sábado, 6 de julio de 2024

Argentina: 50 años de la muerte de Perón

Este lunes 1° de julio se cumplieron 50 años de la muerte del tres veces presidente de la Nación Argentina, Juan Domingo Perón.


Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América

Desde Mendoza, Argentina


El recordado acontecimiento que conmovió al país y al mundo allá por 1974 es una epifanía en tiempos en que gobierna el presidente más fellinesco de la política nacional, quizás sin ánimo de equivocarme, uno de los monstruos de las películas de otro director y guionista italiano memorable, Dino Rissi. Un presidente autodenominado anarco libertario empeñado en justamente, destruir la justicia social, doctrina que nace y se desarrolla de la mano de Juan Domingo Perón o, Perón a secas, apellido que ha intentado borrar la oligarquía de todos los tiempos de diversas manera: arrojando toneladas de bombas sobre la Plaza de Mayo, fusilando a los generales Tanco y Valle y otros compañeros; proscribiendo y persiguiendo al movimiento en el largo exilio de Perón; o posteriormente a su muerte, masacrando a la sociedad argentina en la última dictadura cívico-militar-eclesiástica.

 

Quienes vivimos aquellos tumultuosos momentos, jamás podremos olvidar la marca que nos dejaron esos escasos meses desde el regreso del viejo líder de España y los obstáculos que debió sortear por los caprichos personales del General Alejandro Agustín Lanusse, para poder llegar a la presidencia a través de la fórmula Perón – Perón, dado que su esposa María Estela Martínez de Perón lo acompañó, aunque esta mujer jamás pudo acercarse a la segunda esposa del General, Eva Perón, la inolvidable abanderada de los humildes. El mito viviente que aún recorre las calles olvidadas del país.

 

Fundador del movimiento nacional justicialista apenas finalizada la Segunda Guerra Mundial, cuando el mundo se repartió entre el Occidente Capitalista, encabezado por Estados Unidos y sus aliados y el Oriente Comunista de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, Perón pudo encontrar una Tercera Posición entre ambos bandos, cuya columna vertebral fue el movimiento obrero, dando dignidad por primera vez a los trabajadores sin importar a qué ideología pertenecían.

 

El destadado jurista, Dardo Pérez Guilhou, mi amigo y profesor de Derecho Constitucional en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales en los setenta y ministro de Educación en la dictadura de Juan Carlos Onganía, me comentaba que, estando en España en 1967, el dictador Francisco Franco, le confesó que Perón desde el exilio tenía más poder que todos los generales argentinos juntos. Tenía razón. Era así.

 

Incluso el mismo Onganía que derrocó el 28 de junio de 1966 al presidente radical, Arturo Humberto Illia, en un proceso que denominó Revolución Argentina y, como en el ’55, contó con el apoyo de grupos económicos y de los cursillistas de la Iglesia Católica, quiso asimilar al peronismo a través de la cooptación de algunos dirigentes sindicales que pasaron a llamarse “colaboracionistas”, so pretexto de no dejar en manos castrenses la conducción gremial. Para entonces, Augusto Timoteo Vandor, “El lobo”, para más datos, dirigente de la poderosa Unión Obrera Metalúrgica UOM y Secretario General de la CGT, sabía que Perón no podía regresar al país, hecho que había impedido Illia en 1964, en el aeropuerto de Río de Janeiro, obligándolo a regresar a España. 

 

Perón mandó a Isabelita, quien puso a un candidato peronista en contra de Vandor en las elecciones de la CGT. Sin embargo, el romance entre las FFAA y el movimiento obrero duró poco. La asunción de Adalberto Krieger Vasena, miembro de la poderosa familia Krieger Vasena, en cuyos talleres fueron reprimidos cientos de obreros en la Semana trágica de 1919, durante el gobierno de Hipólito Yrigoyen, se hizo cargo del ministerio de Economía y con él, se impusieron las rancias políticas ultraliberales de apertura económica, achicamiento de salarios y el consumo y, el endeudamiento externo y la fuga de capitales. 

