En Chile
los gobiernos de la Concertación intentaron, desde 1990, la estrategia
económica del “crecimiento con equidad”, la que mejoró notablemente
la situación de la población. No obstante, ella no logró disminuir las
desigualdades entre pobres y ricos. Por el contrario, a pesar de las políticas
sociales ellas aumentaron. En este sentido el mercado le ha ganado al Estado.
Manuel Barrera / Especial para Con
Nuestra América
Desde
Santiago de Chile
Habiendo
alcanzado Chile niveles de desarrollo económico y social que le han permitido
dejar atrás numerosos rasgos de país subdesarrollado ha iniciado el S. XXI con
la aspiración de alcanzar niveles superiores de desarrollo. Los temas
acuciantes de la miseria y la pobreza, el analfabetismo, el hambre, la
mortalidad infantil, la inflación galopante, el alto desempleo han sido, en
gran parte, superados.
El
modelo económico y político de estos últimos treinta años ha cumplido lo suyo.
Los problemas a los que nos enfrentamos los chilenos en la segunda década del
nuevo siglo son otros. Por ello es cada vez más claro que para superarlos el
país requiere de nuevas herramientas políticas y nuevas estrategias de
desarrollo.
Las
desigualdades y las formas de atenuarlas es el núcleo decisivo de este nuevo
ciclo. Los actores políticos hasta la fecha han puesto el foco en la educación
como herramienta clave. Apuestan a una
educación de calidad como el mecanismo fundamental (la mayor de las veces,
único) para construir un país más igualitario. Junto a esta última expresión el
liderazgo político suele usar el término de “un país más inclusivo”. Inclusivo
significaría una mayor incorporación al mercado de bienes y servicios, a las
decisiones políticas, al empleo de calidad. Ello, lógicamente, haría de Chile
un país con menores desigualdades. Más igualitario y más inclusivo, dos conceptos
complementarios para reseñar la meta futura.
Como
siempre que para problemas complejos se enuncian soluciones unilaterales surge
la pregunta de si es suficiente la receta prescripta para eliminar el mal
diagnosticado.¿Podrá una reforma educacional exitosa que provea una educación
de calidad para todos, eliminar las desigualdades?
Algunos
(hoy por hoy aparentemente casi todos) aparecen creyendo que sí. Se desprende
lo anterior de la ausencia de otras
propuestas para transformar la sociedad desde una profundamente desigual
en otra más igualitaria.
Dada
las numerosas y la muy variadas realidades en que las desigualdades
social/económicas se expresan es conveniente indicar de partida que el ideal de
la igualdad es uno muy difícil de alcanzar. En la historia de la humanidad se
ha probado que, aparte de grupos pequeños, los esfuerzos por eliminar las
desigualdades han sido inútiles cuando no contraproducentes. El ideal
igualitario en las sociedades modernas procura atenuarlas. Reconoce que los
seres humanos comparten una base común, la de la especie, pero que cada persona
tiene, además, características singulares que lo identifican como individuo. La
agrupación social a la que pertenece cada persona debe respetar tanto la base
común como la individualidad. Una meta maximalista sería especialmente utópica,
sobretodo en una sociedad como la
nuestra que está organizada de un modo marcadamente estratificado, donde el
lugar de residencia, la educación, el acceso a la salud, el empleo, el ocio, el
prestigio social están correlacionados con la clase social de pertenencia.
Todas las variedades de commercium, comensalidad y connubium se realizan al interior de
cada estrato social, como en las sociedades de castas. Apostar a que con la
educación se logra esta meta es sobrevalorar el peso de la educación en el
conjunto de realidades sociales. Sin duda que con una educación de calidad para
todos se haría un gran avance…en varias generaciones más. La educación rinde
frutos en el largo plazo. Es por ello que los sectores conservadores la han
considerado desde siempre como el instrumento idóneo (único) para el cambio y el progreso sociales. Por
el momento el statu quo queda intacto. Sería muy conveniente evitar simplificaciones; las de la progresía tanto
como las de la regresía.
