¿En qué período nos encontramos ahora? En uno en el cual la utopía neoliberal toma fuerza y se ve plasmada en hechos contundentes: privatización de servicios públicos estratégicos, derechización política de las élites dominantes, reacomodo de las funciones económicas y sociales del Estado a favor del proyecto transnacional.
El período histórico que se inicia inmediatamente después de los sucesos civiles y militares de 1948, suele ser denominado como la época del Estado Social de Derecho. Y aunque la Constitución Política de 1949 no utiliza explícitamente ese término jurídico, hay consenso de que el Título V, y especialmente los artículos 50 y 74 posibilitan esa denominación.
Pero no se trata sólo ni fundamentalmente, de lo que diga o no diga el texto constitucional: las políticas desarrollistas del período, la diversificación productiva más allá del monocultivo, el benévolo contexto internacional, el fortalecimiento de las clases medias urbanas y rurales, el desarrollo institucional, el nuevo rol promotor del Estado, las políticas sociales de tendencia universalita, las alianzas de clases en torno a una proyecto hegemónico liderado por el Partido Liberación Nacional, etc., ratifican esta hipótesis, sin que por ello debamos idealizar los logros alcanzados durante ese período (1949-1980).
Las dos crisis del petróleo de los años 70 y la crisis de la deuda de los 80, detonan la crisis de ese proyecto, y desde entonces transitamos por un relativamente largo período de transición, marcado por los paquetes fondo-monetaristas y los ajustes estructurales que, durante más de dos décadas no terminó de conformar un nuevo y definitivo balance de las fuerzas sociales y políticas, lo que provocó que en reiteradas ocasiones se hablara de un "empate de fuerzas".
En realidad, nunca hubo tal empate, pero si la imposibilidad de las fuerzas de derecha de imponer su proyecto de transnacionalización de la economía, más allá de las islas socio-productivas y laborales denominadas "zonas francas".
Hemos de preguntarnos si seguimos insertos en ese período de transición, o si definitivamente ya hay que darlo por terminado. Después de tres años de reflexión y observación, me atrevo a afirmar que ese período histórico ya ha quedado definitivamente atrás.
La fecha (simbólica) que marca su conclusión es el 7 de octubre de 2007, cuando utilizando un reconocido y elaborado fraude mediático, la Alianza del Sí (al TLC) logró la aprobación en referéndum del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos; convirtiéndose este en la nueva Constitución Económica de Costa Rica. Esto por cuanto el tema central de este tratado nunca consistió en la extensión de las reducciones arancelarias y la apertura comercial (que ya tenía por entonces una larga historia), sino en las reglas supra legales que establece en materia de compras públicas, propiedad intelectual, servicios transfronterizos y, como joya de la corona neoliberal, el marco de desregulación casi sin límites que permite a la inversión extranjera. Aunque hay que advertir que en gran medida, el TLC fue el puntillazo de un proceso que en la práctica ya venía aconteciendo desde mediados de los años 80.
Inicialmente me resistía a llegar a esta conclusión (el fin de una era), ya que, después de todo, el referéndum se resolvió por apenas una diferencia de poco más de tres puntos porcentuales; y una muy significativa minoría del 48% nos ilusionó a seguir creyendo en la tesis del empate técnico, con posibilidad de un futuro distinto.
El resultado que obtuvo el No al TLC en el referéndum fue realmente extraordinario, pero hoy queda claro que fue en gran medida circunstancial, un síntoma de la desaprobación a la "tiranía en democracia" de los hermanos Arias.
Pero ya es hora de ver la realidad tal como es: no somos el 48%, y la balanza política se ha inclinado sin dudas hacia la derecha.
No se aprecia todavía una derechización generalizada de la población, pero sí, de las élites económicas, políticas y mediáticas, que es legitimada electoralmente por la mayoría (relativa) de la población.
Así, el período histórico del Estado Social de Derecho se ha cerrado, y la ola movilizadora contra el Combo-ICE y el TLC (2000-2007) ya se rompió.
Quedan importantes lecciones y extraordinarios resultados, pero no podemos seguir viviendo del pasado. La estrategia del proyecto emancipador debe cambiar, debe evolucionar.
¿En qué período nos encontramos ahora? En uno en el cual la utopía neoliberal toma fuerza y se ve plasmada en hechos contundentes: privatización de servicios públicos estratégicos, derechización política de las élites dominantes, claramente de las que otrora simpatizaban con la socialdemocracia e incluso con la izquierda, crecimiento de una fuerza de extrema derecha populista, reacomodo de las funciones económicas y sociales del Estado a favor del proyecto transnacional, rápida asimilación de la cultura globalizadora, amenazas crecientes contra el medio ambiente, rearticulación social y productiva, etc.
El nuevo período (para nada libre de tensiones), inicia con una fase que podríamos llamar el "ariato", dado que los hermanos Arias son la cara visible, pero también estrategas connotados, del proceso de concentración económica, política y mediática que amenaza con transformar la "tiranía en democracia" en una democracia autocrática, fuertemente controlada por los poderes institucionales, políticos y policiales. Sus personajes podrán cambiar en los próximos años, pero las líneas generales están trazadas. También habrá que tomar muy en cuenta el curso de la crisis capitalista internacional y su impacto en la estrategia globalizadora.
Pero hay esperanza. En las últimas elecciones, la población menor de 30 años todavía optó, en una medida significativa, por apoyar partidos políticos de corte progresista. Ese idealismo, típico de la época juvenil, podrá disiparse rápidamente o podrá multiplicarse en el futuro.
La población con mayores niveles de educación tampoco respalda aun masivamente la opción neoliberal. Pero la ola neoliberal podría pronto arrastrar también a este sector, sobre todo si los rasgos de solidaridad social que aun mantiene se debilitan en los próximos años (apoyo a la CCSS, por ejemplo).
Tanto en lo que otrora llamábamos "campo" como en las ciudades, hay importantes focos de resistencia frente al proyecto neoliberal: en las universidades públicas (hoy amenazadas), en el movimiento ecologista, en las poblaciones indígenas, en la lucha por el agua como un derecho humano, en el movimiento feminista, etc. Algunas de estas resistencias, concientemente o no, apuntan incluso más allá del capitalismo y de la misma modernidad.
Y desde luego, si bien no somos el 48%, representamos un conglomerado heterogéneo y algo incrédulo, pero nada despreciable, que suma casi el 30% del electorado. Hay bases para un relanzamiento.
Lo que nos faltó en la lucha contra el TLC, la fase propositiva que monopolizó el Sí (aunque ciertamente nuestras propuestas fueron invisibilizadas por el poder mediático); debe ser ahora el eje articulador, aunque seguramente un eje multidiverso, capaz de aceptar y fortalecerse en la diversidad.
La recuperación y profundización del Estado Social y Solidario de Derecho, puede convertirse en el núcleo de ese eje articulador, planteando la recuperación a partir de una ampliación y profundización de los derechos humanos de los seres humanos (concretos y diversos), y no del individuo abstracto y calculador.
*El autor es Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Costa Rica.
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