sábado, 18 de julio de 2020

Sector informal de economía: ¿Nuevo actor social para la reestructuración de Chile?

Tanto la pandemia como los desastres de la naturaleza nos han mostrado la lacra social de una pobreza desconocida en su magnitud, para gran parte de la población de nuestro país. La pandemia y el cambio climático han traído desconcierto no solo a las personas comunes sino a los dirigentes de gobiernos y de las variadas instituciones   del Estado como de la sociedad.


Manuel Barrera Romero / Especial para Con Nuestra América

Desde Santiago de Chile 


En tiempos más normales se aseguraba que para diseñar proyectos para el desarrollo futuro era necesario tener control del presente. ¿Quién puede asegurar hoy que posee tal control? Es el caso que la humanidad no tiene hoy ni control del presente y menos aún del futuro. Todo lo que tenemos es incertidumbre y riesgos. 

¿Por qué hablamos  de reestructuración? Porque con una nueva constutición o sin ella nuestra nación no puede ser igual a la de antes. Nuestro actual desconcierto deberá dar paso a una acción racional.  Si por el contrario la irracionalidad resurge tendremos más violencia, más odio, más delitos.

 

En lo que sigue se alude a la evolución del sistema capitalista y a la consiguiente estructuración del sector informal de la fuerza de trabajo.

 

Las transformaciones que ha experimentado el capitalismo maduro han configurado lo que algunos autores han caracterizado como una nueva modalidad de acumulación. Esta modalidad de acumulación determina una nueva forma de inserción de los países periféricos en el sistema, la que tiene su expresión más manifiesta en la estructuración de renovadas formas de dependencia, cambios en la división internacional del trabajo, y transformación de los mecanismos de generación y de apropiación del excedente.

 

El rasgo más característico de esta nueva modalidad de acumulación es la exclusión de los sectores sociales que no puede integrar, liberando para acumulación los excedentes que en otras condiciones estarían destinados a la reproducción de estos sectores. Por otro lado, la exclusión del sistema se instrumentaliza principalmente mediante importantes transformaciones del mercado de trabajo lo cual va a cambiar significativamente la base material del movimiento de trabajadores. Con ello la nueva modalidad de acumulación ha resuelto la generación de nuevas fuentes para financiar las ganancias del capital, y configurando al interior del esquema de relaciones sociales nuevos mecanismos de regulación de los conflictos, en especial del conflicto laboral de los sectores integrados al sistema bajo la forma de vendedores de su fuerza de trabajo.

 

En efecto, la división internacional del trabajo se organiza ahora en torno a una nueva estructura internacional de producción y distribución. Es el capitalismo transnacional.

 

Las empresas transnacionales localizan su inversión en un sector cada vez más pequeño de ramas y subramas industriales y agroindustriales definidas en función de las condiciones previas de concentración económica, del aprovechamiento de ventajas comparativas en relación a los recursos naturales, del grado de desarrollo de las diferentes ramas industriales, de la calificación relativa de la fuerza de trabajo, provocando una marcada segmentación al interior de la estructura productiva interna y redefiniendo con ello, de una nueva manera el fenómeno que el pensamiento económico latinoamericano caracterizó como “heterogeneidad estructural”.

 

El desarrollo capitalista concentrado y centralizado en segmentos puntuales de las estructuras productivas internas abre un amplio espacio para el desarrollo de lo que se ha llamado las “economías sumergidas” o “informales”. Este espacio económico se constituye finalmente en la única alternativa de reproducción de la mano de obra que el proceso de “modernización capitalista” margina. 

 

Forman parte importante de este fenómeno, por ejemplo, las presiones que ejercen estos sectores marginados por abrir espacios al interior de los segmentos del mercado de trabajo de las actividades que lideran la expresión capitalista. El efecto de ello es la creación de condiciones para que los propios empleos generados en el sector formal sufran un sostenido proceso de precarización.

