sábado, 20 de febrero de 2021

Tercera fase, en curso

 Esta crisis no ha de conducir por necesidad al derrumbe del capitalismo, aunque va modificando sin duda las formas de organización y expresión de las luchas que tienen lugar en su seno.

Guillermo Castro H. / Especial para Con Nuestra América

Desde Ciudad Panamá


“El mundo está en tránsito violento, de un estado social a otro. En este cambio, los elementos de los pueblos se desquician y confunden; las ideas se obscurecen; se mezclan la justicia y la venganza; se exageran la acción y la reacción; hasta que luego, por la soberana potencia de la razón, que a todas las demás domina, y brota, como la aurora de la noche, de todas las tempestades de las almas, acrisólanse los confundidos elementos, disípanse las nubes del combate, y van asentándose en sus cauces las fuerzas originales del estado nuevo…”

José Martí[1]

 

Para María Laura Herrera, que estudia y trabaja, y razona

 

Las contradicciones y conflictos puestos en evidencia por la crisis detonada por la pandemia de COVID 19 han renovado el debate sobre el significado y las perspectivas de la globalización. Esta vez, ha sido asumida como un proceso en curso antes que como una fatalidad inevitable, y con ello se abre a discusión si ese proceso conduce a una transformación dentro de un orden ya vigente – en el cual China, por ejemplo desplace de su posición dominante a Estados Unidos – o a una transición hacia una nueva estructura de organización planetaria.

 

El orden de que se trata, en todo caso, tuvo su origen a partir del siglo XVI, con la formación delprimer mercado mundial en la historia de los humanos. Ese mercado, como sabemos, ha conocido al menos dos grandes fases en su desarrollo hasta el presente. La primera, transcurrida entre 1650 y 1850, fue la de su constitución como un mercado colonial, organizado en torno a un grupo de economías de la cuenca del Atlántico Norte. 

Esas economías llegaron a controlar la fuerza de trabajo, los recursos naturales y los mercados interiores de vastas regiones de Asia, África y nuestra América, sobre todo en el periodo que fue de 1750 a 1850. De ese proceso dijo Marx que el establecimiento del mercado mundial, al menos en esbozo, y de la producción basada sobre el mercado mundial, había sido “la misión particular de la burguesía”, que había sido completada “por la colonización de California y Australia y el descubrimiento de China y Japón.”[2]

 

Aun así, agregaba Marx, en un territorio mucho mayor que Europa y los Estados Unidos “el movimiento de la sociedad burguesa está todavía en ascenso”. Y en efecto, para fines del XIX aquel movimiento ascendente  dio lugar a la demanda de estados nacionales por parte de las colonias de mayor desarrollo capitalista y de lazos más estrechos con el mercado mundial, desde la India hasta Cuba.

 

El desarrollo de esas contradicciones dentro del sistema colonial culminó en la Gran Guerra de 1914 – 1945. A partir de allí, el mercado mundial ingresó a su segunda fase de desarrollo, pasando a constituirse en un sistema internacional – o, más precisamente, interestatal. Así, la desintegración del sistema colonial llevó a la comunidad de 51 Estados nacionales que creó la organización de las Naciones Unidas en 1945 a contar con 99 Estados en 1960, 189 en el año 2000 y 193 en 2011.[3]

 

Con ello, el mercado mundial pasó a estructurarse en un conjunto de mercados nacionales que comerciaban entre sí bajo la tutela de sus Estados nacionales, en una relación de interdependencia organizada para un desarrollo desigual y combinado del capital, cuyo epicentro siguió ubicado en el mundo Noratlántico. Ese desarrollo generó una acumulación de capital sin precedentes, que a su vez facilitó la formación de empresas transnacionales – en particular en los sectores financiero y tecnológico -, que para fines del siglo XX ya contaban con la capacidad de tutelar – por así decirlo – a los Estados que regulan los mercados nacionales.

 

Es a partir de allí que se inicia la tercera fase en el desarrollo histórico del mercado mundial, en la que estamos inmersos hoy. En esa transición se hace evidente que la solución de problemas complejos da lugar a la formación de problemas nuevos, de complejidad superior. Así, el proceso de globalización, en su primer impulso, ha venido a desembocar en una crisis general alimentada por un crecimiento económico incierto; una inequidad social persistente; una degradación ambiental constante, y una institucionalidad internacional en deterioro, que se expresa en la creciente conflictividad de la geopolítica contemporánea. 

 

Esta crisis no ha de conducir por necesidad al derrumbe del capitalismo, aunque va modificando sin duda las formas de organización y expresión de las luchas que tienen lugar en su seno. De momento, lo que concluye es la capacidad de las burguesías (meramente) nacionales para conducir la transición desde el mercado internacional de la segunda mitad del siglo XX hacia el global, aún en proceso de formación. 

 

Al decir de Carlos Marx y Federico Engels en 1846, “la gran industria universalizó la competencia […], creó los medios de comunicación y el moderno mercado mundial, creando así por primera vez 

 

la historia universal, haciendo que toda nación civilizada y todo individuo, dentro de ella, dependiera del mundo entero para la satisfacción de sus necesidades y acabando con el exclusivismo natural y primitivo de naciones aisladas, que hasta ahora existía. Colocó la ciencia de la naturaleza bajo la férula del capital y arrancó a la división del trabajo la última apariencia de un régimen natural. Acabó, en términos generales, con todas las relaciones naturales, en la medida en que era posible hacerlo dentro del trabajo, y redujo todas las relaciones naturales a relaciones basadas en el dinero.[4]

 

Aquel mercado mundial es el que hoy se torna una vez más ingobernable. Con ello, sus administradores contemporáneos se ven en la necesidad de escoger entre el riesgo de bloquear su desarrollo, y el de estabilizarlo mediante la ampliación de su base social, garantizando su control por medios tecnológicos cada vez más sofisiticados. 

 

La espiral de nuestra historia nos trae de vuelta, así, a una pregunta que ya fue clásica: ¿Por quién doblan las campanas? Quizás lo hacen por nuestra fe en el mejoramiento humano, en la utilidad de la virtud y en el poder transformador del amor triunfante, como lo aprendimos de José Martí. O quizás esta vez lo hacen por los que han acumulado tanto, y tanto tienen que perder. De nosotros depende, como nunca antes.

 

Ciudad de Panamá, 15 de febrero de 2021

 


[1] “Cuentos de Hoy y de Mañana, por Rafael Castro Palomares”. La América, Nueva York, octubre de 1883. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. V: 109.

[2] Marx a Engels. Londres, [8 de octubre de] 1858. Apud. Dobb, Maurice (1977): Marx como Economista. Editorial Nuestro Tiempo, México, p. 106. Fuente original: Marx, Engels (1957): Correspondencia. Editorial Cartago, Buenos Aires. La “colonización de California” tuvo lugar a partir de la derrota militar de México en la guerra contra Estados Unidos de 1848, y “el descubrimiento de China y Japón” lo tuvo a partir de la apertura forzosa de ese país al comercio exterior entre 1854 y1858, también bajo presión militar de los Estados Unidos.

[3] https://www.un.org/es/sections/member-states/growth-united-nations-membership-1945-present/index.html

[4] Feuerbach. Oposición entre las concepciones materialista e idealista. Capítulo I de La Ideología Alemana.

https://www.marxists.org/espanol/m-e/1846/ideoalemana/index.htm

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