sábado, 26 de febrero de 2022

Argentina y la ruta de la seda

 Sabemos que toda alianza tiene sus costos y las ambiciones chinas no escapan a las ambiciones que tuvo España en su momento, Gran Bretaña o Estados Unidos. Sin embargo, son los desafíos y riesgos que nos depara este siglo XXI.

Roberto Utrero Guerra / Para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina


El reciente viaje del presidente Alberto Fernández a China tuvo varios objetivos estratégicos y comerciales. Como presidente de Argentina Fernández fue a Beijing para celebrar 50 años de lazos bilaterales con la República Popular China y como presidente temporal de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), como interlocutor de la región ante el gigante asiático. 

 

En lo estratégico fue poner de manifiesto que estamos viviendo en un mundo multipolar, presionados por la potencia hegemónica continental en decadencia, con un infernal poderío bélico, que hostiga constantemente los asuntos internos. En ese sentido, había que dejar en claro que el país establece alianzas bilaterales en distintos temas de interés común.

 

Dada la magnitud de la inversión y los proyectos a desarrollar en forma conjunta en diversas áreas, resulta apropiado intentar muy por encima describir ese fenómeno de multitudes llamado China, al menos desde sus cambios más llamativos.

 

Tierra milenaria y exótica siempre despertó la curiosidad de artistas y cineastas intentando describir sus asombrosas particularidades. Un magnífico ejemplo es lo logrado en la gran pantalla: en 1987 se estrenó El último emperador, la película dirigida por Bernardo Bertolucci, ganadora de nueve premios Óscar, con un reparto estelar entre los que estaban: John LoneJoan ChenPeter O'TooleRuocheng YingVictor WongDennis DunRyuichi SakamotoMaggie HanRic YoungVivian Wu y Chen Kaige en los papeles principales. Una importante coproducción de China, Italia, Reino Unido y Francia.

 

Allí se cuenta la historia de Puyi, el último emperador de China; subió al trono a los dos años de edad en 1908. Vivió rodeado de un séquito de institutrices y eunucos, adorado por 500 millones de personas como una divinidad intocable del imperio celeste. Gobernó en la Ciudad Prohibida hasta que las fuerzas republicanas abolieron la corte imperial. Encerrado allí, se casó dos veces. Más tarde, tuvo que abdicar e irse. Gobernó Manchuria después de que China le diera la espalda; Puyi fue un títere de las fuerzas de ocupación japonesas en Manchuria hasta que Japón se rindió ante los aliados. Después de la capitulación japonesa, Puyi decidió rendirse ante los estadounidenses, pero su intento fracasó y fue hecho prisionero por los soviéticos, que lo entregaron a los comunistas chinos.

 

Cuando la revolución comunista triunfa en China, Puyi es encarcelado para "limpiar" su mente de todo vestigio occidental y capitalista y por haber colaborado con los japoneses. Durante su estancia allí, el jefe de la prisión le enseña a hacer cosas con las manos, a darse cuenta de las atrocidades que hicieron los nipones en China mientras que era emperador de Manchuria y a asumir la responsabilidad de sus acciones al respecto. Después de años de prisión, vuelve a Pekín y, en los últimos años de su vida, es jardinero del parque botánico de la ciudad. Lleva entonces una vida como la de cualquier hombre común, siendo testigo del culto a Mao y de la Revolución Cultural. Finalmente muere en 1967. 

 

En menos de seis décadas de su vida, los cambios culturales y políticos habían transformado China. Lo que a Occidente le había llevado más de seis siglos allí se había producido en menos de uno. Idéntico ritmo tuvo su adaptación al capitalismo ligado al socialismo.

 

Si bien viajeros de Occidente habían tenido noticias de esa antigua civilización, recién con Marco Polo mantuvieron vínculos comerciales con esa tierra, a la que conocieron como Catay. De allí, el célebre mercader veneciano trajo los fideos que se hicieron famosos en Italia. 

 

Descubridores de la pólvora, viajeros incansables, los que se supone llegaron un siglo antes de Colón a América, inventores, constructores de la Gran Muralla, creadores de la Ruta de la seda, una red de rutas comerciales organizadas a partir del negocio de la seda china desde el siglo I a. C., que se extendía por todo el continente asiático, conectando a China con Mongolia, el subcontinente indio, Persia, Arabia, Siria, Turquía, Europa y África.

 

En 2014, la Unesco eligió un tramo de la Ruta de la Seda como Patrimonio de la Humanidad con la denominación Rutas de la Seda: red viaria de la ruta del corredor Chang’an-Tian-shan. Se trata de un tramo de 5000 kilómetros que va desde la zona central de China hasta la región de Zhetysu, situada en el Asia Central,incluyendo 33 nuevos sitios en China, Kazajistán y Kirguistán.

 

La Nueva Ruta de la Seda o Puente Terrestre Euroasiático, es la ruta de transporte ferroviario para el movimiento de tren de mercancías y tren de pasajeros por tierra entre los puertos del Pacífico, en el Lejano Oriente ruso y chino y los puertos marítimos en Europa. La ruta, un ferrocarril transcontinental y puente terrestre, actualmente comprende el ferrocarril Transiberiano, que se extiende a través de Rusia, y el nuevo puente de tierra de Eurasia o segundo puente continental de Eurasia, que discurre a través de China y Kazajistán, también se van a construir carreteras entre las ciudades de la ruta. 

Con más de 13.500 kilómetros actualmente, el tren une más de ocho países desde China hasta Portugal, dando muestra de la actualidad de ese medio de transporte líder de la revolución industrial. Medio económico, estratégico, masivo y sustentable que Argentina destruyó absurdamente en los noventa.

