sábado, 13 de octubre de 2012

Perú: Ni calco ni copia, socialismo a la peruana

Ni calco ni copia fue el clamor del Amauta y sigue resonando hasta el día de hoy. No es posible que en el Perú sigamos siendo víctimas de discursos maquillados de populismo y clientelismo barato. No es posible que candidatos, advenedizos o no, sigan haciendo de la campaña electoral un espacio legitimado para el fraude.

José Toledo Alcalde / Especial para Con Nuestra América

Ni calco ni copia fue el clamor del Amauta y sigue resonando hasta el día de hoy
El Perú sigue siendo un país colonizado, viviendo intensas tensiones sociales en búsqueda de una real independencia. La llegada del reino de España – a tierras peruanas -  en la segunda década del siglo XVI; la invasión del Tahuantinsuyo, el exterminio de la población Quechua y Aymara, el saqueo de sus recursos naturales y humanos fue el seño que marcó – con espada y cruz – el antes y después de un sistema de convivencia originario basado en la ley de la reciprocidad (Ayny) para ser remplazado por las leyes de la acumulación y el dogmatismo religioso. Si bien es cierto, el sistema político incaico era jerárquicamente piramidal en donde el Inca y la Coya eran las máximas autoridades, el sistema social era transversado por un orgánico sentido de la equidad, justicia y armonía con el medio ambiente como pilares espirituales, éticos y morales. En la actualidad, el Perú se tendrá que reconstruir su historia a partir del modelo socio-político-económico que - en valores y principios de equidad y justicia social - logre iniciar un verdadero proceso de des-colonización cultural, política y económica, lo más cercano a estos ideales es el socialismo a la peruana que el Amauta José Carlos Mariátegui vislumbró.

El siglo XIX cerró el capitulo del reinado Español-Portugués en América del Centro y del Sur. Logrando cerrar  nominalmente el estado de colonización y abriendo el capitulo nefasto de la neo-colonización hasta nuestros días. En este contexto de luchas y yugos de dependencia, en el Perú, aún no se puede hablar de superación de la dependencia de poderes económicos foráneos. Independencia en donde todas las facciones sociales de la nación sean participes de las mismas cuotas de poder real y simbólico. En la búsqueda de dicha distribución equitativa de poderes, el registro histórico del Perú da fe de la existencia de una serie  de levantamientos sociales, pero de igual forma da fe de las represiones que todos ellos sufrieron.

Entre 1780 y 1782 insurgió Túpac Amaru II (José Gabriel Túpac Amaru Noguera 1738- 1781), en el contexto del  virreinato del Perú, levantándose en contra de las Reformas borbónicas.[1]  Después  del ajusticiamiento de Túpac Amaru II, son Diego Cristóbal Túpac Amaru ((1750 – 1783), el curaca Tomás Catari (1740-1781) y Julián Apaza Nina o Túpac Catari  (1750-1781) quienes asumen el relevo de las luchas en pro de la independencia del yugo español.  Todos ellos fueron torturados y asesinados por fuerzas reales. De igual forma los registros indican sobre las comunidades afro-peruanas y su  participación activa dentro de las luchas por la independencia.

Los cronistas refieren que los primeros grupos de africanos en el Perú fueron traídos por el Inca Túpac Yupanqui aprovechando su expedición por Oceanía (1460). Posteriormente los rebeldes africanos – conocidos como cimarrones – apoyaron las revueltas incas en Vilcabamba (1538-1544) a cargo de Manco Inca. Igualmente se cuenta su participación en rebeliones como las de Juan Santos Atahualpa (1710-1756) y Túpac Amaru II (1738-1781). Es pues Francisco Congo – líder africano – que en agosto de 1713 cae preso como resultado de la resistencia de los hacendados a mando de Martin Zamudio de las Infantas (1666-1742) corregidor de Huarochirí.

Los esclavos y el tráfico de los mismos siguió hasta después de la llamada  independencia (1821) y manumisión de los esclavos afro-peruanos (1854) en el gobierno de Ramón Castilla y Marquesado (1797-1867), estos colectivos de esclavos  pasaron a formar parte del ejército peruano y los que no se enrolaban continuaban en la condición de esclavos.  De esta manera el ingreso al siglo XX se dio en medio de un contexto social y políticamente convulsionado, en donde el despertar ilustradamente anárquico abrió las puertas al socialismo como una posibilidad de gobernabilidad desde la experiencia peruana.

