sábado, 24 de septiembre de 2016

No se hagan ilusiones, Cuba va

La Revolución cubana cumplirá sesenta años el 2019, pero sus enemigos -también sus amigos- no terminan de entenderla; no han comprendido ni su naturaleza ni su esencia. Cuba no es un país donde la Revolución se hizo por decreto o por capricho de algún puñado de iluminados, si así hubiera sido, hace mucho tiempo que hubiera impresionado.

Ángel Bravo / Especial para Con Nuestra América

Raúl Castro en la Cumbre del MNOAL.
Escuchar hablar a Raúl Castro en la XVII Cumbre del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL) es volver a escuchar las ideas libertarias, independentistas, internacionalistas y socialistas que defiende Cuba desde el triunfo de su Revolución en 1959. Se engañan quienes creen que la nación caribeña ha cambiado, a propósito de la normalización de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos, iniciado el 17 de diciembre de 2014.

Todo empezó cuando el 2006 por razones de salud Fidel delegó sus responsabilidades al frente de Cuba a su hermano Raúl, entonces los ilusos que llevaban varias décadas pronosticando la inminente caída de la Revolución, creían que esta vez sí sería de verdad; que esta vez su mismo hermano se encargaría de encabezar la “perestroika y la glasnost” al estilo cubano. Fueron varios meses en los que se desató una enorme bacanal ideológica en los medios comerciales del imperio.

Presentaban a Fidel como el ortodoxo y duro; él era el triste y sombrío pasado de Cuba, mientras que Raúl era calificado de reformista, práctico y flexible; él era la esperanza de la Isla. El imperio ducho en mentir y en dividir -según las investigaciones de sus servicios secretos-, aseguraba que habría desavenencias entre ambos. Había llegado la hora añorada.

Incluso, muchos que decían ser de “izquierda”, simpatizantes y admiradores de la Revolución cubana, pero desinformados (a estos Fidel les diría: "No les pedimos que crean, les pedimos que lean”), lamentaban los cambios anunciados por la prensa comercial, creyendo que el capitalismo llegaba a la mayor de las Antillas. Raúl Castro nunca había anunciado nada de eso.

Dos años después (el 2008), en una histórica sesión, la Asamblea Nacional de Cuba lo eligió como sucesor de Fidel en la presidencia del país. Sus palabras fueron: "Asumo la responsabilidad que se me encomienda con la convicción de que, como he afirmado muchas veces, el Comandante en Jefe de la Revolución cubana es uno solo. Fidel es Fidel, todos lo sabemos bien." Y para que no les quedara ninguna duda a quienes creían que con Raúl la Revolución tendría otro rumbo -distanciándose de las directrices de Fidel-, el nuevo Presidente de Cuba, lo expresó con prestancia: "Solicito en esta Asamblea, como órgano supremo del poder en el Estado, que las decisiones de especial trascendencia para el futuro de la nación, sobre todo las vinculadas con la defensa, la política exterior y el desarrollo económico del país, me permita continuar consultándolas al líder de la Revolución, el compañero Fidel Castro Ruz."

La Revolución cubana cumplirá sesenta años el 2019, pero sus enemigos -también sus amigos- no terminan de entenderla; no han comprendido ni su naturaleza ni su esencia. Cuba no es un país donde la Revolución se hizo por decreto o por capricho de algún puñado de iluminados, si así hubiera sido, hace mucho tiempo que hubiera implosionado. Como lo ha dicho Fidel muchas veces, en Cuba, la Revolución la forjó el pueblo en auténtica y heroica lucha. Por eso es un pueblo identificado totalmente con su patria; ama y defiende lo que ha conquistado; es una nación llena de dignidad y de coraje. De lo contrario, ¿cómo habría resistido por más de cincuenta años el criminal bloqueo comercial, económico y financiero impuesto salvajemente por Washington?

La pasada semana en Isla Margarita, Raúl en su discurso no se guardó nada, y le dijo al mundo que Cuba “reafirma su incondicional respaldo al gobierno y pueblo venezolanos”; que rechaza “enérgicamente el golpe de Estado parlamentario-judicial en Brasil contra la presidenta Dilma Rousseff”; que “la hermana Colombia tendrá todo el apoyo de Cuba para avanzar en el difícil camino de la implementación del Acuerdo y la consolidación de la Paz justa y duradera que merece su pueblo”; que confía en que “el pueblo de la República Árabe Siria será capaz de resolver sus diferencias por sí mismo, sin injerencias externas dirigidas a promover un cambio de régimen”; que es inaceptable “que todavía el pueblo palestino continúe siendo víctima de la ocupación y la violencia, y que la potencia ocupante siga impidiendo la creación de un Estado palestino independiente con Jerusalén Oriental como su capital”; que se requiere la acción de la comunidad internacional porque “todos los intentos de garantizar la autodeterminación del sufrido pueblo saharaui se han frustrado”; que es solidaria “con la histórica demanda del pueblo puertorriqueño en pro de su autodeterminación e independencia”; que respalda al “reclamo de la República Argentina sobre las islas Malvinas, Sandwich del Sur y Georgias del Sur.” Esa es la voz de Cuba en el concierto internacional de las naciones, ¿qué otro país o gobierno tiene autoridad histórica y moral para habar así?

En ese escenario Raúl ratificó la naturaleza de la Revolución cubana: “Ratificamos la voluntad de sostener relaciones de convivencia civilizada con Estados Unidos, pero Cuba no va a renunciar a uno solo de sus principios, ni a realizar concesiones inherentes a su soberanía e independencia. No va a ceder en la defensa de sus ideales revolucionarios y antiimperialistas, ni en el apoyo a la autodeterminación de los pueblos.”

1 comentario:

Lidia dijo...

Esclarecedor artículo del compañero. Porque CUBA VA. Agradecemos a los compañeros de AUNA por darlo a conocer y hacérnoslo llegar. Abrazo Fraterno Lidia Donnini ( Mesa Internacionalista)