredados del régimen adeco-copeyano y se anime a acompañar -sin chantajes, ni presiones de ningún tipo- a esa vanguardia revolucionaria emergente que podría servir de puente para acceder al cambio estructural, el poder popular y el socialismo en Venezuela. En esto radica la mayor parte del trabajo revolucionario a cumplir por quienes encarnan dicha corriente dentro del proceso revolucionario bolivariano, no obstante las descalificaciones y la exclusión de las cuales serían víctimas a partir de ahora.

Perú: Un país adicto a los TLC

No importan las consecuencias. Para Alan García la clave del éxito está en rechazar el proteccionismo económico y eliminar las barreras arancelarias. En esta oportunidad China representa la salvación. Con el inicio de negociaciones de un TLC, el gigante asiático comienza a pisar fuerte en el tradicional “patio trasero” de Estados Unidos.
Taiana González /APM
En un contexto de incertidumbre internacional producto de la crisis financiera que golpea al mundo, la firma de tratados se ha convertido en una posible salida para hacer frente a la inestabilidad económica. En este momento los ojos del mundo están puestos en China, quien se proyecta como una alternativa viable para afrontar la debacle. Por esa razón, Perú ha negociado un nuevo Tratado de Libre Comercio (TLC), para ampliar su mercado y encontrar en el país asiático un socio estratégico.
El presidente de la República Popular China, Hu Jintao, llegó a Perú para participar de la XVI Cumbre de Líderes del APEC (Cooperación Económica Asia Pacífico) , llevada a cabo el 22 y el 23 de noviembre en Lima. El encuentro entre Hu Jintao y su homólogo peruano Alan García, giró en torno a temas económicos globales, así como también a la reactivación de la Ronda de Doha para la liberalización mundial del comercio y a una reforma de APEC, entre otras cosas. Leer más...

México: La revolución traicionada

La traición a los principios ha sido evidente; sin embargo, al lado del desastre social, económico y moral de nuestras instituciones, está presente un pueblo generoso, con deseos profundos de cambio y dispuesto a levantar nuevamente banderas de igualdad, justicia y libertad.
Bernardo Bátiz V. / LA JORNADA.
(En la imagen, el mural de David Alfaro Siqueiros: Del porfirismo a la Revolución. Los revolucionarios).
Hace cien años se gestaba en México la Revolución, bajo cuyo ideales, símbolos, iconografía y lemas vivimos durante el siglo XX. Hoy sus ideales y éxitos, que los hubo, pretenden ser disminuidos, borrados y extirpados de la pauta conceptual de los mexicanos actuales por algunos que temen a la exigencia de cuentas y usan campañas bien organizadas y bien pagadas en medios de comunicación.
Como enseñó Jacques Maritain, la historia se desenvuelve en un doble progreso contrario, avanza el bien y avanza el mal simultáneamente, a veces con ventaja para una de las inclinaciones y otras para la contraria.
Así pasa actualmente, así sucedió durante el proceso revolucionario y así fue en el transcurso de los 30 años de la paz porfiriana. Durante el gobierno del general Díaz hubo sin duda progreso material, una paz que fue un largo respiro entre el agitado siglo XIX, pleno de conflictos armados, y el prolongado proceso revolucionario del siglo XX, que costó, según dicen, un millón de muertos. A cambio, está el avance del mal: se vivieron injusticias, abusos de los poderosos, corrupción, insensibilidad y desigualdad. Faltó democracia en sus dos sentidos: política, como práctica de gobierno, y social como forma equitativa de distribuir la riqueza.
Madero, hay que recordarlo, emprendió su movimiento armado a raíz de un fraude electoral, y el levantamiento, iniciado con apenas un puñado de seguidores, parecía inviable; sin embargo, con el lema de sufragio efectivo triunfó porque, con independencia de la aparente debilidad del grupo inicial, en el subsuelo de la sociedad mexicana, se había acumulado ya una gran fuerza de presión motivada por el resentimiento social, la rebelión en contra de la injusticia y el rechazo a la discriminación y el abuso.
Madero triunfó, pero fue traicionado y asesinado; para sucederle subió al poder un soldado sin sentido social, pero cuidadoso de las formas externas y del respeto a la “legalidad”. Huerta sin duda cometió lo que se llama un fraude a la ley con su acceso al poder; cumpliendo formalidades legales escamoteó el fondo, su rebelión contra el Ejecutivo y su asesinato. Su llegada a la presidencia, dirían hoy, fue dentro del marco de las instituciones y apegada a derecho. Valientes instituciones que cuidan el punto y la coma, pero que toleraron las muertes arteras de Madero y Pino Suárez.
Luego, Carranza encabezó la rebelión, con la fuerza moral que le dio el oponerse al atropello legaloide. Luego vino la etapa más claramente popular de la revolución: Villa, Zapata, las soldaderas, los batallones obreros, el pueblo armado, los trenes repletos de antiguos peones de las haciendas, las cabalgatas, las carabinas, fueron símbolos populares de hondo arraigo colectivo, que aterraron a las clases altas, pero simultáneamente dejaron circular el aire fresco de la esperanza de cambios a favor de los pobres, los campesinos, los obreros y los indios.
Carranza consolidó un triunfo efímero, pero suficiente para dar lugar al inicio de un nuevo orden; a los jóvenes generales del ejército constitucionalista se incorporaron los jóvenes intelectuales, los universitarios, los constructores de las nuevas instituciones. Primero que nada, una Constitución, que una vez aprobada tuvo como logro fundamental ser la primera que consagró derechos sociales, de los que estuvimos orgullosos por décadas hasta el advenimiento del neoliberalismo impuesto desde fuera. Al lado de las garantías individuales, las garantías sociales. Educación gratuita para todos, tierra para los campesinos, garantías para los obreros y libertad a los municipios. Con esto, un proyecto de sistema democrático y reformas a la administración de justicia.
A pesar del obregonismo matón, hay un impulso creativo; obras públicas, reforma educativa, bancos populares, crédito al campo, resurgimiento del orgullo nacional, pintura mural, literatura propia, música y un acercamiento a la igualdad entre los mexicanos. Un poco tardía, pero, dentro de ese impulso, la expropiación petrolera.
Mi generación y varias más crecimos al amparo de ese vuelco de la historia; la inercia de los cambios duró hasta los años 60, en que aún había movilidad social, oportunidades y tendencia a la igualdad, que pude palpar personalmente en el servicio militar al que, salvo algunos evasores, teníamos el orgullo de incorporarnos, y la secundaria pública, escuela con buenos maestros a la que asistíamos adolescentes de todas las categorías sociales. Pero el mal también caminó: la codicia de los políticos –los alemanistas, hoy superados, fueron los campeones de entonces– torció el rumbo; la corrupción y la falta, nuevamente, de procesos democráticos dignos de confianza. Los lemas revolucionarios quedaron olvidados o repetidos sin sentido: “Sufragio efectivo”, “Tierra y libertad”, “Municipio libre”, “Justicia social”, y tomaron su lugar los apotegmas del cinismo: “Me hizo justicia la revolución” (o aún no), “Un político pobre es un pobre político” o “En política lo que se vende es más barato”.
La traición a los principios ha sido evidente; sin embargo, ahí están todavía como metas de grupos conscientes, de convicción, con ideas que corren por veneros insospechados y que brotarán a la superficie para la reivindicación. Se confirma el pensamiento de Maritain: al lado del desastre social, económico y moral de nuestras instituciones, está presente un pueblo generoso, con deseos profundos de cambio y dispuesto a levantar nuevamente banderas de igualdad, justicia y libertad.

¿Qué le pasa al independentismo puertorriqueño?

