Con razón el historiador y politólogo belga Eric Toussaint sostiene que “América Latina requiere de una nueva arquitectura económica regional. Los gobiernos progresistas y de izquierda de América Latina deberían retirarse del Banco Interamericano de Desarrollo”.
“El Banco Interamericano de Desarrollo ha sido un factor de subdesarrollo en América Latina”. Alberto Acosta, economista ecuatoriano.
Según ellos mismos cuentan su historia: “La idea de una institución para el desarrollo de América Latina y el Caribe surgió, por primera vez, durante las actividades iniciales encaminadas a crear un sistema interamericano en ocasión de la Primera Conferencia Panamericana de 1890”.
Conviene recordar algunos hechos claves, en línea con tal amenaza:
En 1829, James Monroe, Presidente de Estados Unidos, introduce el concepto de “América para los americanos”, conocido luego como “Doctrina Monroe” e invocado por diversos mandatarios del Norte para inmiscuirse en la soberanía Latinoamericana.
Theodore Roosevelt: 1901-09: declara que la Doctrina Monroe le permite a los Estados Unidos “ejercer política y poder internacional e intervenir en los países pequeños”; Calvin Coolidge: 1923-29 apoya al gobierno mexicano contra “los rebeldes”; Herbert Hoover: 1929-33 formula la “política del buen vecino” como base para que sus trasnacionales amplíen operaciones en Haití, Nicaragua, Venezuela y Argentina, donde se involucra en la lucha contra el líder proletario Severino Di Giovanni; y John F. Kennedy: 1961-1963: ordena invadir a Cuba para “librarla del régimen de Fidel Castro” y crea la “Alianza para el Progreso como ayuda a los gobiernos latinoamericanos en su lucha contra el comunismo”, beneficiando, muy especialmente, a “Luis Muñoz Marín en Puerto Rico y Rómulo Betancourt en Venezuela”.
En ese “América para los norteamericanos”, el BID, “fundado en 1959, con la ayuda de la OEA, el aval del Presidente de Brasil Juscelino Kubitschek y el propósito de apoyar el desarrollo económico y social en América Latina y el Caribe” funciona como eficaz herrramienta financiera.
Cuando profundizamos su organigrama y funciones, encontramos que los “26 países miembros prestatarios” (los de América Latina y el Caribe) todos juntos sólo tenemos el 50,02% del poder de voto.
Cuando profundizamos su organigrama y funciones, encontramos que los “26 países miembros prestatarios” (los de América Latina y el Caribe) todos juntos sólo tenemos el 50,02% del poder de voto.
Los países no prestatarios son quienes “brindan apoyo financiero y suscriben capital”, o sea: los verdaderos banqueros, porque los demás somos sólo clientes. En esa lista vemos a Estados Unidos, Israel, Canadá, Alemania, Austria, España, Francia, Holanda, Portugal y el Reino Unido.
¿Entre ellos deciden como saldremos de la pobreza? ¿No son éstos los mismos amos desde hace 500 años?
Vinculación sumisa
Estados Unidos es el socio mayoritario con el 30,01% de las acciones y de los votos.
Según su propio portal, “El BID se rige por la Asamblea de Gobernadores, quien delega la supervisión de sus operaciones en el Directorio Ejecutivo, cuyos integrantes desempeñarán sus funciones en Washington, dirigidos por un Presidente.
¿Y quién es hoy ese Presidente? Luis Alberto Marcano, Embajador de Colombia ante la Casa Blanca desde 1998 al 2005, economista graduado en Atlantic University en Florida, Master en la Universidad de Thunderbird, Fellowship en la Universidad de Harvard y de amplia carrera en el sector privado.
Productividad y pobreza
En Cancún, el Embajador de Venezuela en México, Trino Alcides Díaz, actuando como Gobernador Alterno ante el BID en su 51ª Reunión Anual, destacó nuestros programas sociales incluyendo avances en educación, aguas servidas, pensionados, salud y desarrollo humano, indicando cifras sobre el “progresivo descenso de la pobreza general y extrema a 23% y 6% respectivamente”.