 

Nuevamente los grandes sectores obreros del país salieron a la calle, ahora acompañado de los movimientos estudiantiles. Recordemos que atravesábamos el último lustro de la década del sesenta, con el Mayo Francés de 1968, la matanza de Tlatelolco y las manifestaciones juveniles norteamericanas en contra de la guerra de Vietnam. Una efervescencia juvenil y revolucionaria única en la segunda mitad del siglo XX, que parece no haber sido igualada.  

 

En esa atmósfera de cambio y rebeldía regresa el líder a su pueblo, afirmando con su presencia la tremenda revolución social que significaron sus gobiernos en el país. Amor y odio en idéntica proporción despertaba Perón en la sociedad. No había puntos intermedios ni ambages. Todo o nada, como el viejo canto de las multitudes, ¡la vida por Perón!

 

Los tiempos no eran los mismos, el mundo había cambiado y el país también. No había lugar para los débiles ni impacientes. Su regreso significaba devorar a dentelladas todo el tiempo esperado. Los mayores conservaban la paciencia de la experiencia en la resistencia, pero los jóvenes, crecidos a la sombra del Che, no. Para ellos, la Patria socialista era una consigna innegociable, con Perón o sin él. No había retorno. Nunca más presente, ¡Perón o muerte! Y fue así. Su muerte desató enfrentamientos a granel… enfrentamientos que pedían a gritos la intervención militar.

 

Su corto gobierno estuvo marcado por la tragedia. No bien asumió es eliminado por Montoneros, el Secretario General de la CGT, José Ignacio Rucci, el 25 de septiembre de 1973; hecho que cala muy hondo en la deteriorada salud del viejo presidente. 

 

En el acto del primero de Mayo, Perón sin nombrarlos, hecha de la Plaza de Mayo a los “imberbes”, generando una ruptura y una ola de violencia que se extenderá luego del golpe de Estado en 1976.

 

Juan Domingo Perón muere el 1° de julio de 1974 y queda Isabel Martínez de Perón, su viuda a cargo de la presidencia. Sin embargo, quien gobernaba entre bambalinas era José López Rega, “el brujo”, creador de la Alianza Anticomunista Argentina, más conocida como la Triple A, una organización paramilitar encargada de perseguir a dirigentes de izquierda. 

 

Fueron meses convulsos y de mucha incertidumbre social, con una presidente sin experiencia, altamente influenciable. Situación que precipita su caída, dado que la misma sociedad esperaba que las FFAA tomaran las riendas del país, sin saber que caíamos en el mismísimo infierno.

 

El terror desencadenado a partir del 24 de marzo de 1976 ha sido largamente narrado por muchos investigadores y escritores que sufrieron en carne propia la tortura y el exilio. Miles de argentinos cruzaron clandestinamente las fronteras del país para radicarse en el extranjero. 

 

El Mundial de 1978, el enfrentamiento con Chile y posteriormente la guerra de Malvinas, multiplicando varias veces la deuda externa y desarticulando la industria nacional con la apertura económica de José Alfredo Martínez de Hoz, son algunas de las graves consecuencias que trasformaron definitivamente a la Argentina en otro país, situación de la que no se recuperaría jamás. Por el contrario, todos los gobiernos que vinieron luego de recuperar la democracia en 1983, sufrieron el condicionamiento obligado de los efectos dictatoriales. 

 

Los dirigentes de los dos partidos tradicionales, radicales y peronistas, fueron cooptados por los grupos económicos beneficiados por el golpe militar.

 

Dentro de las estupideces cometidas por los dirigentes huérfanos peronistas, fue tratar de identificar quiénes eran los verdaderos depositarios de “las veinte verdades peronistas” a través de un “peronómetro” con la llegada de la democracia; democracia que, como todos sabemos fue precipitada, comunicada por el último dictador el General Reynaldo Benigno Bignone. 

