Los derechos humanos no conocen fronteras, los derechos
de la humanidad no conoce división entre naciones. En la mente, la frontera es
un muro inmaterial que impide establecer relaciones humanas afectivas, por
tanto, hay que implementar ante cada muro la resistencia de la dignidad, ante
cada piedra la persistencia de la humanidad.
Cristóbal
León Campos / Especial para Con Nuestra América
Desde Yucatán, México
La división fronteriza cuyo imaginario se construye en
las diferencias marca el territorio de dominio de una forma de gobierno que se
pretende hegemónica, pero en la realidad las prácticas culturales y sociales
desdibujan las fronteras del poder y generan amplias geografías de diversidad,
un muro jamás podrá dividir una cultura, un muro nunca podrá poner fin a la
historia, las piedras de la ignorancia que sostienen las divisiones se
derrumban frente a la dignidad de los pueblos hermanados por la fuerza de la
sabiduría, podrán levantarse mil muros pero todos caerán erosionados por las
gotas de la perseverancia humana.
Las fronteras dividen naciones pero no delimitan
identidades, la configuración imaginaria de los seres humanos traspasa
cualquier esquema rígido, ya sea de pensamiento o de algún sistema político,
los muros pueden ser barreras mentales, pueden impedir físicamente los cruces
materiales, mas no logran frenar las ideas, los sentidos ni las identidades,
los muros de aires se inflan con discursos de la diferencia, los puentes que
cruzan toda frontera se edifican con la colectiva reflexión que moviliza y
fortalece la unión de la diversidad.
II
Los muros humanos que nos dividen son el racismo, la
xenofobia, la misoginia, la soberbia, el orgullo, la pobreza, la violencia de
género, la explotación, la discriminación y muchos más, padecemos los seres
humanos todos los días a lo largo del mundo alguna o varias de estas
expresiones de las fronteras del sentimiento, alejamos a la justicia, la
igualdad y al amor, parecieran ser connaturales a lo humano el dolor y el odio,
pero son todo lo contrario, pues nadie de nosotros nace pensando en divisiones
o exclusiones, nacemos con hambre de conocimiento y necesidad de sentimientos,
son los contextos sociales los que determinan la forma en que nos paramos
delante de cada uno de esos muros, que dicho de paso, fueron construidos
históricamente por sistemas de dominación, por formas de control e intereses
particulares, muros erigidos para dividir, fronteras dibujadas para separar,
espacios de dominación y sujeción, las fronteras dividen más que los colores,
las formas y las preferencias.
Los derechos humanos no conocen fronteras, los derechos
de la humanidad no conoce división entre naciones. En la mente, la frontera es
un muro inmaterial que impide establecer relaciones humanas afectivas, por
tanto, hay que implementar ante cada muro la resistencia de la dignidad, ante
cada piedra la persistencia de la humanidad.
III
La lógica de competencia nos ha fragmentado y
confrontado, miramos al otro como un rival, como un posible competidor, hemos
dejado de vernos como seres humanos y permitimos nos mecanizaran, las expresiones
de desprecio hacia cualquier manifestación humana es reflejo de las divisiones
imaginarias que se nos han ido implantando, somos inconscientes en muchos casos
de la forma en que los discursos que anteponen fronteras entre nosotros se
adentran y los asimilamos, llegando a realizar acciones o tomar actitudes que
no concebíamos antes o ni siquiera pensamos hacer, pero que ya están en nuestro
interior y se manifiestan ante la primera posibilidad, los discursos violentos
tiene efecto en los actos cotidianos, los muros del dolor son construidos con
golpes de inhumanidad, cada ladrillo es un gesto, una palabra o una acción, el
simiente es el silencio social, a cada muro se hace frente construyendo
escaleras solidaridad, mientras más alto sea el muro más alta debe ser la
voluntad de superar todo aquello que lacera a la humanidad.
IV
Los muros de aire se mantienen mientras dura la ventisca,
los muros de dignidad perduran a pesar de la tormenta; persistente, la cultura
supera todo tipo de afrenta, el discurso del odio busca exacerbar las
diferencias para generar el rechazo y obligar a renunciar, la práctica
cotidiana de la sociedad muestra que las condiciones sociales provocan que se
reafirmen o desestimen ideas, creencias y saberes, la cultura se transforma, se
adapta, se incremente y se redefine, la diversidad es un hecho consustancial a
la humanidad, los muros y las fronteras de determinaciones concretas de una
historia basada en la exclusión del otro, los discursos de odio pretenden
amedrentar y condicionar un imposible, pues no hay forma de poder detener los
cambios propios de cada cultura, no existe muro alguno que evite el contacto y
sus apostes, así como tampoco es posible separar con piedras aquello que se
esta unido con sentimientos, los muros de aires irán cayendo sobre su propio
peso, los muros de dignidad se fortalecerán dando lugar al mejoramiento de la
humanidad.
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