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sábado, 19 de octubre de 2013

Las desigualdades, el tema clave del nuevo ciclo político chileno

En Chile los gobiernos de la Concertación intentaron, desde 1990, la estrategia económica del “crecimiento con equidad”, la que mejoró notablemente la situación de la población. No obstante, ella no logró disminuir las desigualdades entre pobres y ricos. Por el contrario, a pesar de las políticas sociales ellas aumentaron. En este sentido el mercado le ha ganado al Estado.

Manuel Barrera / Especial para Con Nuestra América
Desde Santiago de Chile

Habiendo alcanzado Chile niveles de desarrollo económico y social que le han permitido dejar atrás numerosos rasgos de país subdesarrollado ha iniciado el S. XXI con la aspiración de alcanzar niveles superiores de desarrollo. Los temas acuciantes de la miseria y la pobreza, el analfabetismo, el hambre, la mortalidad infantil, la inflación galopante, el alto desempleo han sido, en gran parte, superados.

El modelo económico y político de estos últimos treinta años ha cumplido lo suyo. Los problemas a los que nos enfrentamos los chilenos en la segunda década del nuevo siglo son otros. Por ello es cada vez más claro que para superarlos el país requiere de nuevas herramientas políticas y nuevas estrategias de desarrollo.

Las desigualdades y las formas de atenuarlas es el núcleo decisivo de este nuevo ciclo. Los actores políticos hasta la fecha han puesto el foco en la educación como herramienta clave.  Apuestan a una educación de calidad como el mecanismo fundamental (la mayor de las veces, único) para construir un país más igualitario. Junto a esta última expresión el liderazgo político suele usar el término de “un país más inclusivo”. Inclusivo significaría una mayor incorporación al mercado de bienes y servicios, a las decisiones políticas, al empleo de calidad. Ello, lógicamente, haría de Chile un país con menores desigualdades. Más igualitario y más inclusivo, dos conceptos complementarios para reseñar la meta futura.

Como siempre que para problemas complejos se enuncian soluciones unilaterales surge la pregunta de si es suficiente la receta prescripta para eliminar el mal diagnosticado.¿Podrá una reforma educacional exitosa que provea una educación de calidad para todos, eliminar las desigualdades?

Algunos (hoy por hoy aparentemente casi todos) aparecen creyendo que sí. Se desprende lo anterior de la ausencia de otras  propuestas para transformar la sociedad desde una profundamente desigual en otra más igualitaria.

Dada las numerosas y la muy variadas realidades en que las desigualdades social/económicas se expresan es conveniente indicar de partida que el ideal de la igualdad es uno muy difícil de alcanzar. En la historia de la humanidad se ha probado que, aparte de grupos pequeños, los esfuerzos por eliminar las desigualdades han sido inútiles cuando no contraproducentes. El ideal igualitario en las sociedades modernas procura atenuarlas. Reconoce que los seres humanos comparten una base común, la de la especie, pero que cada persona tiene, además, características singulares que lo identifican como individuo. La agrupación social a la que pertenece cada persona debe respetar tanto la base común como la individualidad. Una meta maximalista sería especialmente utópica, sobretodo  en una sociedad como la nuestra que está organizada de un modo marcadamente estratificado, donde el lugar de residencia, la educación, el acceso a la salud, el empleo, el ocio, el prestigio social están correlacionados con la clase social de pertenencia. Todas las variedades de commercium, comensalidad y connubium se realizan al interior de cada estrato social, como en las sociedades de castas. Apostar a que con la educación se logra esta meta es sobrevalorar el peso de la educación en el conjunto de realidades sociales. Sin duda que con una educación de calidad para todos se haría un gran avance…en varias generaciones más. La educación rinde frutos en el largo plazo. Es por ello que los sectores conservadores la han considerado desde siempre como el instrumento idóneo (único)  para el cambio y el progreso sociales. Por el  momento el statu quo queda intacto. Sería muy conveniente evitar simplificaciones; las de la progresía tanto como las de la regresía.