 

La negación del capitalismo a asumir el costo de una fracción importante de mano de obra “disponible”, el deterioro de los salarios y condiciones de trabajo de los activos (por debajo del límite de subsistencia en muchos casos) contribuye a desviar una parte significativa del producto excedente que el factor trabajo no se apropia, a satisfacer exitosamente los requerimientos de capital que demanda la nueva modalidad de acumulación capitalista.

 

De esta forma la destrucción del poder sindical de los trabajadores como efecto de una cesantía sobredimensionada, el miedo al despido de los activos y la precarización del vínculo contractual a su fuente de trabajo, les impide el hacer uso de su libertad como propietarios de la fuerza de trabajo. Es así como 11,2% es la última cifra sobre el desempleo en Chile. (30 de junio de 2020, trimestre marzo y mayo). Se prevé que en el próximo trimestre móvil la desocupación será superior, ya que la caída del producto desde mayo 2019 a mayo 2020 fue de 15,3%. Es más, según investigadores de la Universidad Católica al término de la pandemia saldrían a buscar trabajo 2,3 millones de personas. (El Mercurio; 5 de julio de 2020; pág. B6) Concebidos tales factores, como prerrequisitos para la regulación del conflicto se erigen en tendencias estructurales de esta nueva modalidad de acumulación capitalista.

 

Las diversas lógicas de organización y acción sociales

 

De lo anterior se deduce que los trabajadores son heterogéneos en cuanto a la calidad de su empleo y en cuanto a su aproximación a tal empleo. La articulación de la economía mundial y de la economía nacional arroja a lo menos cinco tendencias que experimenta la clase trabajadora en su inserción laboral: la informalidad, la exclusión, el empleo precario, la terciarización, el empleo formal propiamente tal. Cada una de ellas supone una lógica de organización y acción sindicales o sociales (según sea el caso) diferentes. Enseguida se hará referencia a estas situaciones.

 

1.- El sector informal urbano

 

La fuerza laboral del sector informal urbano se compone de los ocupados en empresas pequeñas no modernas y de trabajadores independientes, con exclusión de los profesionales y técnicos, y de las trabajadoras del servicio doméstico. Su caracterización plantea una oposición entre la gran industria y los talleres y actividades artesanales; entre el gran o mediano comercio y el comercio local que utiliza el trabajo del dueño de tienda y de los miembros de su familia, aunque lo más visible es el trabajo de los comerciantes callejeros.

 

Las relaciones que existen en Chile entre el sindicalismo y el sector informal de la economía urbana son muy marginales. El tema de la organización sindical del sector informal es de alta relevancia toda vez que su número es cada vez mayor, calculándose que en Santiago un tercio de la Población Económicamente Activa (PEA), pertenece a él. Es muy probable que el sector informal en la capital del país aumente como consecuencia de la pandemia. 

 

Entre los trabajadores del “sector informal urbano” se puede diferenciar respecto de las categorías con que se inicia este párrafo a los comerciantes ambulantes, los que son relativamente nuevos en el escenario de las grandes ciudades de América Latina, a lo menos en cuanto a su dimensión numérica alcanzada en las últimas décadas. Por su cantidad han cobrado importancia económica, por sus lazos con la economía formal constituyen una condición híbrida, por su lucha permanente con la policía y los municipios metropolitanos son una excepción de combatividad en el sector informal. Sin embargo, no tienen una organización parecida a la sindical y, en la mayoría de las ciudades, no tienen ninguna. Poseen un potencial de rebeldía indudable, aunque su canalización política es impredecible. En las grandes revueltas que se suceden de tiempo en tiempo en las capitales de los países de la región es muy posible que aporten la violencia, el “pillaje”, el enfrentamiento con la policía.

 

El numeroso “sector informal urbano” no tiene posibilidades de constituirse en un sector organizado sindicalmente, tal como ha sido entendida esta organización en Chile a través de su historia. Ello no quiere decir que la organización de este sector sea vedada por la ley o que no pueda constituir organizaciones de otro tipo o que el conjunto del sector o partes de él estén imposibilitados de adquirir una conciencia social o política que pueda generar necesidades de organización y/o movilización de importancia.