Hasta
la fecha los sectores políticos de derecha e izquierda no han definido qué
entienden por una política contra las desigualdades. Se han usado algunas
metáforas como “emparejar la cancha”. También se ha aludido a la igualdad como
“la igualdad de oportunidades”. Ambas expresiones dan la impresión que se está
pensando, como resultado final, en el individuo que se enfrenta a las
contingencias de la vida y que puede hacerlo en las mismas condiciones que los
otros individuos. Casi en el vacío social. No se han enunciado las políticas
que lograrán ese resultado.
Tendremos
que esperar a que las diferentes orientaciones políticas y los intelectuales
involucrados avancen a una definición más precisa acerca de una política que
tienda a combatir las desigualdades. En cuanto a los hechos reales se ha
avanzado en un aspecto importante, aunque limitado, que consiste en combatir
los abusos de las grandes empresas, que en nuestro medio han detentado un poder
desigual al de los consumidores. Hoy en día éstos ostentan más que ayer una
mayor capacidad para defenderse de esos abusos. No obstante, los mecanismos y
su eficiencia no están plenamente asegurados.
Es
frecuente que en el debate político el tema general de la dicotomía
igualdad/desigualdad derive al subtema específico de la desigualdad de ingresos
en la sociedad nacional. Ello por varias razones. Una de ellas es, obviamente,
por la importancia que para las oportunidades de vida de los individuos y las
familias tiene el ingreso. Otra razón es porque la mayor parte de los estudios
actuales acerca de las desigualdades se refiere al mencionado subtema. En los últimos años en Chile se ha puesto de
relieve la desigualdad educacional que se correlaciona con el status económico
de las familias. Todo apunta, entonces, a la priorización del estudio y las
propuestas de acción sobre la diferencias de ingreso. En lo que sigue se hará
mención a varios de los últimos estudios acerca de esta realidad.
La
desigualdad de ingresos, y su exageración, es una característica del vigente capitalismo
transnacional y globalizado tendencia que está lejos de disminuir en los
últimos años. En los Estados Unidos, por ejemplo, ella aumentó con la actual
crisis. En efecto, según el Servicio de Impuestos Internos norteamericano el 1%
más rico se quedó con el 19,3% del total de los ingresos en 2012, su porcentaje
más alto en ocho décadas. En cuanto al 10% más rico llegó al porcentaje récord
(48,2%) de los ingresos totales ese año. (Paul Wiseman; El Mercurio; 13 septiembre 2013; p. A 8.)
El
fenómeno del aumento de las desigualdades en los ingresos es universal. Ello
concita la atención en numerosos países que tienen diferentes sistemas
políticos: en China, Europa, USA, América Latina. Sería absurdo proponer en
todos ellos un cambio educacional para enfrentarlo. Una iniciativa de gran
interés ha surgido en Suiza: propone que
al interior de una empresa u organización ningún ejecutivo pueda ganar más de
doce veces lo que gane el empleado que menos gane en esa organización. Es la
propuesta 1:12 de David Roth, un joven activista del movimiento contra las
diferencias salariales. Hoy en Suiza la desigualdad salarial supera con holgura
el 100 a 1. Esta propuesta, que ya ha sido aprobada en varios cantones, será
puesta en votación de los ciudadanos en el referéndum que se realizará el 22 de
noviembre del presente año. (Véase El
Mercurio; 1 septiembre 2013; p. B 2). Es la modalidad que existe en la
democracia suiza para aprobar las principales leyes del país.
La
iniciativa de David Roth tiene como marco a las organizaciones de trabajo.
Naturalmente que en países, como el nuestro, en que existe una gran
heterogeneidad estructural en la economía, las diferencias entre empresas
pueden ser grandes. De modo que un arreglo al interior de ellas deja
subsistentes grandes desigualdades en el marco del conjunto de la economía.
¿Pero podría operarse de otro modo? ¿Cuál, cuáles otras posibilidades de
acción?
La
experiencia en países en desarrollo indica que la lucha por la igualdad se ha
focalizado en las “igualdades básicas”: comida, salud, educación. Fue, por
ejemplo, la exitosa política del Presidente Lula en Brasil: programas contra el
hambre, medicamentos para todos, ningún niño sin educación. Se trata de
posibilitar la satisfacción de necesidades básicas a todos de un modo lo más
igual posible, partiendo del entendido de que los seres humanos somos
obviamente más iguales en las necesidades que en cualquier otro aspecto. El
modelo es el de una sociedad de prestaciones universales garantizadas.
