sábado, 11 de marzo de 2023

Manipulación genética de embriones humanos: ¿será acaso la última frontera?

 Cada día crecen las voces que en este tema tan sensitivo y polémico, consideran que es posible alinear los intereses de la sociedad y las preocupaciones éticas que despierta esta peligrosa tecnología, con el desarrollo de la ciencia moderna.

Pedro Rivera Ramos / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá

Desde los mismos inicios de la civilización, los seres humanos a través de la domesticación y el cruzamiento selectivo, comenzaron a manipular genéticamente a las distintas razas y especies de animales y plantas conocidas, con la finalidad de provocarles cambios o modificaciones que sirvieran a sus intereses y necesidades. Más tarde, a principios del siglo pasado, la humanidad descubriría una serie de técnicas y procedimientos científicos que llamaría ingeniería genética, que le permiten en un laboratorio alterar directamente el genoma de cualquier ser vivo, mediante la modificación o recombinación de su ADN y otros ácidos nucleicos. Entre los años 2005-2012 a estas técnicas se le uniría la herramienta CRISPR/Cas9, que son como una sonda y unas tijeras moleculares, capaces de llegar a un sitio específico para cortar y pegar pedazos de material genético, en el genoma de cualquier célula.
 
Estos avances científicos y sus posibles aplicaciones en la medicina, harían que en el año 2015 las autoridades británicas aprobaran el uso de técnicas de reproducción, que involucraban el uso del ADN de tres donantes (un padre y dos madres) para dar origen a un ser humano. Como si esto fuera poco, siguieron avanzando aún más y ya a principios de febrero del 2016, la Autoridad de Embriología y Fertilización Humana del Reino Unido, concedió un permiso para que mediante la ingeniería genética, se iniciaran experimentos con embriones humanos; así este país pasaba a convertirse en el primero que en el mundo autorizaba este tipo de prácticas. 
 
Con esta licencia bajo el brazo la investigadora estadounidense Kathy Niakan del Instituto Francis Crick de Londres, inició su experimento con la técnica CRISPR/Cas9 en 25 embriones humanos donados (7 los usó de control), con el fin de encontrar un tratamiento para la infertilidad y comprender mejor todo lo relacionado con los abortos recurrentes. Cinco años después en julio del 2020 casi la mitad de los embriones bajo estudio, presentaron alteraciones o mutaciones inesperadas y anormales en el genoma, que por primera vez desde que se usa esta técnica, se produjeron no en el ADN que se encuentra en los alrededores del objetivo, sino en el mismo lugar donde la doctora Niakan realizara la manipulación. Un fracaso de este tipo no era algo novedoso, ya un equipo de investigación de la Universidad Sun Yat-sen, en Guangzhou, presidido por el doctor Junjiu Huang, lo había sufrido en el mismo 2015 cuando de 86 embriones utilizados, solo 28 expresaron la modificación genética buscada.
 
Pese a que las grandes expectativas generadas primero con la ingeniería genética y luego con la edición genética usando CRISPR/Cas9, no han sido aun satisfechas y que una gran parte de la comunidad científica reconoce que estamos muy lejos, de tener el control y seguridad de los resultados con esta última, existen algunos como el científico chino He Jiankui, que no cree que deban existir barreras biológicas, médicas o éticas, al momento de manipular genéticamente embriones humanos. 
 
Es por eso que en diciembre del 2022 anunció su intención de elaborar un tratamiento contra la distrofia muscular de Duchenne o DMD, que es una enfermedad hereditaria causada por una mutación en el gen del cromosoma X, que codifica la distrofina provocando una debilidad muscular progresiva en los niños. Para ello Jiankui pretende usar la misma técnica de edición genética que en el 2018 empleó para crear dos bebés con aparente inmunidad al VIH/Sida, y otro al año siguiente; práctica que le valió en diciembre del 2019 ser condenado a pagar una multa de casi medio millón de dólares, ser suspendido de por vida de su profesión y estar 3 años en una prisión china.
 
En la actualidad, en la inmensa mayoría de los países del mundo, la manipulación de embriones humanos está completamente prohibida, sin embargo, hay que reconocer que cada día crecen las voces que en este tema tan sensitivo y polémico, consideran que es posible alinear los intereses de la sociedad y las preocupaciones éticas que despierta esta peligrosa tecnología, con el desarrollo de la ciencia moderna. Quizás de allí nace en la Organización Mundial de la Salud (OMS), el informe de su Comité Asesor de Expertos publicado en julio del 2021, donde recomiendan para el caso de la edición génica en humanos, una serie de mecanismos de supervisión y gobernanza institucionales, nacionales, regionales y mundiales. También se puede observar en el informe que aunque por un lado, se ponderan beneficios potenciales de un uso eficaz, seguro y ético de esta tecnología en humanos, no dejan tampoco de mencionar los riesgos que se corren sí las alteraciones en el genoma, acaban siendo transmitidas por herencia a los descendientes. 
 
La experimentación con edición genética en seres humanos, así como se ha venido justificando su uso en plantas, insectos y otros animales, y pese a que algunos de sus más ardientes defensores se entregan con vehemencia, en exponernos sus supuestos y potenciales beneficios para la salud humana, como el tratamiento y la prevención de trastornos genéticos, desarrollo de nuevas vacunas o la resistencia y cura de enfermedades, no deja por ello de entrañar peligros reales en manos de los que sueñan con mejorar significativamente, las facultades mentales de los seres humanos mediante la eugenesia o prolongar la vida más allá de sus límites actuales; así como la de vencer a enemigos con armas biológicas o dominar el mundo venidero con superhombres, supersoldados o razas superiores, al mejor estilo de sus películas de ciencia ficción. 
 
Considerar que manipulando solo los genes de un individuo se pueden resolver problemas de salud, de apariencia física, cualidades mentales o de fortaleza, es ignorar el decisivo papel que cumplen en las expresiones o manifestaciones genéticas, los factores sociales y ambientales en los que este individuo vivirá y se desarrollará. Asimismo, creer que el genoma humano se puede “editar” para corregir los “errores” que trae desde su nacimiento, con una herramienta molecular que todavía está en pañales, es una prueba más del grado de reduccionismo que prevalece en algunos sectores científicos del planeta o el afán por seguir mercantilizando todo lo vivo.
 
Lo cierto es que tanto la manipulación genética humana, como la de los cultivos y animales modificados con lo que llaman “edición genética”, deberían ser reguladas de inmediato en todo el mundo, por los serios riesgos que introducen con sus alteraciones genómicas no intencionales e imprevistas, que no han podido ni controlar ni evitar. 

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