Los primeros 25 años del siglo XX se debatieron entre caudillos y gobiernos de carácter cívico-militar. Representantes de grupos de poder ligados al Guano, Salitre, la minería y el influyente diario El Comercio fueron los que directamente gobernaban la nación.   Por otro lado, educadoras como Clorinda Matto de Turner (Perú, 1852-1909), Mercedes Cabello (Perú, 1845-1909), Manuel Gonzáles Prada (Perú, 1844-1918) y José Carlos Mariátegui (1894-1930) abrieron la puerta de la antítesis al pragmatismo liberal materializado en las primeras expresiones  del pre-capitalismo no industrial, sino exportadora de materias primas, en la América Latina.  Lamentablemente la temprana desaparición del Amauta Mariátegui fue un duro golpe para la consolidación del movimiento socialista a nivel nacional. De igual forma la CGTP, fundado por el Amauta Mariátegui 1929 (Confederación General de Trabajadores del Perú), movimientos campesinos y demás organizaciones sociales, continuaron desarrollando el legado de Mariátegui. El socialismo se abría paso en el Perú desde una experiencia propia.

El literato andahuaylino José María Arguedas (1911-1969) propuso una  aproximación literaria al tema del Perú Andino desde la visión del peruano y la peruana excluidos históricamente.  Esa visión había sido propuesta ya a fines del siglo XIX e inicios del siglo XX por González Prada, Matto de Turner, Mercedes Cabello y el Amauta Mariátegui, como lo indicamos líneas arriba. Estas posturas reivindicaron la eliminación del sistema feudalistamente excluyente, del absolutismo del Capital y los grupos de poder, así como promovieron el protagonismo del mundo andino como sujeto histórico impostergable. Todas estas demandas coincidían en principios con los propuestos por el socialismo internacional.

Cual eco del socialismo internacional, en el Perú, el socialismo, ha sufrido un crecimiento amorfo. La diversidad de frentes de izquierda le ha hecho un sucio juego a los grupos de poder, los cuales saben mantenerse unidos en torno a la defensa de sus políticos, financieros y económicos intereses. Lo han manifestado académicos peruanos de diversas posturas político-ideológicas, la izquierda en el Perú fue y es desunida y allí radica su Talón de Aquiles. Arturo Salazar Larraín señalo: “En el Perú no hay una izquierda sino muchas. Lo que las (sic) diferencia no es poca cosa. Pero en cuanto se avecina algún proceso electoral —y solo cuando eso ocurre— esas izquierdas tratan no solo de limar sus asperezas sino también de saltar los abismos que las separan”.[2]

Rodrigo Montoya Rojas hizo referencia a la diversidad de facciones socialistas en el Perú: “Nunca hubo una izquierda sino varias, directamente derivadas del europeo centrismo y sus líneas internacionales. A la Tercera Internacional del PC soviético, de Stalin y compañía, le siguieron las muchas tendencias trotskistas, luego los maoísmos y todas sus facciones hasta el llamado “pensamiento del camarada Gonzalo”. Si a todas les sumamos las facciones internas de cada una como consecuencia del principio de división a partir de la absurda oposición entre revolucionarios dueños de la verdad y contra revolucionarios agentes del enemigo de clase, el grado de fraccionamiento de la llamada izquierda llegó a la casi atomización. Recuerdo que en 1979, hubo en el país alrededor 19 facciones dentro de las organizaciones maoístas”.[3]

Montoya continuo señalando: “Hubo una excepción extraordinaria en el país: el Partido Socialista de José Carlos Mariátegui con su preciosa tesis “Ni calco ni copia, sino creación heroica”. Entre 1928 y 1930, el único modelo de izquierda a seguir en el mundo era el soviético. El amauta pensó la izquierda peruana a partir de nuestra realidad y no del ejemplo europeo a seguir. La singularidad peruana tenía que ver con la población indígena, la tradición colectiva y comunitaria en la sociedad Inca -comunista primitiva, en términos de ese tiempo- y las comunidades de indígenas como embriones de lo que podría ser el socialismo peruano. Aníbal Quijano escribió alguna vez: con los restos del amauta, fueron sepultadas también sus ideas…(Los dirigentes socialistas) optaron por la facilidad de convertirse en trotskistas y luego en maoístas de todos los colores, en vez de persistir en la vía original de Mariátegui”.

Desde este fragmentario periplo llegamos a las elecciones presidenciales del 2011. Las esperanzas llevaron a las diferentes facciones de la izquierda peruana a crear  la frágil y coyuntural unión de la cual fuimos testigos. El representante fue el ex militar Ollanta Humala Tasso, candidato que se presentó como alternativa frente al intento de proseguir con el régimen fujimorista en la figura de Keiko Fujimori. La respuesta al neoliberalismo impuesto por el régimen dictatorial fujimorista fue una cruda guerra interna en donde grupos para-militares levantados en armas como Sendero Luminoso y el MRTA fueron la expresión extrema de una izquierda políticamente desorganizada. Este conflicto de origen político  fue reprimido inhumanamente por el Estado dictatorial de Alberto Fujimori en concomitancia con su asesor Vladimiro Montesinos, ex director del SIN (Servicio de Inteligencia Nacional) y los grupos de poder dentro y fuera del país. En aquella época contar con un libro del Che, Arguedas o Mafalda era considerado apología del terrorismo. El macartismo llegó a su máxima expresión y la fragmentación de la izquierda se convirtió en su casi total extinción.

