sábado, 6 de octubre de 2012

Argentina y la huelga de la policía militar: Ojalá que no, pero….

Lo que ocurre hoy en nuestro país no es novedoso, teniendo en cuenta hechos anteriores similares ocurridos en la región Indolatinoamericana. Las sublevaciones policiales en Ecuador, Brasil, Bolivia y ahora Argentina, son nuevas formas de desestabilización promovidas por el imperialismo.

Jorge Luis Ubertalli / Especial para Con Nuestra América
Desde Buenos Aires, Argentina

Oficiales de Prefectura y Gendarmería se alzaron
en huelga y ocuparon edificios y cuarteles.
El aterrizaje del 17 de agosto pasado en nuestro país de Frank Mora, subsecretario de Defensa de EE.UU. para el Hemisferio Occidental ha desatado, habida cuenta de las razones que impulsaron su periplo,  malolientes efluvios primaverales. (ver “Hay Mora en la Costa”). Uno de ellos, consignado en un matutino local, enrareció los buenos aires porteños al dar la nueva sobre una disertación frente a uniformados y civiles locales de tres enviados del Pentágono, quienes, como no, fieles a sus tradiciones democráticas, auspiciaron una vuelta hacia las actividades de seguridad interna de las Fuerzas Armadas.

Coincidente con la perorata pentagonal sacada a luz en el matutino citado, una caceroleada de sectores ideológicos presuntamente desideologizados, manejados entre bambalinas por titiriteros agrupados en la Asociación Empresaria Argentina (AEA), extensión de aquel Consejo Empresario Argentino (CEA) que financió, auspició y usufructuó los golpes de Estado de 1966/73 y 1976/83, inundó las calles lanzando epítetos contra la “negrada”, la presidente de la Nación, Cristina Fernández, Cuba, Venezuela y otros variopintos símbolos del “populismo” y “comunismo”.

Ahora, hace tres días y en el marco de amenazas a un testigo y del secuestro, golpiza y posterior aparición de otro, que deben declarar acerca del asesinato del militante ferroviario Mariano Ferreira en manos de una patota sindical vinculada al delito organizado, un grupo de uniformados pertenecientes a Gendarmería Nacional y Prefectura Naval se halla ocupando los edificios centrales de sus instituciones, cortando arterias y solicitando demandas salariales que, una vez satisfechas, progresan geométricamente y se proyectan hacia otros ítems reivindicativos.

Los hechos generan comentarios, réplicas, desmentidos y repudios, máxime cuando algunos cartelones exhibidos por los facciosos exhiben loas a militares fascistas y reaccionarios-ya fallecidos-a rabiar. Sin embargo, quien esto escribe no se asombra ante lo que ocurre. Y no es porque haya perdido la capacidad de asombrarse ante la barbarie que el capitalismo irradia hoy como lo ha hecho siempre, sino porque advierte desde hace tiempo, al igual que otros colegas,  que las nuevas tácticas del imperialismo norteamericano para con su “patio trasero” consisten en:

- auspiciar desestabilizaciones de gobiernos no afines a los dictados de Washington a través de amotinamientos policiales y de otras fuerzas de Seguridad que, propagandizados por medios de información hegemónicos,  subvierten el orden democrático provocando climas de “caos” e “inseguridad”;

- sugerir tácita o directamente a los gobiernos afectados la recurrencia a las Fuerzas Armadas para contener los desbordes facciosos, restaurar el orden y la “tranquilidad”, y de paso volver a inmiscuirlas en los asuntos de orden interno, revitalizando la Doctrina de Seguridad Nacional y dando a los elementos castrenses, a falta de hipótesis de conflicto externas, la potestad de inmiscuirse en conflictos intestinos de cada país.

La tríade crimen organizado-fuerzas de Seguridad-Fuerzas Armadas serían piezas de un mismo ajedrez imperial jugado en el “patio trasero”, a fin de reubicar a los uniformados, inútiles en cuanto a la inexistencia de hipótesis de conflicto regionales, desactivadas a través de políticas de integración y unidad  regional y subcontinental llevadas a cabo a través de organismos como la UNASUR, el ALBA y la CELAC, entre otras, en una renovada tarea policial, que implica la subsunción, como ya ocurre en varios países, de los Ministerios de Seguridad con los de Defensa.