 

Desempolvar las urnas, fue una tarea urgente y colectiva como preparar padrones y designar candidatos por cada uno de los partidos participantes.

 

Ítalo Argentino Lúder y Deolindo Bitel, fueron los representantes del peronismo, mientras el candidato a gobernador por la provincia de Buenos Aires, Herminio Iglesias, quemaba un féretro frente al Obelisco, quemando así todas sus posibilidades políticas para siempre. 

Tal era el estado de descomposición del movimiento creado alrededor del difunto General Perón aquel 28 de octubre de 1983 que, la sociedad argentina harta de violencia, se volcó al candidato radical, Raúl Ricardo Alfonsín, cuyo distintivo de campaña era una bandera argentina con las letras de su nombre, R. A., qué bien podrían confundirse con República Argentina. 

 

La llegada al poder del nuevo presidente democrático fue una fiesta, mientras el peronismo se llamaba a cuarteles de invierno y se sumía en una larga reflexión sobre su origen y destino. Fueron años amargos, en los que los simpatizantes justicialistas fuimos marginados y excluidos del campo popular, ahora copado por las huestes alfonsinistas, principalmente por los jóvenes de Franja Morada que inundaron las universidades públicas.

 

El entusiasmo duró poco, los reiterados planes económicos frustrados y una deuda externa impagable, arrasaron con la gobernabilidad de Raúl Alfonsín que debe entregar anticipadamente el gobierno al peronista Carlos Menem en 1989, antes de terminar su mandato. Previamente, en Semana Santa tuvo que eludir la amenaza de los sublevados militares “Carapintada”, encabezados por el Teniente Coronel, Aldo Rico.

 

Carlos Saúl Menem, ex gobernador de La Rioja, gana la interna al viejo dirigente bonaerense Antonio Cafiero y arrasa en las elecciones con el lema: la Revolución productiva y el salariazo, consigna que no cumple porque traiciona el mandato popular y se une al conservador Álvaro Alsogaray.

 

Carlos Menem privatiza las empresas públicas y abre la economía a los capitales internacionales, conformando las denominadas “relaciones carnales” con el gobierno de Estados Unidos, es decir, continúa con la política de la dictadura, pero ahora respaldado por las urnas. Es la traición contemporánea más infame a los trabajadores peronistas y, sobre todo a la justicia social que caracterizaba al movimiento.

 

La caída del Muro de Berlín en 1989 y la desarticulación de la Unión Soviética, se proponen como un triunfo del sistema capitalista, dejando atrás la vieja antinomia que había imperado desde el reparto del mundo luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial. Esto llegó a promoverse como El fin de la historia, según el título del libro de Francis Fukuyama.

 

Los organismos financieros internacionales firman el Consenso de Washington, un decálogo de acciones orientadas a desregular la economía y disminuir los controles estatales, con el objeto de facilitar el ingreso de inversores privados.

 

Los grandes grupos y empresas transnacionales irrumpen en América Latina y realizan grandes negocios con presidentes que les facilitan su ingreso a sus países y luego, son derrocados por corrupción como es el caso de Fernando Color de Melo en Brasil y Fujimori en Perú.

 

Otra característica del gobierno menemista, es que se focaliza en la propia persona del presidente, quien ocupa el centro de los programas de televisión, realizando competencias deportivas y saliendo con las principales figuras femeninas del espectáculo nacional, más conocida popularmente como la época de “la pizza con champán”.

 

Mientras se agotaban los recursos obtenidos por la venta de las empresas públicas y los efectos de la convertibilidad impuesta por el superministro de Economía Domingo Felipe Cavallo comienza a erosionarse el exitoso modelo, debido a la gran desocupación reinante; diversos atentados como el de la Embajada de Israel, la AMIA, el Arsenal de Río Tercero, ponen de manifiesto las pésimas decisiones adoptadas con respecto a la política exterior.