Hoy día tenemos varias organizaciones que claman por la independencia. Desde el PIP, y ahora el Movimiento Independentista Nacional Hostosiano (MINH), al Frente Socialista y su respectiva organización juvenil, y recientemente la llamada “La Nueva Escuela”, entre otras. El problema es que no hay un frente común entre las organizaciones y tenemos diferentes versiones del mismo mensaje.
Jean G. Vidal Font*/Especial para Claridad
Qué le pasa al independentismo Puertorriqueño? En las elecciones del 2008, el Partido Independentista Puertorriqueño obtuvo un poco más de un dos por ciento en las elecciones generales. Por primera vez, en décadas, el PIP no logró obtener escaños legislativos. En tan sólo ocho años, el número de electores del PIP ha bajado desde sobre 100,000 electores en el 2000 a unos 40,000 en el 2008. El partido culpa a los electores que “traicionan” al PIP para apoyar al Partido Popular Democrático, pero no hace la pregunta crucial… ¿Qué le pasa al Independentismo?
Hoy día tenemos varias organizaciones que claman por la independencia. Desde el PIP, y ahora el Movimiento Independentista Nacional Hostosiano (MINH), al Frente Socialista y su respectiva organización juvenil, y recientemente la llamada “La Nueva Escuela”, entre otras. El problema es que no hay un frente común entre las organizaciones y tenemos diferentes versiones del mismo mensaje. Cada cual pelea por lo suyo y terminamos con un grupo dividido. Ninguno quiere ser el segundo-en-mando, sino que todos quieren ser los protagonistas. Aunque hay varios problemas con el independentismo, uno (si no el mayor) de los problemas es la actitud de “comandante” que tienen todos los grupos. Hay que llegar a un acuerdo sobre lo que nos une, la independencia de nuestra Isla, y unir los esfuerzos a ese fin solamente, sin perjuicio de que cada grupo continúe luchando por sus particulares causas sociales. Filiberto Ojeda aludió a esto en uno de sus ensayos antes de su muerte, llamando por un frente unido. Es hora de crear ese frente.
No obstante, eso no resuelve el problema. Puerto Rico continúa viviendo en una “partidocracia” controlada por dos partidos (PNP y PPD). El PIP, en su lucha para tener representación en el gobierno, intenta jugar el juego de ajedrez que es la “partidocracia” pero olvida que en dicho juego, sólo puede haber dos protagonistas. El PIP debe dividir sus esfuerzos en dos áreas. El partido debe perseguir un programa de gobierno pragmático que apunte a la centro-izquierda. Dicho programa debe hablarle al “arroz y habichuela” del ciudadano sin importar de su idealismo de estatus. El PIP debe convertirse en el partido de justicia social, el partido de igualdad y prosperidad. Que enfoque la independencia económica de cada ciudadano, en vez de la independencia nacional, ya que solo con la solvencia económica es que Puerto Rico podrá prosperar como república. Por otro lado, en un nivel más parecido a la sociedad civil, el partido debe continuar la lucha por la independencia, concentrándose en educar al pueblo de qué significa el colonialismo actual, cómo lo podemos terminar y por qué la independencia no es sólo la opción más favorable, sino la única opción viable para Puerto Rico. Este esfuerzo, no obstante, debe ser en unión a los otros grupos existentes, llevando un mensaje claro y común.
Además, el movimiento no debe olvidar que aunque sus políticas son más de centro-izquierda, Puerto Rico sigue siendo un país de centro-derecha. Hay que convencer al resto del pueblo de la viabilidad de la república, y hay que derrotar el mito (usado para asustar al electorado) de que un Puerto Rico soberano sería un “Cuba o un Haití”. El mensaje tiene que ser que el destino soberano de Puerto Rico es una cosa, y el destino económico lo seguirán decidiendo los mismos electores que hoy deciden elecciones. Eso no cambiará.
Posiblemente, con esto llegamos al punto más importante de lo que hablamos. No podemos continuar hablando de la independencia con la misma gente que ya cree en ella. No podemos continuar “preaching to the choir”. Nuestro discurso tiene que girar en convencer a los Estadolibristas hacia adoptar el independentismo (o república asociada) como su causa, y de convencer a los estadistas de que la versión de estadidad que el PNP lleva vendiendo por décadas es imposible, y que su mejor (y única) opción es la soberanía.
No podemos conformarnos con una celebración en Lares cada año, o con una marcha frente al Tribunal Federal cada ciertos meses. Al electorado no le gusta ver un partido de confrontación, le gusta ver un partido pragmático. Igualmente no quieren ver un movimiento de confrontación, quieren ver un movimiento que invita y no grita, sino que habla apasionadamente. El movimiento tiene que tomar una estrategia que se amolde a la ciudadanía urbana y otra estrategia que apunte hacia la ciudadanía rural de la isla, llamando atención a los asuntos que les afectan a las respectivas comunidades. Tenemos que continuar invirtiendo en la juventud, pero no en la forma “revolucionaria” que hemos hecho por los últimos 30 años. El radicalismo ya no funciona. Hay que educar a la juventud a pensar y argumentar en un siglo 21, con los temas de la globalización y la emancipación social como puntos de entrada.
Por último, necesitamos involucrar a los pequeños comerciantes y clase media. Mirando a varios ejemplos de movimientos revolucionarios, como la República de Irán (olvidando por un momento en lo que resultó dicha revolución) hasta las “revoluciones de colores” en las antiguas repúblicas soviéticas, uno de los grupos más importantes fue la clase media y los pequeños comerciantes. Éstos grupos son los que tienen mayor influencia en sus empleados y son la mayoría del electorado. Estos son las mentes más importantes para convencer, haciéndolo con un mensaje claro que conteste la interrogante, “¿Cómo me afectaría la independencia a mi negocio?”
Estas palabras no pretenden ofrecer la solución mágica al problema ante nosotros, pero sí debe servir como comienzo a una larga discusión que debemos tener si queremos que nuestros hijos nazcan en la República de Puerto Rico.
*El autor es abogado.
jeanvidalesq@gmail.com

Movimiento de Solidaridad Nuestra América

El Movimiento de Solidaridad Nuestra América (MNA) tendrá su acto fundacional en México el próximo lunes a las 18:30 horas, en el Club de Periodistas, ubicado en el Centro Histórico de esta ciudad. Una es la lucha desde el río Bravo hasta la Patagonia...
Miguel Concha
Coexisten en América Latina y el Caribe dos dinámicas opuestas y contradictorias de la mundialización. Una, la impuesta con los llamados programas de ajuste estructural desde la década de los 70 por los organismos internacionales de crédito y financiamiento y las organizaciones mundiales de “libre comercio” y “cooperación para el desarrollo”, que socavan la democracia, incluso la liberal, y consideran a los derechos humanos como obstáculos a la dinámica expansiva, concentracionista y violenta del capital trasnacional. Y otra, protagonizada por los movimientos internacionales de resistencia y transformación del poder, que precisamente en nombre del hecho de que hoy el mundo es efectivamente global, hacen frente a una globalización que se ha convertido en la peor amenaza para la sostenibilidad de la humanidad y de la Tierra.
Con el propósito de responder a la desesperanza de la gente, y obligar al sistema mundial a reformular su estrategia injusta de acumulación de capital, estos movimientos promueven por el contrario una organización y un pensamiento crítico alternativos. Un ejemplo de esto es el Movimiento de Solidaridad Nuestra América (MNA), cuyo acto fundacional en México tendrá lugar el próximo lunes a las 18:30 horas en el Club de Periodistas, ubicado en el Centro Histórico de esta ciudad.
El MNA es una iniciativa en la que desde hace más de un año, junto con otras agrupaciones latinoamericanas, convergieron distintos sectores de la izquierda social, política, cultural e intelectual de México, en torno al proyecto de la unidad y emancipación de América Latina. En su manifiesto las personas, movimientos y organizaciones plurales que lo integran, entre ellas varias de inspiración cristiana, expresan en efecto que hoy vivimos en la región un momento esperanzador de posibilidades de cambios sociales, políticos y económicos, por la irrupción de vigorosos actores políticos que, unidos a las clases y sectores sociales tradicionalmente explotados por las oligarquías y el imperialismo, y al creciente caudal de excluidos por el capitalismo, han cambiado a favor de los pueblos la correlación de fuerzas y le dan a la democracia, a la defensa de nuestros patrimonios estratégicos y territoriales, así como a la lucha por la justicia social y por la independencia nacional, un significado distinto.
Sin embargo, advierten con realismo que al mismo tiempo el imperialismo y las oligarquías no se resignan a perder sus ancestrales privilegios, y con clarividencia afirman que la guerra, modo inmanente del ser del capitalismo, se expresa en la militarización y la criminalización de la protesta social, extendida en la región por medio de la llamada lucha contra el terrorismo, que el gobierno actual de Estados Unidos lleva a cabo por medio del Plan Colombia/Patriota y otros semejantes que atentan contra la soberanía y la paz de nuestros pueblos.
Con la convicción histórica de que nadie libera a otros, y nadie puede liberarse solo, con razón expresan que ante ello hoy más que nunca se exige una irrestricta solidaridad entre los pueblos de la región, y por ello los integrantes del MNA declaran su compromiso con los pueblos del continente, sus organizaciones y movimientos, que luchan contra el racismo, la discriminación, el saqueo, el despojo y la depredación sin precedentes de las riquezas naturales que llevan a cabo el neoliberalismo, el imperialismo y las oligarquías, en nombre de un falaz libre comercio.
Ello no obstante, con coherencia expresan que asumen también como propias las luchas de otros pueblos por un mundo mejor, en el que imperen la justicia, la equidad, la paz, la fraternidad y el amor hacia la naturaleza, incluyendo el de Estados Unidos. Y en la hora actual de la crisis más severa del sistema, expresan con inteligencia su firme apoyo a los gobiernos populares de la región, en especial a aquellos que impulsan profundas transformaciones sociales, políticas y económicas, y promueven la participación protagónica de los pueblos en las decisiones estratégicas de sus naciones, en la defensa de la soberanía, la independencia y la salvaguarda de los recursos naturales, y en la unidad e integración regionales.
Entre los principios prácticos que consagran para el logro de estos objetivos, a mi parecer sobresale su voluntad de participar en la consolidación de un frente amplio antimperialista y antioligárquico, despojado de sectarismo y exclusiones a priori, y basado en el respeto a la diversidad, en el que sean bienvenidos los creyentes de todas las denominaciones que opten por los pobres, así como los militares comprometidos con las luchas de sus pueblos. Aunque también el compromiso en la supresión de todas las bases militares, de los tratados de “seguridad” y “defensa”, y de los ejercicios militares que subordinan a nuestros pueblos a la estructura bélica imperialista.
Hay que subrayar igualmente su reclamo por el cierre de la base naval de Guantánamo y del campo de concentración y tortura allí instalado, así como el fin del bloqueo criminal contra Cuba y el rechazo de todas las medidas coercitivas empleadas por el imperio con el fin de sojuzgar la autodeterminación de los pueblos.
Para el cumplimiento de estos objetivos, el MNA expresa que se hace necesaria la mayor concentración de fuerzas populares en México, con la conciencia de que una es la lucha desde el río Bravo hasta la Patagonia.

