sábado, 25 de julio de 2020

Argentina: Avance y retroceso

Seguimos luchando, avanzando como se puede, retrocediendo ante el recrudecimiento de una pandemia que, aunque se vislumbre la ¿exitosa? vacuna y se proyecte su fabricación masiva, tardará en llegar al fin del mundo.


Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América

Desde Mendoza, Argentina


Cuando la pandemia parece menguar y dar señales de poder avanzar en las fases preventivas, el contagio recrudece y enciende nuevamente la luz roja. La necesidad, los descuidos en las salidas han generado un aumento considerable de enfermos que empiezan a poner al tope la capacidad de hospitales y salas para el tratamiento. La exhortación a un comportamiento responsable pedido por las autoridades a la población en un momento de transmisión comunitaria, indica la libre circulación que tiene el virus y que hace difícil descubrir las múltiples procedencias, aunque los circuitos estén bien detectados.

 

El AMBA sigue cobrando víctimas y sigue siendo el motivo de mayor preocupación del gobierno tanto nacional como provincial y la CABA, producto seguramente del relajamiento operado hace dos semanas. Centralidad que nuevamente enfrenta el eterno drama de extrema riqueza y extrema miseria que entran en conflicto en un país de contrastes aberrantes que conjugan en sus combates cotidianos, emergencia sanitaria y revitalización económica, como freno a su inmediata y más visible consecuencia: un desempleo imparable.

Situación ésta que comparten varias provincias en las que el receso invernal generó expectativas en el sector turístico y en la población que salió a pesar de las restricciones. 

 

Nadie ignora los efectos mentales del aislamiento y la prolongada reclusión que lleva ya cuatro meses.

 

Cada conglomerado interior del país soporta exigencias conforme recursos y necesidades propias que deben tener soluciones particulares, siempre con la base de derechos sociales que dimanan de la estructura jurídica vigente y que la política debe sustentar en forma sostenida. Se insiste porque de tan declamados los derechos, en la práctica suelen ser letra muerta, como se comprobó en el pasado reciente. Hablando claro, hace menos de ocho meses, de esa Argentina derecha y humana, heredera de los privilegios que dejó la dictadura.

Nadie puede tampoco negar la emergencia en que se está viviendo, pero la forma de abordarla depende también de esa misma dirigencia que debe discutir y dar solución a los problemas según llegan a su gestión. Es ahí donde el efecto pandemia conocido hace caer las caretas y muestra los diversos modos de mirar la caótica realidad que vive la inmensa mayoría: los que velan por todos y los que siguen obedeciendo a los intereses de unos pocos. La cabra tira al monte dice un refrán y define claramente las respuestas de la oposición que, al cabo de tantas semanas de presión vuelve al redil y se revuelve pensando cómo sacar partido de la situación.

 

En correlato o, como mandato tácito, el desafío alimentado desde los medios hegemónicos en esta instancia, invade mentes que esperan todo el tiempo ser colonizadas. Les subyuga la idea de libertad con que cantan las sirenas y salen en bandada a hacerle ronda al obelisco, falo ciudadano que congrega últimamente a los mayores en riesgo y a otros disidentes variopintos. Se escudan en los derechos y garantías ciudadanas de la Constitución, la misma que trasgreden día a día cuando se opone a las apetencias de los poderosos. Corren desesperados ante la palabra expropiación y corren a los gritos de “comunistas”, “vamos a ser Venezuela o Cuba”. Son los mismos mutantes que cantaron “todos somos Nisman” y últimamente corearon “todos somos Vicentin”. Compromiso adherido con saliva que tiene el pensado espesor de un slogan y la trascendencia efímera de una cacerola golpeada. 

 

Se sienten preocupados por la caída de la economía y les importa un pito los muertos de los barrios populares que no disponen de distancia social para cuidarse. Las usinas críticas y los economistas del establishment a cuatro meses de la pandemia se horrorizan por la falta, según ellos, de un plan postpandemia. De nada sirven las negociaciones por la deuda ilegítima de un gobierno que se enriqueció con los préstamos. 

 

Siempre del lado de los buitres, como buitres que son. Menos quieren enterarse de las causas de enriquecimiento ilícito, corrupción, espionaje y otras muchas más que lleva cabo la justicia. Como si el planificado barullo que elaboran cada día pudiera tapar la realidad.

 

Se ha hablado mucho sobre el efecto revelador y sinceramiento de la pandemia, de su abrupta y cruda manera de mostrar las cosas y las personas. De desenmascarar la realidad; esa realidad que justamente los medios y poderosos han ocultado siempre para explotar a la inmensa mayoría. El sistema al que le han cantado loas como único posible se ha desmoronado. El deshilachado estado y la manoseada y violada democracia han vuelto a levantarse de las cenizas frente a un mercado incompetente en respuestas de contención. Pero claro, para ellos son pullas plebeyas de eternos disidentes.

 

La Unión Europea ha salido al auxilio de sus miembros más afectados a pesar de los conflictos planteados en su seno. Los 390 mil millones de euros recién aprobados se suman a los otros 360 mil millones, los que hacen un total de 750 mil millones de la misma manera. Un día histórico, según las expresiones de Emanuel Macron.

 

El imperio en plena carrera electoral dilapidará subsidios para embellecer y lustrar a ese ejemplar que con arranques despectivos los gobierna, intentando hacerle zancadillas al gigante asiático con el chiste del cierre simultáneo de embajadas por parte de ambas cancillerías. Aunque mire con recelo el lanzamiento de la nave rumbo a marte que estiman amartizará en el próximo febrero, mes que la mayoría pauperizada mira como remota porque no sabe si llegará al mes entrante.

 

En las antípodas, los países emergentes saben que sus economías tardarán en recuperarse mucho más, por lo que no es arriesgado pensar en un crecimiento de la brecha entre los ellos y nosotros.

 

Mientras tanto seguimos luchando, avanzando como se puede, retrocediendo ante el recrudecimiento de una pandemia que, aunque se vislumbre la ¿exitosa? vacuna y se proyecte su fabricación masiva, tardará en llegar al fin del mundo.

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