sábado, 13 de octubre de 2018

Brasil en vilo

Los avatares del proceso político brasileño y en particular de la izquierda progresista  han confirmado que los desenvolvimientos políticos  no son lineales sino abigarrados y sujetos a involuciones. Eso es lo que  hemos estado observando en América Latina.

Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad de México

El domingo 7 de octubre de 2018 se celebraron las elecciones presidenciales en Brasil. Los resultados  no son halagadores para  la izquierda que encabeza Luiz Inácio Lula Da Silva. No ha sido la derecha neoliberal, artífice del golpe de estado contra Dilma Rousseff y del encarcelamiento de Lula, la que capitalizó la conjura reaccionaria que logró ambos deplorables hechos. Fue la ultraderecha representada por Jair Bolsonaro del Partido Social Liberal quien  resultó el principal beneficiado de la defenestración de Rousseff y Lula da Silva.  Bolsonaro se impuso en el proceso del domingo pasado con 46% de los votos contra el 29% de Fernando Haddad, el  candidato  apoyado por Lula desde la prisión. Las encuestas indicaban que partiendo desde abajo, Haddad empezó a subir sus intenciones de voto hasta hacer que algunos analistas vieran con precipitado optimismo que estaba en empate técnico con el candidato ultraderechista. En realidad, los números de las encuestas indican que  Haddad se estancó en septiembre con un 21-22%  mientras que Bolsonaro subía de 23-24 a aproximadamente 35%. Los resultados electorales  son entonces un revés porque ese 35% se convirtió en un 46%. Encima de ello, hay que asimilar que la expresidenta Rousseff  perdió en Minas Gerais, su lucha por un escaño en el Senado al quedar en una cuarta posición frente a los otros candidatos.

En Brasil lo acontecido refrenda el viejo refrán de “nadie sabe para quién trabaja”. EL PSDB cuyo líder es el expresidente Fernando Henrique Cardoso –activo impulsor del golpe y la injusta prisión de Lula-  obtuvo apenas un 4.8% de los votos y el MDB (otro de los conjurados a través de la traición de Michel Temer) ha quedado relegado a la marginalidad. Lo novedoso es el auge de Bolsonaro, un candidato que ha defendido a la dictadura militar,  ha justificado la tortura y que ha expresado posturas misóginas, machistas y homofóbicas. El triunfo  de la derecha  en las elecciones del 7 de octubre, augura que las previsiones que esperaban un empate técnico para la segunda vuelta entre el ganador y Haddad, quedan en entredicho. El candidato del PT tendrá que convencer al centro-izquierdista Ciro Gomes del Partido Demócrata Laborista (PDT) (12.5%) y al centro-derechista Geraldo Alckim del Partido Social Demócrata Brasileño (PSDB) (4.8%) para lograr en teoría una suma de votos de poco más de 45% de los votos. Pero es sabido que ese traslado de votos de un candidato a otro no es automático ni simple.

Los avatares del proceso político brasileño y en particular de la izquierda progresista  han confirmado que los desenvolvimientos políticos  no son lineales sino abigarrados y sujetos a involuciones. Eso es lo que  hemos estado observando en América Latina. Después de advertirse un avance de “la marea rosa” en la primera década del siglo XXI, hoy percibimos en América latina un auge derechista que deja a Bolivia y a Venezuela,  aún más en un contexto desfavorable que no tenía  hasta hace poco. Y en medio de todo, a contracorriente, en México observamos un triunfo avasallador. No hay  nada escrito ni dada definitivo.

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