Autonomías y emancipaciones

Gilberto López y Rivas / LA JORNADA
El nuevo libro del uruguayo Raúl Zibechi, Autonomías y emancipaciones, publicado en México por las editoriales Bajo Tierra y Sísifo, resulta muy oportuno para el debate político e ideológico abierto por la otra campaña en 2006. También da continuidad a las investigaciones sobre los procesos autonómicos de los pueblos indígenas en América Latina y sus implicaciones en los movimientos sociales de diversa naturaleza, rurales y urbanos, signados por su vocación a la autonomía, fuera, al margen, o a pesar del mercado, el Estado, los partidos políticos, las Iglesias y otros agentes externos.
Zibechi extiende el concepto de autonomía al mundo no indígena y enfrenta el reto de analizar el significado de esos movimientos sociales “portadores de otros mundos”, que trascienden en contrapoderes de abajo y, en suma, brinda a los lectores uno de los panoramas analíticos más desafiantes –fundados en amplia experiencia empírica– de la intelectualidad crítica latinoamericana.
Los trabajos reunidos no tienen el sello de la respetabilidad de la academia, que acumula, como el capital, prestigios y regodeos que otorga el poder para adormecerla y dulcificarla; más bien, como Zibechi advierte, son resultado de años dedicados a recorrer “espacios y territorios donde habitantes del sótano de nuestro continente intentan convertir sus modos de subsistencia en alternativas al capitalismo y al colonialismo”.
El libro, por tanto, está destinado a estudiar las “micropolíticas” de los de abajo, “las prácticas ordinarias de hombres y mujeres comunes” que van construyendo luchas emancipadoras de nuevo signo bajo el planteamiento contundente del autor de que: “si la revolución como práctica emancipatoria es posible, si tiene algún asidero, brota irremediablemente de y en la vida cotidiana de los de abajo. Es allí, en esa supuesta grisura de la cotidianidad, donde debemos descubrir las potencias que encarnan esas prácticas que las izquierdas del sistema desprecian y los de arriba pretenden cooptar”.
Dentro de esas prácticas, Zibechi otorga al zapatismo lugar especial, ya que de las realidades de América Latina, la experiencia zapatista “representa la más completa ruptura con las viejas formas de hacer política, y porque han sido capaces de crear una porción sustancial del mundo nuevo”.
El autor profundiza a lo largo del libro –de manera amplia, fundada y responsable– en un tema de recurrente actualidad que ocasiona candentes polémicas: el papel que están jugando los gobiernos autoconsiderados progresistas y de izquierda en la lucha por la emancipación. Incluso advierte: “es éste un debate que divide aguas y genera hondas diferencias, a menudo insalvables. Pero sé también que no escondiendo las diferencias es que podemos avanzar”. Siendo testigos del significado real de los gobiernos del PRD en México, y conociendo los casos del PT en Brasil o del Frente Amplio en el Uruguay, no debe extrañarnos la siguiente afirmación de Zibechi: “Están naciendo nuevas formas de dominación, enmascaradas bajo un discurso progresista y hasta de izquierda. Siento que es necesario mostrarlas, exponerlas a la luz para contribuir a neutralizarlas y, sobre todo, para evitar que consigan su objetivo mayor: la demolición de los movimientos sociales desde dentro, de un modo mucho más sutil que el represivo, pero, por lo mismo, más profundo y duradero”.
Se identifican las tendencias y los desafíos de los movimientos sociales latinoamericanos, mismos que son las respuestas al terremoto social que provocó el capitalismo neoliberal que trastocó la vida, formas productivas y reproductivas, territoriales y simbólicas de los sectores populares. Se produce un “mestizaje” entre tres grandes corrientes político-sociales que conforman el armazón ético y cultural de los grandes movimientos: las comunidades eclesiales de base de la Teología de la Liberación, la insurgencia indígena portadora de una cosmovisión distinta a la Occidental y el guevarismo inspirador de la militancia revolucionaria. No obstante, estos nuevos movimientos sociales se manifiestan de manera diferente a la acción social anterior a los años 70 que perseguía el acceso al Estado para modificar las relaciones de propiedad, y ese objetivo justificaba las formas estadocéntricas de organización, asentadas en el centralismo, la división entre dirigentes y dirigidos y la disposición piramidal.
Las características comunes de esos movimientos son: su territorialización, “o sea su arraigo en espacios físicos recuperados o conquistados a través de largas luchas, abiertas o subterráneas”. La búsqueda de la autonomía tanto de los estados como de los partidos políticos, asegurando su subsistencia, construyendo su autonomía material y simbólica. La revaloración de la cultura y la afirmación de identidades de pueblos y sectores sociales. La capacidad para formar sus propios intelectuales. El papel crucial de las mujeres. La preocupación por la organización del trabajo y la relación con la naturaleza. El rechazo, también, a toda forma de organización jerarquizada, reproduciendo la vida familiar-comunitaria y asumiendo a menudo redes de autorganización territorial. Para el estudio de estos movimientos debemos cambiar nuestra comprensión anclada en conceptos binarios y externos, y regida por los tiempos lineales de la producción capitalista. Debemos pensar y actuar sin Estado, afirma el autor.
La obra, reseñada aquí sintéticamente, requiere una lectura cuidadosa y detallada para extraer la riqueza y multiplicidad de los desafíos teóricos planteados por Zibechi. Autonomías y emancipaciones será un referente fundamental para el desarrollo del pensamiento antisistémico.

Migración y políticas en Argentina: Tres leyes para un país extenso (1876-2004)

Una nueva entrega de la colección Cuadernos del Pensamiento Crítico Latinoamericano, preparada por CLACSO.
Susana Novick
Nuestro artículo tiene como finalidad realizar un análisis comparativo de las tres principales leyes que han orientado el fenómeno migratorio en Argentina desde su organización nacional –a mediados del siglo XIX– hasta los inicios del siglo XXI. La legislación resulta un camino fructífero para responder a ciertos interrogantes: ¿cuál es el conflicto social?, ¿quiénes pujan por resolverlo?, ¿cómo logran hacerlo? La ley configura un relevante objeto de análisis, pues ella resume y transparenta –hace más visibles– aquellos factores llamados genéricamente “ideológicos”, permitiéndonos aprehender la dimensión jurídica de lo social.
Utilizamos la perspectiva histórica de largo plazo, no sólo porque consideramos que es la adecuada para explicar las transformaciones y conflictos que se dan en una sociedad, sino también porque abordar el complejo tema de las migraciones internacionales implica estudiarlo además como fenómeno demográfico, no pudiendo desconocerse sus características esenciales: gran inercia y prolongado efecto en el tiempo. Leer más...

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Venezuela: costos de la revolución

José Steinsleger / LA JORNADA
Paradoja uno. Los bolivarianos y el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), que en los comicios regionales del domingo pasado obtuvieron 17 de 22 gobernaciones y 81 por ciento de las alcaldías, andan desanimados porque los antichavistas entendieron que la democracia (o lo que ellos entiendan por tal) no se defiende desde Miami. El PSUV recuperó dos gobernaciones, sumó 5 millones y medio de votos, y la oposición disminuyó su porcentaje de votos en 10 por ciento en relación con los comicios pasados.
Paradoja dos. La “democracia sin adjetivos” (preciado sofisma de la dominación oligárquico-imperialista) sufrió un nuevo revés en Venezuela. Por duodécima ocasión en 10 años, el gobierno de Hugo Chávez se dio el lujo de celebrar elecciones limpias en las que participaron todos, incluyendo las fuerzas políticas que buscan desestabilizarlo.
Paradoja tres. Ambas paradojas (valga la redundancia) representan un poderoso termómetro para saber, con relativa exactitud, lo que el uno y el otro bando tienen: un pueblo con profundos sentimientos de patria y nación, y una sociedad que, al decir de Marx en el prólogo al primer tomo de El capital, “… en los países ricos ve el espejo de su propio porvenir”.
Recurrente y exasperante error del clasismo izquierdista, la revolución bolivariana sólo cuenta con proyectos, programas y propuestas para los primeros. No está mal. El problema es que si una revolución social le da las espaldas políticas a los sectores medios, y sólo busca el apoyo de “las masas”, se echa la soga al cuello.
Pobreza más injusticias, miseria más privilegios, no son iguales a revolución. Tales flagelos podrían ser también el caldo de cultivo de la contrarrevolución. O sea, la que en Venezuela está en marcha, conducida por una derecha aún desorganizada, pero que empieza a ensayar una estrategia de poder distinta a la imbecilidad golpista de abril de 2002.
Cuantitativamente, no hay discusión: el pueblo necesitado de la revolución es aplastante mayoría. En cambio, cualitativamente, sí la hay. No se entiende bien por qué, en un mundo donde los medios son auténticas “armas de destrucción masiva”, el gobierno de Chávez ha venido mezclando los conceptos de información y comunicación con los de ideología y propaganda. ¿Sorprende entonces que por aquí empiece a recibir los primeros “jonrones” o goles de la oposición?
Es increíble que con ingentes recursos económicos, y en el país pionero en el gran debate del nuevo orden informativo mundial, la revolución bolivariana carezca de un periódico nacional, o que se dé por hecho que el pueblo es “como el Che” y Bolívar, o se crea que Telesur llega a “50 millones” de personas y que sus noticieros sólo se concentren en el acontecer de los países más progresistas del continente.
¿Necesidad de “revolución permanente”? Puede ser. Mas cuidado con las tautologías funcionales a voluntarismos de tipo ideológico y político. Nada es permanente, y ya en el siglo pasado asistimos a la proyección de varias películas que trataron el tema. En asuntos de revolución social, la experiencia histórica sugiere que a más de lo económico y político hay que incluir el estado real de la sicología, nivel cultural, sentimientos y emociones de los pueblos.
Aspectos que los medios de comunicación hegemónica trabajan con sesgada y perversa excelencia profesional. Inclusive, ha crecido la calidad del discurso progre en sectores intelectuales y académicos que tuercen y retuercen los propósitos del proyecto revolucionario. Frente a esto, es hora de que la izquierda anticapitalista se ponga a revisar, “por abajo” y “por arriba”, si los referentes sociológicos del siglo XIX europeo (y en particular el purismo ideológico) cuadran con el “socialismo del siglo XXI”.
En adelante, el antichavismo deberá redoblar sus esfuerzos para seguir sosteniendo que en Venezuela hay “dictadura”, o que no existe un sistema democrático regido por las reglas que ellos mismos defienden.
No es grave que un líder hable demasiado. Un líder debe hablar y mucho. Aunque si le concediese espacio a otros dirigentes, la revolución se lo agradecería. Hablar menos para demostrar que todo liderazgo es circunstancial, y para que el pueblo conozca mejor las causas por las que se perdieron bastiones electorales estratégicos: alcaldía de la capital (Caracas, mas no el municipio) y los estados de Zulia, Táchira, Miranda, Carabobo y la populosa barriada de Petare (800 mil habitantes).
Toquemos madera. Pero, en caso de que se produzca el magnicidio de Chávez (opción que el imperio y la oposición “democrática” continúan acariciando), sobre la dirigencia bolivariana recaerá la conducción política del proceso de emancipación social, al que le urge organización cívico-popular, disciplina política y comunicación efectiva.

