La OTAN celebró su 75 aniversario con el objetivo de impedir que el orden global continúe su transformación y se consolide un modelo multilateral alternativo, con centro económico en el sudeste asiático y geopolítico en el denominado Sur Global.
Jorge Elbaum/ Página12
La Alianza Atlántica busca blindar el unilateralismo y el derecho de Occidente a instituir bloqueos y sanciones a quienes no se someten a sus prerrogativas geopolíticas. En 1949, una docena de países se asoció para enfrentarse al Pacto de Varsovia y especialmente a la Unión Soviética. El comunismo dejó de existir en Europa Oriental en la década de los´90 del siglo pasado y, sin embargo, la OTAN no disminuyó su presencia. Por el contrario, la incrementó. Al inicio del presente siglo el propio Vladimir Putin solicitó el ingreso de la Federación Rusa a la OTAN. La respuesta fue negativa. A esa altura, todos los actores dedujeron que el enemigo a ser desintegrado era el gigante euroasiático. Hoy son 32 los socios de la alianza militar occidental.
Vladimir Putin y los militares rusos decidieron romper el cerco para evitar la repetición de aquella traición sufrida en 1941, cuando la invasión nazi dejó 28 millones de muertos a la URSS. Esta es la tercera vez que Occidente busca debilitar y/o desmembrar al país más extenso del mundo, poseedor de recursos naturales incalculables. La primera de ellas fue comandada por Napoleón Bonaparte. La segunda fue la ordenada por Adolf Hitler: los rusos parecen saber de asedios, ataques y cercos.
La guerra en Ucrania se inició con el golpe de Estado de 2014, que proscribió a los partidos políticos rusohablantes. Se ahondó con la masacre de la Casa de los Sindicatos, en Odesa, donde fueron quemados vivos medio centenar de manifestantes que recordaban la victoria del Ejército Rojo. Se reforzó con las persecuciones en el Donbas y con las amenazas de Kiev de emplazar baterías de misiles de la OTAN a 600 kilómetros de Moscú. En 2018 el gobierno golpista de Kiev decidió designar al ex integrante de las SS, Joseph Bandera como héroe nacional ucraniano. El emplazamiento de su monumento fue considerado por quienes recuerdan la Batalla de Stalingrado como como una declaración de guerra.
Hace tres años se inició la denominada Operación Militar Especial, decidida por Moscú para romper el cerco desplegado por la OTAN. El actual secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg (foto, der., junto a Zelenski)–que concluirá su mandato el próximo primero de octubre–, se sinceró en el primer día de la cumbre, al advertir que la posible victoria de Moscú en el campo de batalla supondría un cambio integral del escenario global: “El resultado de esta guerra –asumió– dará forma a la seguridad global durante décadas.”
Lo que el titular de la Alianza Atlántica ocultó es que los BRICS, sobre todo China y Rusia, se atrevieron a desafiar el globalismo unilateralista controlado por la Tríada del Poder Real: las transnacionales, los centros financieros internacionales y el Complejo Militar Industrial. Y que las organizaciones que le brindan cobertura (la OTAN, el G7, el FMI y el Banco Mundial) empieza a perder capacidad relativa de injerencia en el Sur Global. Por eso la contienda bélica en Europa Oriental enfrenta a Moscú contra Ucrania más los 32 países que integran la OTAN. Eso explica la presencia de 12 mil oficiales y reclutas de 84 países alistados en los regimientos de Kiev, contratados para combatir contra las tropas rusas.
Los miembros de la Alianza llegan a su 75 aniversario con fragilidades y apatías en el mismo lapso en el que Moscú continúa su avance paciente y meticuloso en el campo de batalla. La reunión que se desarrolla en el auditorio Andrew W. Mellon, el mismo lugar donde Harry Truman organizó la primera Cumbre en 1949, lo hace bajo cuatro condicionamientos, identificados como debilidades:
(a) El anfitrión Joe Biden exhibe claras señales de deterioro cognitivo mientras su oponente Donald Trump se muestra desconfiado de la OTAN y crítico de Volodimir Zelensky.
(b) El mandatario húngaro y líder de la derecha europea Victor Orban se desvinculó del énfasis guerrerista de Washington y Bruselas. Orban viajó a Moscú para entrevistarse con el presidente ruso mientras las usinas de propaganda otantistas buscan difundir la imagen de un Putin aislado.
(c) La crisis económica que viven los europeos –producto del encarecimiento de la energía y los alimentos–, ha deteriorado el vínculo de las ciudanías. Desde el inicio de la guerra en febrero de 2022 los aliados han invertido un total de 120 mil millones de dólares en asistencia a Kiev.
(d) El Nuevo Frente Popular de Jean-Luc Mélenchon y la ultraderecha francesa de Marine Le Pen se han diferenciado de forma explícita del énfasis guerrerista de Emmanuel Macron. Siete de cada diez franceses se ubica en las antípodas de las pretensiones de la OTAN.
En el ágape brindado a los periodistas que cubrieron la Cumbre en el Mellon Auditorium, a escasos 200 metros de la Casa Blanca, un periodista nacido en San Petersburgo –entonces Leningrado– comentó: “Sucede que la Federación Rusa no tiene día de la independencia. Es que nunca fue sometida y nunca dependió de nadie”.
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