 

El Pacto de Olivos, celebrado por Alfonsín y Menem para lograr la Reforma Constitucional de 1994, con el objetivo de posibilitar el acortamiento del mandato presidencial a cuatro años y la reelección de Menem, es otro de los grandes hechos políticos que se proyectarán al futuro con consecuencias nefastas.

 

En un atentado de dudosas circunstancias, pierde la vida Carlos Menem Junior, hijo mayor del presidente, causando una conmoción en la sociedad argentina, la que conmovida, opta por reelegirlo nuevamente en 1995 hasta 1999.

 

Argentina era muy distinta de aquel país que lo recibió en 1989. Los desocupados de diversas regiones y los trabajadores comienzan a rebelarse. Comienzan los piquetes en Cutral Co. Luego vendrá “la carpa blanca” de los docentes, frente al Congreso de la Nación, que por tres años, será un símbolo de resistencia de la Educación Pública Argentina a la que llegarán diversas personalidades de la cultura nacional y mundial.

 

El disidente Grupo de los ocho, son los primeros diputados que se apartan del peronismo, una vez que Menem comienza su gestión privatizadora, grupo conformado por: Germán Abdala, Darío Alessandro, Carlos “Chacho” Álvarez, Luis Brunati, Juan Pablo Cafiero, Franco Caviglia, Moisés Fontela y José “Conde” Ramos.  

 

Entre las principales razones de la ruptura, figuraban: los indultos presidenciales a jefes militares condenados por acciones criminales durante la última dictadura militar y a oficiales “carapintadas”, el denominado giro al conservadurismo social y el liberalismo económico del gobierno de Carlos Menem con la incorporación de Álvaro Alsogaray, las privatizaciones de empresas públicas del Estado, la relegación de la cuestión social y los escándalos de corrupción.

 

Cuestiones graves que la misma sociedad comienza a rechazar, harta de escándalos y farándula. En ese clima de hastío, se da inicio a la postulación de candidatos para la renovación de las autoridades nacionales. 

 

El justicialismo lleva la fórmula Eduardo Duhalde, ex gobernador de Buenos Aires y Ramón “Palito” Ortega, el popular cantante, devenido gobernador de Tucumán. En tanto la Unión Cívica Radical y el Frente País Solidario FREPASO, constituyeron la Alianza para el Trabajo, la Justicia y la Educación, más conocida como la Alianza, la que se impuso finalmente por 48,37% de los votos. Esperanza y frustración en las mismas medidas. De la Rúa, ex jefe de gobierno porteño, no gozaba de la misma confianza que Carlos Chacho  Álvarez, situación que fue avanzando a medida que ejercía su gestión. Volvía a rodearse de funcionarios que habían actuado durante la dictadura y el menemismo, sobre todo en el área económica, la más sensible en esos momentos. Intentaba también tender hilos en el Congreso a los efectos de lograr apoyo de la mayoría de los legisladores en oposición a sus aliados del FREPASO.

 

Las coimas en el Senado rebasaron el vaso y Álvarez renunció. Fue el fin de la Alianza, volvió Cavallo con el “Corralito” y el “Corralón”, incautando el dinero de la gente en los bancos y el 20 de diciembre de 2001, estalló todo. Hubo represión, muertos y el presidente Fernando De la Rúa, huyó en helicóptero de la Casa Rosada, al grito cerrado, ¡Que se vayan todos! 

Otra vez Perón tenía razón: “el año 2000 nos encontraría unidos o dominados”. Más dominados que nunca por el Fondo Monetario Internacional, diciembre vio desfilar cinco presidentes, hasta que Eduardo Duhalde destrabó la convertibilidad, mientras la pobreza alcanzó al 62% de la población.

