sábado, 17 de abril de 2021

Neoliberalismo latinoamericano: más papista que el Papa

 En Estados Unidos, el nuevo gobierno demócrata impulsa a marchas forzadas su plan para reactivar al país. Para ello impulsa lo que llama el American Rescue Plan, que implica, entre otras inversiones, 1.9 billones de dólares para atender la situación económica y social generada por la pandemia del Coronavirus.

Rafael Cuevas Molina/Presidente UNA-Costa Rica


Una de las premisas de tal Plan de Rescate es que, durante la pandemia, ciertos sectores han acelerado la acumulación de riqueza, a tal punto que el 1% más rico incrementó su fortuna colectiva en más de 4 billones de dólares en 2020, mientras que el 80% de la pérdida del empleo en ese año afectó al 25% más bajo de los asalariados.
  

El eje del plan es la gigantesca inversión de 2.25 billones de dólares para infraestructuras en carreteras, puentes, aeropuertos, centros de tránsito, puertos, abastecimiento de agua, renovación de redes eléctricas; modernización de casas, edificios comerciales y federales, escuelas; empleo, incrementos salariales, beneficios para empleadas domésticas, revitalización de las manufacturas, productos, inversiones, innovación tecnológica, creación de trabajos bien remunerados, capacitación. Se prevé que la segunda parte del plan, en este mes de abril, traerá la inversión de por lo menos 1 billón de dólares más para expandir la atención médica, extender el crédito tributario por hijos y ofrecer licencia familiar pagada.

 

Es interesante que, contrario a los clásicos criterios neoliberales, este plan se financiará con más impuestos a las capas ricas quienes, como no podía ser de otra forma, han puesto el grito al cielo, aduciendo que los impuestos corporativos llevaran a una disminución de los salarios reales, algo que no ha ocurrido nunca. Por otra parte, en el lado opuesto del espectro político, la representante socialista-democrática Alexandria Ocasio-Cortez ha sostenido que el plan es demasiado pequeño.

 

Asimismo, los Estados Unidos, trabajan con los países del G-20 para acordar una tasa de impuesto a empresas mínima global para poner fin a lo que llamaron una “carrera de 30 años a la baja en las tasas impositivas corporativas”. Aseguran que es importante “poner fin a las presiones de la competencia fiscal” y asegurarse de que los gobiernos “tengan sistemas fiscales estables que generen ingresos suficientes en bienes públicos esenciales y respondan a las crisis”.

 

Los gobiernos neoliberales latinoamericanos, que marchan e una dirección totalmente opuesta, no van a tardar en acusar de comunista o castrochavista al gobierno de Joe Biden. Ahí donde prevalecen gobiernos neoliberales, como en Colombia, Perú, Costa Rica, Guatemala o Chile, la tónica ha sido escabullirle el bulto al cobro de impuestos a las grandes fortunas y cargar el peso de la crisis sobre las clases medias. Se gravan los salarios y las pensiones con impuestos y, en algunos países, como Costa Rica y Colombia, por ejemplo, no vacilan en pasar sobre la misma Constitución para adelantar sus planes que ven en todo lo público un enemigo acérrimo al que hay que llevar al límite de la existencia. Se trata de aprovechar la pandemia, que tiene a la población desmovilizada, asustada y fragmentada, para avanzar en lo que no habían podido de las reformas neoliberales iniciadas en la mayoría de países en la década de los ochenta, y en otros, como en Chile, desde mediados de los setenta.

 

El avorazamiento de los neoliberales latinoamericanos es propio de países en los que sus clases dominantes quieren acumular riqueza por medio de la depredación y no elevando la productividad. Tienen una mentalidad arcaica que ya ni siquiera es funcional en las nuevas circunstancias del mundo. Se han quedado más atrás de lo que siempre estuvieron, ya no son ni siquiera furgón de cola, sino que se han transformado en un tren chocho que corre a contramano. 

 

Esa América Latina que le está apostando a la profundización del neoliberalismo a troche y moche está hipotecando su futuro. Países como Argentina, que logró desplazar a la gavilla de bandoleros encabezados por Mauricio Macri, saben lo que cuesta después tratar de enmendar los entuertos en los que nos dejan sumidos estos aventureros que encabezan verdaderas revoluciones conservadoras.

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