En
Chile los gobiernos de la Concertación intentaron, desde 1990, la estrategia
económica del
“crecimiento con equidad”, la que mejoró notablemente la situación de la
población. No obstante, ella no logró disminuir las desigualdades entre pobres
y ricos. Por el contrario, a pesar de las políticas sociales ellas aumentaron.
En este sentido el mercado le ha ganado al Estado. Se obtuvo éxito en batallas contra la pobreza, aunque no todos
los prometidos. Por ejemplo, el Presidente Frei prometió al inicio de su
mandato eliminar la extrema pobreza, o indigencia, y al término del mismo se
contabilizaba un mayor número de extremadamente pobres que seis años atrás,
cuando inició su gobierno. Doce años más tarde, el 21 de mayo de 2006, la
Presidenta Bachelet prometió que para el 2010 habría “indigencia cero”. Es
evidente que ello no aconteció. El gobierno de Sebastián Piñera ha prometido lo
mismo. Ello demuestra lo difícil que es el logro de este ideal.
También aumentaron las
diferencias salariales que ocurren entre los distintos sectores económicos y al
interior de ellos. Véanse las disparidades existentes entre y dentro de la
minería, el comercio, la construcción, la agricultura, el servicio público. Y
de modo transversal las diferencias entre el empleo formal y el precario; entre
trabajadores directos y subcontratados. Al interior de las empresas la brecha entre los altos
ejecutivos y el resto se ensanchó. Respecto de la situación de los
trabajadores, de sus condiciones de trabajo y de vida, los gobiernos
democráticos hicieron grandes esfuerzos, en especial respecto de la legislación
correspondiente. Sin embargo, como saben los expertos, es difícil señalar
cuánto impacto tiene la ley laboral en el mundo real. En Chile se ha confiado demasiado en la legislación en perjuicio de la
realidad. En el orden laboral el problema no es la falta de leyes; es el escaso
cumplimiento de la ley existente.
Al evaluar las políticas sociales es necesario averiguar
por qué, a pesar de ellas, la distribución del ingreso es tan regresiva ahora
como en 1990. En este periodo de la historia económica del país el capitalismo chileno experimentó una
importante acumulación de capital. El PIB total en 1990 fue de US$ 32.982
millones y en 2013, según proyección, sería de US$ 333.454 millones, ambas
cifras del Fondo Monetario Internacional (FMI). Ello fue facilitado por la
estabilidad política general y la económica, en particular. Esa acumulación le
ha permitido al gran empresariado realizar fuertes inversiones no sólo en el
país sino también en el exterior. En efecto, entre 1990 y diciembre de 2012, la
inversión directa en el exterior alcanzó a los US$ 71.111 millones, según
la DIRECON, del Ministerio de Relaciones
Exteriores. Acumulación e inversiones que han grandemente usufructuado de un fuerza de trabajo
disciplinada, endeudada (en tanto consumidores) y, frecuentemente, angustiada. El Producto Interno
Bruto (PIB) per cápita es de más difícil cálculo. Desde luego requiere de la
existencia de un dato duro, que ha sido evasivo para el país: la cantidad de habitantes. Como es sabido el
Censo del 2012 resultó fallado. A la fecha sólo se cuenta con estimaciones
asumidas por instituciones nacionales e internacionales. EL FMI estima que el
PIB per cápita en Chile, en 2013, sería de US$ 19.474 y la población la calcula
en 17,5 millones de personas Mensualmente el PIB per cápita sería de US$ 1.623.
Al precio de 502 pesos cada dólar ello equivale a $ 814.746. Ahora bien el salario mínimo en el
2012/2013 fue de $ 191.000 y según la Fundación SOL, especializada en estudios
laborales, habría sido percibido por unos 800 mil trabajadores. No se
encuentran datos confiables acerca del total de personas que cobran menos del
mínimo. Pero ¡que de haberlas, las hay!
