lunes, 19 de mayo de 2008

El poder blando de Estados Unidos

Por Diego Hernán Córdoba (*)
Agencia Periodística del MERCOSUR

Siete de cada diez conceptos teóricos son producidos por el país del norte. Su industria cultural ha penetrado e invadido la región desde el siglo pasado. ¿Cómo afecta esta situación a Latinoamérica?

La estrategia de Estados Unidos tras el triunfo de los aliados en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) fue aprovechar las ventajas de su liderazgo y la potencialidad de sus industrias culturales. Por este motivo se comenzó a utilizar lo que los estadounidenses denominaron el “soft power” (poder blando), para racionalizar el uso del poder duro, basado en la coacción que se deriva del poderío militar y económico. El soft power está basado en la cultura, los ideales políticos y las medidas políticas.

Por consiguiente, la invasión cultural consiste en imponer -obligatoria o disimuladamente- a sociedades que aún no han logrado desarrollar plenamente su conciencia de identidad, la manera de ver, simbolizar, valorar, entender, explicar y actuar de las llamadas sociedades del primer mundo.

Marcos Roitman, sociólogo y docente de la Universidad Complutense de Madrid, en el informe especial realizado sobre éste tema que hizo el programa de radio argentino “Marca de Radio” en La Red AM 910, señaló: “El lenguaje produce una manera de entender el mundo, si nosotros no tenemos palabras para entender el mundo otros pondrán en nosotros ese vocabulario sobre el cual nosotros incorporamos y vivimos el mundo”.

En ese contexto, agregó que se utilizan palabras como transfusión, democracia, gobernabilidad, terrorismo sin conocer su significado. “Eso quiere decir que otros están produciendo el significado de las cosas y nosotros simplemente actuamos sin saber que es lo que estamos diciendo. Es decir, usted no lo piense que el sistema lo ha pensado por usted”, agregó.

La capacidad mediática y económica que posee Estados Unidos de inundar al mundo con los “pepers" hace que en Latinoamérica se debata lo que ellos ponen sobre la mesa. Al respecto, Marcos Roitman sostiene: “Si lo planteamos en término de lenguaje donde somos seres humanos y por tanto desde la lógica de la comunicación, podríamos entender que siete de cada diez conceptos teóricos son producidos por los tanques de conocimiento de Estados Unidos”.

Al respecto, el escritor argentino Arturo Jauretche, en su libro “Los Profetas del Odio y la Yapa” simboliza esta situación como la Colonización Pedagógica, la cual afecta a gran parte de los intelectuales latinoamericanos que piensan su país desde un pensamiento europeizado. Por consiguiente, no siempre es posible encontrar huellas del pensamiento nacional latinoamericano en las más altas esferas de la ciencia, la política, la filosofía y académicas”.

Por esa senda, con acierto, la socióloga argentina Alcira Argumedo en su libro “Los Silencios y las Voces en América Latina” señala que deben explotarse otros registros: desde las proclamas políticas de los movimientos de masas, hasta las tradiciones culturales de los pueblos, pasando por la obra de determinados autores que se ubican realmente como intelectuales nacionales. Es decir, que han operado algún grado importante de ruptura con la cosmovisión dominante, y pasan a sistematizar otras ideas y proyectos.

En ese sentido, Argumedo destaca que esas otras ideas y proyectos forman parte de una matriz autónoma de pensamiento nacional y popular, un paradigma teórico político alternativo a las matrices de pensamiento extranjeras incapaces de dar cuenta de todos los sincronismos históricos.

Asimismo, Fernando Baéz escritor y director de la Biblioteca Nacional de Venezuela, en el informe especial realizado por la emisión radial mencionada sostuvo: “Cuando sacamos estadísticas de ¿Cuántos libros latinoamericanos se traducen al ingles en Estados Unidos? El porcentaje no llega ni siquiera al 8 por ciento. En cambio ¿Cuantos porcentajes de libros de autores estadounidenses se traducen en este momento al español? Alrededor del 80 por ciento”.
Pero no sólo los intelectuales son influenciados por pensamientos de los países centrales, también la sociedad se encuentra empapada de la cultura estadounidense. “Fue (en alusión a los Estados Unidos) un proceso de uniformización muy grande tanto en el leguaje, cómo en la vestimenta, como en los hábitos de consumo, y eso le dio a la cultura estadounidense un aire de democracia, que las culturas tradicionales europeas no lo tenían, eran culturas más estamentales”, afirmó en “Marca de Radio”, el sociólogo y docente universitario Atilio Borón.

“Eso se ve claramente en la difusión de algunos elementos de la cultura estadounidense -añadió Borón- como la indumentaria, fundamentalmente los jeans que fueron parte de esa gran expansión. La generalización de la “Fast Food” (comidas rápidas), todo eso se impuso, con un enorme aparato publicitario, detrás toda la industria cinematográfica y la televisión promoviendo eso, como lo sigue haciendo hasta el día de hoy”.

Armando Mattelart y Ariel Dorfman en 1971 publicaron el libro “Para Leer al Pato Donald”, que permitió entender la naturalización que le daba este dibujo animado al derecho a la propiedad privada de los medios de producción. Donald es la metáfora del pensamiento burgués; es la manifestación simbólica de una cultura que articula sus significaciones alrededor del oro y que lo vuelve inocente al despegarlo de su función social. Para Dorfman y Mattelart, detrás de la máscara del mito Disney se esconde el inevitable mensaje propagandístico del imperialismo cultural, del capitalismo estadounidense y del mítico "American Way of Life" (Modo de vivir Americano).

Cuando Estados Unidos en el año 2006 comenzó la negociación para firmar el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Colombia, uno de los temas más duramente se discutió fue levantar la prohibición que existía en el horario central de la televisión colombiana, para obtener la entrada de las series estadounidenses.

Por otro lado, todos los años en Las Vegas, Estados Unidos, se reúnen los directivos de cadenas miembros de la Asociación Nacional de Ejecutivos de Programación Televisiva con el fin de comprar los formatos de televisión que allí se venden. “Amas de casa desesperadas”, “La Niñera”, “Casados con Hijos”, “¿Quién es el Jefe?”, entre otros programas se adquieren allí para luego realizar la versión latinoamericana en cada país.

Asimismo, cabe destacar que India es el primer productor mundial de películas. Produce hasta mil por año, en diversos idiomas, pero sin embargo las diez películas más vistas en el mundo fueron realizadas en Estados Unidos: “Titanic”, “Episodio 1 Star Wars”, “Jurassic Park”, “El Día de la Independencia”, “Star Wars”, “El Rey León”, “E.T. (El Extraterrestre)”, “Forrest Gump”, “Sexto Sentido” y “Jurassic Park 2”. La primera de ellas recaudo 1.835 millones de dólares.

Muy pocas entidades quedan por fuera de esta gran potencia. Situación que demuestra lo dificultoso de resistir la presión de la industria cultural del capitalismo. Con un dinamismo avasallante y con cifras astronómicas, es un mercado que tiene una enorme capacidad de absorción de lo diferente.

Cuando se plantean cuestiones más de fondo que van al corazón del sistema, ahí la respuesta claramente es una represión brutal: la aplicación del poder duro. Pero por ahora con el poder blando llegan muy lejos, sino preguntémonos: ¿Por qué tomamos Coca-Cola? ¿Por qué verdaderamente nos gusta o por la feroz campaña publicitaria que existe?

(*) El autor de esta nota es alumno del Seminario “Periodismo en Escenarios Políticos Latinoamericanos” que actualmente dicta la Agencia Periodística del Mercosur (APM) en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina.

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