sábado, 3 de octubre de 2020

Indagando en pandemia

 Año extraño 2020. Extraño y crucial para la humanidad. Han pasado más de seis meses desde que se inició la pandemia y pasaron mil cosas altamente reveladoras que hunden sus raíces mucho tiempo atrás. 

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América

Desde Mendoza, Argentina

 

Este 2020 se cumplieron 75 de las explosiones de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki con su devastador resultado. La ciencia había llegado a un desarrollo capaz de eliminar la humanidad de la faz de la tierra. 

Paralelamente y consecuencia de la finalización de la segunda guerra por aquellos bombardeos siniestros, se crean las Naciones Unidas con el objeto de preservar la paz mundial. Ambos acontecimientos separados por poco más de veinte días.

 

Dos países en América salieron airosos de aquel conflicto, el imperio del norte que pone en marcha su imparable complejo industrial militar que garantizará su futura hegemonía en el hemisferio Occidental y, en extremo sur, Argentina que dada su reconocida neutralidad había podido comercializar sus granos y carnes a países de ambos bandos en guerra.

 

En ese memorable año 1945, más precisamente el 17 de octubre, nació el Peronismo  y también, el antiperonismo, encabezado por el empresario y embajador norteamericano Spruille Braden que apoyó abiertamente a la Unión Democrática, una rara coalición conservadora, liberal, socialista y comunista para las elecciones del año siguiente. 

 

Lo que vino después lo hemos contado en este espacio en varias oportunidades. Sabemos de las celebraciones yanquis y de Winston Churchill una vez derrocado Perón en 1955, comparado por éste con la alegría colectiva generada por la derrota definitiva del Eje, conformado por Alemania, Italia y Japón diez años antes.

 

75 años que marcaron a la humanidad de muchas maneras. Instituciones que nacieron con una finalidad y, a la vuelta de la esquina traicionaron su objetivo. 

 

Siempre espanta imaginar un mundo en llamas, ciudades arrasadas por las bombas, millones de muertos, mutilados, heridos, pueblos desaparecidos y mil muestras de crueldad demencial, mientras se celebraban las reuniones en los bosques de Breton Woods para analizar el nuevo orden económico mundial y la creación de las entidades financieras internacionales que velarían su destino, estableciendo el dólar como moneda de las transacciones internacionales. 

 

En ese escenario dantesco surgen el FMI, el Banco Mundial y años después el GATT (nombre en inglés del Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio).

 

Situación que podría compararse con la actual pandemia, consecuencia de los efectos predadores de aquel capitalismo remozado en octubre de 1944 y que ahora se ven sus efectos devastadores en el medio ambiente y en la aberrante desigualdad, impensada en los optimistas años de los treinta gloriosos años del estado de bienestar. 

 

La pandemia es el lado oscuro de la anémica esperanza de paz duradera escrita en las cenizas y borrada con el codo de un manco. Una caricatura. Una caricatura como la democracia practicada por el rubicundo actual mandatario del norte, donde están poniendo el grito en el cielo por los posibles fraudes electorales en las elecciones de noviembre.

 

Todo huele a podrido. Un olor nauseabundo envuelve al planeta. Seguramente las flores mustias que eran rosas ilusionadas de aquella primavera.

 

Auge y agonía de un momento en que los ojos se volcaban sobre el viejo mundo derrumbado y que había que reconstruir, mientras el patio trasero era asolado por dictaduras descabelladas; esas que han sido fuente de inspiración en más de un mentado nobel de literatura latinoamericano, antes y recientemente.

 

Momento particular en descriptivas distopías como las narradas por George Orwell con el premonitorio final de 1984: “bajo la sombra del viejo roble yo te vendí y tú me vendiste”.

 

La guerra de Yom Kippur, la consecuente crisis del petróleo de 1973 declarada por los países árabes y las feroces dictaduras kissingerianas y programas friedmanianos de ese fatídico año de negras alianzas, no han hecho más que exacerbar la desigualdad y preparar el suelo infesto que florece en estos agoreros momentos, clímax de crisis. No hay lugar para los débiles, susurran desde el celuloide los hermanos Coen.

 

Y sí, no hay lugar para débiles ni poderosos, mucho menos lo hay para tibios. Es momento de actuar, como ha manifestado Noam Chomsky en la Cumbre de la Internacional Progresista realizada este último fin de semana, en donde pronunció su conferencia: “Internacionalismo o extinción”. 

 

Allí puso de manifiesto que el momento es crucial en el cambio del curso de la historia, dado el mismo es de crisis muy fuerte, las mismas responden siempre a: la amenaza de guerra nuclear, la catástrofe ecológica y la destrucción de la democracia. Las tres en creciente aumento desde la llegada de Donald Trump a la presidencia de EEUU. Si estamos a cinco minutos de la medianoche, tomando esa hora como la de la extinción humana en el planeta, se estuvo a segundos a comienzos de año por las bravuconadas y estupideces de este hombre nefasto. 

 

Esta internacional surgió para oponerse a la otra internacional reaccionaria encabezada Trump; Bolsonaro, en Brasil; los dictadores del Golfo; Abdel Fatah al Sissie en Egipto, de Benjamín Netanyahu en Israel; Narendra Modi en India y Viktor Orban en Europa. Del resultado de esta contienda depende el futuro de la humanidad.[1]

 

En esta cumbre coincidieron la periodista canadiense Naomi Klein, Yanis Varoufakis, Bernie Sanders, Rafael Correa, Álvaro García Linera, innumerables pensadores, políticos y actores de diversos países, con el objeto de crear un frente contra los poderosos que nos llevaron a este punto sin retorno. Un madero en medio del océano al que intentamos prendernos.

 

Paralelamente la ONU en sus 75 años convocó al mensaje de los mandatarios de los países miembros, en donde también estuvieron presentes los mensajes extremos, por citar dos mandatarios sudamericanos, Bolsonaro se victimizó minimizando los terribles incendios de la Amazonia, mientras Alberto Fernández llamó a la solidaridad internacional, que la vacuna del Covid sea de propiedad universal para que pueda beneficiar a todos los habitantes del planeta.

 

Indagar, recorrer la vieja biblioteca durante el encierro, encontrarse con libros releídos con anotaciones propias de otras épocas y caídos en el olvido, ponen de manifiesto la silenciosa y paciente conducta de analizar, de darle vueltas a las cosas que tenemos frente a nuestros ojos. La curiosidad mantiene en guardia y desconfía de las verdades a priori; sabemos que todo es provisorio, en tanto se van cuajando las nuevas realidades. No obstante, como auguran muchos compañeros, hay que mantener en alto la bandera de la esperanza para alentarnos a nosotros y todos los que nos miran y siguen nuestros pasos. 



[1] Página 12, 19/09/20

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