Hasta la fecha los sectores políticos de derecha e izquierda no han definido qué entienden por una política contra las desigualdades. Se han usado algunas metáforas como “emparejar la cancha”. También se ha aludido a la igualdad como “la igualdad de oportunidades”. Ambas expresiones dan la impresión que se está pensando, como resultado final, en el individuo que se enfrenta a las contingencias de la vida y que puede hacerlo en las mismas condiciones que los otros individuos. Casi en el vacío social. No se han enunciado las políticas que lograrán ese resultado.

Tendremos que esperar a que las diferentes orientaciones políticas y los intelectuales involucrados avancen a una definición más precisa acerca de una política que tienda a combatir las desigualdades. En cuanto a los hechos reales se ha avanzado en un aspecto importante, aunque limitado, que consiste en combatir los abusos de las grandes empresas, que en nuestro medio han detentado un poder desigual al de los consumidores. Hoy en día éstos ostentan más que ayer una mayor capacidad para defenderse de esos abusos. No obstante, los mecanismos y su eficiencia no están plenamente asegurados.

Es frecuente que en el debate político el tema general de la dicotomía igualdad/desigualdad derive al subtema específico de la desigualdad de ingresos en la sociedad nacional. Ello por varias razones. Una de ellas es, obviamente, por la importancia que para las oportunidades de vida de los individuos y las familias tiene el ingreso. Otra razón es porque la mayor parte de los estudios actuales acerca de las desigualdades se refiere al mencionado subtema.  En los últimos años en Chile se ha puesto de relieve la desigualdad educacional que se correlaciona con el status económico de las familias. Todo apunta, entonces, a la priorización del estudio y las propuestas de acción sobre la diferencias de ingreso. En lo que sigue se hará mención a varios de los últimos estudios acerca de esta realidad.

La desigualdad de ingresos, y su exageración, es una característica del vigente capitalismo transnacional y globalizado tendencia que está lejos de disminuir en los últimos años. En los Estados Unidos, por ejemplo, ella aumentó con la actual crisis. En efecto, según el Servicio de Impuestos Internos norteamericano el 1% más rico se quedó con el 19,3% del total de los ingresos en 2012, su porcentaje más alto en ocho décadas. En cuanto al 10% más rico llegó al porcentaje récord (48,2%) de los ingresos totales ese año. (Paul Wiseman; El Mercurio; 13 septiembre 2013; p. A 8.)

El fenómeno del aumento de las desigualdades en los ingresos es universal. Ello concita la atención en numerosos países que tienen diferentes sistemas políticos: en China, Europa, USA, América Latina. Sería absurdo proponer en todos ellos un cambio educacional para enfrentarlo. Una iniciativa de gran interés  ha surgido en Suiza: propone que al interior de una empresa u organización ningún ejecutivo pueda ganar más de doce veces lo que gane el empleado que menos gane en esa organización. Es la propuesta 1:12 de David Roth, un joven activista del movimiento contra las diferencias salariales. Hoy en Suiza la desigualdad salarial supera con holgura el 100 a 1. Esta propuesta, que ya ha sido aprobada en varios cantones, será puesta en votación de los ciudadanos en el referéndum que se realizará el 22 de noviembre del presente año. (Véase El Mercurio; 1 septiembre 2013; p. B 2). Es la modalidad que existe en la democracia suiza para aprobar las principales leyes del país.

La iniciativa de David Roth tiene como marco a las organizaciones de trabajo. Naturalmente que en países, como el nuestro, en que existe una gran heterogeneidad estructural en la economía, las diferencias entre empresas pueden ser grandes. De modo que un arreglo al interior de ellas deja subsistentes grandes desigualdades en el marco del conjunto de la economía. ¿Pero podría operarse de otro modo? ¿Cuál, cuáles otras posibilidades de acción?

La experiencia en países en desarrollo indica que la lucha por la igualdad se ha focalizado en las “igualdades básicas”: comida, salud, educación. Fue, por ejemplo, la exitosa política del Presidente Lula en Brasil: programas contra el hambre, medicamentos para todos, ningún niño sin educación. Se trata de posibilitar la satisfacción de necesidades básicas a todos de un modo lo más igual posible, partiendo del entendido de que los seres humanos somos obviamente más iguales en las necesidades que en cualquier otro aspecto. El modelo es el de una sociedad de prestaciones universales garantizadas.