Sin embargo, el todopoderoso BID señala su preocupación porque Venezuela “reduce su productividad”.
Y enfatiza la idea neoliberal de unir pobreza a productividad y a empleo formal. O sea: si quieres salir de la pobreza, trabaja para ellos, quienes consideran que tu labor y la paga por tu trabajo estarán sujetas a las leyes de oferta y demanda del mercado.
Habría además que definir que es “productividad” y si realmente, por sí sóla, es suficiente para mejorar la economía y condición social de nuestros pueblos.
Señalan que “China aumentó su productividad 219% de 1960 a 2005 mientras que Venezuela, en cambio, perdió 47%”
Con todo respeto, pero, ¿se está igualmente midiendo la condición del trabajador en ambos sitios? Más aún: ¿son por ventura comparables? ¿Sabrán las diferencias en condiciones de trabajo, jornadas laborales, jubilación y, muy especialmente, satisfacción de necesidades en ambos sitios?
Consideran que estamos en un “estancamiento económico” y que, para salir de tal condición, “debemos abaratar los costos del transporte y mejorar nuestras leyes y políticas públicas para incentivar la productividad de la gente”
O sea, que produzcan más. ¿Para quién? ¿Para ellos o para las empresas? Y nos instan a “mejor uso del capital humano existente”, seguido de prédicas a favor del “trabajo formal”: ¡una empresa!.
Prioridades neoliberales
El BID señala que sus metas son “promover el crecimiento económico y la integración regional en América Latina y el Caribe”. Al explicarlo en detalle, agrega “modernizar el Estado, fortaleciendo las instituciones públicas e incrementando su eficiencia y transparencia”. ¿Cuál será realmente la meta? Esta intromisión luce más como su prioridad, utilizando al “crecimiento económico” como conveniente excusa; por supuesto según lo que para ellos es economía, más una integración muy bien vigilada.
Nos conviene observar su énfasis en “desarrollar fuentes de energía alternas” y en atraer “la participación del sector privado en proyectos sociales”; esto último, según ellos, “a fin de que haya mayores oportunidades para la mayoría”.
Agrega que el BID, “con la participación de los gobiernos y el sector privado, procura”, entre otras cosas, “fomentar el libre comercio”.
Beneficios empresariales
En Medellín, el pasado año, en ocasión de la Quincuagésima Asamblea Anual de Gobernadores, surgió un movimiento de alerta cuyo lema era “BID: 50 años financiando la desigualdad”.
Señalaban el crecimiento de la indigencia, especialmente en los sitios donde el BID había actuado, incluyendo “un creciente deterioro ambiental, en gran medida como consecuencia del modelo de desarrollo que el BID ha impulsado, basado en la extracción de recursos no renovables de forma intensiva y contaminante”.
En su criterio, “los procesos de endeudamiento con el BID se han multiplicado a partir de los intereses de los prestadores”. “Su objetivo no es reducir las inequidades de la región, sino avanzar en el proceso de privatización de la educación, la salud y el agua”.
Cabe destacar que el BID siempre se ha mostrado partidario de reducir los impuestos a las empresas e incrementarlo a las personas ¡típica recomendación neoliberal!.
Deuda y capital
En Cancún, con la excusa de “poder conceder nuevos préstamos”, el BID amplió su capital casi hasta el doble, con nuevos 70.000 millones de dólares.
Consideran que el crecimiento de la región será 4,8% este año y sólo 3.7% en el 2011, mientras que “la emisión de deuda de Latinoamérica incrementará “levemente” de 24,100 millones de dólares el año pasado, a 38,000 millones de dólares a finales de 2010”. Ese crecimiento del 57%... ¿es leve?
Con razón el historiador y politólogo belga Eric Toussaint sostiene que “América Latina requiere de una nueva arquitectura económica regional. Los gobiernos progresistas y de izquierda de América Latina deberían retirarse del Banco Interamericano de Desarrollo”.
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