lunes, 24 de noviembre de 2008

El chavismo consigue el triunfo en 17 de 22 estados; pierde Caracas

“Hoy ha hablado el pueblo”, dice el presidente; la participación electoral alcanza 65.45%. La oposición conserva el estratégico Zulia y Nueva Esparta; gana también en Miranda.
LA JORNADA
“Hoy ha hablado el pueblo”, dijo en los primeros minutos de este lunes el presidente Hugo Chávez, luego de conocerse los resultados oficiales de lo que fue la primera prueba electoral regional para su Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), que venció en 17 de los 22 estados en disputa este domingo, aunque la oposición le arrebató la alcaldía metropolitana de Caracas, además del populoso estado de Miranda y conservó el estratégico Zulia, así como Nueva Esparta.
Miranda y Zulia son las entidades con la mayor cantidad de electores en el país.
Con 95.67 por ciento de los votos contabilizados en todo la nación, mediante un nuevo sistema automatizado, la oposición también asestó un golpe en el estado de Miranda, donde el candidato del PSUV, Diosdado Cabello, político cercano al presidente Hugo Chávez, perdió la contienda frente a Henrique Capriles, según informó el Consejo Nacional Electoral (CNE).
Los socialistas, sin embargo, lograron derrotar a disidentes del “chavismo” en los estados de Aragua y Sucre, y se alzaron con el triunfo en Yaracuy, Delta Amacuro, Vargas, Apure, Bolívar, Cojedes, Falcón, Guárico, Lara, Mérida, Monagas, Portuguesa, Trujillo, Anzoátegui y Barinas, donde el candidato vencedor fue Adán Chávez, hermano del mandatario.
Debido a lo cerrado de la contienda, el CNE dejó pendiente la divulgación de los datos sobre los estados de Carabobo y Táchira.
Con este resultado, la oposición parece haber logrado el objetivo de modificar el mapa político al vencer en el populoso estado de Miranda, conquistar el distrito capital, refrendar el poder en Zulia. El más visible líder opositor, Manuel Rosales, se perfilaba además como vencedor en la ciudad petrolera de Maracaibo. Leer más...

domingo, 23 de noviembre de 2008

Lo de Gigante sí, pero dormido ya no

El presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula Da Silva, convocó a todos los gobiernos latinoamericanos a participar en la Cumbre América Latina y el Caribe que se realizará el 16 y 17 de diciembre próximo, en la ciudad brasileña de Bahía. La diplomacia brasileña trabaja, sin prejuicios, para expulsar a Washington de la región. Los últimos pasos del país sudamericano.
Sebastián Pellegrino / APM
Algunos analistas políticos sostienen que la diplomacia brasileña es hoy una de las más activas del mundo. Y puede ser cierto: hace tiempo que Brasil elabora una sólida red de alianzas con gobiernos del continente e impulsa instancias de integración regional más amplias que los actuales bloques del sur. La flamante Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), es un reciente ejemplo de la iniciativa brasileña. (Ver: “Si ‘Dios es brasileño’, ¿Sudamérica qué será? APM 31/10/2008)
Pero ahora el Gigante amazónico está decidido a dar el siguiente paso: disminuir la influencia estadounidense en la parte Sur del continente americano, en la misma proporción en la que aumenta el liderazgo brasileño.
Hacia la Cumbre América Latina y el Caribe
En los últimos días el presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula Da Silva convocó a todos los gobiernos latinoamericanos a participar en la Cumbre América Latina y el Caribe que se realizará el 16 y 17 de diciembre próximo, en la ciudad brasileña de Bahía.
El encuentro estará destinado, según el Presidente anfitrión, a profundizar el intercambio de experiencias y avanzar en la integración comercial y energética.
Integración y desarrollo serán los temas centrales de la cumbre de Bahía, en una coyuntura global de crisis financiera que ya comenzó a golpear a las economías del continente, sumándose ahora la posibilidad de que el próximo Gobierno estadounidense, y las potencias europeas, retomen las políticas proteccionistas del período de posguerra para evitar el desempleo y la recesión. Leer más...

La auditoria de la deuda e(x)terna ecuatoriana: Un paso histórico para una solución definitiva

Ecuador, a partir de esta gesta histórica, puede transformarse en país “modelo” para demostrar el manejo corrupto de la deuda externa. Las denuncias formuladas son comparables a otros casos emblemáticos de corrupción a nivel mundial, en los cuales el crédito pesa aún sobre los países deudores.
Alberto Acosta (Expresidente de la Asamblea Constituyente del Ecuador)
“Por desgracia, hasta hoy, la impunidad ha sido la piedra angular que ha sostenido en pie la famosa escuela de vicios y depravación que dejó establecida el General Flores. Sus vástagos aprovechan el tiempo y sin ruborizarse hacen su agosto sin detenerse ante el día de la fiscalización inexorable que se aproxima. Con tal de quedar millonarios y poder escapar, lo demás poco les importa”. Eloy Alfaro, La deuda Gordiana, 1896.
La deuda externa ha sido eterna para Ecuador. Sus dificultades son tan antiguas como la formación de la República. Sus peripecias han sido un telón de fondo en nuestra vida económica, social y política. Y, en este interminable sendero, las soluciones, impulsadas y controladas por los acreedores, en contubernio con los negociadores nacionales, de acuerdo siempre con sus intereses, no han resuelto el problema. Por eso, las tan promocionadas “soluciones definitivas”, apegadas a la racionalidad del mercado, a la postre han ahondado las crisis.
Por otro lado, muchas propuestas alternativas, por diversas razones, no cuajaron o no han superado las actitudes discursivas o los planteos académicos. Los justos reclamos por el no pago, que tienen un sustento ético indiscutible, se han entrampado en posiciones inmovilistas. Más de una vez las movilizaciones en contra de la deuda se han agotado en sí mismas. Siempre han faltado respuestas estructurales que aborden sus causas.
Hoy, sin embargo, en Ecuador se cuenta con el informe de la Comisión de Auditoria Integral del Crédito Público (externo e interno). Un esfuerzo que se cristalizó gracias a la presión de la sociedad desde hace más de dos décadas. Y, por cierto, debido al compromiso adquirido por el presidente Rafael Correa, quien conformó de dicha Comisión y lo respaldo decididamente.
Esta acción del gobierno ecuatoriano, que constituye apenas un primer paso en la búsqueda de una solución definitiva, demuestra, por lo demás, la conveniencia de oír a sociedad civil. La participación social -no la manipulación social- es una herramienta fundamental para llegar a soluciones de consenso en las propuestas de leyes o para alentar respuestas estructurales en cuestiones de trascendencia nacional. Leer más...

Costa Rica: ¿Tiene sentido renegociar el TLC?