 

2.- La aparición de un nuevo actor social: los desempleados excluidos del sector formal y los marginados del sector informal

 

Se visualiza cada vez más claramente el hecho de que el contingente de fuerza de trabajo que está siendo desplazado de la economía ayuda a la conformación de un nuevo sector social: los pobladores cesantes o excluidos. Sus organizaciones son de dos tipos, una es de defensa del conjunto de una población; en las que tienen grados de influencia los partidos políticos. Otro tipo de organización que está surgiendo entre ellos es la de sobrevivencia, la que se basa en el concepto de cooperación mutua y que integra a un sinnúmero de pobladores, hombres, mujeres, jóvenes, niños bajo el signo de una estrategia para la sobrevivencia.

 

Estas organizaciones de sobrevivencia no forman parte del sector informal tradicional de la economía porque más que empresas o talleres artesanales son instituciones de ayuda mutua, son gérmenes de solidaridad económica, moral, humana y ellas forman una nueva realidad en el mapa general de la marginalidad social. 

 

3.- La vida política de los nuevos sectores subalternos: los excluidos y el sector informal

 

Un tema de relevancia es la relación entre los trabajadores excluidos y la vida política de los sectores populares y su comparación con la acción de los informales.

  

Los trabajadores informales realizan menos acción y tienen menos formación política que los trabajadores excluidos. Es decir, cesantes, trabajadores de programas de subsidios al desempleo tienen una visualización política mayor que los informales. Primero, por su propia creatividad los desempleados fueron organizando tipos diversos de organizaciones económicas solidarias, ayudados por las numerosas instituciones de apoyo a la extrema pobreza. La Iglesia se esforzó en posibilitar estos agrupamientos. Luego, el mismo Estado, en varios países, ha procurado que estos trabajadores cesantes organicen microempresas. Es decir, que estos trabajadores cesantes puedan de algún modo convertirse en trabajadores informales. Ello no ha sido así, sin embargo. La experiencia indica que para garantizar la permanencia en la producción de estas microempresas se requiere de un apoyo externo a ellas mismas. Por otro lado, trabajadores excluidos han formado en algunas partes sindicatos en los programas de subsidio al desempleo manejados por el Estado.

 

Es relevante para la realidad social de estos días en América Latina el tema de la organización y la acción de los sectores desempleados y excluidos y sus vínculos con el movimiento de los pobladores, la política y el sindicalismo.

 

Los sectores poblacionales activos son más radicales que los sindicalizados. La existencia de grupos absolutamente desesperanzados es una manifestación extrema de las conductas de estos nuevos actores sociales. Tales conductas no las encontraremos entre los trabajadores informales tradicionales, donde no se conocen movimientos sociales o actos de rebeldía franca.

 

Por el contrario, existe un nexo entre organizaciones de pobladores y el sindicalismo, aunque la relación sea difícil. Ellos pueden concertar algunas reivindicaciones económicas sociales de carácter general, las que pueden ser acogidas por las organizaciones a las cuales pertenecen. No se puede afirmar que exista en potencia un nuevo movimiento social. El mundo poblacional es confuso, con objetivos pocos claros, con una diversidad de estrategias. Sin embargo, en ocasiones históricas muy significativas el mundo poblacional y el movimiento social se han confundido en grandes movilizaciones. En Chile eso ocurrió con las protestas ciudadanas contra la dictadura de Pinochet. Ellas ocurrieron entre mayo de 1983 hasta julio de 1986. Estas protestas tuvieron un gran impacto político y social. Obviamente la represión fue violenta.

 

4.- El empleo precario y el sindicalismo eventual

 

Un tema poco estudiado en profundidad, aunque de

extensión conocida es el empleo precario. Se alude con este concepto a un tipo de empleo que aparece en el sector formal de la economía. En Chile este tipo de empleo ha llegado inclusive a las grandes minas del cobre. La forma que ha tomado es la proliferación de empresas contratistas, las que realizan actividades de todo tipo con trabajadores que ellas contratan. Por tanto, estos trabajadores no pertenecen a la empresa minera sino a otras; por lo que se les llama trabajadores “subcontratados”.

