sábado, 27 de febrero de 2021

Siempre puede ser peor

 Ningún hecho como este -la pandemia- ha exigido generosidad, solidaridad y cooperación voluntaria. Virtudes individuales multiplicadas por la comunidad de los pobres, de los que no adoran al rey dinero, como es el caso de Cuba, que ha enviado 30 mil médicos a misiones sanitarias a 66 países sin alharaca, haciéndose eco del viejo anhelo de globalizar la solidaridad.

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América

Desde Mendoza, Argentina


Siempre puede ser peor, debe haber pensado en la intimidad el presidente  Alberto Fernández al enterarse del escándalo de las vacunas para ciertos famosos, hecho que involucró a su viejo amigo, el ministro de salud, Ginés González García. Su renuncia inmediata y relevo por la Carla Vizzotti, una funcionaria impecable, encargada de dar el parte diario de la pandemia, intentó poner paños fríos entre una oposición furiosa que puso el grito en cielo, cosa que no hicieron cuando el gobierno anterior rebajó al rango de secretaría al ministerio o, cuando dejaron que se perdieran 400 mil vacunas olvidadas en un galpón o, cuando se desentendieron de los 44 submarinistas del ARA San Juan o, cuando los irresponsables ministros de finanzas endeudaron en 200 millones de dólares a cien años, o las estafas del Correo Argentino, o los peajes de la Autopista del Sol, o las ciento de miles de pymes que cerraron acarreando un desempleo elevadísimo o el aumento del nivel de pobreza más alto de las últimas dos décadas. Enarbolan banderas de negacionismo y predican a cuatro vientos a través de los medios a su disposición.

 

Siempre puede ser peor en épocas de lawfare, de mentiras reiteradas, siguiendo el ejemplo de su rubicundo amigo del norte no reelecto como él, donde la corrupta justicia fue funcional a los caprichos del ejecutivo, usado así, en minúscula por los minúsculos personajes que lo ¿ejercían? 

 

Luego de declarada pandemia por la OMS el 11 de marzo de 2020 por la rápida expansión de la Covid 19, el mundo vivió por primera vez, un hecho social total, como expresa el periodista español Ignacio Ramonet, al indicar que ello ha perturbado nuestras vidas personales, sentimentales, sociales, culturales y desde luego paralizó la actividad económica. Lo que venía sucediendo silenciosamente desde hace tiempo, el virus lo aceleró de forma exponencial.

 

Ningún suceso hasta el momento cubrió toda la geografía del globo. Las dos grandes guerras mundiales afectaron a muchos países, pero no a la totalidad de la humanidad; hubo pueblos perdidos que ni se enteraron. Tampoco los sucesivos conflictos bélicos posteriores que fueron focalizándose en diversas regiones, desde Corea en adelante, todos encabezados por el voraz imperio que no ha pasado cinco años sin enviar soldados y armamentos al exterior. Desde siempre ha estado buscando un enemigo en nombre de la democracia y la libertad, llevando consigo destrucción y muerte a todo territorio invadido. 

 

Ningún hecho como este ha exigido generosidad, solidaridad y cooperación voluntaria. Virtudes individuales multiplicadas por la comunidad de los pobres, de los que no adoran al rey dinero, como es el caso de Cuba, que ha enviado 30 mil médicos a misiones sanitarias a 66 países sin alharaca, haciéndose eco del viejo anhelo de globalizar la solidaridad. Además y por si quedan dudas de su capacidad científica, viene trabajando en cuatro vacunas, dos de las cuales están próximas a ser aprobadas, las que podrían estar siendo producidas en el segundo semestre con destino a algunos países de la región. Esperemos, para bien de la población, que no sufran el demente rechazo ideológico como sucedió con Bolsonaro o Jeanine Añés.

 

Este virus y los que vendrán, dado que las cepas mutan y las consecuencias se multiplican, han llegado para quedarse y eliminar a la población descartable, según el criterio utilitarista del sistema imperante, sin gastar proyectiles ni destruir instalaciones, yacimientos varios, ni áreas sembradas. Su blanco son y serán los pobres, los miserables, los hambrientos, los despojos humanos que se alojan mayoritariamente en el hemisferio sur. La mayoría de estos países, con representación en los organismos internacionales, cuyo costo suele ser demasiado caro para sus exiguas economías, no cuentan con los fondos necesarios para satisfacer las necesidades de agua y saneamiento básicos, mucho menos con recursos sanitarios elementales y, ni pensar en hacer frente a la vacunación de sus poblaciones, al menos las de riesgo.  