 

Esta impresionante infraestructura ferroviaria complementa las rutas marítimas, cuya proyección y desarrollo se supone de largo aliento como todo lo que ellos planifican, haciendo uso de su gran sabiduría acumulada a través de milenios. 

 

Quien describe la gran diferencia de pensar entre Occidente y el mundo chino, es Carl G. Jung, en el Prólogo del I Ching o Libro de las mutaciones, cuyos hexagramas son consultados con frecuencia; obra publicada en 1948, traducida al inglés por el sinólogo Richard Wilhem en 1923, luego de haber llegado a Europa en el siglo XIX. Allí, el eminente psicólogo expone: “No conozco el idioma chino ni he estado nunca en China. Puedo asegurar al lector que no es en modo alguno fácil hallar la correcta vía de acceso a este monumento del pensamiento chino, que se aparta de manera tan completa de nuestros modos de pensar. A fin de entender qué significa semejante libro es imperioso dejar de lado ciertos prejuicios de la mente occidental. Es un hecho curioso que un pueblo tan bien dotado e inteligente como el chino no ha desarrollado nunca lo que nosotros llamamos ciencia. Pero sucede que nuestra ciencia se basa sobre el principio de causalidad, y se considera que la causalidad es una verdad axiomática. No obstante, se está produciendo un gran cambio en nuestro punto de vista.” 

 

A pesar de los años en que fueron hechas estas observaciones, no dejan de sorprender dado el creciente protagonismo chino en el mundo actual, el que ha desplazado económicamente a EEUU y Europa. Hecho del que, desde luego, no puede ser ajeno nuestro país.

 

Aunque las restricciones pandémicas quitaron de pompa la gira presidencial, el reciente viaje de Alberto Fernández a China resulta clave para el futuro de Argentina. Si bien, en 2004, Néstor Kirchner visitó a este país con una inusual y visionaria comitiva de 350 personas entre ministros, gobernadores y empresarios, varios presidentes argentinos ya habían hecho anteriormente, incluso el dictador Videla. A Alfonsín lo recibió Deng Xiaoping. Posteriormente, también fueron Menem y De la Rúa. Pero recién con Kirchner China tuvo un socio que buscó a la Argentina con interés estratégico. El presidente Fernández entonces jefe de Gabinete, quiere retomar esa senda, que con Macri, tuvo idas y vueltas.

 

Hay 16 obras que Argentina quiere priorizar: cuatro para rehabilitar trenes del Belgrano Cargas, San Martín, Roca y una modernización integral; una de vivienda; dos viales (como las conexiones físicas vía los puentes Chaco–Corrientes y Santa Fe–Paraná); una de acueductos y plantas de tratamiento; una de gasoductos y siete de energía.

 

Este último sector es clave. Incluye la central nuclear IV con la tecnología Hualong y sería la mayor inversión china en el país, con transferencia de tecnología, por más de 8 mil millones de dólares, lo que duplica la que hasta ahora era la más importante, las represas Kirchner y Cepernic en Santa Cruz. 

 

También se firmará la ampliación del parque solar Cauchari de Jujuy, el mayor en su tipo en Latinoamérica. Lo ejecuta Power China. Y otra novedad es que la Secretaría de Energía de la Nación y el grupo CET avanzarán en el contrato para mejorar la red eléctrica del Área Metropolitana de Buenos Aires, que involucra en esta primera etapa 1100 millones de dólares.  

 

Para cerrar el capítulo energético, las carpetas que lleva Fernández para negociar con Xi son otras obras de trasmisión y distribución eléctrica, la hidroeléctrica “Potrero del Clavillo – El Naranjal” (Tucumán—Catamarca), el parque eólico/solar “Cerro Arauco”, en La Rioja, y obras de energías renovables.

 

Se realizará un Foro Virtual Empresario con anuncios sobre minería (en especial litio), transferencia de tecnología desde Argentina a China a través del INVAP con la venta de reactores para radioisótopos medicinales, autos eléctricos (Chery anunciaría una fábrica, probablemente en Santa Fe), educación, cultura, defensa, promoción del fútbol, turismo y agronegocios. 

 

Respecto de la tecnología de telecomunicaciones 5G, no habrá grandes anuncios. El negocio no es entre Estados sino entre cableoperadores. Este año debería licitarse el espectro argentino y Huawei, la firma perseguida por Estados Unidos, va a competir. Ya pisa fuerte en Brasil, Chile y Uruguay con 5G, para citar mercados cercanos con gobiernos para nada “antiestadounidenses”.[1]

 

El ministro Matías Kulfas celebrando el medio siglo de las relaciones entre Argentina y la República Popular China dijo hace unos días: “En medio siglo de relaciones diplomáticas entre Argentina y la República Popular China, hemos construido una relación intensa y muy valorada, con mucho espacio para seguir creciendo. Desde los recursos naturales hasta la economía del conocimiento.”

 

En la actualidad es el segundo mayor socio comercial de Argentina y uno de los principales destino de las exportaciones nacionales. Durante 2021, las exportaciones totales a China fueron de U$S 6.164 millones valor FOB. En enero de 2022, fueron U$S 330 millones, lo que representa un crecimiento del 19% respecto de 2021.[2]

 

Sabemos que toda alianza tiene sus costos y las ambiciones chinas no escapan a las ambiciones que tuvo España en su momento, Gran Bretaña o Estados Unidos. Sin embargo, son los desafíos y riesgos que nos depara este siglo XXI.



[1] https:// Infobrisas.com. Néstor Restivo, Director periodístico de DangDai y profesor de las especializaciones sobre China en la UNLP y la UNDef, 6 de febrero de 2022

[2] Argentina.gob.ar. Viernes 18 de febrero de 2022.

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