En Chile los gobiernos de la Concertación intentaron, desde 1990, la estrategia económica del “crecimiento con equidad”, la que mejoró notablemente la situación de la población. No obstante, ella no logró disminuir las desigualdades entre pobres y ricos. Por el contrario, a pesar de las políticas sociales ellas aumentaron. En este sentido el mercado le ha ganado al Estado. Se obtuvo éxito en batallas contra la pobreza, aunque no todos los prometidos. Por ejemplo, el Presidente Frei prometió al inicio de su mandato eliminar la extrema pobreza, o indigencia, y al término del mismo se contabilizaba un mayor número de extremadamente pobres que seis años atrás, cuando inició su gobierno. Doce años más tarde, el 21 de mayo de 2006, la Presidenta Bachelet prometió que para el 2010 habría “indigencia cero”. Es evidente que ello no aconteció. El gobierno de Sebastián Piñera ha prometido lo mismo. Ello demuestra lo difícil que es el logro de este ideal.

También aumentaron las diferencias salariales que ocurren entre los distintos sectores económicos y al interior de ellos. Véanse las disparidades existentes entre y dentro de la minería, el comercio, la construcción, la agricultura, el servicio público. Y de modo transversal las diferencias entre el empleo formal y el precario; entre trabajadores directos y subcontratados. Al interior de las empresas la brecha entre los altos ejecutivos y el resto se ensanchó. Respecto de la situación de los trabajadores, de sus condiciones de trabajo y de vida, los gobiernos democráticos hicieron grandes esfuerzos, en especial respecto de la legislación correspondiente. Sin embargo, como saben los expertos, es difícil señalar cuánto impacto tiene la ley laboral en el mundo real. En Chile se ha confiado demasiado en la legislación en perjuicio de la realidad. En el orden laboral el problema no es la falta de leyes; es el escaso cumplimiento de la ley existente.

Al evaluar las políticas sociales es necesario averiguar por qué, a pesar de ellas, la distribución del ingreso es tan regresiva ahora como en 1990. En este periodo de la historia económica del país  el capitalismo chileno experimentó una importante acumulación de capital. El PIB total en 1990 fue de US$ 32.982 millones y en 2013, según proyección, sería de US$ 333.454 millones, ambas cifras del Fondo Monetario Internacional (FMI). Ello fue facilitado por la estabilidad política general y la económica, en particular. Esa acumulación le ha permitido al gran empresariado realizar fuertes inversiones no sólo en el país sino también en el exterior. En efecto, entre 1990 y diciembre de 2012, la inversión directa en el exterior alcanzó a los US$ 71.111 millones, según la  DIRECON, del Ministerio de Relaciones Exteriores. Acumulación e inversiones que han grandemente  usufructuado de un fuerza de trabajo disciplinada, endeudada (en tanto consumidores) y, frecuentemente, angustiada. El Producto Interno Bruto (PIB) per cápita es de más difícil cálculo. Desde luego requiere de la existencia de un dato duro, que ha sido evasivo para el país:  la cantidad de habitantes. Como es sabido el Censo del 2012 resultó fallado. A la fecha sólo se cuenta con estimaciones asumidas por instituciones nacionales e internacionales. EL FMI estima que el PIB per cápita en Chile, en 2013, sería de US$ 19.474 y la población la calcula en 17,5 millones de personas Mensualmente el PIB per cápita sería de US$ 1.623. Al precio de 502 pesos cada dólar ello equivale a  $ 814.746. Ahora bien el salario mínimo en el 2012/2013 fue de $ 191.000 y según la Fundación SOL, especializada en estudios laborales, habría sido percibido por unos 800 mil trabajadores. No se encuentran datos confiables acerca del total de personas que cobran menos del mínimo. Pero ¡que de haberlas, las hay!  Los estudios hablan de diferencias salariales entre hombres y mujeres, entre sectores de la economía, entre provincias, entre niveles educacionales, entre categorías ocupacionales. Los propietarios de grandes empresas, sus ejecutivos, los miembros de los directorios, los asesores económicos y los consultores legales, profesionales exitosos (por el lado económico) de las ingenierías, la medicina, la abogacía, la arquitectura, la publicidad,  los llamados  “rostros” de la TV, todos ellos  forman el núcleo básico de los que concentran la parte del león del ingreso en el país. El PIB per cápita es un promedio y los promedios, como es sabido, suelen esconder el lado oscuro de la realidad. Así, por ejemplo, si usted y yo estamos en un restaurante y yo me como un pollo y usted ninguno la estadística que da cuenta de los promedios dirá que hemos comido medio pollo cada uno. Usted queda con hambre y defraudado, y yo satisfecho. Por ello es muy importante la realización de estudios más refinados que den cuenta del  reparto de la riqueza en la sociedad. ¿Cuánto del ingreso nacional se lleva el 1% más rico? ¿Cuánto el 10%? Lo más frecuente en Chile es que en los mass media sólo se den referencias acerca de los quintiles.