Los movimientos ciudadanos progresistas de Costa Rica deben plantearse de forma seria y muy serena, cuál es el tipo de relaciones que querríamos promover respecto de los Estados Unidos. Una cosa es innegable: se trata de una potencia imperialista muy agresiva y ello no va a cambiar por mucho que tengan un presidente negro.
Luis Paulino Vargas* / ALAI
Alguna gente ya se ha pronunciado negativamente al respecto, y lo han hecho en términos lapidarios. A su juicio, la renegociación apuesta por un "TLC bueno" que no existe en lugar alguno. Aseguran, además, que esto conlleva una falsa ilusión que desmoviliza a la gente y distrae energías. Aseveran que las baterías deberían estar puestas, en cambio, en la lucha callejera que se traiga abajo las nefastas leyes adheridas al TLC y la cual habría de culminar con el retiro de Costa Rica del TLC.
Creo, sin embargo, que las cosas son bastante más complejas y matizadas. Por ello me parece que la conveniencia o no de promover una renegociación del TLC es cosa acerca de la cual habría que pronunciar un cauto "depende".
Efectivamente, depende de una serie compleja de posibilidades y condiciones el que resulte o no conveniente promover tal renegociación ante el gobierno venidero del señor Barak Obama.
Veamos.
1) La renegociación podría plantearse desde un punto de partida fuerte, es decir, proponiendo una agenda amplia y ambiciosa que, en principio, estaría orientada a reducir el TLC a cero, o casi cero.
2) Entonces, la renegociación apelaría, más que a la sensibilidad y conciencia de Obama, a la de las organizaciones sociales progresistas que han estado a la base de su triunfo electoral. Es decir, la agenda de renegociación denunciaría las atrocidades que el TLC contiene como también las que fueron cometidas en su proceso de aprobación, y lo haría resaltando la forma como todo ello atropella las aspiraciones de democracia, justicia, libertad y soberanía del pueblo costarricense. Desde ahí, estaríamos pronunciando un llamado a la confluencia de voluntades entre los sectores más sensibles y democráticos de la sociedad estadounidense y las aspiraciones y reclamos del pueblo costarricense.
3) Además, ello podría abrir la posibilidad para que Estados Unidos no se interese por reconsiderar tan solo los capítulos ambiental y laboral, sino que abra y amplíe el abanico de la discusión. En todo caso, conviene no simplificar en exceso -como parecen hacerlo algunos sectores de la izquierda en notable coincidencia con grupos de la oligarquía- los frentes de oposición que existen en Estados Unidos respecto de este u otros tratados comerciales de similar naturaleza. Esa oposición no se limita a lo ambiental y laboral, y en cambio incluye, entre otros, asuntos como los de las medicinas o la posibilidad de demanda de los estados ante tribunales de arbitraje internacional.
4) Una propuesta de este tipo no estaría animada por la vana ilusión de imaginar que todo cuanto se solicita vaya a ser atendido. Si bien nuestro llamado podría movilizar a nuestro favor sectores políticamente avanzados que pueden tener influencia en el gobierno de Obama, igualmente movilizará en su contra intereses económicos poderosos. Así es, por la general, la realidad social: compleja y contradictorio. Sin duda Estados Unidos no se escapa de esa regla. Pero la solicitud de renegociación, en los términos indicados -como una renegociación de fondo, extensiva y radical- justamente buscará jugar con y aprovechar esas complejidades en un momento preciso -el de la actual crisis económica- en el cual los movimientos ciudadanos progresistas podrían tener una mayor influencia en las decisiones que se adopten en Washington.
5) Una toma de posición del gobierno de Obama a favor de la reconsideración del TLC -incluso si no es una reconsideración radical como la que estaríamos pidiendo- constituiría un duro golpe para las oligarquías neoliberales de Costa Rica, las cuales, como bien sabemos, viven y respiran por lo que Estados Unidos haga o deje de hacer. En la perspectiva de una lucha más prolongada y de mayor alcance, conducente a tratar de desarmar el conjunto de perniciosas leyes derivadas del TLC, ello aportaría, a nuestro favor, no solo una ganancia política, sino, incluso, incrementados espacios de libertad jurídica que facilitarían introducir los cambios necesarios.
6) Es obvio que la renegociación del TLC, incluso si llegase a tener alcances muy amplios, no lograría resolver el problema tremendo que plantean las llamadas leyes de implementación. Pero aparte que, como ya indiqué, la renegociación nos proporcionaría un mayor espacio jurídico y político para llevar adelante el proceso de modificación de esas leyes, lo cierto es que, al margen de estas últimas, el TLC mismo tiene cosas gravísimas que nos conviene modificar. Menciono las principales: la liberalización del comercio agrícola, de armas y de agua; el régimen inversionista-estado del capítulo 10 que permite las demandas ante tribunales de arbitraje internacional; el conjunto de restricciones que ese capítulo impone en relación con el ejercicio de las políticas públicas; la liberalización del comercio de servicios, con las temibles consecuencias que ello podría tener sobre salud y educación. También todas las condiciones para el debilitamiento ulterior de las legislaciones laboral y ambiental derivadas de los capítulos correspondientes. También las peligrosas consecuencias asociadas al funcionamiento de la llamada Comisión de Libre Comercio creada en el capítulo 19. Está plenamente justificado tratar de lograr cambios en cada uno de estos aspectos.
7) Los movimientos ciudadanos progresistas de Costa Rica deben plantearse de forma seria y muy serena, cuál es el tipo de relaciones que querríamos promover respecto de los Estados Unidos. Una cosa es innegable: se trata de una potencia imperialista muy agresiva y ello no va a cambiar por mucho que tengan un presidente negro. Obama seguramente introducirá una dosis de sensatez y pragmatismo en la conducción de los asuntos imperiales, pero no modificará -ni mucho menos- esa naturaleza imperialista fundamental. Frente a esa realidad ¿qué haremos? ¿Ponernos de frente al tren para que nos arrastre o aprender a manejar las cosas con sutileza y creativa flexibilidad? Recordemos que no tenemos el petróleo que sí tiene Venezuela y preguntémonos si estamos dispuestos a sobrellevar el costo que el pueblo cubano ha tenido que soportar. Y recordemos, además, que, no obstante su naturaleza imperialista -derivada centralmente de la hegemonía que detenta el gran capital transnacional- en todo caso la sociedad estadounidense es compleja e interiormente heterogénea y contradictoria. Deberíamos aprender a jugar con esas complejidades y a aprovecharlas a nuestro favor.
8) En ese contexto, cobra sentido una iniciativa de renegociación que surja desde los movimientos ciudadanos mismos, es decir, desde los sindicatos, organizaciones ambientalistas, estudiantes, agricultores, indígenas, grupos de mujeres, comités patrióticos, académicos, grupos religiosos progresistas, movimientos de derechos humanos…Una propuesta de renegociación que busque cambiar radicalmente el TLC hasta prácticamente reducirlo a cero, y que se formule en términos tales que convoque el apoyo de los movimientos ciudadanos progresistas que, desde el interior de la sociedad estadounidense, se movilizan también a favor de reivindicaciones de justicia y democracia. Subrayo y reitero: que sea una iniciativa ciudadana autónoma, no una propuesta de cúpulas.
9) Al cabo, una iniciativa tal podría lograr poco o mucho. Incluso si no son sustanciales los cambios, habría una ganancia política frente a la oligarquía, porque nos habríamos hecho escuchar por Obama y -más importante aún- por sectores progresistas de la sociedad estadounidense, aparte que, en la modificación del TLC, asimismo el amo imperial le estaría enmendando la plana a sus lugartenientes locales. Y esa ganancia política podría ser importante en la perspectiva de una lucha -que ha de ser difícil y prolongada- por modificar las leyes de implementación del TLC y, eventualmente, por denunciarlo y salirnos. Es claro, por otra parte, que en este momento no existen las condiciones para una lucha callejera que derroque el TLC y sus leyes, según la fórmula a la que usualmente recurren algunos sectores de la izquierda. Queda por delante un proceso complejo de rearticulación de los movimientos sociales y de renovada acumulación de fuerzas, pero esto no podrá avanzar exitosamente si no predomina un clima de diálogo respetuoso y abierta colaboración entre las mismas organizaciones ciudadanas y sus dirigencias. Y esto, por cierto, conlleva, entre otras cosas, un esfuerzo por ahorrarse descalificaciones y ataques. Nadie debería ser considerado traidor por ejercer su derecho a disentir y, además, nadie debería considerarse dueño absoluto de la verdad.
- Luis Paulino Vargas Solís es profesor e investigador universitario y catedrático de la Universidad Estatal a Distancia (UNED) de Costa Rica.

Colombia: Minga de la resistencia indígena y popular

Por ese sentimiento de superioridad de los blancos y mestizos frente a los indios, el actual enfrentamiento del gobierno de Álvaro Uribe con los pueblos indígenas encierra no sólo un enfrentamiento ideológico y conceptual, sino que tiene un trasfondo cultural que subyace en el subconsciente colectivo desde hace más de 500 años.
Gloria Gaitán / Barómetro Internacional.
Nada tan de vanguardia como dos de los conceptos indígenas que han venido publicándose en la prensa en estas últimas semanas a raíz de la marcha de los indígenas colombianos. Se trata de la MINGA, vocablo que designa una reunión solidaria para hacer un trabajo en común y la concepción de la Madre Tierra, como parte integral y orgánica de los seres humanos.
El primer caso – el de la minga – corresponde a las acciones colectivas que son el fundamento y la base de una Democracia Directa, que se avizora como la estructura del Estado futuro y el planteamiento que encierra el término de madre tierra, que es el mismo que pregonan los ecologistas al hablar del respeto al planeta tierra, porque de él dependemos y a él nos debemos.
A pesar de esta visión moderna, que es el fundamento mismo de la cultura indígena, “los blancos”, en su mayoría, siguen considerándose superiores a los indios. Incluso los mestizos, que en sus genes llevan dosis importantes de raza indígena, muchas veces los desprecian. Es una actitud que comparten todas las clases sociales. Tan es así que, un insulto común entre las clases populares, es decirle a alguien con desprecio y rechazo: “el indio ése”.
Racismo vernáculo
Es que el lenguaje traduce elementos del subfondo cultural, y bien sabido es que los grupos sociales que han antagonizado con las comunidades indígenas, han adoptado en su vocabulario gentilicios o adjetivos indígenas o nativos, a los que convierten en insultos.
Así, en Bogotá, se utiliza el modismo de “guache” para señalar a alguien burdo y atrevido, cuando la palabra guache, en lengua chibcha, significa indio joven. De la misma manera, para señalar a un hampón, se dice “apache”, tomando abusivamente la expresión de la comunidad indígena norteamericana de los Apaches y, cuando decimos “cafre” para significar que hablamos de un hampón, nos estamos refiriendo a Kaffir que, en su sentido histórico, fue un término para describir al negro de Sudáfrica.
Dos caras del problema
Por ese sentimiento de superioridad de los blancos y mestizos frente a los indios, es que el actual enfrentamiento del gobierno de Álvaro Uribe con ellos, que claman porque se les cumplan las promesas de justicia que se les han hecho, encierra no sólo un enfrentamiento ideológico y conceptual, sino que – además y para agravar las cosas – tiene un trasfondo cultural que subyace en el subconsciente colectivo desde hace más de 500 años.
Es entonces indispensable dar la batalla en esos dos frentes: el ideológico y el emocional y es por ello tan importante que los indígenas estén planteando que su camino hacia Bogotá trasciende su propia problemática para proyectarse a la totalidad de la situación colombiana, sin distingo de razas ni culturas.
En la marcha caben no sólo los indios, sino los campesinos, los obreros, los estudiantes, las mujeres, los afrodescendientes, los blancos, los mestizos, los sacerdotes, los discapacitados, los jubilados, los niños y los viejos. Los cinco puntos que abarca su lucha nos incumben a todos y son una propuesta para una Colombia que se aleje del modelo excluyente y elitista que ha dominado al país desde la Conquista Española hasta nuestros días.
Los cinco puntos
Los cinco puntos que vienen poniendo los indígenas sobre la mesa, y sus acápites, demuestran una profunda seriedad conceptual. Los cinco puntos son:
1. Fin a la violación del derecho a la vida y de los derechos humanos. Que es, no cabe duda, el tema que más aqueja a todos los colombianos.
2. Fin a la agresion y ocupación territorial. El desplazamiento masivo agobia a la población colombiana y es, sin duda, una de las preocupaciones centrales de nuestra sociedad.
3. Adopción de la declaración de la ONU sobre pueblos indígenas. Se trata de una necesidad histórica a fin de que se haga justicia con una raza que es la nuestra y que está a los orígenes de nuestra nacionalidad.
4. Modificación de la legislación del despojo que coloca en riesgo la pervivencia de los pueblos. La violencia que padece el pueblo colombiano tiene, entre otros propósitos, desalojar a los campesinos, a los indígenas y a los afrodescendientes de sus tierras como mecanismo para la formación de inmensos latifundios, a su vez que se pretende despejar terrenos cuyo subsuelo es riquísimo en materias primas, cuya posesión codician las transnacionales.
5. Acuerdos incumplidos con organizaciones y movilizaciones sociales. La forma como viene resolviendo el gobierno los conflictos laborales, sociales y regionales es firmando acuerdos que nunca se cumplen, con lo cual el pueblo está entendiendo, poco a poco, que el camino del diálogo no constituye una vía para la solución de la problemática nacional.
De lo indígena a lo nacional
Violencia oficial, desplazamiento, despojo de tierras e irrespeto al Estado social de derecho, son los cimientos en que se erige la explotación predominante en la economía, el autoritarismo en lo político y la marginalidad en lo social. En los cinco puntos se resume esta problemática.
Pero, para que los colombianos como un todo acojamos esta plataforma de lucha, se requiere un trabajo profundo en la conciencia colectiva que le dé el estatus de dignidad y grandeza que merecen esas comunidades de compatriotas.
De ahí la importancia de negarse a aceptar el tono paternalista y campechano con que ha pretendido manejar la Minga el Presidente de la República. De ahí la necesidad de rescatar el orgullo nacional elevando el respeto hacia nuestros ancestros, nuestra historia y nuestros orígenes culturales. No basta la actitud de espectadores frente a la Minga, es indispensable hacerla nuestra, porque todos los colombianos somos descendientes de esa aleccionadora raza indígena. La lucha, entonces, debemos enfocarla no sólo frente al gobierno sino también en contra de nuestros prejuicios y preconceptos, que tanto daño le han hecho a nuestro orgullo nacional.

