sábado, 10 de abril de 2021

Argentina: En la cresta de la segunda ola

 Con la misma indiferencia y curiosidad con que se contempla un cuadro de la famosa ola Kanagawa de Hokusai, la mayoría de la población se ha visto sorprendida por la llegada de la segunda ola de la pandemia, como si la transmisión acelerada del virus no dependiera de los hábitos adoptados por su persistencia. 

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América

Desde Mendoza, Argentina

 

Luego de las vacaciones veraniegas y los feriados de semana santa, los jóvenes, haciendo caso omiso a todas las prevenciones, están siendo contagiados y transmitiendo el virus a troche y moche. De nada sirve el ejemplo de Europa o de los países del hemisferio norte que nos llevan la delantera en la repercusión de la pandemia ni la dedicación denodada del personal de la salud que no da abasto en hospitales y centros de atención comunitaria, una masa desafiante de población se congrega en masivas fiestas clandestinas celebrando la estupidez, sobre todo porque las nuevas cepas del virus ya hacen estragos en personas de 15 años en adelante, muy alejadas de la población primariamente en riesgo. Tampoco se evalúa el año de experiencia y la llegada masiva de vacunas que disminuyen el riesgo de letalidad. Todo da igual, siempre la culpa es ajena.

 

En principio algunos redujeron la pandemia a una simple gripesita, como expresó Bolsonaro hasta que la contrajo, pero fiel a estrecho criterio dejó que el virus circulara a sus anchas en lugares hacinados, sobre todo en las favelas que rodean los grandes núcleos urbanos. Este negacionismo llevó a cerrar las fronteras y volver a la primera fase en estos días. 

 

Idéntica situación padece Chile que a partir del 5 de abril ha cerrado sus fronteras y vuelto al aislamiento y toque de queda en horas de la noche, limitando la apertura de los comercios para los artículos de primera necesidad. Entre las medidas exigidas para el ingreso de transportistas, dado que es destino obligado del principal corredor del Mercosur, es un certificado de salud expedido 72 horas antes del ingreso y la mayoría de los conductores exceden ese tiempo tan exiguo.

 

Bolivia ha cerrado sus fronteras con Brasil y Argentina vigila con celo sus porosos límites con Paraguay, dado que la mayor actividad siempre ha sido el contrabando; ese pasaje constante y silencioso de personas llevó al gobernador de Formosa a tomar medidas extremas, altamente criticadas por la oposición. 

 

Toda esa región de las tres fronteras compartida por Argentina, Brasil y Paraguay es un área de difícil control dado que sus ríos se transitan diariamente porque proveen de pescados y productos que sólo pueden ser transportados por esas hidrovías a las poblaciones ribereñas.

Uruguay de ser ejemplo exitoso en el control de pandemia pasó a liderar este fin de semana los contagios a nivel mundial, con 837 por cada millón de habitantes, amén de que el presidente Lacalle Pou reniega de transformar en estado policiaco en el control de la enfermedad[1].

 

Como podemos apreciar, el cono sur de nuestro continente ingresa en la segunda ola como lo han hecho otros países, siendo evidentes las diversas políticas adoptadas por sus autoridades en la emergencia. 

 

Todas las recomendaciones emanadas de la OMS y de los organismos científicos epidemiológicos bregan por la provisión de vacunas y su rápida distribución en menor tiempo a la mayor parte de la población, sobre todo a la de mayor riesgo.

 

Hasta el presidente Alberto Fernández ha sido noticia estos días por haber contraído la enfermedad a pesar de haber sido vacunado con la Sputnik V, generando en principio una marea de rumores en contra de la misma por parte de los medios hegemónicos que responden a la presión de laboratorios de la competencia.

 

Más allá de esta atmósfera cargada de intencionalidades e intereses, nadie puede prospectivamente conjeturar qué sucederá en los próximos meses, habida cuenta lo que viene sucediendo en Europa y el resto de los países del hemisferio norte, que se vienen anticipando en lo referente al derrotero del virus y sus recientes variantes que manera diversa en una población hastiada de encierro y hostigada a salir a manifestarse libremente como si este hecho global jamás hubiera existido.


La estrategia de las autoridades sanitarias, al menos en Argentina, es tratar de vacunar a la mayor cantidad de población con la primera dosis, la que al cabo de tres semanas alcanza una inmunidad del 60%, eliminando la letalidad de la enfermedad.

 

Sin embargo, la reticencia a afectar actividades económicas, induce a repensar inteligentemente cómo se pueden atenuar las aglomeraciones y en esto, los transportes masivos son un foco de contagio importante. Mayor cantidad de vehículos asignados, apertura de ventanillas de los mismos cuando comienzan los primeros fríos, horarios de escuelas, fábricas y comercios, pueden ser alternativas a tener en cuenta. Y es allí donde comienzan las dificultades que ponen de relieve conflictos de intereses. Conflictos de intereses que impulsan a trasgredir medidas previamente consensuadas, como es la prohibición de actividades nocturnas. La chicana barata es elevar la hora de las 22 a las 24 de los bares y restaurantes para no perder clientela.

 

Este rebrote no hace más que sumar efectos devastadores en sociedades que vienen soportando desigualdades extremas y que hasta hace muy poco, meses antes de la llegada de la Covid 19, habían salido masivamente a las calles protestando contra gobiernos oligarcas amancebados en el poder, disfrutando de privilegios a espaldas de sus respectivos pueblos. No podemos olvidar el heroico estallido chileno del 18 de octubre de 2019; ni la recuperación de la democracia boliviana luego de un golpe atroz y la persecución de Evo Morales, su familia y funcionarios; como tampoco fue fácil reconstruir un Frente de Todos en Argentina; la recuperación de la libertad y posteriormente los derechos políticos de Lula en un escenario plagado de muerte; ni dejar de observar las próximas elecciones en Perú luego de tantos cambios de presidentes.

 

Los reclamos siguen y se suman a los efectos económicos que va dejando la pandemia, puesto que la concentración de poder a escala planetaria está a la vista de todos. La entronización de la injusticia ridiculiza las luchas sociales y los logros institucionales de los últimos dos siglos.

 

En esta atmósfera convulsa y confusa, los medios hegemónicos colaboran en la construcción de una subjetividad que choca contra la objetividad de una realidad cruda y aciaga, de explotación y esclavitud de cientos de millones de personas que están en el frente de batalla como científicos e investigadores, todo el personal de la salud, los miembros de las fuerzas de seguridad encargados de hacer velar las medidas de restricción, los docentes que superan las doce horas de trabajo pegados a las pantallas de sus computadoras o teléfonos celulares. De allí que nos balanceamos peligrosamente sobre la cresta de la segunda ola, como surfistas extraviados que pueden irse a pique en cualquier momento.  



[1] Página 12, 7 de abril de 2021.

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