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sábado, 2 de noviembre de 2013

La Ley de Medios Audiovisuales: un triunfo argentino y del posneoliberalismo latinoamericano

Este avance argentino en la democratización de las comunicaciones debe ser visto e interpretado junto a otros de los principales logros del giro posneoliberal que vivimos en América Latina en los últimos trece años.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica

Una derrota del grupo Clarín y de su visión
restringida de la democracia audiovisual.
El reciente fallo de la Corte Suprema de Justicia de Argentina que declara la constitucionalidad de la Ley de Medios Audiovisuales, impugnada por el poderoso Grupo Clarín, constituye un hito en el proceso político iniciado en ese país desde el año 2003, con la llegada de Néstor Kirchner a la presidencia de la República, y al mismo tiempo, representa un triunfo mayúsculo en las luchas por la democratización de las comunicaciones en América Latina.

Por la magnitud de esta batalla cultural, que puso al descubierto el entramado de intereses ideológicos y económicos que sostienen la industria de la (re)producción del sentido común dominante en la Argentina, y en nuestros países, en general, la sentencia del tribunal supone también la afirmación de uno de los ejes que caracterizan al posneoliberalismo latinoamericano: la confrontación con los poderes fácticos y la reconfiguración de las relaciones políticas, con miras a construir sociedades más plurales y participativas, en las que todos los grupos, movimientos y sectores tengan acceso real a pronunciar su palabra, difundir sus imágenes y sus relatos, y en definitiva, a poner en común sus identidades culturales frente al pretendido monopolio de las identidades hegemónicas.

Así, este avance en la democratización de las comunicaciones debe ser visto e interpretado junto a otros de los principales logros del giro posneoliberal que vivimos en los últimos trece años, y que incluyen, por ejemplo, el nuevo constitucionalismo emancipatorio que se concreta en las constituciones de Bolivia, Ecuador y Venezuela; la institución de la plurinacionalidad, que permea las esferas del derecho, la territorialidad, la política, la cultura y las relaciones comunitarias; las políticas sociales orientadas hacia las necesidades de amplios sectores de la población y la nueva integración regional, múltiple y diversa.

Por otra parte, y desde una perspectiva histórica, la ratificación de la constitucionalidad de la Ley de Medios podría marcar un antes y un después en el desarrollo del espacio comunicacional y audiovisual latinoamericano, que desde las décadas de 1940 y 1950, con el ascenso de los gobiernos populistas y sus alianzas de clases, cayó también en una trampa no resulta hasta el presente: sí, es cierto que irrumpieron como protagonistas los obreros, campesinos, inmigrantes y sindicatos en la política nacional y la vida de las ciudades latinoamericanas (en ocasiones, con carácter instrumental); y sí, es cierto además que  las  condiciones materiales de vida, producto del crecimiento económico,  hicieron posible el surgimiento de una cultura de masas; pero todo esto permaneció sujeto tanto a las estructuras de propiedad de los medios, como a sus usos políticos para articular las prácticas de dominación sobre los emergentes sectores populares. Es decir, el modelo populista impulsó el desarrollo de las industrias culturales, pero ni el Estado ni las oligarquías renunciaron al monopolio de los valores hegemónicos que conformaban la identidad nacional.

Esta situación se agravó en las décadas de 1950 y 1960, cuando la televisión en América Latina se organiza y extiende con arreglo a un modelo familiar/patriarcal (los herederos de la oligarquía criolla), donde la función política de los medios, como bien lo explicó Jesús Martín-Barbero, fue edesplazada por “el dispositivo económico (…) y la ideología se torna ahora sí vertebradora de un discurso de masa, que tiene por función hacer soñar a los pobres el mismo sueño de los ricos”.

Este es el período de gestación de los consorcios mediáticos de capital regional, que rápidamente establecieron pactos con partidos políticos y negocios con las grandes compañías de televisión estadounidenses (CBS, NBC y ABC). Así aparece en México la familia Azcárraga, que funda el Grupo Televisa y concentra la propiedad de la televisión mexicana, en asocio con el Partido Revolucionario Institucional (PRI); en Brasil, la televisora O’Globo, de la familia Marinho, se fortalece de la mano del grupo estadounidense Time-Life y de la dictadura militar que lleva adelante el proyecto de la modernización conservadora. En Venezuela, el canal Venevisión, de la familia Cisneros, empieza a labrar su emporio junto a accionistas estadounidenses como Paramount y ABC. Y otro tanto se puede decir de las oscuras relaciones del grupo Clarín con la última dictadura militar en Argentina; o del diario El Mercurio, de la familia Edwards, con la dictadura de Augusto Pinochet en Chile.

Como se puede apreciar, el espacio audiovisual en América Latina se fue configurando como una estructura oligopólica, asociada al capital extranjero e íntimamente ligada al sistema político (incluso bajo las dictaduras militares), pero que no era representativa de la población de cada uno de los países ni de la diversidad cultural de sus pueblos.

Nada de esto cambió sustancialmente en las décadas siguientes, y más bien se agravó durante los años 1990 cuando, en el apogeo de la globalización neoliberal, la dinámica de las comunicaciones consolidó un  nuevo orden de la información sobre la base de la desregulación, el debilitamiento de la tutela del Estado y fortalecimiento del poder del mercado. De ahí la importancia de la Ley de Medios Audiovisuales de Argentina y de las iniciativas que, en esa misma dirección, se vienen impulsando en distintos países de la región desde inicios del siglo XXI, como instrumentos jurídicos y políticos para desmontar esos andamiajes del neoliberalismo.

En uno de sus más desgarradores poemas, el español Miguel Hernández escribió en 1938: “Nosotros no podemos ser ellos, los de enfrente / los que entienden la vida por un botín sangriento: /como los tiburones, voracidad y diente / panteras deseosas de un mundo siempre hambriento”.


Justamente en eso, en no ser como ellos, como los grandes oligopolios antidemocráticos y autoritarios; y en hacer todo lo posible por construir otra comunicación, cualitativamente superior a la que hoy tenemos, radica el principal desafío de los próximos años, a partir de la vigencia plena la Ley de Medios Audiovisuales. Desde la distancia, celebramos y acompañamos en este gran paso al pueblo argentino, seguros de que encontrará –como lo hizo en los años más duros de la resistencia- los nuevos caminos y espacios para avanzar en la construcción de más y mejor democracia.

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