 

Surgieron once monedas provinciales, se popularizó el trueque entre la población y comenzó la asistencia social con el Plan Jefes y Jefas de Hogar y se llamó a elecciones; elecciones que lo tuvieron nuevamente como candidato a Carlos Menem y a Néstor Kirchner, ex gobernador de Santa Cruz. Se fue a balotaje y Menem decidió bajarse, por lo que Kirchner asumió con un 22% de los votos.

 

Néstor Carlos Kirchner rompió el molde y volvió a las fuentes peronistas aprovechando la coyuntura comercial internacional de la soja. Comenzó una etapa de crecimiento sostenida y una excelente relación con los países de la región. El progresismo, como luego se le denominó, fue compartido por los grandes líderes como Fidel Castro, Hugo Chaves, Inázio Lula da Silva, Rafael Correa y otros más. 

 

La Cumbre de las Américas en Mar del Plata con la presencia del presidente George Bush Jr. y el rechazo a su propuesta del ALCA, marcó un antes y un después en la región. Lamentablemente la crisis europea del 2008 terminó influyendo en nuestros países; año en que estalló la crisis del campo por las retenciones de la Resolución 125, en el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, quien le sucedió a su marido Néstor en 2007. 

 

El pésimo manejo con los productores del campo, los transformó en una expresión política antiperonista que luego condujo a la alianza del PRO y llevó a Mauricio Macri a la presidencia en 2015. 

 

Nuevamente el neoliberalismo arrasó con todas las conquistas de la época anterior. Volvimos al Fondo y caímos más al fondo. Tanto fue el deterioro que el Frente de Todos, un triunvirato conformado por Cristina Kirchner, Sergio Massa y Alberto Fernández y amplios sectores populares, llegaron al poder en 2019, a escasos tres meses de la pandemia. 

 

El mundo, como todos sabemos debió someterse al encierro y aislamiento preventivos. Al momento, no había vacunas contra el Covid19. Hubo que esperar semanas aciagas. La respuesta pública y privada fue maravillosa. El Estado se transformó en la herramienta solidaria que protegió a la población. 

 

Argentina venía de cerrar hospitales y rebajar a Secretaría el Ministerio de Salud. Se limaron asperezas políticas y trabajaron mancomunadamente intendentes, gobernadores y el presidente de la Nación. Como todos sabemos también, apareció el “negacionismo” a las calles poniendo en duda la racionalidad de las medidas adoptadas.

 

El triunfo de la selección argentina de fútbol en Qatar convocó a cinco millones de personas. A fines de 2020, la muerte de Maradona convocó a un millón de personas en su velatorio y nadie se contagió. La mano de Dios estuvo presente.

 

La guerra de Ucrania, la mayor sequía del siglo y la pésima política económica del ministro Martín Guzmán con el tremendo endeudamiento contraído por Macri, hicieron estallar la inflación y Sergio Massa, luego candidato de Unión por la Patria, le tocó la doble tarea de conducir la economía y hacer la campaña proselitista. No pudo con nada. El PRO y La Libertad Avanza se quedaron con la mayor cantidad de votos. 

 

Finalmente, Javier Gerardo Milei se quedó con la presidencia y arrasó con todo y todos. La mayoría de sus jóvenes votantes tenían entre 18 y 25 años, jamás conocieron el peronismo y veían la realidad a través de las pantallas de sus celulares, la que tenían encendidas las 24 horas del día- Milei no mintió, dijo lo que iba a hacer y lo hizo de un solo golpe. Golpe que luego recordaría al menemismo y la dictadura, como también Macri. 

 

Milei existe porque existió el peronismo, de ahí su fama en el mundo, porque toma los postulados de solidaridad social y explota un utópico extremo extremo inexistente, tan inexistente y virtual como su propia realidad virtual, jamás virtuosa. Dentro de su burbuja particular de masturbador crónico de celulares, pretende bajar la edad de los votantes a 13 años, cuestión que todos legisladores ni lerdos ni perezosos, le dieron un No contundente. 