Colón nos llevó al colonialismo

Después de la debacle electoral reciente, autonomistas e independentistas no pueden ignorar que el auge de las huestes anexionistas ha ocurrido bajo el Estado Libre Asociaciado y sus agencias ideológicas. Una grave crisis de identidad aqueja al pueblo puertorriqueño aquí y al otro lado del océano, que no se ha querido confrontar.
Jalil Sued Badillo/ Especial para En Rojo (Del periódico Claridad de Puerto Rico)
En 1986, a raíz de la caída del último Duvalier en Haití, una enfurecida multitud en Puerto Príncipe derrumbó la estatua de Cristóbal Colón y la tiró al mar correando ‘Haití para los haitianos’. En años más recientes, en el 2004, otra militante y enfurecida multitud en Caracas arrancó de cuajo la estatua de Colón enarbolando consignas que lo acusaban de genocidio. Decididamente, y aunque en formas menos dramáticas, la imagen del gran Almirante ha venido a menos tanto en España como en Nuestra América. ¿Qué se sabe por ese mundo ancho y ajeno que estamos ignorando los puertorriqueños? Porque en nuestros lares, un alcalde de Cataño se gastó dos millones de dólares para traer una estatua chatarrera supuestamente de Cristóbal Colón, obra de un ruso itinerante cuyo costo preliminar se calcula en más de treinta millones sólo para ensamblarla y montarla. El proyecto se estancó en Cataño y al rescate vino el municipio de Mayagüez y la empresa privada Holland Group con pretensión de hincarla en su zona portuaria como atractivo turístico. Hasta el momento, según la prensa, el municipio del mangó ha gastado cuatro millones en almacenaje y calcula en la friolera de unos cien millones el costo total del proyecto.
En 1992, año del quinto centenario del mal llamado “descubrimiento de América”, la administración de Joaquín Balaguer en Santo Domingo erigió un aparatoso mausoleo a Colón de 46 metros de alto, construido en mármol blanco y coronado por un faro de rayo laser que resultó muy costoso encender. Todo para depositar los restos óseos del descubridor que ahora resultó que estaban en Sevilla y no en la tumba dominicana donde los creyentes creían cándidamente. Esa aventura por erigir una especie de pirámide egipciaca tropical a Colón le costó al pueblo dominicano más de 200 millones de dólares. Hoy, toda la empresa es un chiste, un costoso chiste. Y con aquella aberración parece que quiere competir el municipio de Mayagüez.
No vamos a preguntarnos el porqué de una estatua adicional a Colón. El personaje ha sido hasta hace poco emblema de la superioridad racial y cultural de la Europa expansionista que desde el siglo 16 ha cubierto el planeta con sus tentáculos económicos. Descubrimiento ha sido eufemismo para conquista y para sometimiento y para explotación. Por lo cual Colón, el gran descubridor es, invariablemente también, el emblema del primer conquistador, del primer tirano y del primer explotador en aquel infame proceso histórico. Ha tomado medio milenio entender el reverso de la moneda. Colón es el símbolo del inicio del colonialismo en América. De aquel perverso proceso que fue responsable del genocidio indígena, de la esclavitud africana, del saqueo de los recursos naturales de nuestros suelos y de sus corolarios como el racismo, la pérdida de la autoestima de los criollos, su marginación en sus propios suelos, y la pérdida, al final, de su propia conciencia histórica. La lucha política y económica contra aquel colonialismo es, por supuesto, bicentenaria. Contra el viejo colonialismo español como contra su heredero norteamericano. Pero en la lucha se cruzan aún los imaginarios y las consignas de los nuevos conquistadores con las telarañas ideológicas que sobreviven en nuestras culturas nacionales del viejo imaginario español. Y el respeto a Colón es una de ellas. Es por eso que la violencia de los haitianos y los venezolanos contra la magna efigie cristobaleña fueron actos de despojo, de limpieza espiritual, de superación intelectual. Se les falta el respeto a los tiranos, se les combate.
Recientemente se ha publicado en España un documento terriblemente condenatorio de la gobernación de Colón en la Española y por nadie menos que por su principal biógrafa, la Dra. Consuelo Varela de la Universidad de Sevilla. El documento, producto del juicio incoado por su sucesor Francisco de Bobadilla, está repleto de testimonios de colonos, indígenas, frailes y letrados que acusan la conducta opresora y desalmada de Colón en la que fue primera colonia de América. Muy distante de reconciliar con una vida ejemplar a conmemorar o de un héroe a emular. Aun cuando los reyes decidieron no procesarle, le prohibieron pisar tierra dominicana nuevamente.
Si su figura se mantuvo favorable ante la opinión pública, no fue por ignorarse su trasfondo personal como traficante de indios, déspota y ególatra, pues se conocía aunque sin los detalles de la nueva documentación del archivo de Valladolid. Fue por el cultivo de las elites blancas latinoamericanas empeñadas en historiar una leyenda empresarial y blanquista para sus nuevas naciones mestizas. Pero Colón habría de ser más ampliamente cultivado en los Estados Unidos como el símbolo del origen blanco y europeo de sus nacionales. Su capital sería el ‘Distrito de Columbia’, su Universidad elite “Columbia University”, la Capital de un estado: Columbus, Ohio y efigie de monedas en 1892 a raíz del cuarto centenario del descubrimiento a quien jamás pisó territorio nacional norteamericano.
Es por eso que no hubo grupo minoritario en los Estados Unidos que no protestara frente a sus imágenes durante el 1992. Colón, pues, ha sido también el primer símbolo racista en el mito fundacional estadounidense y paradigma de la expansión del capitalismo hacia América.
Pero el desprecio a Cristóbal Colón no debe ser sino el comienzo de una más profunda y abarcadora revaloración de los símbolos culturales puertorriqueños, principalmente de aquellos promovidos por el Estado. Después de la debacle electoral reciente, autonomistas e independentistas no pueden ignorar que el auge de las huestes anexionistas ha ocurrido bajo el ELA [Estado Libre Asociaciado] y sus agencias ideológicas como Instrucción y el Instituto de Cultura. La victoria de los estadistas también se ha debido al fracaso de la ‘política cultural’ dominante desde el 1952. Una grave crisis de identidad aqueja al pueblo puertorriqueño aquí y al otro lado del océano que no se ha querido confrontar.
No se ha erradicado el sustrato racista de nuestro mito de origen: Nosotros no somos el producto de la mezcla biológica de tres razas. De ese postulado caemos en el racismo. Los orígenes geográficos de los sucesivos pobladores de la isla no definieron la cultura criolla. Los originarios no fueron los forjadores de nuestra identidad sino sus vástagos criollos. Esa visión de mogolla mecánica y determinante excluye la experiencia humana en este suelo, la interacción social, la cooperación y el conflicto que a la postre crearon el sentimiento de propiedad del suelo, de pertenencia y de lealtad. No fueron extranjeros los que por su mera presencia se transformaron en boricuas. Esa falacia subyace y corroe un sentido de identidad firme y duradera. Colón no es sino la punta del témpano en la agenda por repensar nuestra historia.
El autor es historiador y profesor en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras.

La savia inagotable

La pregunta que siempre quedó sin respuesta ante el genocidio en la Patagonia es la siguiente: en esas extensas regiones había tierra para todos, ¿por qué el genocidio de los pueblos originarios, por qué no se les respetó ni siquiera sus tierras comunitarias, ya que ellos nunca tuvieron concepto de la propiedad? Pero ahora parece que ha comenzado a verterse de nuevo la savia inagotable de la Etica. Este acto con el pueblo de Rojas lo demostró.
Osvaldo Bayer / Página12
El jueves pasado, en Rojas, plena llanura central bonaerense, la Historia pegó un brinco. El pueblo, volcado en la calle, en una verdadera fiesta popular, le dijo basta a la historia oficial y procedió a cambiar el nombre de una de las calles céntricas denominada por los señores de la tierra como calle General Julio Argentino Roca por el justo nombre de Pueblos Originarios. Todo resuelto en la forma más democrática, con ribetes hasta diríamos poéticos, sin exagerar. Porque como lo dijimos en estas contratapas con las que paseo por todos los rincones del país, la ordenanza municipal estuvo basada en un proyecto presentado por los adolescentes alumnos del colegio nacional local y aprobado por amplia mayoría por los concejales de la ciudad de Rojas. Más democrático, imposible. El mismo intendente local acompañó el acto con su presencia y su aplauso.
Llegaron representantes de los pueblos originarios de todos los puntos cardinales bonaerenses, con sus atuendos y sus instrumentos. El general que entregó todas esas tierras inmensas a los Martínez de Hoz, los Anchorena y los Miguens y que repartió como esclavos a los indios prisioneros, a sus mujeres como sirvientas y a sus niños como mandaderos, fue quitado de las calles de Rojas. Leer más...

