sábado, 6 de abril de 2013

Centroamérica en la mira de los Estados Unidos

La seguridad puesta en entredicho por el narcotráfico y el crimen organizado es la excusa para que los Estados Unidos sigan manteniendo su presencia militar y policial en la región. La articulan con lo que ya han podido construir en México y Colombia, que cada vez se integran más a estos esfuerzos, constituyendo un verdadero cinturón de seguridad.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica

Seguridad nacional y control: los objetivos
de Obama en su gira a Centroamérica.
¿Por qué visita Barack Obama a la pequeña Centroamérica, una región con la que los Estados Unidos tienen un intercambio comercial que para ellos es insignificante, que no forma parte de ninguno de los bloques de poder mundial y que es visto, en la misma Latinoamérica, como una región marginal a la que a veces se le escamotea, incluso, su pertenencia a la comunidad latinoamericana?

La visita porque Centroamérica forma parte, en la doctrina de la seguridad nacional norteamericana, del primer círculo para su defensa estratégica, junto con México y el Caribe, y esto implica la necesidad de mantenerla bajo su férreo control, como lo han demostrado a través de la historia.

El primer punto que siempre ha interesado a los norteamericanos es el de la seguridad; es decir, el de su seguridad. El tema vuelve a salir en la agenda a tratar en la próxima visita del presidente norteamericano a Costa Rica, en donde piensa entrevistarse con los presidentes del resto de Centroamérica, y adquiere las connotaciones de la coyuntura actual: se trata de la seguridad asociada al narcotráfico y al crimen organizado.

Pero el tema de la seguridad siempre ha estado en la agenda norteamericana para la región, no es algo nuevo. Para los Estados Unidos, es de vital importancia tener el control de una región en donde existen dos canales interoceánicos, uno real y otro virtual, el de Panamá y el de Nicaragua.
Desde el siglo XIX, cuando Nicaragua aparecía como el lugar en donde existían más posibilidades para construir el canal, los Estados Unidos pusieron sus ojos sobre este país. En 1855, una gavilla de bandoleros, aupados por la convicción mesiánica del destino manifiesto, lo invadieron bajo la dirección de William Walker -quien antes había intentado separar Sonora y Baja California de México para luego agregarlas a la unión americana-, y pusieron en pie de guerra a todas las naciones centroamericanas.

Luego, a inicios del siglo XX, tuvieron una participación abierta en el desgajamiento de Panamá de Colombia, con el fin expreso de construir en ese nuevo país el Canal de Panamá, que se había decantado como más viable que el de Nicaragua.

Pero si bien construyeron el canal en Panamá, se vieron en la necesidad de impedir que cualquier otra potencia construyera el de Nicaragua, con lo que se mantuvieron intermitentemente en este país durante todos los primeros 30 años del siglo XX, hasta que vieron más práctico crear un ejército que defendiera sus intereses sin que ellos estuvieran presentes, y para ello organizaron la Guardia Nacional que comandó la dinastía de los Somoza hasta 1979.

Precisamente, la derrota de esa Guardia Nacional pretoriana nicaragüense abrió un período en el que los Estados Unidos vieron peligrar su dominio indiscutible sobre Centroamérica, pues en Guatemala y El Salvador se desarrollaban verdaderas guerras de liberación nacional que lo jaqueaban en el extremo norte de la región.

La respuesta fue contundente de su parte y no escatimó recursos. La contrarevolución fue apoyada en Nicaragua (Reagan mismo se autodefinió como un contra), y los ejércitos de El Salvador y Guatemala recibieron pertrechos y entrenamiento, si no de forma directa, indirectamente, a través de los ad lateres norteamericanos como Israel o la dictadura argentina.

Más recientemente, ante la posible ampliación del ALBA, o algunos de sus mecanismos de cooperación hacia la región, ni lerdos ni perezosos dieron un golpe de Estado en Honduras. Ese golpe sobre la mesa le advirtió al FMLN en El Salvador cuáles eran los límites que no debía traspasar en caso de que unos pocos meses después, como ciertamente sucedió, ganara la contienda electoral. Asimismo, frenó el timorato coqueteo de Alvaro Colom con Petrocaribe en Guatemala y de Oscar Arias en Costa Rica.

Ahora, la seguridad puesta en entredicho por el narcotráfico y el crimen organizado es la excusa para que los Estados Unidos sigan manteniendo su presencia militar y policial en la región. La articulan con lo que ya han podido construir en México y Colombia, que cada vez se integran más a estos esfuerzos, constituyendo un verdadero cinturón de seguridad que más adelante podrá prolongarse hacia Perú, estableciendo una alianza estratégica vital para el momento político que vive América Latina.

No hay que decir que tales alianzas no han logrado bajar ni los índices de violencia ni el tráfico de drogas, pero sí han dejado una constelación de bases militares y acuerdos de navegación por aguas nacionales que permiten un desplazamiento a sus anchas de la armada norteamericana.

Es así como expande la paz el Premio Nobel Barack Obama.

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