 

A Milei le importa un pito todo, comenzando por el medio ambiente; tema que Perón anticipó hace mucho más de medio siglo, cuando la ecología era una palabra desconocida, pero más su contenido. 

 

Ha corrido mucha tinta estos días conmemorando la muerte de Perón. Cada uno desde su experiencia personal y académica, en el caso de los que tuvimos el beneficio de la Escuela Pública Argentina y su movilidad social ascendente, damos nuestra propia versión de los hechos; hechos que, como sabemos, tienen diversas interpretaciones. Elijo la versión del joven politólogo argentino radicado en Lisboa, Andrés Malamud, un hombre muy crítico del país y el peronismo: “En el mundo hay unos 200 países de los cuales 24 son federales, es decir, tienen autoridades subnacionales, ejecutivos y legislativos que son electos en un nivel inferior al del presidente o primer ministro. Argentina es uno de ellos, tiene 24 provincias y en 6 gana el mismo partido desde 1983. De esas 6, en 5 el partido es el peronismo y la otra es un partido provincial, el Movimiento Popular Neuquino. Formosa es una de esas 6 y lo que pasa en Formosa antecede a la pandemia y probablemente sobreviva. La pandemia lo tornó visible. … ¿Y qué tiene Formosa de característico? Lo mismo que Santiago del Estero. Son las dos provincias donde el Frente de Todos saca más diferencia, entonces los gobernadores que sacan tantos votos le dan la presidencia del bloque de Senadores, Formosa, y le dan la presidencia alterna de la Cámara de Senadores a Santiago del Estero. Hay una vinculación muy fuerte entre votos y reconocimiento institucional. Y esos votos están vinculados con la falta de alternancia. Ahora, ¿ganan siempre los mismos porque la gente quiere? Sí. ¿La gente es libre para votar cómo quiere? Menos por lo que observamos es que hay un manejo del poder clientelar, otros feudal, sería más apropiado decir ‘sultanista’. Hay siempre una ventaja del gobierno en cualquier condición.”[1] Andrés Malamud nació en Olavarría, provincia de Buenos Aires en diciembre de 1967, era un niño de siete años, de clase media, cuando murió el General; su mirada, por más incisiva que haya sido, distaba de la nuestra, jóvenes adultos activos y participantes.

 

De allí que opinemos, que no dice nada nuevo. De ahí también el título del artículo antiperonista de un diario netamente antiperonista. 

 

Esas provincias empobrecidas desde siempre, de las que habla Malamud, alimentan “la casta” la que combatía Milei en los primeros meses y luego se fue asimilando a ella, como todos los neoliberales anteriores. 

 

La muerte del General Perón me tocó vivirla cuando era estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad de Cuyo, la misma Universidad donde el General Perón convocó al Primer Congreso Nacional de Filosofía, emergiendo de allí la Reforma Constitucional de 1949, la más revolucionaria en el campo social que haya tenido Argentina. 

 

Paralelamente, a mis 25 años de edad, era empleado del Ferrocarril. Estudiar y trabajar, era posible; como era posible tener vivienda propia, un automóvil modesto y salir de vacaciones con la familia, con el sueldo de empleado. 

 

Un fifty fifty que sepultó el pasado y con él, la dignidad de los trabajadores y el orgullo de ser hijo de un país maravilloso. Un país que aspiró a ser libre, justo y soberano. Todo lo contrario a lo que sucede estos días…

 

Sin embargo, el General y su doctrina siguen vivos. Tan vivos que las nuevas generaciones le darán vida con otros nombres y nuevos protagonistas. ¡Volveremos y seremos millones, como decía Eva Perón!



[1] Luciana Vázquez, La repregunta. Andrés Malamud: “El peronismo es el partido de la justicia social pero hay 50% de pobres; muy exitoso no es”. La Nación, 4 de julio de 2024.

 

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