Desde el Foro Social Américas, el intelectual cubano Fernando Martínez Heredia afirma que "estamos obligados a ser muy creativos, a hacer cada vez más intencionada nuestra actuación, más meditada, debatida y consensuada".
Nirma Acosta, Ariana López, Tamara Roselló, I. Soca, M. González e I. Trujillo. / LA JIRIBILLA
El ensayista e investigador cubano, Fernando Martínez Heredia, a propósito del IV Foro Social Américas (FSA) que tiene lugar por estos días en Asunción, capital de Paraguay, señaló que “estamos obligados a ser muy creativos, a hacer cada vez más intencionada nuestra actuación, más meditada, debatida y consensuada, más hija de un pensamiento que tenga puntos de partida diferentes, no solo opuestos a las dominaciones del capitalismo y que sea capaz de pensar y actuar en otro terreno”.
Hablar con Fernando Martínez Heredia —investigador y ensayista, director de Pensamiento Crítico, reconocido con el Premio Nacional de Ciencias Sociales 2006 y a quien estará dedicada, muy merecidamente, la Feria Internacional del Libro de La Habana 2011—, es siempre un placer intelectual y un momento para aguzar la curiosidad profesional. Esta vez los temas de nuestra plática giran alrededor del IV Foro Social Américas, precisamente en una nación sudamericana de las más empobrecidas del Continente que sufrió una cruenta dictadura por más de 50 años; pero, como ha dicho su presidente Fernando Lugo, ha vuelto a renacer “de esa larga noche oscura”.
El megaevento, al que asisten cerca de diez mil participantes, se ha convertido en una plataforma abierta para discutir estrategias de resistencia y cambio, de movilización y discusión en oposición al modelo de globalización neoliberal.
Lo que ha hecho posible y viable estos foros regionales es la fuerza movilizativa de aquellas y aquellos que se forman como sujetos en luchas, movimientos, asociaciones y organizaciones, sin importar que sus acciones sean pequeñas o grandes, locales o nacionales, regionales o globales. Es la confluencia más global posible de la diversidad de las redes y movimientos lo que les da cuerpo a estos encuentros.
Hacer balance histórico de lo que ha dejado el proceso del Foro Social —bien sea en sus variantes regionales como temáticas—, surgido en un momento de incertidumbres, desilusiones y fracturas hasta hoy resulta arriesgado. Nada más alejado de lo que nos anima en esta charla, cuando hoy en día se habla, incluso, de nuevas propuestas de socialismo para Latinoamérica. De todos modos, intentemos tomar al toro por los cuernos:
¿Cómo ve, a la distancia de los años, estos encuentros a partir de dos palabras clave: resistencia y construcción de alternativas?
Me hacen muy feliz estos Foros regionales porque hoy el Continente es el escalón fundamental e imprescindible de debate, concientización, estrategias y organización, sin olvidar nunca la dimensión mundial. El primer Foro Social Mundial (FSM), hace diez años, fue una maravilla porque mostró las fuerzas populares latentes en un mundo de imperialismo y capitalismo triunfantes que trataba de que todos aceptaran como naturales sus iniquidades más sucias y sus crímenes, de hacer tabla rasa con todas las conquistas y avances humanos y sociales del siglo XX en cuanto pudieran servir para las liberaciones, y de valerse de todo para asegurar su poder y sus ganancias. Los latinoamericanos, que habíamos mantenido levantada la bandera del anticapitalismo, las resistencias populares y el pensamiento crítico durante la negra etapa precedente, sentimos la alegría del refuerzo mundializante frente a la ideología burguesa y colonialista de la globalización. Decenas de miles portaban sus identidades, sus demandas y sus banderas, y los movimientos populares combativos se conocían y confraternizaban. Las ideas revolucionarias y la autoconfianza habían sido muy quebrantadas por la gigantesca represión continental de las rebeldías y las protestas y por la conservatización política y social, proceso rematado por la caída del modo de dominación en nombre del socialismo predominante en las décadas precedentes, que llevó a un colosal desprestigio del socialismo. Ahora los nuevos resistentes y luchadores, asistidos por los que nunca abandonaron la causa popular, podían levantar la cabeza, sentir que estaban vivos y en movimiento, y lanzar nuevas propuestas.
