Las próximas elecciones del 1 de abril
no deberían ser más que un punto de inflexión en el que las fuerzas políticas
de Costa Rica se realinean, seguramente cada una con proyectos más claramente
definidos.
Rafael
Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
La última encuesta del CIEP-UCR perfiló un escenario de empate técnico a pocos días de las elecciones presidenciales. |
Deteriorada la hegemonía construida en
el país durante la segunda mitad del siglo XX,
maltrecho el tejido social que aunó culturalmente a los costarricenses,
los partidos políticos tradicionales -aquellos que se turnaron en el poder
durante cincuenta años- tuvieron que dar paso a nueva fuerzas políticas que
expresaron la desazón en la que se
encuentra sumida la población.
Esa desazón es el embrión de algo nuevo,
distinto a lo establecido, a lo que hasta hace no mucho tiempo se entendía como
“natural” de lo costarricense. Es también producto de una acumulación
paulatina, de más de treinta años, en la que se combinó, por un lado, el lento
destramamiento de las bases materiales que sustentaban el consenso y, por otro,
la estructuración de un aparato ideológico que no solo justificaba ese accionar
sino, además, lo presentaba como “modernización” sin alternativa.