sábado, 27 de febrero de 2021

¡Vacunas para el bien de todos!

 Hay un gran monopolio de las vacunas generado por la acumulación de las riquezas en las naciones más desarrolladas del mundo capitalista. Solamente la actitud de algunas naciones como Rusia y la República Popular China, han considerado a las vacunas contra la COVID-19 como un bien público.

Adalberto Santana / Especial para Con Nuestra América

Desde Ciudad de México


A fines de febrero de 2021 el escenario internacional de la pandemia de la COVID-19, tiene un eje central que es inmunizar a más de 7,000 millones de personas en todo el orbe. Difícil reto para la sociedad del siglo XXI que deberá afrontar, venciendo a las férreas resistencias que se presentan en el paisaje global.  Particularmente a las políticas de aquellos gobiernos de las potencias occidentales que no hacen todo lo humanamente deseable para vencer al virus Sars-Cov-2.  Por ello el gobierno de México durante la sesión del Consejo General de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas, realizada el pasado 17 de febrero condenó el acaparamiento del antiviral por los países productores.  

 

Especialmente cuando el canciller mexicano, Marcelo Ebrard Casaubón convocó a la comunidad internacional para evitar la acumulación de vacunas y también para acelerar las entregas de los biológicos en su primera etapa al Fondo de Acceso Global para Vacunas Covid-19 (COVAX, por sus siglas en inglés).  Tarea urgente y obligada para todos los países del mundo, pero prioritariamente para apoyar a los más vulnerables. Pensemos que los sectores más pobres del mundo son los más débiles para vencer a la pandemia. Sin la erradicación de la COVID-19 en ellos no se fortalecerá la difusión del flagelo. Su vulnerabilidad en medio de la pandemia alcanzará más rápidamente a todos los sectores en un mundo hoy cada vez más globalizado. Recordemos que, entre febrero de 1918 y abril de 1920, exactamente hace 101 años, el planeta entero padeció una de las mayores pandemias cuando se expandió la llamada “influencia española”, la cual generó más de 50 millones de fallecimientos.    Por aquellos años la población mundial alcanzaba aproximadamente los mil 800 millones de habitantes.

 

En nuestros días. de acuerdo con las estimaciones de la Johns Hopkins University, a nivel global el número de infectados se ubica muy cerca de los 112 millones y de 2,5 millones de fallecidos aproximadamente. Cantidad acumulada en más de un año de propagación del coronavirus.  Si pensamos en otros periodos de la historia, especialmente cuando llegaron al llamado Nuevo Mundo los colonizadores europeos, expandieron una guerra bacteriológica que diezmó dramáticamente a los legítimos propietarios de estas tierras (como los caracterizaba correctamente, Simón Bolívar, nuestro gran libertador en su “Carta de Jamaica”). Con el llamado “descubrimiento” de las Indias Occidentales, perdieron -conservadoramente-, la vida más de 40 millones de personas, despoblándose gran parte del Nuevo Mundo. “Lo cierto es que las epidemias fueron llegando en grandes oleadas, provocando un daño irreversible en las poblaciones indígenas: la influenza suina o gripe del cerdo (1493), la viruela (1518-1526), el sarampión (1530-1532, 1559, 1563-1564 y 1595), la varicela (1538), la gripe (1558-1559), el tifus o la peste pulmonar (1545-1548 y 1576-1580), las paperas (1550) la tosferina (1562), la peste (1560-1561 y 1587-1595), la difteria, etcétera. La mortalidad fue espantosa al igual que dos siglos después lo fue en Oceanía, muy a pesar de que ya se conocían los mecanismos de transmisión así como algunas vacunas, como la de la viruela” (en:https://estebanmiracaballos.blogia.com/2015/041801-el-encuentro-europa-am-rica-la-mayor-hecatombe-demogr-fica-de-la-historia.php).

 

En nuestros tiempos, el deseo y anhelo más humano es que la pandemia sea erradicada. Para las estrategias de los países occidentales y desarrollados, ha sido en primer lugar inmunizar a su población olvidándose esencialmente del resto del mundo. De ahí que el mismo secretario de la ONU, Antonio Guterres, ha llegado a manifestar la alarma de que únicamente una decena de países han administrado el 75% de las dosis de las vacunas. Agregando que 130 naciones no han recibido ninguna. Es decir, la exclusión al biológico se ha concentrado en los países más ricos del planeta. De ahí que el mismo canciller mexicano con mucho énfasis puso el dedo en la llaga al mencionar la exclusión y al apuntar que los países con menores recursos (y por lo tanto su población más deprimida económica y socialmente), “no tendrán acceso generalizado (a los inmunológicos) hasta la mitad de 2023”.  Tal situación muestra de nueva cuenta -como fue en el periodo colonial de nuestra América-, que los excluidos en los tiempos del neoliberalismo son en el siglo XXI medicamente mucho más vulnerables.

 

En otras palabras, estamos refiriéndonos al hecho de que hay un gran monopolio de las vacunas generado por la acumulación de las riquezas en las naciones más desarrolladas del mundo capitalista. Solamente la actitud de algunas naciones como Rusia y la República Popular China, han considerado a las vacunas contra la COVID-19 como un bien público. Gracias a esa política algunos países de un desarrollo medio y otros más del llamado Tercer Mundo, han logrado acceder a la vacunación. La vacuna rusa Sputnik V del Instituto Gamaleya ha tenido la autorización para su administración en más de 27 países, entre ellos la misma Rusia, Serbia, Argentina, Bolivia, Nicaragua, Venezuela y México entre otros. En tanto que el compuesto Ad5-nCoV, producido por el Instituto de Biotecnología de Beijing y CanSino Biologics, se ha aplicado en China y distribuido en Turquía Brasil, Colombia, México y Chile entre varios de los países del llamado Tercer Mundo.

 

En ese contexto, destaca el acuerdo entre los gobiernos de los presidentes Andrés Manuel López Obrador (México) y Alberto Fernández (Argentina) de producir y distribuir para las naciones de nuestra América un biológico como el de AztraZeneca y la Universidad de Oxford que destaca por generarse sin fines de lucro. De igual manera sobresale el avance de la política sanitaria de la Revolución Cubana, la cual ha permitido que por su espíritu solidario y el desarrollo de la industria biofarmaceútica, haya logrado avanzar en la generación de cuatro vacunas: Soberana 01, Soberana 02, Abdala y Mambisa. El segundo biológico impulsado por el Instituto Finlay de Vacunas, el cual se encuentra en su fase III de ensayos clínicos (comienzan el primero de marzo participando más de 42 mil ciudadanos de Irán y Cuba). El presidente cubano Miguel Díaz-Canel ha mencionado: “Ya se produce Soberana 02 a gran escala, en Biocen (Centro Nacional de Biopreparados), institución científica de BioCubaFarma con 30 años de experiencia en producción de vacunas” (La Jornada, 22-02-21).   Máxime si con “la aplicación de tres dosis la inmunidad sea permanente” (La Jornada,   17-02-2021). De ahí que un reclamo de todos los pueblos y países de nuestra América y del mundo periférico sea: ¡Vacunas para el bien de todos!

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