Investigadores de la Fundación SOL calcularon el ingreso mensual del 1% más rico, con datos de la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN) del año 2009. Hay que considerar que esta encuesta subestima un tanto los ingresos provenientes de las rentas del capital. Ellos escriben:

“El ingreso mensual promedio del percentil 100 (1% hogares más rico) es $7.843.061. Son cerca de 45 mil hogares que sin duda viven en otro Chile. En 1990 la diferencia entre el ingreso autónomo de estos hogares y el 10% más pobre era 84 veces. En 2009 la brecha aumentó a 123 veces (un 46%). El ingreso autónomo promedio por persona en este grupo es de $3,8 millones, mientras que en el 10% más pobre es de $14 mil, una diferencia de 260 veces, que en 1990 era de 158 veces (es decir, un aumento de 65%)” (Gonzalo Durán y Marco Kremerman; “Desigualdad en Chile: el problema es el 1% más rico”; Columna en El Mostrador, periódico online, 2 de abril de 2012).

Por su parte el Servicio de Impuestos Internos (SII)  entregó información sobre la Operación Renta 2013, correspondiente a los ingresos percibidos por las personas en el año calendario 2012, distribuidos en tramos de ingreso. El más alto tiene un ingreso mensual de $6.131.000, donde se encontraban 28.211 contribuyentes. En el extremo opuesto un 78,7%, más de 7 millones, declararon ingresos menores a los 543 mil pesos. Según estos antecedentes es posible señalar que el 93% de los contribuyentes declara ingresos mensuales inferiores a un millón 200 mil pesos.

También el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) entregó los resultados de la Encuesta de Presupuesto Familiar, EPF 2012, estudio que detalla los ingresos y gastos de los hogares con un cobertura representativa del 70% de la población urbana de Chile. En un alta proporción los hogares tienen bajos ingresos. El promedio de las rentas mensuales es de $885 mil, con un  50% de la población con ingresos inferiores a $558 mil; la concentración, a su vez, es alta por lo que la distancia entre los ingresos altos y bajos es grande. Es así como el 20% de los hogares de bajos ingresos perciben menos de $260 mil. La encuesta constata, además, que en más de la mitad de los hogares los gastos superan a los ingresos, lo que podría interpretarse como un extendido endeudamiento; y que  los hogares con jefatura femenina perciben, en promedio, ingresos 33% inferiores al de aquellos cuyo jefe es un hombre. (Véase Hugo Lavados; “Ingresos y gastos en Chile: bajos y concentrados”; Santiago: El Mercurio; 4 de octubre de 2013, p. A 2).

Investigadores de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile han publicado una investigación con mayor sofisticación metodológica en la han utilizado  datos oficiales del Servicio de Impuestos Internos  sobre ingresos declarados por las personas naturales. Aprecian esta información como superior a la provenientes de encuestas a hogares, como la CASEN. Sus cálculos indican que la información de la Casen subestima la desigualdad de ingresos en Chile por razones provenientes del instrumento mismo.

El foco central de la atención de este estudio está puesto en el ingreso de los  “súper ricos”, los del 1%, 0.1% y 0.01%  más rico de la población, que es donde realmente se concentraría el ingreso. Es lógico que sea en este nivel donde ello acontezca. Sin embargo, lo importante es conocer la cuantía de esa concentración, tanto en relación al resto de la población del país como en relación a lo que sucede al respecto en otros países, sobretodo en aquellos de mayor nivel de desarrollo. Los autores despejan, con sus cálculos, las dos preocupaciones.