sábado, 22 de noviembre de 2008

Un hombre íntegro

Pocas veces en nuestras letras se han unido un rigor y una calidad literaria tan notables con una ejecutoria inclaudicablemente antimperialista, como en Fernández Retamar. Díganlo sus versos o las páginas de ese ensayo quepodría garantizarle un lugar en el pensamiento de avanzada latinoamericano: Caliban.
Roberto Méndez (desde Caracas para LA JIRIBILLA)
El escritor cubano Roberto Fernández Retamar es una de las figuras intelectuales esenciales del continente americano en la fecha actual. Digo figura intelectual y no escritor, porque su quehacer va mucho más allá de la labor literaria: profesor universitario, diplomático, presidente de la Casa de las Américas, director de la Academia Cubana de la Lengua, miembro del Consejo de Estado de la República de Cuba. Es un hombre de ejecutoria tan dilatada que lo sitúa en el linaje de un Andrés Bello o un Alfonso Reyes. Como ellos, no solo ha servido con su talento excepcional a su pueblo, sino a la América toda. Pocas veces en nuestras letras se han unido un rigor y una calidad literaria tan notables con una ejecutoria tan inclaudicablemente antimperialista. Díganlo muchísimos de sus versos o las páginas de ese ensayo, que, él solo, podría garantizarle un lugar en el pensamiento de avanzada latinoamericano: Caliban.
Lo que va dictando el fuego es una selección de su vasta obra en verso y prosa. Tarea difícil de llevar a cabo ―puedo dar testimonio de ello, como compilador, prologuista y coordinador de tal empresa― en tanto lo que inevitablemente se queda fuera de ella permitiría preparar al menos otro volumen semejante a este. Mas, la sabia decisión de la Biblioteca Ayacucho de incluir a este autor en su colección Clásica, no solo es un acto de justicia sino un acto de valentía porque el nombre de Roberto Fernández Retamar sigue sonando provocador dondequiera que se reúnen los intelectuales financiados por los sectores neoconservadores, pero además, este nuevo tomo de Ayacucho ayudará a extender por Venezuela, América y el mundo todo, un quehacer, que aunque muy reconocido en los ámbitos intelectuales y especialmente académicos de varios continentes, ha sido sistemáticamente excluido de las grandes editoriales, de los sellos más poderosos y desde luego, de la propaganda más complaciente de la gran prensa capitalista.
¿Cómo no intentar silenciar a quien se atrevió a escribir, en fecha tan temprana como 1971 en el citado Caliban:
"Nuestro símbolo no es pues Ariel, como pensó Rodó, sino Caliban. Esto es algo que vemos con particular nitidez los mestizos que habitamos estas mismas islas donde vivió Caliban: Próspero invadió las islas, mató a nuestros ancestros, esclavizó a Caliban y le enseñó su idioma para entenderse con él: ¿Qué otra cosa puede hacer Caliban sino utilizar ese mismo idioma para maldecir, para desear que caiga sobre él la "roja plaga"? No conozco otra metáfora más acertada de nuestra situación cultural, de nuestra realidad. [ y aquí viene una larga cita de próceres e intelectuales, desde Túpac Amaru y Tiradentes hasta Roque Dalton y Leo Brouwer] ¿qué es nuestra historia, qué es nuestra cultura, sino la historia, sino la cultura de Caliban?"
Es imprescindible repasar esas líneas, lo mismo que aquellas que le siguieron: Caliban revisitado (1986), Caliban en esta hora de Nuestra América (1991), Caliban quinientos años más tarde (1992), Caliban ante la Antropofagia (1999), sin olvidar otra línea fundamental en su obra: la revisión de la “leyenda negra” española y con ella, de algunos de los mitos de liberalismo americano, como demuestra en Algunos usos de civilización y barbarie, o su imprescindible bibliografía sobre una figura capital de nuestras letras: José Martí. Se trata de una escritura fundacional, cuyo meollo contiene no solo muchísimas interrogaciones, de las que han asediado a los intelectuales honestos del mundo desde hace varias décadas, sino que tiene el arrojo de ofrecer también muchísimas respuestas, aunque estas resulten ofensivas para ciertas figuras de "inteligencia" burguesa.
Sin embargo, confieso que el valor del Retamar ensayista, tiende ―muchas veces con su propia complicidad― a ocultar la figura del poeta, de aquel autor precoz de la Elegía como un himno ―dedicada a la memoria de otro poeta y luchador revolucionario: Rubén Martínez Villena― y también algunos de los poemas que resultarían definitorios para lo que se ha dado en llamar la poesía de la “generación de los años 50”: “Palacio cotidiano”, “Los oficios”, “Los que se casan con trajes alquilados”, “Última estación de las ruinas”. ¿Quién no se ha repetido alguna vez aunque sea un par de versos de esa página imprescindible que es “El Otro”?:
"Nosotros, los sobrevivientes,
¿A quiénes debemos la sobrevida?
¿Quién se murió por mí en la ergástula,
Quién recibió la bala mía,
La para mí, en su corazón?"
O ese inolvidable poema de amor o poema cívico, o ambas cosas a la vez, que es “Con las mismas manos” y comienza con una línea inolvidable: “Con las mismas manos de acariciarte estoy construyendo una escuela.”
Sin embargo, está también esa elegía “¿Y Fernández?”, dedicada a su padre y que es, a juicio nuestro, una de las más notables escritas en lengua española de este lado del Atlántico. Esa que nos sobrecoge con su lenguaje aparentemente tranquilo y confesional, pero que nos está interpelando a todos:
"Casi en las últimas horas, me pidió que le secase el sudor de la cara.
Tomé la toalla y lo hice, pero entonces vi
que le estaba secando las lágrimas. Él no me dijo nada.
Tenía un dolor insoportable y se estaba muriendo. Pero el conde
sólo me pidió, gallardo mosquetero de ochenta o noventa libras,
Que por favor le secase el sudor de la cara".

No hay un Roberto Fernández Retamar poeta y otro prosista, como no hay uno dirigente político y otro hombre privado, sino hay, tras esas páginas que hoy les ofrecemos, todo un hombre íntegro, con sus certezas y sus dudas, un enemigo de los dogmas, pero también alguien dispuesto a plantar cara a las grandes verdades por las que vale la pena vivir y si es preciso, hasta morir. Por eso, no voy a concluir con una cita de sus enjundiosos ensayos donde aboga por un pensamiento fuerte e independiente, de recia raíz martiana, marxista, bolivariana, sino con uno de esos poemas que, desde la aparente humildad de lo privado, mejor retratan su grandeza humana, me refiero a “Felices los normales”, dedicado a la artista plástica Antonia Eiriz:
"Felices los normales, esos seres extraños.
Los que no tuvieron una madre loca, un padre borracho, un hijo delincuente,
Una casa en ninguna parte, una enfermedad desconocida,
Los que no han sido calcinados por un amor devorante,
Los que vivieron los diecisiete rostros de la sonrisa y un poco más,
Los llenos de zapatos, los arcángeles con sombreros,
Los satisfechos, los gordos, los lindos,
Los rintintín y sus secuaces, los que cómo no, por aquí,
Los que ganan, los que son queridos hasta la empuñadura,
Los flautistas acompañados por ratones,
Los vendedores y sus compradores,
Los caballeros ligeramente sobrehumanos,
Los hombres vestidos de truenos y las mujeres de relámpagos,
Los delicados, los sensatos, los finos,
Los amables, los dulces, los comestibles y los bebestibles.
Felices las aves, el estiércol, las piedras.
Pero que den paso a los que hacen los mundos y los sueños,
Las ilusiones, las sinfonías, las palabras que nos desbaratan
Y nos construyen, los más locos que sus madres, los más borrachos
Que sus padres y más delincuentes que sus hijos
Y más devorados por amores calcinantes.
Que les dejen su sitio en el infierno, y basta".

Palabras para la presentación del libro Lo que va dictando el fuego, de Roberto Fernández Retamar.

martes, 18 de noviembre de 2008

Despertares

OJARASCA - LA JORNADA / (Fotografía de Victor Camacho)
La experiencia liberadora concebida hace un cuarto de siglo en las montañas de la selva Lacandona transformó el mapa mental de los mexicanos y nos despertó del largo sueño que se había convertido en pesadilla: el nacionalismo autoritario de la Revolución Mexicana, que por entonces cedía lugar a lo que luego se llamó neoliberalismo, el sistema económico que hoy cruje, amenazador pero tocado en su médula.
El levantamiento armado del primero de enero de 1994, desenlace de una década en la clandestinidad del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (ezln), reveló al mundo que la lucha por la liberación era posible, así como lo eran nuevas ideas y nuevas formas de resistencia y gobierno.
Pero significó mucho más que eso. Entre los despertares que definen el fin de milenio mexicano, el de los pueblos indígenas es tal vez el único esencial e irreversible. Más, ciertamente, que la pobre democracia rica que, dicen, anda por ahí. En los años noventa despertaron los indígenas. Después de 1994 la “nación” ya no los pudo seguir negando. Cuando México despertó de la modernidad postrevolucionaria, los pueblos “condenados” seguían ahí.
De esto han pasado 15 años. La impronta del zapatismo indígena de Chiapas alcanza hoy a la totalidad de los pueblos originarios del país. Ninguno, sin importar orientación política o religiosa, ha sido indiferente al desafío zapatista, al alcance histórico de los Acuerdos de San Andrés, a la autonomía construida por los mayas del sureste, que constituye hoy, en 2008, la experiencia autogestionaria de gobierno con mayor duración en la historia moderna.
Al demostrarse viables, y propositivas, la resistencia y la autonomía zapatistas resultaron, no una receta, un ejemplo para todos. Para la izquierda alternativa occidental, muy visiblemente. Para la sociedad civil independiente. Y fluyendo en los ríos profundos develados por José María Arguedas y Manuel Scorza, alcanzó al conjunto de los pueblos originarios de América. De los bravos mohawks de Canadá a los indomables mapuche del extremo sur, tribus, naciones y pueblos indios leyeron el mensaje de los rebeldes. Pocas veces explícitos, son innegables los vasos comunicantes entre el ascenso de estos pueblos en Ecuador y Bolivia (y ahora, elocuentemente, en Colombia y Perú) y el levantamiento chiapaneco.
Por lo demás, el zapatismo que no busca el poder es, al igual que los Sin Tierra de Brasil, el movimiento social más significativo del continente en la era global. Su rechazo inaugural al Tratado de Libre Comercio que nos uncía al carruaje del imperio washingtoniano hizo del EZLN, en el discurso y la práctica, la primera movilización antineoliberal a escala planetraria.
Empuñando las armas, y sin dispararlas después de 1994, el EZLN ha hablado, haciéndose oír, y ha sostenido la legitimidad de la autonomía comunitaria en un vasto territorio a pesar del masivo cerco militar que padece. Mediante una guerra empeñada en la paz y la defensa de la soberanía nacional, dio rostro a la dignidad y la grandeza de nuestros pueblos. Si así fueran las otras guerras que infestan la Tierra, otro mundo sería posible: ése donde caben todos los mundos. Su duración y consistencia dan vida a las esperanzas de libertad, justicia y democracia.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Nuestra América frente al "destino manifiesto" de Obama

