Las relaciones entre
desarrollo económico y protección ambiental cruzan, hoy, prácticamente todos
los procesos políticos latinoamericanos, de un continente que necesita
absolutamente retomar altos niveles de desarrollo después de la fuerte y
prolongada recesión, para atacar su problema central, que es la desigualdad
económica.
Los gobiernos
neoliberales promovieron la desindustrialización y la apertura acelerada de los
mercados internos. Ahora que la demanda internacional cambió, la exportación de
materias primas –y entre ellas las energéticas– pasó a tener un papel central
en la pauta comercial de América latina.
Alvaro García Linera
publica un libro que refuta todas y cada una de las alegaciones de la oposición
de su país y de sus portavoces internacionales. A pesar de ser el más
importante intelectual latinoamericano contemporáneo y, al mismo tiempo,
vicepresidente de la República, se quieren censurar sus palabras, que denuncian
el cerco cobarde que se ejerce sobre el proceso boliviano. El título del libro
es Geopolítica
de la Amazonia y el subtítulo: Poder
hacendal patrimonial y acumulación capitalista. Tuvo su lanzamiento en
La Paz, al cual asistí, con un público básicamente joven de alrededor de un millar
de personas.
En el libro, García
Linera comienza exponiendo las transformaciones logradas por el gobierno en
estos seis años, que permiten decir que se trata de un proceso revolucionario,
“una revolución política, cultural y económica” según sus palabras.
Transformaciones en la apropiación del poder del Estado y en las propias formas
de una toma de decisiones caracterizan los profundos cambios políticos y
culturales vividos por Bolivia. Transformaciones en la propiedad de los
principales medios de producción –en el campo, en los sectores energéticos y
también en sectores industriales– marcan la revolución en el plano económico.
Pero el libro de García
Linera se centra en el desmentido de los supuestos que han orientado la campaña
mediática de la oposición, dentro y fuera de Bolivia, contra el gobierno. Entre
ellos, uno que ha hecho circular la idea de que la carretera de Tipnis –entre Cochabamba y el Beni– sería
instrumento para la exportación de productos brasileños hacia el Pacífico,
valiéndose del territorio boliviano. El libro demuestra, claramente, cómo la
ruta se inicia y llega a territorio boliviano como parte de la unificación
nacional del país –siempre fragmentado y dependiente–, en este caso por Santa
Cruz de la Sierra para la conexión entre Cochabamba y el Beni, provincia en la
que el gobierno desarrolla intensos proyectos agrícolas que liberarían la
economía de la dependencia de la provincia cruceña. Por eso mismo, García
califica esa acusación de “farsa cantinflesca”.
Otro aspecto tiene que
ver con una supuesta imagen de Tipnis como una reserva virgen, que sería
violada por la carretera que el gobierno proyecta construir. El libro demuestra
con hechos, mapas y fotografías que esa región es intensamente explotada por
grandes empresas internacionales del sector de la madera, del ganado y la caza
de yacarés, entre otras actividades. Hay varios aeródromos clandestinos para
esos fines, así como un intenso turismo internacional. Así, la no presencia del
Estado que propugnan ONG internacionales y algunos movimientos indígenas, lo
que defienden no es la inexpugnabilidad de la reserva, sino la permanencia y
extensión de esas explotaciones, con la ausencia de control del Estado nacional
boliviano. Alvaro García Linera acusa a esas ONG y movimientos indígenas de
defender de este modo los intereses de las grandes empresas multinacionales y
gobiernos extranjeros. El poder es obstaculizado por esas empresas, por
gobiernos de los países centrales del capitalismo y por un bloque
latifundista-empresarial que explota materias primas de la región y por un
conjunto de ONG que actúan en la Amazonia boliviana.
Al final del libro, el
autor se concentra en el argumento de que en Bolivia –como también en otros
países progresistas de la región– se desarrollaría un modelo “extractivista”,
que resulta negativo para el desarrollo económico y social. Después de examinar
criterios clásicos de Marx sobre las formas de apropiación de la naturaleza por
la Humanidad, Alvaro García Linera concluye: “No existe evidencia histórica que
certifique que las sociedades industriales capitalistas sean menos nocivas
frente a la Madre Tierra que las que se dedican a la extracción de materias
primas renovables o no renovables”. Superar el extractivismo no es superar el
capitalismo. En esta fase se hace indispensable utilizar los recursos aportados
por la actividad primaria o exportadora controlada por el Estado para generar
los excedentes que permitan satisfacer las condiciones mínimas de vida de los
bolivianos y garantizar una educación intercultural y científica que genere una
masa crítica capaz de asumir y conducir los procesos emergentes de
industrialización y desarrollo económico. “Lo importante es reorientar el
sentido de la producción sin olvidar que también es preciso satisfacer las
necesidades básicas fundamentales, que fueron precisamente las que llevaron a
la población a asumir la construcción del poder del Estado. Que es justamente
lo que estamos haciendo en Bolivia”, dice García Linera.
Se trata por lo tanto de
un libro esencial, sin el cual no es posible comprender la actual fase del
proceso boliviano y la raíz de los conflictos que lo afectan.
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