 

Naturalmente que el estatus jurídico laboral de los subcontratados es muy diferente al de sus compañeros contratados por la empresa minera. Tienen contratos a plazo fijo generalmente por un corto periodo, su organización sindical es sumamente dificultosa, aunque es legalmente posible. En general, no están bajo régimen de la negociación colectiva. En una sola mina (El Teniente) se han detectado más de 200 empresas contratistas que emplean casi 8.000 trabajadores. Por tanto, éstos tienen que acordar sus condiciones de trabajo y remuneraciones con una multiplicidad de empresarios; distintas administraciones o gerencias. Bajo un mismo “techo” los trabajadores laboran para distintos patrones. Obviamente, que los salarios de estos trabajadores son ostensiblemente más bajos que los salarios del empleo formal no precario.

 

 

En Chile se da el caso en que la otra gran actividad exportadora, la fruticultura, la contratación de la fuerza de trabajo es, mayoritariamente, precaria.

 

Aquí se da el empleo temporal, estacional.

 

Tanto el empleo de subcontratación como el estacional están presentes en el corazón mismo de la economía moderna, en las actividades más estratégicas desde de punto de vista de la exportación, es decir, de la inserción de la economía chilena en la economía mundial. De modo que el empleo formal ha devenido, en parte, en precario.

 

Este fenómeno es tan importante que amerita una acuciosa investigación. La legislación contempla la posibilidad de organizar sindicatos con trabajadores eventuales, pero su modo de aproximarse al empleo hace que la organización y acción sindicales sean en extremo dificultosas.

 

La economía formal tiene, pues, una primera gran diferenciación. Por un lado, el empleo precario, por otro el empleo formal tradicional. Este último, sin embargo, es sumamente heterogéneo.

 

5.- La organización y acción sindicales del sector terciario de la economía

 

Este sector es bastante diverso. Se trata de los empleados públicos, los empleados administrativos del sector secundario, los que trabajan en los servicios municipales, financieros y privados, y los comerciantes. Cuando se habla de la tendencia a la terciarización de la economía chilena se alude al notable crecimiento del comercio y de los servicios privados.

 

La tendencia mundial es que en la PEA civil disminuya la proporción de los empleados en las burocracias públicas, que aumente la burocracia del sector productivo en especial de la industria y, sobre todo, que aumenten los trabajadores en los servicios financieros, en los servicios personales y el comercio establecido. El comercio no establecido pertenece, por regla general, al mundo informal, así como los servicios personales que ofrecen los trabajadores por cuenta propia.

 

Ahora bien, la organización del sector terciario de la economía no tiene las características típicas de un sindicalismo “de clase”, es decir, del sindicalismo industrial y minero propio del capitalismo subdesarrollado.

 

En muchos países los servicios públicos tienen prohibición legal a sindicalizarse, como es el caso de Chile. En muchos países los sindicatos de la burocracia de las entidades productivas se agrupan en organizaciones diferentes a los trabajadores que en su misma empresa trabajan en la producción. Algunos de ellos son personas de confianza de la gerencia como ocurre en Chile en muchos casos con los trabajadores de la computación.

 

Los trabajadores del nuevo sector financiero automatizado, profesionalizado, transnacional, pertenecen por extracción de clase y educación a los estratos superiores de las capas medias, y tienen una visión del mundo y de su trabajo, una cultura, diferente al tradicional trabajador bancario. Estos trabajadores están más orientados a la movilidad social que a “la clase en sí”.

 

Por otro lado, las grandes concentraciones de trabajadores del comercio, los de los grandes “malls” -como el Parque Arauco, el Apumanque y otros- no tienen experiencia sindical alguna. 

 

De modo que la tendencia a la terciarización de la PEA va constituyendo núcleos de trabajadores sin tradición sindical, en ocasiones desinteresados en relación a tal organización y, en todo caso, con valores distantes de cualquier modelo de acción sindical afincado en la tradición de este movimiento.