Las condiciones en la América nuestra hoy ya no son las propias de los tiempos de Monroe o de los Roosevelt. El nuevo siglo ha visto renacer, con una potencia extraordinaria, una identidad propia, diferenciada y comprometida con realizar un destino propio, el legado por Bolívar, Zapata y Allende, entre otros. Y ese futuro emancipado de todo designio imperial nos toca seguir construyéndolo a partir de nosotros mismos.
Carlos Rivera Lugo* / Claridad (Puerto Rico)
Mientras la esperanza en el cambio arropa contagiosamente al pueblo estadounidense luego de la elección del primer afronorteamericano a la presidencia de su país, desde esta otra orilla de América, la nuestra, anida un extraño y contradictorio sentimiento. Éste oscila entre una esperanza renovada en relación al futuro de una relación históricamente problemática a una suspicacia fundada en un pasado marcado por un perverso "destino manifiesto" bajo el cual se nos ha pretendido reducir a "patio trasero" del Norte.
Diversos gobernantes de Nuestra América ven la elección de Barack Obama como un signo esperanzador. El mandatario brasileño Luiz Inácio Lula da Silva calificó el triunfo como un "hecho extraordinario" que alimenta la esperanza de que Estados Unidos se embarque en una nueva y más fuerte relación con la América Latina basada en el "respeto e igualdad".
Asimismo, el presidente paraguayo, Fernando Lugo señaló en relación al nuevo presidente estadounidense: "Puntualmente genera esperanzas para América Latina, atendiendo la posibilidad de de un diálogo más fluido y constructivo sobre los temas de desarrollo, derechos humanos, migración".
Por su parte, la mandataria argentina Cristina Fernández destacó como la elección de Obama marca "un gran hito de una de las epopeyas más apasionantes de la historia en la lucha Cintra la discriminación y por la igualdad de oportunidades".
Tanto el presidente de Bolivia, Evo Morales como el mandatario venezolano, Hugo Chávez Frías, calificaron la victoria de Obama de "histórica". Morales situó el logro de Obama en el marco de las luchas de los sectores discriminados y esclavizados. Entretanto, Chávez le recabó al presidente estadounidense electo que, conforme a su discurso de compromiso con el cambio, ojala esté a la altura de los retos planteados en la actual coyuntura histórica.
Ahora bien, en el caso del presidente de Ecuador, Rafael Correa, éste advirtió que no creía que la elección de Obama fuese a representar un "cambio radical" de la política exterior de Washington frente a la América nuestra, y señaló que "aspiro, sueño, con el día en que Latinoamérica realmente no tenga que preocuparse por quien llegó o dejó de llegar a la presidencia de Estados Unidos".
La opinión de Correa sobre Obama tendió a coincidir con la expresada un día antes de los comicios presidenciales estadounidenses por el líder cubano Fidel Castro Ruz: "Apoya su sistema y se apoyará en él. La preocupación por los agobiantes problemas del mundo no ocupan realmente un lugar importante en la mente de Obama". La economía de Estados Unidos será el centro de atención del nuevo presidente, puntualizó el ex presidente cubano.
Precisamente, si en algo puede Obama demostrar que representa una diferencia refrescante en su acercamiento a la América nuestra sería precisamente su política hacia Cuba. Tanto Lula da Silva como Evo Morales han abogado por que Obama ponga fin al criminal bloqueo contra la isla antillana. Incluso, el presidente del gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, le ha pedido al próximo presidente estadounidense un cambio de política hacia Cuba. A esta demanda se han unido, entre otros, el Premio Nóbel de Literatura, el portugués José Saramago y el líder pakistaní altermundista Tariq Alí, quien además le han reclamado a Obama cerrar el campo de concentración que mantiene Washington en su base de Guantánamo en Cuba.
Otros reclamos que se han hecho desde el sur del Río Bravo en estos días son el respeto a los procesos democráticos de cambio que se dan en países como Venezuela, Bolivia y Ecuador, así como el fin de la política militarista promovida por el gobierno estadounidense saliente, particularmente en relación al Plan Colombia, el Plan Mérida y la activación de la IV Flota con su agenda intervencionista.
Los analistas en la capital estadounidense tienden a coincidir en que, amarrado como estará por la crisis económica en su país, los asuntos latinoamericanos no serán prioridad para Obama. Sin embargo, "no hay un tema más simbólico que Cuba" para mejorar las relaciones de Estados Unidos con la América Latina, aseguró Michael Shifter, vicepresidente del centro de estudios washingtoniano Diálogo Latinoamericano. Éste ha sido "el problema más irritante" y el tema que "más ha dividido a Estados Unidos de América Latina". Sin embargo, según Schifter, no parece que Obama vaya a levantar el embargo, pero sí podría "eliminar restricciones de remesas y viajes de cubano-americanos (a la isla caribeña)".
"Hay temas de fondo –como Venezuela y Bolivia- que no van a desaparecer aún con un gobierno de Obama", sobre todo si afectan "los intereses de Estados Unidos", aseguró Shifter.
De lo que hasta hoy se conoce acerca del pensamiento de Obama sobre la América nuestra, prevalece el convencimiento de que buscará revivir, a su modo, algunas doctrinas imperiales del pasado, una extraña mezcla del panamericanismo de Monroe, junto a la política del "garrote y zanahoria" de Teddy Roosevelt y la política del "buen vecino" de Franklin Delano Roosevelt.
"Mi política hacia las Américas estará guiada por un simple principio: Creo que hay posibilidades tanto para zanahorias como para el garrote de forma que puedan fortalecerse los intereses estadounidenses en la región", expresó este año en una reunión de la notoria Fundación Cubana-Americana en Miami. Asimismo, Obama se pronunció a favor de "una nueva alianza de las Américas".
Al respecto abundó: "Después de décadas de presión para reformas por parte de las altas esferas hacia la base, necesitamos una agenda que avance la democracia, la seguridad y la oportunidad desde abajo hacia arriba. Así es que mi política hacia las Américas estará guiada por el principio sencillo de que lo que es bueno para los pueblos de las Américas es bueno para los Estados Unidos".
Un estudioso de la América Latina, Forrest Hylton, opina lo siguiente acerca de la política exterior de Obama hacia la América Latina: "Para decir la verdad, el mejor momento para reconsiderar la política de EEUU hacia la América Latina antes de que sea demasiado tarde es ahora mismo. Esta es la hora de introducir algo como una versión renovada de la política del buen vecino. Sin embargo, cuando Obama plantea casi explícitamente la interrogante de quién perdió a América Latina, él contesta su propia pregunta con una serie de posiciones derechistas que son, vamos a decir, más conservadoras que las del Consejo sobre las Relaciones Exteriores, el cual representa el consenso con respecto a la política exterior estadounidense establecida".
Ejemplo de esas posiciones derechistas es su descalificación del presidente de Venezuela Hugo Chávez, el mandatario más democráticamente revalidado por su pueblo, como un dictador de facto: "No sólo Cuba tiene unas elecciones falsas, en Venezuela Hugo Chávez es un líder que ha sido elegido democráticamente en teoría, pero se sabe que no gobierna de forma democrática".
En ese sentido, bien harían los pueblos de la América nuestra en tomar nota de la advertencia que en repetidas ocasiones el propio Obama le ha hecho a la red de movimientos y organizaciones que desde la base de la sociedad estadounidense le apuntalaron, en la esperanza de potenciar el cambio: El cambio no se limita a un éxito electoral, y menos puede ser, en el fondo, representado por un hombre, aunque sea presidente de Estados Unidos. Su elección representa tan sólo una oportunidad para emprender el cambio y si el cambio es verdaderamente deseado por el pueblo, es el pueblo el que tiene que producirlo tanto en Washington como en cada rincón del país desde donde ejerce su poder democrático. En ese sentido, el soberano, en la manifestación e implantación de su voluntad de cambio, no puede ser representado. Tiene que hacerse él mismo el protagonista central del cambio.
En fin, si con Obama se facilitan los acercamientos entre una y otra de las Américas, sobre la base del respeto a la autodeterminación y la igualdad soberana de los pueblos, bienvenido sea. Ojalá que así sea. Sin embargo, es Obama el que tiene que venir al encuentro nuestro por medio de sus acciones afirmativas de esa nueva asociación que alega desear establecer. Las condiciones en la América nuestra hoy ya no son las propias de los tiempos de Monroe o de los Roosevelt. El nuevo siglo ha visto renacer, con una potencia extraordinaria, una identidad propia, diferenciada y comprometida con realizar un destino propio, el legado por Bolívar, Zapata y Allende, entre otros. Y ese futuro emancipado de todo designio imperial nos toca seguir construyéndolo a partir de nosotros mismos.
- El autor es Catedrático de Filosofía y Teoría del Derecho y del Estado en la Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos, en Mayagüez, Puerto Rico. Es, además, miembro de la Junta de Directores y colaborador permanente del semanario puertorriqueño "Claridad".
http://www.claridadpuertorico.com/