sábado, 8 de noviembre de 2014

Cuba y la mezquindad miamense

La respuesta pronta de Cuba para apoyar la lucha contra el ébola en África Occidental se convirtió en noticia mundial; los grandes medios comerciales no pudieron ocultarla. Líderes de distintas partes reconocieron la capacidad de Cuba para enfrentar la epidemia. Los países poderosos económica y tecnológicamente tuvieron que admitir que éstos no son suficientes; Cuba cuenta, con lo que a ellos les falta: el personal dispuesto y preparado.

Ángel Bravo 
Especial para Con Nuestra América

Una característica del socialismo cubano es el internacionalismo solidario. La historia de su colaboración en distintas áreas (medicina, salud, militar, deporte, etc.) en el Tercer Mundo es larga y rica, pero desconocida. El bloqueo de los Estados Unidos contra la Isla también es informativo, logrando que mucha gente ignore las obras de Cuba en otras tierras del mundo; la tiranía mediática, si no invisibiliza los hechos, los tergiversa o calumnia.

La voluntad de Cuba para enfrentar la enfermedad se convirtió en noticia por dos razones: Primero, porque el mundo ignora lo que Cuba hace por la salud desde hace varias décadas, y segundo, porque no entienden cómo un país pequeño y bloqueado es capaz de asumir estos retos. El asombro de John Kerry (Secretario del Departamento de Estado), Samantha Power (Embajadora ante la ONU), Ban Ki-moon (Secretario General de la ONU), Margaret Chan (Directora General de la OMS) y Carissa Etienne (Directora de la OPS), hizo que la noticia se mantuviera en primeras planas.

Mientras que a los más altos niveles de Cuba y Estados Unidos se hacen esfuerzos colectivos contra la crisis de salud, en Miami gente de extrema derecha están indignados, y aparecen en los medios satanizando la presencia y la colaboración de Cuba. Ese es el caso del congresista republicano por Florida Mario Díaz-Balart quien ha dicho que Cuba está llevando a cabo con los médicos una operación de tráfico humano similar a la que se lleva con la prostitución, con los indocumentados o con el tráfico de órganos.

Otras voces igual de miserables como las de Díaz-Balart han afirmado que el Gobierno de Cuba les había hecho firmar un documento a los médicos, donde les decían que si contraían la enfermedad se quedarían allá; y en caso de muerte, sus restos no serían repatriados, sino incinerados, y que el noventa por ciento moriría en África; a los que regresaban vivos, les darían una casa, un automóvil y ocho mil dólares.

Solo personas enfermas, llenas de odio, resentimiento y venganza pueden decir esas infamias. Quienes hablan así son los mismos cretinos que se proclaman defensores de los derechos humanos, la democracia, la libertad, la justicia y la verdad. Son los que han apoyado todas las agresiones contra Cuba, son los desquiciados mentales que disfrutan cuando un huracán azota la Isla o hay algún accidente automovilístico en La Habana.

A nadie en este mundo con un mínimo de decoro, se le ocurriría calificar a una misión médica de tráfico humano, cuando está dispuesta a combatir una epidemia, con posibilidades de extenderse.

Es difícil que quienes están cegados por el odio y el dinero entiendan la naturaleza de la Revolución Cubana y de sus actos solidarios más allá de sus fronteras. Fidel lo reiteró hace más de veinticinco años: "Ser internacionalista es saldar nuestra propia deuda con la humanidad. Quien no sea capaz de luchar por otros, no será nunca suficientemente capaz de luchar por sí mismo." ¿Ser internacionalista no es acaso una manifestación del hombre nuevo del que habló Ernesto Guevara?

Es conocida la costumbre que tenía Fidel de reunirse en el aeropuerto con los voluntarios para despedirlos y pasar largas horas conversando. Para muchos internacionalistas esas misiones significaban su Asalto al Cuartel Moncada, su desembarco del Granma, su Playa Girón o su lucha en Angola. Arriesgar la vida por amor, sin esperar recompensa material, es lo que los enemigos de la Revolución Cubana nunca entenderán. 

A propósito de la misión en Angola, Fidel en 1975 resumió la espiritualidad del internacionalismo revolucionario y la necedad del enemigo: «Ellos están acostumbrados a pensar que cuando un país hace algo es porque está buscando petróleo, o cobre, o diamante, o algún recurso natural. ¡No! Nosotros no perseguimos ningún interés material, y es lógico que los imperialistas no lo entiendan, porque se guían por criterios exclusivamente chovinistas, nacionalistas, egoístas”.

¡A más mezquindad, más revolución!

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