sábado, 27 de febrero de 2016

Costa Rica: Organización popular

Solo las comunidades organizadas podrán asumir con éxito el reto que hoy representa la seguridad ciudadana, la lucha contra las epidemias, la drogadicción y la delincuencia y podrán arreglarse calles y aceras,  crear espacios para el deporte y la recreación, embellecer plazas y parques,  proporcionar seguridad a escolares y ancianos.

Arnoldo Mora Rodríguez / Especial para Con Nuestra América

Mucho se ha hablado sobre las recién pasadas elecciones municipales. Lo cual demuestra que el haber separado la fecha de esas elecciones de las generales ha sido un acierto; constituye  un avance de la  democracia. Las elecciones de medio período posibilitan que los gobiernos locales logren una mayor autoestima , pues da mayor autonomía a las comunidades y las hace asumir sus deberes y derechos ciudadanos  en lo que atañe a la vida cotidiana. Sin embargo, estos procesos eleccionarios deben mejorarse comenzando por  las comunidades mismas. Hay una labor de educación que, tanto el TSE, como el gobierno central y los medios de comunicación, deben llevar a cabo, no solo con ocasión de las elecciones, sino permanentemente.

Las municipalidades mismas deben inducir a las comunidades a organizarse para enfrentar sus problemas. Las municipalidades son un reflejo de las comunidades que representan; no son ni mejores ni peores. Si un buen número no funciona, es porque las comunidades no están organizadas; por lo que no son capaces de ejercer presión a las autoridades locales a fin de que cumplan con sus deberes. Donde hay pueblos y barriadas organizados y conscientes de sus derechos ciudadanos y dispuestos asumir sus deberes para con su comunidad, nuestra vida democrática y sus instituciones estarán siempre sólidamente garantizadas.

Por eso, estas elecciones deben ser vistas como un punto de partida para lograr que nuestro país configure un sistema político realmente legitimado por el pueblo. La vida democrática obtiene su savia, como el árbol frondoso del suelo fértil, gracias  a un diálogo permanente, transparente y desinteresado entre las autoridades locales y las comunidades organizadas. Solo generando un tejido social sólido se puede levantar el edificio de la Patria y lograr que la gente  valore la política y confíe en sus representantes. La democracia comienza en cada barrio, en cada distrito, en cada cantón; de ahí sube hasta la  cúspide de los otros poderes de la República. La organización popular debe abarcar todas las facetas de la vida social; porque, como decía Aristóteles y repite la doctrina social de la Iglesia, el hombre es un ser social. La red de sus relaciones sociales define su personalidad, le da su lugar en el cuerpo social, le reconoce su dignidad de persona.

Es en su comunidad donde el ciudadano debe comenzar por enfrentar  los desafíos de su vida en sociedad. Solo las comunidades organizadas podrán asumir con éxito el reto que hoy representa la seguridad ciudadana, la lucha contra las epidemias, la drogadicción y la delincuencia y podrán arreglarse calles y aceras,  crear espacios para el deporte y la recreación, embellecer plazas y parques,  proporcionar seguridad a escolares y ancianos. La función de los gobiernos locales es crear espacios institucionales donde los ciudadanos puedan desarrollar, según sus capacidades, su condición de seres humanos plenos. Así se logrará combatir el desarraigue, la soledad y el abandono que sufren tantas familias que vienen del campo a medrar en barriadas periféricas. Solo cuando tengamos lúcida conciencia  de que una sociedad, que merezca el calificativo de HUMANA,  es aquella en la que el duro sobrevivir se asume en el convivir solidario, habremos entendido la importancia de los gobiernos locales.

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