sábado, 20 de febrero de 2021

Costa Rica: Universidad y patria

Defender las universidades públicas es un deber patriótico, es defender uno de nuestros mayores logros de nuestra historia. 

Documento: Análisis del proyecto de Ley marco de Empleo Público, elaborado por la Facultad de Derecho de la Universidad de Costa Rica. 


Arnoldo Mora Rodríguez / Especial para Con Nuestra América


Actualmente en la Asamblea Legislativa se discute un proyecto de ley que versa sobre el empleo público, pero que afecta directamente a la autonomía que, por disposición constitucional,  gozan las universidades públicas. Este infame proyecto ha sido prohijado por el actual gobierno, lo cual hace pensar que  quienes lo promueven  olvidan que, entre  las instituciones consideradas como pilares de nuestro sistema democrático, la educación pública ocupa un primerísimo lugar  gracias a los prohombres  de ideología liberal ya desde el siglo XIX.  Todo lo cual  demuestra  que en las últimas décadas venimos haciendo mal las cosas, que estamos despilfarrando el legado de nuestros mejores hombres del pasado. Con ello no se dice nada novedoso. Cualquiera que  hable con la gente lo  puede confirmar.

 

Frente a este adefesio antipatriótico que se debate en la Asamblea Legislativa se levantan estudios, cuya seriedad está por encima de toda duda, como es el llevado a cabo por la Facultad de Derecho de la Universidad de Costa Rica, y que se adjunta a este dossier de la revista NUESTRA AMÉRICA.  Pero lo interesante de este serio estudio  es que no se contenta con eso, sino que suministra pistas para avizorar un futuro esperanzador. Como los buenos médicos, basándose en un científico y con frecuencia crudo diagnóstico de los males del paciente,  sugiere un tratamiento para curarlos o, al menos, paliarlos. Los autores del mencionado documento ven en la ampliación y mejoramiento de la educación la clave para solucionar nuestros males. No están solos. Así pensaron nuestros más connotados maestros: los reformadores del siglo XIX  como Julián Volio y Mauro Fernández; los maestros humanistas de la primera mitad del siglo XX como Joaquín García Monge, Roberto Brenes Mesén y Omar Dengo y, en la segunda parte de ese siglo, pensadores como Rodrigo Facio y educadoras como Ma. E. Dengo. 

 

En cuanto a las universidades, el Dr. Calderón Guardia inició el proceso de transformación del país   fundando la UCR en 1940. Rodrigo Facio en 1957  la reformó para ponerla a la altura de los tiempos. Hoy la educación superior pública constituye un complejo  diversificado. En concreto,  la UCR ha creado la Ciudad  de la Investigación que alberga cerca de 20 institutos de alto nivel científico, publica el mayor número de revistas científicas en Centro América;  entre las cerca de 30 mil universidades que se extienden por el mundo y son reconocidas por la UNESCO,  las 1000 primeras son reconocidas como de primera categoría; allí  están las Universidades de Costa Rica, el Tecnológico y la Universidad Nacional.  Son las mejores de la región centroamericana; poseen las mejores editoriales de Centro América. Es por esto, entre otros factores, que Costa Rica produce y, sobre todo, consume más libros  y revistas científicas y culturales que el resto de los países de la región juntos. Gracias a sus investigadores, las universidades públicas realizan más del 85 % de las investigaciones científicas que se hacen en el país; poseemos una “Ciudad de la Investigación” que es única en la región.

 

Defender a nuestras universidades públicas es defender el futuro de nuestras nuevas generaciones, es dotar al país de excelentes profesionales, como lo han mostrado los médicos y enfermeras que abnegadamente  atienden a los pacientes en los hospitales y clínicas de la Caja Costarricense del Seguro Social  siempre, pero de manera heroica durante esta pandemia. Los investigadores de los institutos de investigación  de nuestras universidades públicas no han dudado en poner todo su saber, que es mucho y reiteradamente reconocido dentro y fuera del país, al servicio de la población sin distingos de ninguna especie. Las universidades  públicas  forman excelentes profesionales, no sólo desde el punto  de vista científico, sino también en la formación de una conciencia crítica basada en criterios que se inspiran en valores  cívicos; por lo que el ejercicio de la profesión no es visto como una ocasión para el lucro personal sino como un medio para poner los avances de la ciencia en función de las necesidades materiales y sanitarias y del disfrute de la creatividad cultural de todos los ciudadanos sin cálculos financieros  egoístas o politiqueros. Defender las universidades públicas es un deber patriótico, es defender uno de nuestros mayores logros de nuestra historia. 

 

Para terminar, me permito recordar lo que lo que ya es un lugar común:  que en el siglo XXI el poder no proviene, en primer lugar, ni de las armas ni del dinero, sino del conocimiento.

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