Lo que ocurre hoy en nuestro país no es novedoso, teniendo en cuenta hechos anteriores similares ocurridos en la región Indolatinoamericana. Luego del golpe de Estado en Honduras de junio del 2009, que subsumió posteriormente, como hasta ahora, la Seguridad y la Defensa en un mismo ítem, se produjo en Ecuador un levantamiento policial contra el presidente Correa, cuyo detonante fue, al igual que el que hoy convoca a los prefectos y gendarmes locales, el tema de los bajos salarios y otros supuestos beneficios conculcados. Ante la situación, ocurrida el 30 de octubre del 2010, el presidente Correa debió recurrir al Ejército para conjurar a los rebeldes, dándole a las Fuerzas Armadas la potestad de intervenir en el mantenimiento del orden interno en el país.

En febrero de este año otro hecho similar sucedió en Bahía, Brasil cuando policías se sublevaron en pos de reivindicaciones sectoriales. El gobierno de Dilma Roussef debió entonces recurrir a las Fuerzas Armadas para contener los alzamientos, las que al unísono y dueñas de la situación reclamaron el no juzgamiento de los militares torturadores y asesinos que escarnecieron a militantes populares durante la larga dictadura entronizada en ese país. En junio se produjo el golpe de Estado legislativo en Paraguay, a la par que la policía boliviana se acuartelaba en La Paz, cercaba la Plaza Murillo, el Parlamento y la Casa de Gobierno y reprimía al pueblo movilizado y desarmado que pugnaba por que se restableciera el orden institucional al grito de “Motín, motín, motín policial”, que se escuchó por varios días en distintos puntos del país. Sus demandas, relativas a bajos salarios y “ninguneo” oficial, se homologan hoy con la de sus pares argentinos.

Teniendo en cuenta estos antecedentes y ante la situación creada aquí por gendarmes, prefectos y otros acompañantes uniformados que parecen, según los voceros oficiosos del caos y la desestabilización golpista, sumarse a sus acciones, pueden ocurrir tres cosas:

- Que los facciosos acepten las condiciones que el gobierno ha ofrecido y depongan su actitud, habida cuenta que lo por ellos requerido en primera instancia ya ha sido satisfecho.

- Que prosigan con su escalada facciosa, obligando al gobierno a recurrir a las Fuerzas Armadas para restaurar el orden.

- Que los facciosos y sus supuestos represores se unan a sectores civiles golpistas y pretendan tumbar al gobierno democráticamente elegido por el pueblo o a algunos de sus Ministros, como la titular de Seguridad, Dra. Nilda Garré, quien desde el Ministerio de Defensa primero y de Seguridad después ha desarrollado una gestión tendiente a preservar la soberanía nacional y popular, y paralelamente a combatir la corrupción y la impunidad en las fuerzas a su cargo.

Frente a estas disyuntivas, al gobierno legítimamente constituido le quedan tres opciones simultáneas a llevar a cabo, determinadas en última instancia por las actitudes de los alzados:

- Movilizar a las masas populares a fin de prevenir y abortar cualquier atisbo de quebrar el orden institucional por parte de uniformados y civiles, sean cuales fueren.

- Convocar a los países del MERCOSUR, UNASUR, CELAC y otros organismos, como el ALBA, a fin de que a través de sus presiones hagan desistir de sus intenciones a los facciosos.

- Armar al pueblo, previa constitución de un Estado Mayor de Poder Popular, para defender con todas las fuerzas al proceso de cambio- que deberá profundizarse a fin de quitarle poder a las fuerzas locales e internacionales que auspician a los facciosos- al gobierno legítimamente constituido y a las instituciones democráticas, de la que tanto hablan los que a la vez atentan contra ellas cuando les conviene a sus intereses de clase, conjugados con las apetencias imperiales.

Ojalá que no pasen a mayores estos hechos que, al cabo de las horas, huelen cada vez peor.

Unidos y organizados venceremos.

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