No cesa el oleaje antimperialista en el continente. En forma de votos
una fuerza telúrica remontó flaquezas y llevó al fracaso la más sofisticada,
integral y mejor financiada contraofensiva estadounidense.
Luis Bilbao / América XXI
El triunfo de Evo Morales en Bolivia fortalece la tendencia antiimperialista y antineoliberal en nuestra América. |
Comienza así una nueva fase en la lucha de la región contra la
hegemonía estadounidense y la explotación capitalista. Podía oírse el jadeo de las hienas, prontas a despedazar el ansiado
cadáver. Pero no ocurrió la derrota electoral de las mayorías, por la que
Washington trabajó a cara descubierta en Brasil y Uruguay. Tampoco tuvo éxito
la escalada violenta ensayada otra vez en Venezuela.
Álvaro Uribe y José Aznar, cabezas visibles de la Internacional Parda,
desperdiciaron el viaje simultáneo a Argentina en fecha supuestamente tan
propicia para ellos. Esperaban anudar el gran éxito reafirmando un elenco
fascista para el próximo período presidencial en el país sureño. Debieron
limitarse a masticar arena en entrevistas con candidatos y periodistas adeptos.
Los habían precedido celebridades de la prensa venal, todos contra Venezuela y
aunando en la fácil condena al populismo el proceso político regional más rico
y diverso en cinco siglos.
Así, por el momento el Departamento de Estado ha perdido la batalla.
Continúa la guerra, desde luego, pero esta victoria tiene un valor
trascendental y da nuevo aliento a las fuerzas revolucionarias de la región,
debilitadas y en cierta medida confundidas por el retroceso visible de los
últimos tiempos, interpretado por la Casa Blanca como su oportunidad para dar
el zarpazo.
Este nuevo capítulo tiene base de sustentación en Bolivia, donde el
saldo fue neto y no sólo ratificó la estrategia hacia el socialismo en ese
país: orientó y estimuló a trabajadores, campesinos e indígenas de toda la
región, contribuyendo a las victorias del Partido dos Trabalhadores en Brasil y
el Frente Amplio en Uruguay.
Un horizonte nítido para esta nueva fase fue trazado en Venezuela por
los estrategas del gran capital. Mientras volcaban cientos de millones para
alimentar un letal aparato de propaganda, destinada a intoxicar a las mayorías
en Suramérica, en Venezuela programaron una campaña terrorista, con base en
paramilitares colombianos. El propósito inmediato era alentar la derrota del PT
y el FA. Pero apuntaba también a sacar rédito en cada país de la región, sobre
todo en Argentina, donde las metrópolis dan por seguro la victoria de fuerzas
explícitamente proimperialistas en las presidenciales del año próximo.
Fallaron ambos objetivos. Descubierta y desmantelada por la
inteligencia de la Revolución, la intentona terrorista tuvo un corolario
particularmente brutal con el asesinato a sangre fría del joven diputado Robert
Serra y su compañera. Operó otra vez sin embargo la conciencia y disciplina
revolucionaria de vanguardias y masas, quienes comprendieron el sentido de la
provocación. De modo que mientras fracasaba el intento de desatar un baño de
sangre en Venezuela, la táctica imperial chocaba contra la voluntad de las
masas en Brasil y Uruguay.
El papel que en la campaña de prensa tradicional jugó el elenco
estable de pseudointelectuales itinerantes al servicio del Departamento de
Estado lo cumplieron mercenarios en acción en Venezuela, donde el capital ya
descarta la vía electoral. La beligerancia yanqui reitera el empleo de
mercenarios terroristas, destinados a dividir el país y detonar una guerra
civil como en Siria y Ucrania.
Con la programada derrota electoral de las mayorías en Uruguay y,
sobre todo, en Brasil, Washington aspiraba al aislamiento de los países de la
Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América, condición para
continuar en escala mayor el accionar terrorista en Venezuela y extenderlo
luego al resto del Alba.
Nuevo cuadro
regional
Doble frustración para la contrarrevolución. Y, de aquí en más, un
desafío táctico-estratégico sin precedentes para gobiernos y fuerzas políticas
anticapitalistas.
Son numerosas las consecuencias de esta derrota estadounidense. Inicia
un nuevo ciclo en las relaciones de fuerza al sur del Río Bravo. La expresión
no es mera fórmula: en consonancia con las victorias de naturaleza diferente en
Venezuela, Bolivia, Uruguay y Brasil, México se ha instalado en una zona de
turbulencia que dificultará su papel de plataforma estadounidense para vaciar
de contenido a Unasur-Celac y ocupar el espacio con la Alianza del Pacífico.
Por un lapso de tiempo necesariamente breve las fuerzas de la
revolución están en ventaja. La reforma política anunciada por Dilma Rousseff,
aún indefinida, tendrá necesariamente un contenido democratizador, es decir,
contrario al aparato elitista de la burguesía que integra el propio gobierno en
la figura del Pmdb. En Uruguay el resultado electoral debe ser todavía
refrendado en segunda vuelta, aunque es improbable otro resultado que afirmación
de Tabaré Vázquez. En ambos casos es previsible que, pese a las exigencias
objetivas de la economía y la eventual voluntad de los gobiernos o algunos de
sus sectores, será imposible aplicar las medidas de saneamiento exigidas por la
crisis internacional del capital, particularmente en el caso de Brasil.
