sábado, 24 de abril de 2021

Raúl Roa: el pasado del mañana

 Raúl Roa –que llegó a ser el Ministro de Relaciones de la Cuba  revolucionaria, e hizo de Asamblea General de las Naciones Unidas una trinchera para defenderla cuando fue agredida en Playa Girón- tiene, como José Martí, mucho que enseñarnos todavía.

Guillermo Castro H./ Especial para Con Nuestra América

Desde Alto Boquete, Panamá


“Cuba vive hoy un momento crucial de su destino. Pero ella será, no obstante los signos adversos, lo que el pueblo y la juventud quieran que sea.”

Raúl Roa, 1937. [1] 


José Martí tiene múltiples formas de presencia entre nosotros. Para unos es una brillante figura de nuestro pasado; para otros, una estrella que ilumina los motivos y caminos de nuestro futuro. Los primeros suelen ver en su obra una cantera de ideas preciosas para (casi) cualquier ocasión. Los segundos ven en esa obra la síntesis de una trayectoria que aún no ha llegado a destino, y una fuente inagotable de saberes y certezas.

 

De estos últimos nos llega un texto de anteayer cargado de mañana. Es un folleto apenas, titulado Martí y el Fascismo, publicado en 1937 por un joven intelectual cubano que entonces tenía 30 años entonces, y que en vida y memoria se llamó, se llama, Raúl Roa García. 

 

De origen modesto, tuvo una destacada carrera intelectual y política forjada al calor del legado de antecesores que combatieron en la guerra de independencia de Cuba, que encontró su mejor síntesis en la vida y la obra de José Martí. De esa trayectoria hizo parte, también, su amistad con otros jóvenes intelectuales revolucionarios como Rubén Martínez Villena y Pablo de la Torriente Brau, que ojalá nuestros jóvenes lleguen a conocer mejor. 

En la raíz de su trayectoria intelectual y política se encuentra, también, su vínculo con los que llamó “los martianos genuinos…los que viven por y para aquel espíritu poliédrico”, característico de Martí, como “Gonzalo de Quesada y Miranda, José María Chacón y Calvo, Emilio Roig de Leuchsenring, Federico Castañeda, Gerardo Castellanos, Félix Lisazo, Federico Córdova y Quesada y Juan Marinello”, grupo en el que además incluyó al socialista español Fernando de los Ríos y a la poeta chilena Gabriela Mistral.[2]

 

El folleto está dedicado a dos temas fundamentales. Uno es la vigencia activa del legado de Martí en la política cubana a 42 años de su muerte en combate. El otro, el papel de esa vigencia en la lucha contra el fascismo. Respecto al primero de esos temas, nos dice Roa:

 

La genialidad de Martí nada sufre, ni puede sufrir, con el sesgo trágicamente negativo que tomó el proceso cubano después de su muerte. […] Pero aun los genios tienen limitaciones. Las tuvo Martí. Subrayar la presencia de esas limitaciones es situar a Martí en su verdadero rango histórico. Es, sencillamente, verlo como fue, como es imperativo verlo, como contemplamos las figuras señeras de otros pueblos, en función de realidad. Los genios obedecen también – y en proporción geométrica con su genialidad – a las leyes inexorables del espacio y del tiempo. Y mientras más de su instante y de su medio sea el poeta, el pensador o el político más dilatada resonancia tendrá su acento, su mensaje o su conducta en la historia.[3]

 

A partir de allí, Roa se pregunta sobre lo que considera el verdadero problema a plantear, “que precisa resolverse sin reservas”: “¿es todavía Martí, no obstante el tiempo histórico que Cuba vive, una de las fuerzas motrices de nuestra liberación? ¿O se trata sólo de limpiar de adherencias profanadoras una memoria iluminada, pero ya sin una eficacia directriz?[4]

 

La respuesta de Roa es clara y directa: para Martí, recuerda, es necesario “hacer en cada momento lo que en cada momento es necesario”, y así lo hizo en momentos en que la revolución de independencia se había agotado en la guerra de 1868-1878. Martí – añade Roa – “tenía una concepción teórica infinitamente más amplia del problema”, que lo llevó en la práctica a abrir paso a la transformación de la revolución de independencia de 1868 en una de liberación nacional que vino a triunfar en 1959. 

