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sábado, 28 de enero de 2017

¿Muros de aire o muros de Humanidad?

Los derechos humanos no conocen fronteras, los derechos de la humanidad no conoce división entre naciones. En la mente, la frontera es un muro inmaterial que impide establecer relaciones humanas afectivas, por tanto, hay que implementar ante cada muro la resistencia de la dignidad, ante cada piedra la persistencia de la humanidad.

Cristóbal León Campos / Especial para Con Nuestra América
Desde Yucatán, México

I

La división fronteriza cuyo imaginario se construye en las diferencias marca el territorio de dominio de una forma de gobierno que se pretende hegemónica, pero en la realidad las prácticas culturales y sociales desdibujan las fronteras del poder y generan amplias geografías de diversidad, un muro jamás podrá dividir una cultura, un muro nunca podrá poner fin a la historia, las piedras de la ignorancia que sostienen las divisiones se derrumban frente a la dignidad de los pueblos hermanados por la fuerza de la sabiduría, podrán levantarse mil muros pero todos caerán erosionados por las gotas de la perseverancia humana.

Las fronteras dividen naciones pero no delimitan identidades, la configuración imaginaria de los seres humanos traspasa cualquier esquema rígido, ya sea de pensamiento o de algún sistema político, los muros pueden ser barreras mentales, pueden impedir físicamente los cruces materiales, mas no logran frenar las ideas, los sentidos ni las identidades, los muros de aires se inflan con discursos de la diferencia, los puentes que cruzan toda frontera se edifican con la colectiva reflexión que moviliza y fortalece la unión de la diversidad.

II

Los muros humanos que nos dividen son el racismo, la xenofobia, la misoginia, la soberbia, el orgullo, la pobreza, la violencia de género, la explotación, la discriminación y muchos más, padecemos los seres humanos todos los días a lo largo del mundo alguna o varias de estas expresiones de las fronteras del sentimiento, alejamos a la justicia, la igualdad y al amor, parecieran ser connaturales a lo humano el dolor y el odio, pero son todo lo contrario, pues nadie de nosotros nace pensando en divisiones o exclusiones, nacemos con hambre de conocimiento y necesidad de sentimientos, son los contextos sociales los que determinan la forma en que nos paramos delante de cada uno de esos muros, que dicho de paso, fueron construidos históricamente por sistemas de dominación, por formas de control e intereses particulares, muros erigidos para dividir, fronteras dibujadas para separar, espacios de dominación y sujeción, las fronteras dividen más que los colores, las formas y las preferencias.

Los derechos humanos no conocen fronteras, los derechos de la humanidad no conoce división entre naciones. En la mente, la frontera es un muro inmaterial que impide establecer relaciones humanas afectivas, por tanto, hay que implementar ante cada muro la resistencia de la dignidad, ante cada piedra la persistencia de la humanidad.

III

La lógica de competencia nos ha fragmentado y confrontado, miramos al otro como un rival, como un posible competidor, hemos dejado de vernos como seres humanos y permitimos nos mecanizaran, las expresiones de desprecio hacia cualquier manifestación humana es reflejo de las divisiones imaginarias que se nos han ido implantando, somos inconscientes en muchos casos de la forma en que los discursos que anteponen fronteras entre nosotros se adentran y los asimilamos, llegando a realizar acciones o tomar actitudes que no concebíamos antes o ni siquiera pensamos hacer, pero que ya están en nuestro interior y se manifiestan ante la primera posibilidad, los discursos violentos tiene efecto en los actos cotidianos, los muros del dolor son construidos con golpes de inhumanidad, cada ladrillo es un gesto, una palabra o una acción, el simiente es el silencio social, a cada muro se hace frente construyendo escaleras solidaridad, mientras más alto sea el muro más alta debe ser la voluntad de superar todo aquello que lacera a la humanidad.

IV

Los muros de aire se mantienen mientras dura la ventisca, los muros de dignidad perduran a pesar de la tormenta; persistente, la cultura supera todo tipo de afrenta, el discurso del odio busca exacerbar las diferencias para generar el rechazo y obligar a renunciar, la práctica cotidiana de la sociedad muestra que las condiciones sociales provocan que se reafirmen o desestimen ideas, creencias y saberes, la cultura se transforma, se adapta, se incremente y se redefine, la diversidad es un hecho consustancial a la humanidad, los muros y las fronteras de determinaciones concretas de una historia basada en la exclusión del otro, los discursos de odio pretenden amedrentar y condicionar un imposible, pues no hay forma de poder detener los cambios propios de cada cultura, no existe muro alguno que evite el contacto y sus apostes, así como tampoco es posible separar con piedras aquello que se esta unido con sentimientos, los muros de aires irán cayendo sobre su propio peso, los muros de dignidad se fortalecerán dando lugar al mejoramiento de la humanidad.

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