El ex asesor del Ministerio de la Presidencia del Perú Sinesio López señaló: “Hablar de la izquierda peruana como si fuera un sujeto político único es un abuso del lenguaje y un falseamiento de la realidad. Lo que existe es un conjunto de grupos políticos de izquierda con poca o nula articulación entre ellos”.[4] Esta desarticulada realidad fue la que fue usada por la campaña política del Partido Nacionalista del hoy mandatario Ollanta Humala. La desorganización de las bases, las vanas disputas por pequeñas cuotas de poder y la ausencia o nula existencia de mística política es una triste realidad desde la cual es difícil hacer frente a los grupos de poder.

Como señalan los analistas políticos, Ollanta Humala pasó del centro-izquierda al centro-derecha y de allí se perfila – sin duda alguna – a la consolidación de un gobierno liberal enmascarado en un discurso inclusivo el cual es oliado, sacramentado y avalado por las principales corporaciones financieras como el BID (Banco Interamericano de Desarrollo) , FMI (Fondo Monetario Internacional) y el BM (Banco Mundial). Sinesio López redondea esta realidad: “La derecha perdió las elecciones, pero gobierna. Todo el secreto radica en el avasallamiento del poder político por el poder económico…Al elegir a Ollanta, la izquierda trabajó para la derecha sin saberlo y ahora, al combatir y reprimir a los movimientos sociales, el gobierno y la derecha trabajan para la izquierda. A 10 meses del gobierno, con más de una docena de muertos en su cuenta,  Humala se parece cada vez más a los gobernantes contra los que insurgió”. ( [5]) ( [6])

Lo que esta claro es que la política neoliberal sigue en pie en la actual gestión del mandatario Ollanta Humala. Erra el mandatario cuando se ufana de no seguir ideología alguna, él  sabe perfectamente que su apoliticismo es ideológico. Sus decisiones políticas han sido elaboradas desde el prisma ideológico liberal con la constante aprobación del FMI y Washington como bien lo señaló Christine Lagarde, directora del FMI: “ (El Perú) Hoy cuenta con el liderazgo de un nuevo presidente que está determinado a seguir aprovechando las ventajas de esa política macroeconómica y el desarrollo que le ha traído al país, sumándole el importante objetivo de conseguir que ese crecimiento sea socialmente inclusivo, lo cual para nosotros garantiza la sostenibilidad del modelo peruano”.[7]

En Perú se copia y se calca modelos impuestos por entes ajenos a los intereses de las mayorías, esos modelos son exclusivamente impuestos por poderes financieros y económicos. La economía peruana es elogiada –en síntesis– por cumplir  religiosamente  con los pagos de los intereses de una inicua deuda externa. Deuda externa exponencialmente en aumento pasando de $28 mil millones en junio de 2006 a más de $35 mil millones en marzo de 2011, pagando solamente en intereses $9,274 millones al año. La reducción del gasto público, la política de control fiscal y el desempoderamiento del Estado  forma parte del dictado internacional del BM y el FMI, nada nuevo bajo el sol. De allí la teoría que el saqueo continua siendo ejercido en el Perú después de 500 años de haber sido invadido por fuerzas foráneas.

La expoliación sistemática, la pseuda democracia basada en un marco legal elaborado por personajes jurídicos y políticos los cuales cuentan como staff de asesores a los grupos de poder económica y mediático (Nacional e internacional), el capítulo económico de la Constitución Nacional  redactado por asesores como CONFIEP (Confederación Nacional De Instituciones Empresariales Privadas) , ADEX (Asociación de Exportadores),  Institute for Liberty and Democracy (ILD) , USAID (United States Agency for International Development) y otros, alejan el sueño del Amauta Mariátegui o del Perú de Todas las Sangres de Arguedas. Todos estos actores políticos-económicos asesoraron la creación del Capitulo Económico de la Constitución Política del Perú aprovechando el auto-golpe de Estado del 5 de Abril de 1992 (Gobierno de Alberto Fujimori Fujimori).