           

Así, nos dice Roa, el Partido Revolucionario Cubano – en cuya organización y desarrollo entre 1892 y 1895 tuvo Martí un papel de primer orden-, “se proponía, como objetivo fundamental, impedir que Cuba cambiare de arreos coloniales o que la independencia teórica fuera sólo vestudira formal de un protectorado efectivo”. Martí, añade, 

 

quiere que la república – amiga cordial del vecino poderoso y acechante, pero sin interferencias, ni sumisiones, ni hipotecas que la subordinen, escalvizánola, al interés económico y político de su casta dominante – satisfaga la necesidad y el anhelo de cada ciudadano, sin distinción de razas ni de clases, mediante la abolición de todas las desigualdades sociales y de una equitativa distribución de la riqueza. Un república de limpia y potente raíz democrática, esencialmente nutrida y apoyada en el pueblo. Su criterio, a este respecto, no admite dudas.[5]

          

Para nosotros, hoy, lo fundamental del abordaje de Martí desde Roa está en la oración que culmina el párrafo. “Martí”, dice, 

 

encarna en América – en esta América nuestra comida por el caudilaje y exprimida por el imperialismo – las esencias más puras y progresistas del pensamiento democrático. “¿La revolución? – responde a Baliño – La revolución no es la que vamos a iniciar en la manigua, sino la que vamos a desarrollar en la manigua.”[6]

 

 

Aquello a que Martí aspiraba era, en suma, lo que hoy llamaríamos una revolución democrática, que en nuestra América tendría – tendrá – que ser antimperialista, o no será. A 84 años de 1937, esa sigue siendo una tarea a la vez pendiente y constante en la política de nuestra América. 

 

Hoy además, cuando gana presencia entre nosotros el fascismo como ocurría en tiempos del joven Roa, esa tarea es además urgente. En efecto, el “espíritu beligerante” del fascismo, al decir de Roa, se proyecta

 

contra todo lo que obstaculice o impida el dominio rapaz y desnudo del capital financiero, que es la etapa superior de una organización histórica que, en el momento crucial de su agonía, pretende detener el curso ascendente de la vida y niega, sus propios orígenes filosóficos y políticos. Por eso, se pronuncia, por igual, contra el cristianismo y el materialismo dialéctico, el renacimiento y la cultura mediterránea, contra el liberalismo y el socialismo, la democracia y el movimiento obrero, la revolución francesa y la revolución española, la libertad espiritual y la integridad ciudadana.[7]

 

Raúl Roa –que llegó a ser el Ministro de Relaciones de la Cuba  revolucionaria, e hizo de Asamblea General de las Naciones Unidas una trinchera para defenderla cuando fue agredida en Playa Girón- tiene, como José Martí, mucho que enseñarnos todavía.

 

Alto Boquete, Panamá, 19 de abril de 2021


[1] Martí y el fascismo. La Habana, Úcar, García, 1937.

[2] Aquella red de afinidades se extendía más allá. El folleto encontrado en el rincón del librero está dedicado de puño y letra de Roa al Dr. Octavio Méndez Pereira, “alta figura americana”, quien además era el primer Rector y organizador de la Universidad de Panamá, fundada en 1935.

[3] Roa, 1937:13.

[4] Roa, 1937:15.

[5] 1937:20. 

[6] 1937:20. Carlos Baliño (1848-1926), socialista cubano de extracción popular, fue uno de los fundadores del Partido Revolucionario Cubano en 1892 y en 1925, junto a Julio Antonio Mella, del Partido Comunista de Cuba.

[7] 1937:28.  

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