Los estudios hablan de diferencias salariales entre hombres y mujeres,
entre sectores de la economía, entre provincias, entre niveles educacionales,
entre categorías ocupacionales. Los propietarios de grandes empresas, sus
ejecutivos, los miembros de los directorios, los asesores económicos y los
consultores legales, profesionales exitosos (por el lado económico) de las
ingenierías, la medicina, la abogacía, la arquitectura, la publicidad, los llamados
“rostros” de la TV, todos ellos
forman el núcleo básico de los que concentran la parte del león del
ingreso en el país. El PIB per cápita es un promedio y los promedios, como es
sabido, suelen esconder el lado oscuro de la realidad. Así, por ejemplo, si usted y yo estamos en un restaurante y yo me como un pollo y usted
ninguno la estadística que da cuenta de los promedios dirá que hemos comido
medio pollo cada uno. Usted queda con hambre y defraudado, y yo satisfecho. Por
ello es muy importante la realización de estudios más refinados que den cuenta
del reparto de la riqueza en la
sociedad. ¿Cuánto del ingreso nacional se lleva el 1% más rico? ¿Cuánto el 10%?
Lo más frecuente en Chile es que en los mass
media sólo se den referencias acerca de los quintiles.
Investigadores de la Fundación SOL calcularon el ingreso mensual del 1%
más rico, con datos de la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional
(CASEN) del año 2009. Hay que considerar que esta encuesta subestima un tanto
los ingresos provenientes de las rentas del capital. Ellos escriben:
“El ingreso mensual promedio del percentil 100 (1% hogares más rico) es
$7.843.061. Son cerca de 45 mil hogares que sin duda viven en otro Chile. En
1990 la diferencia entre el ingreso autónomo de estos hogares y el 10% más
pobre era 84 veces. En 2009 la brecha aumentó a 123 veces (un 46%). El ingreso
autónomo promedio por persona en este grupo es de $3,8 millones, mientras que
en el 10% más pobre es de $14 mil, una diferencia de 260 veces, que en 1990 era
de 158 veces (es decir, un aumento de 65%)” (Gonzalo Durán y Marco Kremerman; “Desigualdad en Chile: el problema es el 1% más
rico”; Columna en
El Mostrador, periódico online, 2 de abril de 2012).
Por su parte el Servicio de Impuestos Internos (SII) entregó información sobre la Operación Renta
2013, correspondiente a los ingresos percibidos por las personas en el año
calendario 2012, distribuidos en tramos de ingreso. El más alto tiene un
ingreso mensual de $6.131.000, donde se encontraban 28.211 contribuyentes. En
el extremo opuesto un 78,7%, más de 7 millones, declararon ingresos menores a
los 543 mil pesos. Según estos antecedentes es posible señalar que el 93% de
los contribuyentes declara ingresos mensuales inferiores a un millón 200 mil
pesos.
También el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) entregó los
resultados de la Encuesta de Presupuesto Familiar, EPF 2012, estudio que
detalla los ingresos y gastos de los hogares con un cobertura representativa
del 70% de la población urbana de Chile. En un alta proporción los hogares
tienen bajos ingresos. El promedio de las rentas mensuales es de $885 mil, con
un 50% de la población con ingresos
inferiores a $558 mil; la concentración, a su vez, es alta por lo que la
distancia entre los ingresos altos y bajos es grande. Es así como el 20% de los
hogares de bajos ingresos perciben menos de $260 mil. La encuesta constata,
además, que en más de la mitad de los hogares los gastos superan a los
ingresos, lo que podría interpretarse como un extendido endeudamiento; y
que los hogares con jefatura femenina
perciben, en promedio, ingresos 33% inferiores al de aquellos cuyo jefe es un
hombre. (Véase Hugo Lavados; “Ingresos y gastos en Chile: bajos y
concentrados”; Santiago: El Mercurio;
4 de octubre de 2013, p. A 2).
Investigadores de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad
de Chile han publicado una investigación con mayor sofisticación metodológica
en la han utilizado datos oficiales del
Servicio de Impuestos Internos sobre ingresos declarados por las personas
naturales. Aprecian esta información como superior a la provenientes de
encuestas a hogares, como la CASEN. Sus cálculos indican que la información de
la Casen subestima la desigualdad de ingresos en Chile por razones provenientes
del instrumento mismo.
El foco central de la atención de este estudio está puesto
en el ingreso de los
“súper ricos”, los del 1%, 0.1% y 0.01%
más rico de la población, que es donde realmente se concentraría el
ingreso. Es lógico que sea en este nivel donde ello acontezca. Sin embargo, lo
importante es conocer la cuantía de esa concentración, tanto en relación al
resto de la población del país como en relación a lo que sucede al respecto en
otros países, sobretodo en aquellos de mayor nivel de desarrollo. Los autores
despejan, con sus cálculos, las dos preocupaciones.
