domingo, 31 de agosto de 2008

Nuevos dilemas de América latina

En los gobiernos de Chávez, Correa y Evo, se decide, en última instancia, el rumbo del nuevo ciclo, si es que se consolida, porque en ellos tres existen procesos políticos típicamente revolucionarios, con polarización social y avanzados movimientos sociales y políticas públicas de resistencia al imperialismo.
Modesto Emilio Guerrero / NuestraAmérica.info
Es posible que estemos parados en un punto temporal desde el que se está modificando el mapa político latinoamericano de los últimos diez años. Varias señales indican que la tendencia puede comenzar a moverse hacia el lado contrario de aquello que se acumuló en esta década. Varias incógnitas deberán despejarse, pero se concentran en pocos países.
Bolivia, Venezuela y Ecuador componen la ecuación política de la América latina actual. Siempre en el contexto de un escenario mayor y disímil y por ello complejo y contradictorio.
Allí se reúnen la tirante Argentina de la disputa por la renta agroexportadora; la Colombia siempre a punto de explotar entre su violencia impertérrita profunda y la presión norteamericana; el Perú del Alan García dispuesto a todo con tal de mantener su estrecha relación con Washington; el emergente y susceptible Paraguay de los incómodos campesinos de Lugo; o el Brasil de las tentaciones hegemónicas dislocantes, y un dato no menor: el rumbo post Irak que tome el próximo gobierno de EE.UU., donde hasta Henry Kissinger aconseja salir rápido, pero en orden, para rehacer las fuerzas del imperio en el resto del planeta.
Como no se trata de una ecuación aritmética, los resultados posibles dependerán de las complejidades de la política, sus clases en pugna, y lo que hagan bien o mal sus líderes, organizaciones y movimientos sociales.
Buscando el poder por los costados
Las tendencias más profundas acaban de manifestarse en la mediterránea Bolivia, claro, al estilo boliviano. El alentador triunfo de Evo Morales en el revolcado referéndum revocatorio del domingo pasado, no debe ocultar el enorme peligro de lo nuevo.
La novedad no es que Evo haya ganado en el voto, algo previsto en el mapa social y étnico del país, favorecido desde 2006 por las estatizaciones y la redistribución económica.
El presidente Evo Morales ganó superándose a sí mismo en el terreno de las urnas y esa fue la mejor noticia de estos días, pero a su gobierno le apareció su "Plaza Altamira", aquel símbolo del "poder territorial" simbólico que el antichavismo venezolano construyó en ese coqueto barrio al este de Caracas.
En el caso boliviano, ese nuevo "poder territorial" es superior. No sólo porque tiene asiento en la estratégica región suroriental, donde se concentra el poder energético y parte de la fuerza industrial nueva de Bolivia, es que ha logrado construir una base social amplia, tan reaccionaria como fuerte. Este descuido del gobierno central permitió la consolidación de una fuerza política y social capaz de desafiar al poder político y militar de La Paz.
Lo distinto está en que la derecha boliviana, profundamente clasista, etnicista y pro yanqui, ha consolidado un poder político-territorial, con capacidad de desafiar el poder central en varios terrenos. Es como si estuvieran buscando el poder que perdieron por los costados del país.
La segunda prueba venezolana
Un peligro de ese tenor no está descartado a priori en Venezuela en las elecciones de noviembre, salvo que cayéramos victimas de falsas ilusiones triunfalistas.
Si la derecha venezolana, aun en su mal estado actual, ganara por defecto ajeno varias gobernaciones y alcaldías, se estarían repitiendo en forma ampliada las causas de la derrota del 2 de diciembre de 2007. La "Media Luna boliviana" tendría más posibilidades de aparecer en los estados Apure, Zulia y Táchira, en la revulsiva frontera con Colombia. Todo dependerá de lo que haga –o no haga– el gobierno bolivariano, y sus determinantes efectos en el sensible estado de ánimo político de millones de chavistas.
Algo similar tiende a componerse en Ecuador, donde el alcalde de Guayaquil avanza sin prisa ni pausa en su pretensión autonómica conectada a las ínfulas derechistas del gobierno colombiano. De hecho, la más importante noticia ocurrida en el país de Rafael Correa, la aprobación de su avanzada Constitución, no fue registrada en el continente. Es que el proceso político ecuatoriano tiene adentro el mismo peligro que antes tuvo Chávez y hoy acosa a Morales. El problema es que el bicho tiene asiento en el poder de la segunda ciudad del país, superior a Quito en varios aspectos.
En los gobiernos de Chávez, Correa y Evo, se decide, en última instancia, el rumbo del nuevo ciclo, si es que se consolida, porque en ellos tres existen procesos políticos típicamente revolucionarios, con polarización social y avanzados movimientos sociales y políticas públicas de resistencia al imperialismo.
En estas dudas nace el dilema y el destino del continente en su próxima etapa.

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