sábado, 12 de septiembre de 2020

Estrellarse día a día

 Estrellarse día a día con el dolor y la incomprensión no hace fácil la tarea a nadie. Como se ha generalizado, estamos en una guerra, pero una guerra desigual; enfrentamos un enemigo invisible que se manifiesta cuando toma el cuerpo de la víctima, a la que habrá de medicar conforme sus particulares condiciones y que, en un cuerpo joven tampoco son garantía de salvación, como lo indican las descendentes edades de los últimos fallecidos.

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América

Desde Mendoza, Argentina


La expresión pertenece al eminente científico y docente Alberto Kornblihtt, quien sostuvo en un artículo reciente, que los efectos de la pandemia son como si un avión jumbo con 200 pasajeros se estrellara cada día, lo que sería tapa de todos los diarios; sin embargo con esta plaga no sucede lo mismo. Hay desprecio e indolencia por lo que atraviesan millones y, los detractores, aunque contagiados, siguen negando la gravedad de la situación. Alientan a salir y disfrutar en libertad como a recuperar la actividad económica.
  

Resulta curioso y a la vez contradictorio, provocan manifestaciones y las internaciones estallan y luego critican como si nada, como meros observadores. Comportamiento demencial que viene adquiriendo mayores dimensiones en un mundo que está lejos de dominar la enfermedad, que sigue a los tumbos, profundizando las desigualdades como nunca.

 

Ahora el aburrimiento les ha iluminado la afiebrada cabeza y salen a quemar barbijos. Otra muestra más de insensatez, alentada y multiplicada por medios al servicio de la confusión y el caos; mandato que canaliza el odio de las derechas dispuesto a disolver la sociedad; mandato imperial que siempre ha respondido al arcaico y renovado divide et impera que enorgullece a los lacayos locales. Ellos disponen de tiempo para reproducir lo irreproducible expresado por las dementes celebridades que, como influencers, suman seguidores a sus mandatos absurdos. Díscolos famosos que pueden ser: ex presidentes renegados, ex diputadas, econosofistas, celebrados actores sin trabajo, en fin… cualquier loco sin carné que toma un micrófono o engancha una cámara al descuido.

 

Lo cierto es que siembran desconcierto, incitan rebeliones y alientan conflictos como los que ahora protagonizan policías en diversas localidades del interior.

 

Todo esto en medio de un rebrote de contagios sin precedentes que tiene al tope la ocupación de camas de terapia intensiva, soportado por personal de la salud agotado, mal compensado y siempre arriesgando la vida.

 

Estrellarse día a día con el dolor y la incomprensión no hace fácil la tarea a nadie. Como se ha generalizado, estamos en una guerra, pero una guerra desigual; enfrentamos un enemigo invisible que se manifiesta cuando toma el cuerpo de la víctima, a la que habrá de medicar conforme sus particulares condiciones y que, en un cuerpo joven tampoco son garantía de salvación, como lo indican las descendentes edades de los últimos fallecidos.

 

Estrellarse día a día es reconocer que la pandemia sumará más pobres, desgracia que ni les moverá el pelo a los 26 ricos que poseen un patrimonio que supera al del 50% de la población mundial, esos que no llegan ganar cinco dólares al día. Esos miles de millones que mueren como moscas al no tener acceso a la atención de la salud porque viven hacinados sin el mínimo saneamiento. 

 

Un tercio de la humanidad en condiciones inhumanas; librados a su suerte, condenados a padecer las consecuencias catastróficas del cambio climático o conflictos bélicos que los obligan a migrar permanentemente.

 

Miseria y desigualdad que tristemente encabezamos en América Latina, con casi un 31% de pobreza, unos 185 millones en 2019 y que, en las últimas proyecciones la CEPAL estima que alcanzarán a 230 millones de personas bajo la línea de pobreza, el 37,3% de la población.[1]   

 

Numerosas son las voces que se hacen escuchar en torno a la gravedad de la situación y las diversas alternativas para atenuarla, desde las organizaciones internacionales hasta gobiernos y personalidades de diversas disciplinas. Todos coinciden en exhortar a sacar lo mejor de cada uno para que en esta instancia crucial, puedan ser superadas las dificultades de la mejor manera posible y al menor costo social. 

 

El mismo Papa Francisco anuncia su encíclica Fratelli tutti (Hermanos todos) a firmar y dar a conocer el próximo sábado 3 de octubre en Asis. Con esa, serán cuatro visitas del Papa a esa ciudad, después de las etapas del 4 de octubre de 2013 y la doble visita de 2016, una en agosto y otra en septiembre. Un regreso que el obispo de la ciudad, Domenico Sorrentino, espera emocionado y agradecido, como se lee en una declaración. "Mientras el mundo sufre una pandemia que pone en dificultades a tantos pueblos y nos hace sentir hermanos en el dolor, no podemos dejar de sentir la necesidad de convertirnos sobre todo en hermanos en el amor", escribe monseñor Sorrentino, que habla de la "fraternidad cósmica" de San Francisco. "Este gesto del Papa Francisco –concluye el obispo de Asís –nos da nuevo valor y fuerza para recomenzar en nombre de la fraternidad que nos une a todos".[2]

 

Estrellarse día a día contra el egoísmo de unos pocos que impiden que salga del Congreso el aporte por única vez a las grandes fortunas locales, cuando desde Alemania y otras naciones desarrolladas se reclama que aporten los que mayor patrimonio poseen, dada una emergencia sin precedentes. Debe aclararse, grandes fortunas, para que no se confunda con bienes personales entre los que hay empresas que podrían sufrir doble imposición.

 

No hay lógica que erosione la miseria humana ni mucho menos para quienes la defienden y exponen como un avance comunista. Tan absurdo y aberrante como proponer a Trump para el Nobel de la paz, como antes se lo dieron a Obama.



[1] Bernardo Kliksberg, Los impactos desiguales de la pandemia, Le Monde Diplomatique, agosto de 2020. Pp. 14-15.

[2] www.vaticannews.va

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