Dos alzamientos de los pueblos y comunidades nativas, el 2008 y el 2009, pusieron en la agenda política y, sobre todo, en el imaginario de la mayoría de peruanos el tema de la Amazonía.
El presidente García los llamó peruanos de segunda. Les imputó personificar el atraso y frenar la modernidad, representada por las transnacionales extractivistas y los agronegocios. Ser incapaces de “poner en valor” sus tierras por la falta de capitales y tecnología para sacarles el jugo a los recursos naturales existentes, sin interés alguno en la Madre Tierra, ya de por sí resentida y caliente por la sobreexplotación y expoliación a que la someten. Y se lanzó a tejer la maraña legal –al amparo de adecuar la legislación al TLC con EEUU– para parcelar las tierras comunales y destruir las comunidades nativas a efectos de entregar la Amazonía a la voracidad de las corporaciones extractivistas extranjeras: migajas para el país y generosas coimisiones para los operadores del poder. Ello provocó el vigoroso movimiento de los pueblos nativos y AIDESEP que resistió, cortó algunas aristas filudas de la ofensiva gubernamental y replanteó el tema amazónico al país en defensa de la nación, la región y los pueblos que la habitan.
¿Una exageración? ¿Engañaron a los nativos los agitadores enviados por el siempre tenebroso Hugo Chávez, las ONG que viven de su pobreza y los curas rojos que infiltraron el movimiento, como dijeron el gobierno y los medios en manos de los grandes grupos de poder? ¿No hay razones para preocuparse y alzarse en defensa del medio de vida de los pueblos amazónicos? Veamos algunos datos y decida usted mismo.
Marc Dourojeani, en un libro que usted encuentra en http://amazonía-andina.org/contento/libro-amazonia-peruana-en 2021, nos da algunas cifras espeluznantes sobre la “explotación desenfrenada de los recursos amazónicos”:
Los lotes concesionados para explotar y explorar petróleo y gas pasaron, entre el 2003 y el 2009, de ocupar el 15% de la Amazonía a ocupar 70% (55 millones de hectáreas). Desde 1999 se han perforado 646 pozos para extraer petróleo y gas, estando activos 266. Del total de 53 lotes concedidos 16 se superponen a áreas protegidas.
Hay 24,818 derechos de explotación mineras concedidas. Una gran parte en Madre de Dios, donde se han afectado severamente 150,000 hectáreas de bosque.
Hay 52 proyectos de centrales hidroeléctricas en territorio amazónico que implicaría generar 24,500 MW. El área que requerían inundar es gigantesca, cientos de miles de hectáreas, porque como no hay altura la energía se genera por el volumen de agua concentrado. Al inundar bosques, no solo eliminan flora y fauna, biodiversidad y medios de vida de la población. Inundan poblados y carreteras (como Inambari y la interoceánica Brasil-Puno. Y los bosques se pudren bajo el agua, generando grandes cantidades de gases de “efecto invernadero” como dióxido de carbono, metano, dióxido de azufre y óxido nitroso.
Se han entregado 483,581 hectáreas para plantar biocombustibles. Una tonelada de palma aceitera produce 10 veces más dióxido de carbono que el petróleo. ¿Qué tal?
La extracción de caoba ha pasado de 7.7 millones de hectáreas a 23.8 millones, exportándose 39,000 M3 (de 1,900 hace 10 años).
La extracción de caoba ha pasado de 7.7 millones de hectáreas a 23.8 millones, exportándose 39,000 M3 (de 1,900 hace 10 años).
Se desarrollan 4,486 km de carreteras en la Amazonía.
No hay política amazónica sino el reino neoliberal que entrega al más poderoso y a las transnacionales nuestros recursos sin ninguna visión microrregional, nacional o de integración sudamericana. Los pueblos y comunidades nativas tienen razones de peso y su voz debe ser escuchada. El retorno de Alberto Pizango al Perú, levantándose todas las órdenes de prisión que lo amenazan, debería facilitar un amplio debate nacional para que el Perú haga suya la Amazonía y se reconozca como país plurinacional y diverso en beneficio de sus pueblos.
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