 

Sin embargo, los poderosos han acumulado la producción de los grandes laboratorios y hasta la venden y colocan en farmacias, sin los operativos segmentados de los países emergentes, ni que hablar de los 130 más pobres que acumulan casi tres mil millones de habitantes y que entre todos ellos no suman cien vacunas a distribuir.

 

La organización Médicos sin fronteras, denuncia que tres de cuatro dosis de vacunas Pfizer (1.500 millones de 2.000) están comprometidas mediante acuerdos confidenciales y secretos firmados por los países ricos, dejando una porción muy pequeña de las dosis para los países en desarrollo y las organizaciones humanitarias. De un total de más de 27,2 millones de dosis de esta vacuna entregadas hasta ahora (fines de enero 2021), los países ricos acumulan casi 27 millones (casi un 93%), mientras que los estados de ingresos medios sólo han recibido una 250 mil dosis (un 0,0009%) y los países en vías de desarrollo, ninguna.

 

La concentración de poder y riquezas se impuso entre países y en el interior de los mismos. Las megalópolis albergan millones de seres apiñados que despilfarran más de lo que consumen, mientras otros hacen cola para hurgar en los depósitos de residuos. Son invisibles o caminan entre las sombras para no ser descubiertos y ser blanco de represiones y castigos. Hordas de los nadie invaden cada vez más las periferias de las ciudades aunque las cámaras vigilantes los registren y la fobia policial salga a buscarlos. La vida es lo único que tienen que perder.

 

En esa orgía de excesos que produce el capitalismo cada día, reduciendo a mercancía a bienes y personas, materia y valores simbólicos despreciando el presente y el futuro. Cada chiste lanzado al azar mata a millones.

 

Por estos días Directv ha estado difundiendo el film Contagio del director Steven Soderbergh, producido en 2011, con grandes actores, como Matt Damon, Marion Cotillard, Kate Winslet, Jude Law, entre otros. Allí se muestra con lujo de detalles el origen del virus que salta de un murciélago a un cerdo y se propaga inmediatamente a las personas a una velocidad espeluznante. Equipos de científicos rastrean desde el primer caso y los lugares donde se van produciendo enfermos y muertes. Intervienen organismos sanitarios, de defensa, la OMS y desde luego, la especulación de los laboratorios encargados de la vacuna y los medicamentos. Y, una vez encontrada la vacuna, los problemas de distribución entre la población aislada y sometida a aislamiento y toques de queda. No faltan los privilegios entre los primeros en recibir la vacuna, tal como sucedió con nuestro ex ministro ahora renunciado y difamado por la extrema derecha vergonzante. Un film que podría haber pasado desapercibido entre tantas distopias difundidas sino fuera que retrata fehacientemente lo ocurrido a partir de diciembre de 2019. Lo que induce a pensar que se sabía de antemano y no se tomaron las medidas de prevención para la población. Algo tan criminal como la promoción del contagio de la manada que sugerían los trumppistas, como el ex mandatario argentino que ahora privilegia la privatización de la distribución de las vacunas en la CABA.

 

Como paradoja del tremendo desarrollo científico alcanzado, en el año en que la pandemia se extendió al mundo, se lanzó nuevamente la carrera espacial con EEUU a la cabeza, seguido por China, la Comunidad Europea, India y Japón con una inversión superior a los 100 mil millones de dólares. En estos días hemos visto posarse sobre la superficie de Marte un vehículo chino y para 2040 se espera un desarrollo intenso. Siempre fue así en el insostenible progreso de unos pocos sin medir ninguna consecuencia. Total si se agota el planeta, hay otros, como si el universo fuera un inmenso mercado.

 

Siempre puede ser peor, de eso no hay duda, como tampoco hay duda que los pueblos se han levantado desde siempre desde el fondo del abismo y han vuelto a ponerse de pie.

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