sábado, 10 de octubre de 2020

¿Adiós? Quino

 No hay sensibilidad que no se sienta interpelada por el mensaje de Quino, expresado en un lenguaje popular, el de las tiras cómicas, lo que muestra que no importa cual sea el medio que se utilice, lo importante será siempre tener algo que decir.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica



Conocí a Quino en Costa Rica, creo que en una feria del libro. Como seguramente no nos pasa con mucha frecuencia con aquellos que se han convertido, como él, en "personalidades" o referentes importantes de la vida social, política o cultural, me sorprendió su sencillez, lo cual significa en este caso que no era alguien que anduviera diciendo cosas geniales en cada esquina, ni chistes punzantes a cada momento.
 

Pero la expectativa era inevitable. Cómo nadie más, había logrado expresar de forma tan sintética, simpática, certera y aguda el mundo que vivíamos con todas sus contradicciones. Era el referente por excelencia de un pensamiento crítico nacido del sentido común, de una mirada que, sin violencia ni aspavientos, desnudaba en lo cotidiano los vicios del mundo.

 

En mi caso, como sucedió con muchas otras familias con hijos e hijas a las que se les quería orientar en una mirada no conformista del mundo, mis hijas recibieron como regalo en alguno de sus tempranos cumpleaños, cuando apenas habían aprendido a leer, algún libro con recopilaciones de la tira cómica de Mafalda y, más tarde, ya en su primera adolescencia, de sus hermosas y siempre agudas viñetas.

 

Porque, aunque ellas nacieron cuando Quino ya había dejado de dibujar a Mafalda hacía años, y sus dibujos muchas veces había referencia a hechos o situaciones que habían sucedido mucho tiempo antes, el mensaje que transmitían tenía un nivel de universalidad y atemporalidad que permitían leerlas en función de lo que sucedía en su tiempo presente.

 

Cuando esto sucede, podemos decir que la obra de alguien se ha convertido en un clásico. No importa cuándo, ni dónde se acceda a ella, siempre tiene sentido para nosotros, ya sea en relación con nuestra vida, o con el entorno en el que vivimos.

 

A lo que decimos deberíamos agregarle una precisión: se trata de un clásico latinoamericano. La circunscripción a nuestro entorno regional no quiere significar que en otras latitudes su mensaje pierda vigencia, sino que en nuestro caso se ha convertido en un referente de nuestra identidad. Tal vez, si fuéramos más precisos, podríamos decir que se trata de la identidad de la clase media latinoamericana, esa que, en su país, Argentina, conoció un desarrollo mucho más vigoroso que en otros países de nuestro continente.

 

No hay prácticamente nadie en esa clase media latinoamericana que permanezca indiferente a sus mensajes. Todos encuentran siempre, en alguna de sus tiras cómicas o sus viñetas, una idea con la que se identifican, que dice con mayor precisión lo que uno quiere decir. Su capacidad de tocar lo esencialmente humano, permite que uno solo de sus dibujos retrate el perfil completo de una personalidad, de una forma de pensar, de un modo de estar en el mundo, al punto que mucha gente los erige en estandarte de lo que piensan que ellos son, es decir, vino como un signo distintivo de ellos mismos.

 

Por eso, por doquier vemos a la gente apropiándose de sus viñetas. Están tanto en un cuaderno de escuela, el archivero de la secretaria o el librero de la profesora. No hay sensibilidad que no se sienta interpelada por su mensaje expresado en un lenguaje popular, el de las tiras cómicas, lo que muestra que no importa cuál sea el medio que se utilice, lo importante será siempre tener algo que decir. Toda una lección para aquellos que no logran dejar el lenguaje engolado y críptico, y que luego se quejan de no lograr conectar con los grupos sociales con cuyos intereses dicen coincidir.

 

Gran legado y grandes lecciones nos deja Quino. Es, evidentemente, de los que no mueren.

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