 

6.- La organización y acción sindical de los trabajadores pertenecientes al empleo formal propiamente tal

 

El movimiento obrero histórico se puede visualizar como un movimiento que tuvo su apogeo y que viene en algunos países en un proceso de decadencia, en tanto factor de transformaciones e incluso de democratización (Véase Alain TouraineActores sociales y sistemas políticos en América Latina; Santiago: PREALC-OIT, 1987). Este proceso está vinculado, muy especialmente, con las nuevas realidades del sistema económico internacional, sistema económico abierto, por tanto, con una estrategia de desarrollo que no considera el mercado interno como su elemento principal; donde, por otro lado, las nuevas tecnologías están transformando la relación de trabajo. Un sistema en el cual los países se están especializando según sus ventajas comparativas; donde la producción, la información, los mercados son transnacionales. En este sistema económico, los puntales básicos del movimiento obrero tradicional están en crisis. Tal es el caso, por ejemplo, en Bolivia, Perú y Chile con el sector minero. La minería del salitre y el carbón en Chile, que fueron los sectores de mayor poder del sindicalismo obrero por decenas de años, hoy días están en extintos. El sindicalismo boliviano está estremecido por la crisis de la economía minera y de su organización sindical, que tradicionalmente jugó un papel político central en el país.

 

El sector textil que fue tradicionalmente también un sector donde había grandes concentraciones obreras, ha pasado a ser un sector que demanda poca mano de obra, cuando trabaja con nuevas tecnologías en ciertos subsectores y retrasado en otros donde sigue trabajando de modo artesanal. Las nuevas tecnologías, por otro lado, colocan mucho énfasis en la capitalización del trabajo en oficinas, en el trabajo de control, en la importancia de la comunicación, en la información, lo que junto con otros procesos económicos, sin duda, van a ir desplazando, más y más, a la fuerza de trabajo industrial y minera. Todo ello hace del sindicalismo obrero tradicional un movimiento que desde una perspectiva histórica va perdiendo importancia política y social, aunque por momentos aparezca en algunos países como el movimiento mejor organizado, capaz de convocar todavía a amplios sectores de trabajadores como en Argentina e incluso a la sociedad global, como ha sido el caso de Chile con las protestas que comenzaron en mayo de 1983 y tuvieron vigencia hasta 1985. Sin embargo, desde el punto de vista de una perspectiva de largo plazo, el sindicalismo obrero minero e industrial evidentemente se encuentra atacado por distintos procesos económicos y administrativos que lo debilita. Uno de los procesos de administración de la producción que más perjudica al sindicalismo es la forma de contratación, en sectores de la economía de punta. Grandes contingentes de trabajadores pertenecen a empresas contratistas, como se ha dicho anteriormente. Además, los trabajadores de la empresa principal son cada vez más técnicos con estudios superiores en su especialidad y ganadores de altos salarios que los alejan de la clase obrera propiamente tal.

 

Se podría imaginar que una manera como el sindicalismo expandiera su radio de influencia fuera la incorporación a su acción del sector informal. Sin embargo, ello no ocurre, no ha ocurrido, y es difícil que ocurra por el hecho fundamental de que en el sistema informal no hay patrones.

 

Otro fenómeno que va teniendo cada vez más importancia en varios países de América Latina es que numerosos trabajadores, especialmente en áreas rurales, están encadenados a una relación de producción y financiamiento con grandes financistas que operan en la clandestinidad. Es la economía negra. El hecho es que esa economía clandestina, impide la formación de movimientos u organizaciones tales como los sindicatos. Aunque la economía negra o sumergida -en todo caso ilegal- no está claramente cuantificada en cuanto a la fuerza de trabajo que ocupa, tiene una no despreciable magnitud si se consideran las cifras del P.G.B.

 

Toda la exposición realizada hasta aquí ha tenido el propósito de enmarcar los límites cada vez más estrechos en los que se mueve el movimiento sindical y las situaciones políticas que van surgiendo en las nuevas realidades del trabajo en el país. Ello llama a pensar en nuevos tipos de organización y nuevas lógicas de acción social, que no son las del sindicalismo clásico. Estas pueden surgir con fuerza en el proceso de la reconstrucción de la economía post pandemia. Proceso en el cual reclamarían participación y representación ante los poderes locales e intermedios, con lo que se configuraría un nuevo mapa en la realidad de los movimientos sociales.