Ellos dicen: “aun en base a una estimación conservadora del ingreso de los súper ricos, su participación en el ingreso personal total es extraordinariamente alta, llegando a más de 30% para el 1% mas rico, 17% para el 0,1% mas rico y más de 10% para el 0,01% mas rico en promedio durante el periodo 2004-2010” (Véase Ramón López, Eugenio Figueroa B. y Pablo Gutiérrez C; “La ‘parte del león’: nuevas estimaciones de la participación de los súper ricos en el ingreso de Chile”; Santiago: Departamento de Economía, Universidad de Chile; Serie Documentos de Trabajo; marzo de 2013; p.28)

Más adelante agregan:

“Las estimaciones obtenidas para Chile muestran que el país es por lejos el más concentrado entre todos los países para los cuales existen datos basados en declaraciones tributarias oficiales y estimaciones de las ganancias de capital de las que se apropian los estratos más ricos. El 1% más rico de Chile recibe 2,6 veces más ingresos como proporción del ingreso total del país que lo que en promedio recibe el 1% más rico en los 7 países para los cuales existen datos que incluyen ganancias de capital para el periodo considerado. Más aún, mientras que el 0,1% más rico en Chile se lleva cuatro veces más que el promedio de la muestra de países, el 0,01% más rico se apropia de casi 6 veces (5,8) la proporción de la que se apropia, los que pertenecen al 0,01% más ricos en los otros 6 países de la muestra.” ( Ibid.; p.29).
En la siguiente figura, donde se excluyen las ganancias de capital, se grafica  una comparación en la que  las cifras muestran que, en promedio del periodo, la participación de  estrato formado por el 1% de los más ricos en el ingreso total de Chile es alrededor del doble de la participación media que se verifica en los otros 17 países de la muestra. (Tomada de Ibid.; p.16)


Está claro que la cuantía del ingreso que se llevan los “super ricos” en Chile es muy alta en comparación  con el resto de la población chilena. Pero, además, y ello es lo importante de este estudio se comprueba que  la proporción del ingreso apropiado tanto por el 1% más rico como por el 0.1% y el 0.01% es mayor para Chile que para los seis países desarrollados con los cuales se hizo la comparación: Estados Unidos, Canadá, Alemania, Japón, España y Suecia. Ello se muestra en la Figura 6 de los investigadores para el 0.01% más rico, donde se incluyen las ganancias de capital para los años 2005 a 2010. (Ibid.; p.28)


Los ciudadanos que en Chile desean alcanzar el desarrollo han de saber que este viene acompañado con una disminución importante de las desigualdades en el ingreso. ¿Es una condición del desarrollo disminuir las inequidades?

Los autores calculan el coeficiente de Gini, incluyendo las utilidades no distribuidas en los ingresos, para los años 2005 a 2010. El coeficiente va desde 0.62, el año más bajo a 0.64, el año más alto; siendo el promedio de todo el periodo 0.63. De estos cálculos resulta que el coeficiente de Gini está más próximo a la “perfecta desigualdad” que el que habitualmente se menciona en los medios de comunicación. Como se sabe este coeficiente se utiliza habitualmente para medir la desigualdad de ingresos en la población. Los valores van del 0, que indica una  perfecta igualdad (todos tienen los mismos ingresos) a 1, que indica una perfecta  desigualdad(uno tiene todo el ingreso y el resto nada). El coeficiente de Gini puede utilizarse también para otras distribuciones desiguales. 

Este tipo de investigaciones, que debieran profundizarse, dan cuenta de la desigualdad de ingresos en Chile, en la población total.  La desigualdad de ingresos entre hombres y mujeres ha recibido y recibe la atención de numerosas instituciones que se dedican a los temas de género, tanto en Chile como en América Latina.

Uno de los primeros estudios realizados al respecto en el marco de Naciones  Unidas, que se refería al continente en su conjunto,  fue publicado por el Programa Regional del Empleo para América Latina y el Caribe (PREALC), de la Oficina Internacional del Trabajo (OIT). Se trata de la investigación realizada por el autor de estas líneas, en su calidad de consultor externo de esa institución. (Véase Manuel Barrera; Participación Laboral Femenina y Diferencias de Remuneraciones según sexo en América Latina; Santiago: PREALC; 1978; 132 páginas.) Ese mismo año PREALC publicó otro estudio realizado también por Manuel Barrera en colaboración con la economista sueca Kristina Goncalves: Participación laboral y condiciones salariales de la mujer en América Latina, Estados Unidos y Canadá. En esta investigación se contrastan los salarios de mujeres y hombres con muy amplia información estadística.