No será fácil rescatar la esencia del pensamiento del Amauta o de Arguedas,  será más difícil aún unir las diferentes expresiones de una frágil y fragmentada izquierda-socialista peruana. Debemos tener en claro que no se es socialista por asistir o presidir  la UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas) o darle un abrazo a Hugo Chávez, asi no se construye socialismo, así se hace negocios. Para muestra tenemos a Colombia y Chile que forman parte de CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) y ALBA (Alianza Bolivariana Para Los Pueblos De Nuestra América), asisten puntualmente a sus reuniones y más aún son anfitriones de las mismas, pero, como sabemos distan años luz de abrazar la posibilidad de unirse al concierto del despertar Socialista Bolivariano en América Latina.

La izquierda peruana –de cara al futuro– tiene la enorme responsabilidad de trascender su histórica desorganización y tendencia a anquilosarse en viejos epítetos ideológicos importados de contextos ajenos europeos. No se podrá seguir adelante asumiendo únicamente posturas trotskistas, maoístas, leninistas, marxistas o estalinistas. Es imprescindible fortalecer los esfuerzos de unidad socialista que surgen a partir de los aportes de las comunidades andinas, selváticas y costeñas y demás organizaciones sociales. Es se suma importancia aprovechar el abandono del proyecto de la Gran Transformación de parte del mandatario Ollanta Humala y la subsecuente sumisión a los dictámenes de Washington y las corporaciones mineras y financieras.

Para las elecciones presidenciales del 2016 votar por una supuesta candidatura de la primera dama Nadine Heredia será – salvando las diferencias – el símil a votar por la ex candidata presidencial Keiko Fujimori. Ambas opciones representan la continuidad de una política de Estado secuestrada por los grupos de poder en favor de la continuidad del saqueo sistemático e institucionalizado.

La complejidad cultural e idiosincrática del Perú hace que el camino del entendimiento sea -para muchos– una tarea casi imposible. Pero, los demás países de América Latina no son menos complejos que el peruano y se involucran en proyectos  de interés nacional bajo el riesgo de ser tildados de satélites de Cuba y Venezuela, como es el caso de Ecuador, Bolivia, Nicaragua, EL Salvador, Uruguay o Argentina. El fortalecimiento de la región desde la experiencia de UNASUR, ALBA, CELAC y MERCOSUR brinda la cobertura a un proyecto independentista de orden continental y no más de carácter local. América Latina del siglo XXI no es más el continente de inicios o mediados del siglo pasado y esta novedad generacional nos impele a formularnos  -desde la experiencia peruana– una serie de preguntas con la necesidad de ser respondidas desde nuestra histórica realidad.

Desde la necesidad de reactualizar  el grito del Amauta de no calcar ni copiar modelos ajenos a la realidad peruana nos arriban una serie de preguntas. ¿Hablar de Socialismo como modelo aplicable al Perú es realmente un discurso obsoleto, desde qué punto de vista? ¿La independencia de la influencia de los grupos de poder  hasta que punto es una necesidad entendida y aceptada por las juventudes? ¿De ser mañana las elecciones regionales y presidenciales quienes serían los representantes socialistas que estarían en condiciones de candidatear? ¿Cómo se puede hacer del modelo socialista una posibilidad de Estado y Gobernabilidad desde el contexto peruano, o sea, cómo se puede construir un socialismo a la peruana?

No caeremos en la antonomástica tendencia de santificar modelo económico o político desarrollado en contextos socio-culturales externos al peruano. Ni santos ni santificaciones; la codicia, los prejuicios ancestrales de orden clasista y racial, el tirar por la borda promesas y pactos asumidos con el pueblo, el venderse por un plato de bandeja, esto y muchas taras no tienen color de piel, orientación sexual, status económico o confesión religiosa preferida. Es exigencia histórica construir caminos de independencia cultural, política y económica, pero de la más radical forma necesita transitar caminos de transformación – individual y colectivamente – de orden ético.

Ni calco ni copia fue el clamor del Amauta y sigue resonando hasta el día de hoy. No es posible que en el Perú sigamos siendo victimas de discursos maquillados de populismo y clientelismo barato. No es posible que candidatos, advenedizos o no, sigan haciendo de la campaña electoral un espacio legitimado para el fraude. Espacio donde se promete grandes transformaciones y al final las transformaciones que se realizan son aquellas que son impuestas por fuerzas económicas ajenas a los intereses de las mayorías empobrecidas. Lo que esta en juego en el Perú y los demás países de la región es la posibilidad de abrirse al modelo socialista latinoamericano vivido desde cada experiencia en particular. Ni calco ni copia, sino creación histórica, es lo que nos toca construir, emulando el triunfo de revoluciones como la cubana con mas de 50 de vigencia histórica y la reconfirmada Revolución Bolivariana con mas de 13 años de vigencia y construcción histórica.



NOTAS
[1] Creación del Virreinato del Río de la Plata (1776), el decreto de Libre Comercio (1778) y las medidas fiscales del visitador Areche (1778-1780).

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