A menos que el PT y el FA contradigan en lo inmediato sus promesas de
campaña, la Alianza del Pacífico perderá músculo durante un período. Si el Alba
actúa con eficacia, Unasur y Celac podrán recuperar autonomía frente a Estados
Unidos, neutralizando las intenciones del arco Chile-Perú-Colombia-México.
Frente a éste, el bloque suramericano del Alba –Venezuela, Ecuador y Bolivia-
se convierte en un eje de enorme proyección potencial, incluso contando con el
posicionamiento centrista de Brasilia y Montevideo y la presumible debilidad en
el accionar de Buenos Aires, víctima de un desgaste extremo y en período
preelectoral.
Sobre estos tres conjuntos dispares gravitará con creciente fuerza la
crisis estructural del capitalismo que ya ha pasado de los centros imperiales
al llamado bloque Brics (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica) y golpeará
con dureza creciente sobre la totalidad del planeta, no sólo por la caída en
los precios de las materias primas. De la respuesta táctica y estratégica a
esta crisis dependerá el resultado de la gran batalla.
Socialdemocracia y socialcristianismo actúan alineados ora con el
bloque centrista, ora con el arco de la Alianza del Pacífico. La manipulación
de movimientos sociales bajo el manto de Francisco es una herramienta poderosa
en solapado apoyo a la línea de acción estadounidense en esta pugna
estratégica.
La Internacional socialdemócrata y el Vaticano obran con mayor peso
incluso que el de algunos gobiernos del área. Oposición explícita o camuflada
frente a la Revolución Bolivariana de Venezuela, combinada con ambigüedad y
ambivalencia respecto de la definición socialista y la asunción de urgentes
medidas de transición anticapitalista, son las maneras en que a menudo se
filtran posiciones que dividen y debilitan a las masas. El Alba tiene la
difícil tarea de mostrar un camino diferente al centrista, a la vez que detecta
y proyecta toda posibilidad de frente único antimperialista.
En esta suerte de paréntesis estratégico se librará una franca batalla
de clases extensible a toda la región, en la cual la perspectiva socialista
enfrentará a corrientes reformistas y otras que se empeñan en afrontar la
crisis del sistema desde el “capitalismo nacional”. Ese combate dirimirá quién
estará al comando en la próxima etapa.
Aquí el terreno no es electoral y sólo en escasa proporción
partidario. Se trata de cómo evolucionan las clases trabajadoras en materia de
conciencia y organización. Si logran o no salir de la encerrona histórica en la
que quedaron prisioneras tras la degeneración de la Revolución Rusa primero y
la disolución de la Unión Soviética después. Por definición es una batalla a
librar a escala mundial, con preponderancia en los países de mayor desarrollo
industrial. Brasil entre ellos.
Acaso el factor más relevante del resultado electoral en ese país es
que la clase obrera no se dejó engañar con la socialdemocracia que asume su
condición, lo cual no atenúa el hecho de que esté encuadrada en estrategias de
ese signo o, aún peor, adosada a fuerzas declaradamente burguesas. Es un hecho
a subrayar y revertir que franjas juveniles y altamente calificadas de la clase
obrera brasileña sí se encolumnaron electoralmente con el Psdb.
Cruje la economía
mundial
América XXI lo repitió una y otra vez. Ahora lo admiten los medios del
gran capital. Dice The Economist: “A comienzos de año todo lucía color de rosa
(…) Las problemáticas economías de la ‘periferia’ europea (¡¿por qué pondrán
periferia entre comillas?!) comenzaban a cambiar de rumbo, parecía, y el Banco
Central Europeo haría lo necesario para mantener unida la eurozona. Todo fue
arrojado por la ventana durante la corrida de los mercados globales del 15 y 16
de octubre”.
Parecía que todo era color de rosa. Bravos editores los de la prensa
imperialista…
Por la ventana fueron arrojadas las expectativas de recomposición no
sólo de Grecia, sino también de España, Portugal y, un paso atrás, Italia y
Francia, todo al compás de un anuncio para ellos asombroso: Alemania, la locomotora
europea, beneficiaria de la estafa continental de la eurozona, ingresa al
neblinoso terreno de la recesión. “Europa se está precipitando hacia una trampa
de deflación y estancamiento de tipo japonés”, dice Paul Krugman, el keynesiano
frustrado por las noticias cotidianas no sólo en el viejo continente: la
Reserva Federal estadounidense aumentará en pocos meses la tasa de interés. Es
decir: acaba con su política de descontrolada emisión de dólares sin respaldo,
a la que denominó quantitative easing . Dicho de otro modo: deja de sostener la
fallida reactivación con recursos falsos y admite el retorno de la recesión en
Estados Unidos.
Yerran a distancia quienes pretenden responder a esta realidad
corrigiendo el capitalismo con algún adjetivo, sea “humano”, “social”, “de
Estado” o “progresista”. Ilusiones vanas. Queda recorrer el camino de la
transición socialista, quebrar la espina dorsal de la ley del valor, abolir el
sistema de opresión y explotación… o resignarse ante a las hienas que siguen
allí.
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