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sábado, 2 de julio de 2016

Planetarización y democracia

Frente a este dramático “fin de la historia” (¿?), la especie sapiens solo podrá sobrevivir forjando un Estado planetario que asuma los desafíos más apremiantes que su propio desarrollo ha incubado.

Arnoldo Mora Rodríguez / Especial para Con Nuestra América

La racionalidad occidental es hoy patrimonio de la humanidad, no solo porque alcanza a todos los rincones del planeta, sino también a todas las actividades e instituciones. Hoy la ciencia y la tecnología se han convertido (Heidegger), en un “destino” en el sentido griego de la palabra: nos domina y no podemos vivir sin ellas. La primera condición para que haya “democracia” en el sentido que la Revolución Francesa le dio a ese término, es la consigna que resuena en todos los rincones: LIBERTAD - IGUALDAD – FRATERNIDAD. Pero el énfasis  ha sido diferente, si bien signado por “la lógica de la historia”(Hegel),  lo que tipifica cada época. Fue durante el siglo XIX que el énfasis se dio en la “libertad”; lo cual llevó a la creación de los Estados nacionales y a las guerras por la independencia.

 El siglo XIX será el de la independencia de Nuestra América, cuya balcanización llevó a la creación de los Estados nacionales inspirados en criterios estrictamente políticos (“Estado” es aquel territorio dominado por un ejército). Los generales del estado mayor de Bolívar (Santander creando Colombia y Páez Venezuela) hicieron trizas el sueño anfictiónico del Libertador y convirtieron su muerte en tragedia para todos nuestros pueblos. El siglo XX se signó por las revoluciones sociales al grito de IGUALDAD: México (1910), Rusia (1917), China (1949) y Cuba (1959), mientras se completaba la independencia de las colonias europeas en Asia y Africa. El único país–civilización que nunca fue colonizado por Occidente fue el más antiguo imperio de la historia: China, hoy segunda potencia mundial y que podría llegar a ser la primera.

Este sucinto recuento de la historia política reciente, nos explica la “crisis” (¿terminal?) que vive la hegemonía que Occidente ha mantenido desde que los griegos derrotaron a los persas (siglo VI a. C.). Pero antes  Egipto crearía, 2000 años antes de nuestra era, el primer estado en un territorio limitado, un reino, e inventado la escritura jeroglífica a partir del arte figurativo. China crearía luego los imperios y pondría como modelo  ideal  de ser humano (Weber) al burócrata eficiente (mandarín) y creado la escritura ideográfica. Finalmente,  Sumeria será la cuna de la actual cultura occidental dando origen a lo que hoy se entiende por “democracia” (prioridad de la sociedad civil). Los mercaderes sumerios crearon la escritura cuneiforme, el alfabeto fonético y la numeración decimal, lo que les permitiría crear bancos, monedas y posteriormente la primera civilización marítima (Fenicia). Damasco es la más antigua ciudad  de la historia fundada hace 8 mil años. No es ninguna casualidad (en la historia, como en la política, no hay casualidades ) que la batalla (¿definitiva?) de la hegemonía occidental se libre hoy en Siria y que, para algunos analistas de la actualidad, la batalla de Alepo sea para Occidente lo que Stalingrado fue para el Tercer Reich.

Frente a este dramático “fin de la historia” (¿?), la especie sapiens solo podrá sobrevivir forjando un Estado planetario que asuma los desafíos más apremiantes que su propio desarrollo ha incubado, a saber,  terminar con la violencia hacia la Naturaleza superando los obstáculos naturales que le posibiliten sobrevivir y acabar con las guerras entre humanos que le permitan convivir, esto es, pasar de la sociedad (Gesellschaft) basada en el instinto gregario, a la comunidad (Gemeinschaft ) inspirada en criterios axiológicos (Tônies).  

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