 

Este artículo se complementa con otro enviado también a algunos parlamentarios y amigos. Me refiero a una inciativa que ha organizado partidarios en varios países del mundo. Es BIEN, acrónimo en inglés de Basic Income Earth Network. Cuyo sitio WEB es <basicincome.org>

 

Se entiende por ingreso básico a un pago periódico en efectivo entregado incondicionalmente a todos de manera individual, sin los requisitos de probar los bienes que se poseen o el trabajo que se realiza. 

 

Es decir, el ingreso básico tiene las siguientes cinco características en su formulación más completa:

 

1.   Periódico: se paga a intervalos regulares (por ejemplo, todos los meses), no como una subvención única.

2.    Pago en efectivo: se paga en un medio de cambio apropiado, lo que permite a quienes lo reciben decidir en qué lo gastan. Por lo tanto, no se paga en especie (como alimentos o servicios) o en cupones dedicados a un uso específico.

3.    Individual: se paga de forma individual, y no, por ejemplo, a los hogares.

4.    Universal: se paga a todos, sin prueba de bienes poseídos.

5.    Incondicional: se paga sin el requisito de trabajar o demostrar la voluntad de trabajar.

 

Varias propuestas distintas sobre el ingreso básico están circulando hoy. Difieren en algunas de sus dimensiones por ej. en la periodicidad del pago, en los montos del ingreso básico, en la fuente de financiamiento, en la naturaleza y el tamaño de las reducciones de otras transferencias que podrían acompañarlo, si fuese el caso. Quizás la distinción más importante de estas propuestas sea entre el "ingreso básico completo" y el "ingreso básico parcial". Los partidarios del primero aducen que de ese modo no solo se termina con la persistente pobreza, sino que además se estimula la participación social y cultural de cada individuo. Otra ventaja: el “ingreso básico completo” disminuye los costos administrativos que implican los sistemas de protección social existentes, algunos de los cuales se eliminan. Los partidarios del "ingreso básico parcial" aducen las ventajas de avanzar paulatinamente hacia la meta del "ingreso básico completo", a fin de tener claridad sobre los efectos positivos y negativos de esta política. Mientras tanto, se complementa el ingreso recibido con los sistemas de protección existentes.     

 

 

Estimo conveniente terminar este artículo citando a algunos sociólogos y politólogos que han escrito sobre la democracia y sus relaciones con la libertad y la igualdad. 

 

Al respecto es pertinente recordar el capítulo 14 “Reflexiones sobre la libertad y la igualdad” de libro Sociedad y Libertad del sociólogo alemán Ralf Dahrendorf. Ahí se afirma que en las instituciones democráticas todo depende de la conciliación de libertad e igualdad. Se cita al politólogo Eduard Heimann para quién la libertad y la igualdad son las dos mitades de la democracia. Y critica tanto a quienes destruyeron la igualdad al desarrollar la libertad como a los que perdieron la libertad al conseguir por la fuerza la igualdad.

 

Por su parte el politólogo H.J. Laski define ambos conceptos en su Grammar of Politicst del siguiente modo: la libertad es la ausencia de coacción; la igualdad la falta de “prerrogativas especiales”. Pero como los “privilegios especiales” suponen una “coacción” para aquéllos que no consiguen disfrutarlos, resultan incompatibles la desigualdad y la libertad. Es decir, la igualdad es una parte de la libertad. La libertad y la igualdad han quedado “conciliadas” en una concepción racional de la buena sociedad.

 

Por su parte el gran poeta norteamericano Walt Whitman en “Hojas de Hierba: A la Orilla del Ontario”, proclama:


“Jamás podrá extinguirse la Libertad, jamás podrá retroceder la Igualdad;

viven en el sentimiento de los jóvenes y de las mejores mujeres.

(No por nada las indomables cabezas de la tierra

Han estado pronta a caer por la Libertad.)

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