sábado, 12 de mayo de 2018

Costa Rica: De Luis Guillermo a Carlos

Mientras no se reconozca que se requiere un cambio  radical en las políticas económicas imperantes, la desigualdad seguirá creciendo y, con ello, todos los otros flagelos  que los gobernantes  de turno –quiero creer que con buena voluntad y mejores sentimientos- juran combatir desde el primer día   en que, por voluntad popular, asumen el mando de la nación.

Arnoldo Mora Rodríguez / Especial para Con Nuestra América

Desde el  reiterado y apabullante triunfo del PAC se han multiplicado los comentarios en torno al legado –bueno o malo- del gobierno saliente y sobre las expectativas – quizás exageradas- que suscita en el imaginario colectivo  el nuevo gobierno, cuyo Ejecutivo es encabezado por el joven politólogo y comunicador Carlos Alvarado, militante desde su primera juventud  tan sólo en el partido que lo llevó al poder; por lo que no carga ningún trauma o secuela de los partidos tradicionales en su subconsciente psicológico o ideológico.

Lo anterior es importante destacar porque  Carlos Alvarado es el primer presidente que no tiene nada que ver con la Guerra Fría, ni con el maniqueísmo ideológico que en esa época se respiró como ambiente cotidiano que marcó todas las decisiones políticas, tanto en Occidente como en su periferia.  Pero no es solamente la diversidad de personalidades y de generaciones lo que marca la diferencia entre el presidente saliente y el entrante, a pesar de provenir de las mismas tiendas partidarias. A pesar de haber sido ministro del gobierno saliente, desde el momento en que se  lanzó a hacer la exitosa campaña que lo llevó a Zapote Carlos tomó distancia de Luis Guillermo, adhiriendo a las acervas críticas que contra éste no se cansó de lanzar el diputado Otón Solís, fundador del partido y entusiasta activista de Alvarado. Cualquier observador que viniese de otro planeta pensaría que en Costa Rica ganó la oposición, pues  las divergencias entre el presidente saliente y el entrante  dan la impresión de ser mayores que sus convergencias.

Eso se hizo notorio en el  breve pero enfático discurso de toma de posesión de Carlos en la Plaza de la Democracia, pues no mencionó a su antecesor; tan sólo se limitó a señalar en siete puntos los  más acuciantes desafíos que deberá asumir en su condición de primer mandatario de la nación. Esos desafíos más parecen tareas que no fueron realizadas por Luis Guillermo a pesar de haber sido promesas para cuyo cumplimiento el pueblo lo eligió; daba la impresión de que Carlos los asumía como una hipoteca que  su antecesor contrajo y que él - Carlos- debe  ahora saldar, aunque para ser justos – cosa en la que Carlos espero estará de acuerdo - esta hipoteca viene no  sólo de su antecesor inmediato, sino, sobre todo, de quienes provenían de los gobiernos surgidos de las filas del bipartidismo  imperante en nuestro país por décadas. Pero hábil político como es, a pesar de su juventud, o quizás por eso pues no carga con las carlancas del pasado, Carlos no quiso apuntar  con dedo acusador a los responsables de esta grave situación, pues está consciente de que su gobierno es de minoría y necesitará urgentemente del apoyo de los diputados y dirigentes de los partidos tradicionales,  tanto en el Congreso, como en las propias filas de un gabinete variopinto como ninguno otro en la historia política de este país.

Sin embargo, quiero  enfatizar en que quienes comentan en los medios las coyunturas de nuestro quehacer político y  el papel que desempeñan sus principales protagonistas, sólo se entretienen describiendo aspectos subjetivos concernientes a la personalidad, origen y vida familiar, carrera y experiencia profesional de éstos, sin  tener en cuenta que los elementos objetivos de la realidad política  de origen estructural son la causa real  de las crisis que en todos los campos vive nuestra sociedad, hoy como ayer… y como mañana, si  no tenemos la patriótica valentías de asumirlos, como sí lo hicieron en su momento  los prohombres de un hermoso pasado histórico, al que el Presidente Alvarado se  refirió en sus vehementes palabras, poco después de recibir en  su pecho la cinta tricolor que lo acredita como presidente constitucional de la República. Pero no por eso debemos desistir de  hacer énfasis en que la causa fundamental de casi todos los males  que agobian a nuestra patria radica en la creciente desigualdad socio-económica que sufre la humanidad entera y que en nosotros repercute lacerando la mayor conquista política lograda en nuestra historia, como es el Estado Social de Derecho vigente desde  la Guerra Civil de 1948. Lo anterior es causado por la ideología neoliberal   implantada dogmáticamente a  contrapelo de la voluntad popular a la economía mundial por las potencias occidentales; a lo que debe  añadirse como una de sus más infames consecuencias, la preocupante carrera armamentista que despilfarra  ingentes recursos económicos y tecnológicos que amenaza de extinción a la humanidad.

Dentro de este aberrante panorama mundial, Costa Rica debe  distinguirse por  su inquebrantable voluntad de erradicar la tendencia  a la desigualdad que ha crecido escandalosamente en las últimas décadas, poniendo con ello en peligro la estabilidad política  de que ha gozado nuestro pequeño  gran país. Hace bien nuestro joven gobernante en enfatizar en políticas en favor de la ecología, en las medidas en defensa del medio y en la preservación de la biodiversidad, nuestra mayor riqueza natural, lo mismo que  suministrando los recursos económicos según mandato constitucional  a la educación, como medio más civilizado para desarrollar las potencialidades creativas de nuestro pueblo y combatir la creciente y acongojante  criminalidad que pone en jaque a nuestra tradicional tranquilidad doméstica. Pero mientras no se reconozca que se requiere un cambio  radical en las políticas económicas imperantes, la desigualdad seguirá creciendo y, con ello, todos los otros flagelos  que los gobernantes  de turno – quiero creer que con buena voluntad y mejores sentimientos - juran combatir desde el primer día   en que, por voluntad popular, asumen el mando de la nación.

1 comentario:

Leda Mendez dijo...

Muy buen articulo de don Arnoldo Mora, como siempre con su excelente y acertada pluma sobre la realidad nacional. El filosofo aborda sin mezquindad, más bien con un gran positivismo sobre lo que nos espera en los próximos 4 años para el bien común de los costarricenses. Dudas me asaltan sobre el nombramiento de personas encargadas del ambiente y el agua pues el señor Rodríguez por lo conocido en cuanto a su gestión anterior no me da confianza y la señora Yamileth Astorga por por venir de la organización no gubernamental Global Water Partnership del Banco Mundial donde laboró y que junto personas y organizaciones financiadas por el BM , han pretendido pasar leyes que permitan la posterior privatización del agua de este país. Esto no sólo mina mi confianza sino que me inspira miedo sobre la suerte del agua en CR. Para bien nuestro, la Sala Constitucional se ha traído abajo esos proyectos nefastos, de los que nadie o casi nadie, por razones que desconozco, comenta. Ejemplo, el proyecto número 17742 (de supuesta iniciativa popular) usado, transformado y manoseado por estos compatriotas nombrados por el nuevo presidente que son servidores del neo-liberalismo financiero.