Diez años después las cosas son muy diferentes, y no es necesario detallar los datos. Sin intentar pasar un balance meditado y fundamentado —que no cabría aquí— me atengo a tus dos palabras clave para hacer algunos comentarios, con una salvedad básica: hay extraordinarias diferencias entre los países de América Latina y el Caribe para el tema que tratamos; por ello, lo que apuntamos son tendencias, casos o ilustraciones. Es totalmente legítima la óptica continental, pero solo un océano de luchas y avances hará una a nuestra América.
Los movimientos populares han seguido creciendo sostenidamente, pero hay una novedad decisiva: poderes populares en Venezuela, Bolivia y Ecuador; lazos muy estrechos entre ellos y la Cuba revolucionaria; el polo atractivo del ALBA, que crece en miembros y en nexos de nuevo tipo. A mi juicio el enorme crecimiento de la cultura política de los pueblos de la región ha sido determinante para que las vías políticas del sistema —recambios electorales de la dominación— se hayan vuelto contra el propio sistema al desarrollarse movimientos y líderes revolucionarios que lo desafiaron en su propio terreno en diferentes países, y han vencido. Las Constituciones de Venezuela, Bolivia y Ecuador son pasos más avanzados de afirmación de cambios liberadores latinoamericanos. En el gigante Brasil, Lula y el Partido de los Trabajadores triunfaron y ejercen el gobierno desde 2003, con cambios muy notables en lo interno y en el papel continental del país. Otras naciones han ganado autonomía frente a los EE.UU. y en general son más sensibles a los reclamos de políticas sociales favorables a sus pueblos.
Los FSM, por consiguiente, cumplieron papeles sumamente importantes, y favorecieron el auge del movimiento popular en su conjunto. Han expresado muy bien las resistencias, el despliegue de las identidades y las propuestas sociales de los sectores y los pueblos, la cultura ligada a todo esto, el pensamiento crítico y los debates que tanto ayudan a conocerse, potenciar las capacidades y las fuerzas, y avanzar. Los tres Foros sociales celebrados en este hemisferio han permitido también mayores intercambios, iniciativas comunes, propuestas de alternativas más concretadas y factibles y, en general, fortalecer la dimensión continental.
El gran déficit en este balance es el relativo a la política. Al inicio, los FSM eran renuentes a darles entrada como tales a organizaciones y líderes políticos, incluidos los de izquierda, y esto era comprensible, dada la historia reciente. Pero según fue avanzando la década y haciéndose realidad o necesidad una nueva política en América Latina, esa prevención se convirtió en una limitación que terminó por lastrar a los Foros y reducir su papel. La cultura revolucionaria que se ha enfrentado al capitalismo, al colonialismo y a sus numerosos y terribles productos desde el siglo XIX —y sobre todo a lo largo del XX— ha sabido reconocer la centralidad de la política para tener posibilidades de resistir con éxito, combatir y vencer; los que no lo hicieron, pagaron muy caro su error. Una cosa es comprender que la política nuestra cometía muchos errores y quizá era demasiado parecida a la de ellos, y otra es creer que toda política es perversa, porque eso a quienes conviene es a los que son dueños de la política de la dominación. Es como la idea de que todo poder es malo: solo sirve a quienes tienen el poder, mientras los que nunca lo han tenido pierden hasta la posibilidad de equivocarse y aprender ejerciéndolo.
Desde hace años, voces muy respetables dentro de los Foros han señalado esta grave limitación, que resulta peor, precisamente, por el establecimiento de poderes populares y el auge de los movimientos combativos en la región. Estos últimos podrían hacer aportes fundamentales a la nueva política necesaria, con su potencial de liberación de las personas y los grupos humanos mucho mayor de lo que se había concebido antes, sus propuestas alternativas más capaces de expresar las complejidades, necesidades y sueños, y sus experiencias prácticas. Sin descuidar jamás lo que ha permitido reunirse y mantenerse durante una década, los Foros están obligados, en mi opinión, a discutir lo que es esencial para la liberación, y a ayudar a los pueblos y a los órganos que ellos vayan creando a ser capaces y eficaces frente a las tareas y desafíos inmensos que vendrán. LEER MÁS...
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