Ellos dicen: “aun en base a una estimación conservadora del
ingreso de los súper ricos, su participación en el ingreso personal total es
extraordinariamente alta, llegando a más de 30% para el 1% mas rico, 17% para
el 0,1% mas rico y más de 10% para el 0,01% mas rico en promedio durante el
periodo 2004-2010” (Véase Ramón López, Eugenio Figueroa B. y Pablo Gutiérrez C;
“La ‘parte del león’: nuevas estimaciones de la participación de los súper
ricos en el ingreso de Chile”; Santiago: Departamento
de Economía, Universidad de Chile; Serie Documentos de Trabajo; marzo de
2013; p.28)
Más adelante agregan:
“Las estimaciones obtenidas para Chile muestran que el
país es por lejos el más concentrado entre todos los países para los cuales
existen datos basados en declaraciones tributarias oficiales y estimaciones de
las ganancias de capital de las que se apropian los estratos más ricos. El 1%
más rico de Chile recibe 2,6 veces más ingresos como proporción del ingreso
total del país que lo que en promedio recibe el 1% más rico en los 7 países
para los cuales existen datos que incluyen ganancias de capital para el periodo
considerado. Más aún, mientras que el 0,1% más rico en Chile se lleva cuatro
veces más que el promedio de la muestra de países, el 0,01% más rico se apropia
de casi 6 veces (5,8) la proporción de la que se apropia, los que pertenecen al
0,01% más ricos en los otros 6 países de la muestra.” ( Ibid.; p.29).
En la siguiente figura, donde se excluyen las ganancias de
capital, se grafica una comparación en
la que las cifras muestran que, en
promedio del periodo, la participación de
estrato formado por el 1% de los más ricos en el ingreso total de Chile
es alrededor del doble de la participación media que se verifica en los otros
17 países de la muestra. (Tomada de Ibid.;
p.16)
Está claro que la cuantía del ingreso que se llevan los “super ricos” en
Chile es muy alta en comparación con el
resto de la población chilena. Pero, además, y ello es lo importante de este
estudio se comprueba que la proporción
del ingreso apropiado tanto por el 1% más rico como por el 0.1% y el 0.01% es
mayor para Chile que para los seis países desarrollados con los cuales se hizo
la comparación: Estados Unidos, Canadá,
Alemania, Japón, España y Suecia. Ello se muestra en la Figura 6 de los
investigadores para el 0.01% más rico, donde se incluyen las ganancias de capital
para los años 2005 a 2010. (Ibid.;
p.28)
Los ciudadanos que en Chile desean alcanzar el desarrollo
han de saber que este viene acompañado con una disminución importante de las
desigualdades en el ingreso. ¿Es una condición del desarrollo disminuir las
inequidades?
Los autores calculan el coeficiente de Gini, incluyendo las utilidades
no distribuidas en los ingresos, para los años 2005 a 2010. El coeficiente va
desde 0.62, el año más bajo a 0.64, el año más alto; siendo el promedio de todo
el periodo 0.63. De estos cálculos resulta que el coeficiente de Gini está más
próximo a la “perfecta desigualdad” que el que habitualmente se menciona en los
medios de comunicación. Como se sabe este coeficiente se utiliza habitualmente
para medir la desigualdad de ingresos en la población. Los valores van del 0,
que indica una perfecta igualdad (todos
tienen los mismos ingresos) a 1, que indica una perfecta desigualdad(uno tiene todo el ingreso y el
resto nada). El coeficiente de Gini puede utilizarse también para otras
distribuciones desiguales.
Este tipo de investigaciones, que debieran profundizarse, dan cuenta de
la desigualdad de ingresos en Chile, en la población total. La desigualdad de ingresos entre hombres y
mujeres ha recibido y recibe la atención de numerosas instituciones que se
dedican a los temas de género, tanto en Chile como en América Latina.