La preocupación por las desigualdades debe abrirse a otras áreas. Ello ha ocurrido en los últimos años en Chile con la desigualdad en el campo de las orientaciones sexuales y, en menor medida, en el área de los pueblos indígenas y su relación con la sociedad mayor. Sin embargo, en varios otros aspectos se han realizado avances modestos tanto en el estudio como  en políticas públicas. Ello acontece en las áreas de las  relaciones laborales, la familia, el acceso a la salud,  a la educación y otros.

Dado que el tema es más amplio que el de las meras desigualdades de ingresos algunos países han creado reparticiones públicas que se preocupan de él. Es el caso, por ejemplo, del Estado italiano y su Ministero per le pari opportunité, el Ministerio para la Igualdad de Oportunidades, cuya estructura administrativa es el Dipartimento per le pari opportunité que asiste al Ministro en la preparación de las propuestas de leyes gubernamentales,  en las intervenciones de coordinación de los diversos organismos y en la representación ante los organismos internacionales. También en Suiza existe un organismo público de carácter estatal y cantonal encargado de la promoción de la igualdad. Como sucede en muchas otras democracias la Constitución federal suiza consagra la garantía de los derechos fundamentales y el derecho de igualdad entre los individuos. Ello es muy importante ya que el régimen político consagra el referéndum popular facultativo para la legislación, tanto a nivel federal como cantonal.

CONSIDERACIONES FINALES 

1.- El tema general de las desigualdades en las sociedades nacionales modernas es un  tema amplio que dice relación con numerosos aspectos de la vida social. Actualmente en nuestro país el interés está puesto fundamentalmente sobre la distribución de la riqueza nacional y en el acceso a la educación y la salud.

2.- El interés por la igualdad en las democracias occidentales se remonta a la Revolución Francesa, la que puso en paralelo liberté con égalité. El tema general de la igualdad, en la perspectiva antropológica, filosófica y política, se remonta a los clásicos de la Grecia antigua. Reflexiones contemporáneas sobre la dicotomía igualdad/desigualdad pueden verse en Norberto Bobbio; Derecha e Izquierda. Razones y significados de una distinción política; Madrid: Taurus. 1996. Acerca de las relaciones entre igualdad y libertad se puede consultar Ralf Dahrendorf; Sociedad y Libertad; Madrid: Editorial Tecnos, 1966.  Ambos con extensas referencias bibliográficas.

3.- Los estudios presentados en este artículo coinciden en que en Chile existe hoy en día una cierta exageración en la desigualdad entre los “súper ricos” y el resto de la población. Ella aparece cuando se analiza  lo más alto de la distribución ya que dentro de la mayor parte de la población (en el 95% de ella o algo más) la inequidad tiende a disminuir ostensiblemente. Por tanto, existe un espacio para el desarrollo de políticas por parte del Estado tendientes a atenuar (no a eliminar) estas diferencias.

4.- En el momento actual conviene informarse y estudiar las diversas medidas que en diferentes países se están proponiendo o están ya en práctica a fin de disminuir esta tendencia natural del mercado, que acentúa las desigualdades. El mercado por sí  mismo, en el actual esquema económico, sólo las exagera no las corrige. 

5.- Una política más amplia destinada a enfrentar las desigualdades en los diferentes aspectos de la vida social, más allá de los ingresos, requiere de iniciativas más complejas y permanentes, tanto del Estado como de la sociedad toda.

6.- Mientras tanto quedamos a la espera de propuestas de los candidatos a la Presidencia y al Parlamento, y de sus equipos, que se ajusten a la realidad nacional, viables e idóneas para reducir en los diversos ámbitos de la vida social y económica las desigualdades que han acompañado desde siempre a la sociedad chilena.

Santiago, octubre de 2013

Website del autor:  Blog de Manuel Barrera

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