Las
clases dominantes latinoamericanas se sienten predestinadas naturalmente a
ejercer el poder, y son tan autoritarias, xenófobas y misóginas como Donald
Trump. Desmontar esa mentalidad colonial no es cosa de un día para otro, ni
tampoco asunto solamente de educación (aunque con ella se puede hacer bastante),
sino de cambiar las estructuras económicas de explotación que tal mentalidad
discriminatoria sustenta.
Rafael Cuevas Molina / Presidente
AUNA-Costa Rica
Pasadas
las elecciones ecuatorianas, en donde el candidato de Alianza País obtuvo un
millón de votos más que su más cercano seguidor, la derecha ecuatoriana estalló
con mensajes racistas y de odio. Nada muy distinto a lo que, en el norte,
expresa Donald Trump.
El
racismo es una característica estructural de la mentalidad colonial
latinoamericana. En nuestros países, pertenecer a los grupos dominantes es
sinónimo de “blancura” o, por lo menos, de ser “morenito claro” pero nunca
indio. Somos sociedades racializadas desde el período Colonial, cuando los de
arriba eran los europeos y sus descendientes, y los de abajo los indígenas y
los africanos importados como fuerza de trabajo esclava.