Uno de los primeros estudios realizados al respecto en el marco de
Naciones Unidas, que se refería al
continente en su conjunto, fue publicado
por el Programa Regional del Empleo para América Latina y el Caribe (PREALC),
de la Oficina Internacional del Trabajo (OIT). Se trata de la investigación
realizada por el autor de estas líneas, en su calidad de consultor externo de
esa institución. (Véase Manuel Barrera; Participación
Laboral Femenina y Diferencias de Remuneraciones según sexo en América Latina;
Santiago: PREALC; 1978; 132 páginas.) Ese mismo año PREALC publicó otro estudio
realizado también por Manuel Barrera en colaboración con la economista sueca
Kristina Goncalves: Participación
laboral y condiciones salariales de la mujer en América Latina, Estados Unidos
y Canadá. En esta investigación se contrastan los salarios de mujeres y
hombres con muy amplia información estadística.
La preocupación por las desigualdades debe abrirse a otras áreas. Ello
ha ocurrido en los últimos años en Chile con la desigualdad en el campo de las
orientaciones sexuales y, en menor medida, en el área de los pueblos indígenas
y su relación con la sociedad mayor. Sin embargo, en varios otros aspectos se
han realizado avances modestos tanto en el estudio como en políticas públicas. Ello acontece en las
áreas de las relaciones laborales, la
familia, el acceso a la salud, a la
educación y otros.
Dado que el tema es más amplio que el de las meras desigualdades de
ingresos algunos países han creado reparticiones públicas que se preocupan de
él. Es el caso, por ejemplo, del Estado italiano y su Ministero per le pari opportunité, el Ministerio para la Igualdad
de Oportunidades, cuya estructura administrativa es el Dipartimento per le pari opportunité que asiste al Ministro en la
preparación de las propuestas de leyes gubernamentales, en las intervenciones de coordinación de los
diversos organismos y en la representación ante los organismos internacionales.
También en Suiza existe un organismo público de carácter estatal y cantonal
encargado de la promoción de la igualdad. Como sucede en muchas otras
democracias la Constitución federal suiza consagra la garantía de los derechos
fundamentales y el derecho de igualdad entre los individuos. Ello es muy
importante ya que el régimen político consagra el referéndum popular
facultativo para la legislación, tanto a nivel federal como cantonal.
CONSIDERACIONES
FINALES
1.- El tema
general de las desigualdades en las sociedades nacionales modernas es un tema amplio que dice relación con numerosos
aspectos de la vida social. Actualmente en nuestro país el interés está puesto
fundamentalmente sobre la distribución de la riqueza nacional y en el acceso a
la educación y la salud.
2.- El
interés por la igualdad en las democracias occidentales se remonta a la
Revolución Francesa, la que puso en paralelo liberté con égalité. El
tema general de la igualdad, en la perspectiva antropológica, filosófica y
política, se remonta a los clásicos de la Grecia antigua. Reflexiones
contemporáneas sobre la dicotomía igualdad/desigualdad pueden verse en Norberto
Bobbio; Derecha e Izquierda. Razones y
significados de una distinción política; Madrid: Taurus. 1996. Acerca de
las relaciones entre igualdad y libertad se puede consultar Ralf Dahrendorf; Sociedad y Libertad; Madrid: Editorial
Tecnos, 1966. Ambos con extensas
referencias bibliográficas.
3.- Los
estudios presentados en este artículo coinciden en que en Chile existe hoy en
día una cierta exageración en la desigualdad entre los “súper ricos” y el resto
de la población. Ella aparece cuando se analiza
lo más alto de la distribución ya que dentro de la mayor parte de la
población (en el 95% de ella o algo más) la inequidad tiende a disminuir
ostensiblemente. Por tanto, existe un espacio para el desarrollo de políticas
por parte del Estado tendientes a atenuar (no a eliminar) estas diferencias.
4.- En el
momento actual conviene informarse y estudiar las diversas medidas que en
diferentes países se están proponiendo o están ya en práctica a fin de
disminuir esta tendencia natural del mercado, que acentúa las desigualdades. El
mercado por sí mismo, en el actual
esquema económico, sólo las exagera no las corrige.
6.-
Mientras tanto quedamos a la espera de propuestas de los candidatos a la
Presidencia y al Parlamento, y de sus equipos, que se ajusten a la realidad
nacional, viables e idóneas para reducir en los diversos ámbitos de la vida
social y económica las desigualdades que han acompañado desde siempre a la
sociedad chilena.
Santiago, octubre de 2013
Website del autor: Blog de Manuel Barrera
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