sábado, 13 de octubre de 2012

Chávez, la Revolución Bolivariana y Centroamérica

Desdeñada por los análisis que se hacen sobre América Latina, Centroamérica y el Caribe constituyen una región en la que se apuntalan o decaen hechos, fenómenos y procesos que van mucho más allá de ella: la Revolución Cubana, la Revolución Sandinista y la Revolución Bolivariana son ejemplos claros y contundentes de lo que decimos. Cada una de ellas ha marcado época y hoy no es la excepción. 

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica

La Revolución Bolivariana también tiene
influencia en Centroamérica y el Caribe.
La Revolución Bolivariana comandada por Hugo Chávez tiene incidencia en toda América Latina. Esto ha sido remarcado hasta la saciedad en los últimos días a propósito de las elecciones realizadas en Venezuela el pasado domingo 7 de octubre.

Ella representa una de las dos tendencias dominantes en la región en nuestros días: la que apuesta por construir un espacio para América Latina en el concierto de naciones del mundo, sustentada en una visión que pone acento en “lo propio” y preocupada por la suerte de los sectores populares. La otra, la que prevaleció como única e imbatible precisamente hasta la llegada de Hugo Chávez al poder, la del neoliberalismo basado en el Consenso de Washington, sigue bregando por mantenerse y abrirse paso en la región, y en algunos países lo ha logrado. Tal vez sea México el lugar en donde ha podido sentar sus reales con mayor holgura (pues en Chile está cada día más jaqueado por la impugnación popular expresada en las calles) y lo ha transformado en otro México, en un país desconocido, distinto a aquel en el que su identidad era un bastión de orgullo nacionalista contra la intromisión yanqui y solidario con las mejores causas de Nuestra América.

Estas dos tendencias en brega se han expresado también en Centroamérica. La implementación del neoliberalismo en esta región se hizo, sobre todo en el llamado Triángulo Norte centroamericano (Guatemala, El Salvador y Honduras), estando en el poder regímenes autoritarios que, además, llevaban adelante una cruenta guerra en contra de sus propios conciudadanos.

A partir del año 2008, sin embargo, aparecieron algunos signos que hicieron que las alarmas de la derecha local y de los Estados Unidos se prendieran: en Nicaragua, el Frente Sandinista se encontraba en el poder y, digan lo que digan sus detractores, estaban haciendo un gobierno con políticas sociales orientadas a mejorar las paupérrimas condiciones de vida de la población y eso les atraía la simpatía de las mayorías; en El Salvador, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) se perfilaba como el virtual ganador de las elecciones presidenciales; en Guatemala, el tibio gobierno socialdemócrata de Álvaro Colom coqueteaba con Petrocaribe y, en Honduras, Mel Zelaya se declaraba dispuesto a alinearse con las posiciones del ALBA y profundizaba sus relaciones con Nicaragua, Venezuela y demás países nacional-progresistas de la región.

Los factores que habían desencadenado este viraje de Centroamérica eran básicamente dos: el creciente influjo de las posiciones nacional-progresistas en América Latina que, sintomáticamente, en la misma Honduras habían logrado que la OEA echara marcha atrás en sus posiciones excluyentistas respecto a Cuba, y el triunfo de los sandinistas en Nicaragua.

Ante este panorama, los Estados Unidos de América, con un Barak Obama recién llegado a la presidencia de la Casa Blanca, tomó cartas en el asunto. Que Centroamérica (que había sido su patio trasero por excelencia siempre, parte integrante de su mare nostrum que es el Caribe, región que a mediados del siglo XIX trataron de incorporar como parte de la unión americana a través de la aventura filibustera de William Walker) se le fuera de su órbita de influencia ya era demasiado.

Fue así como dio un golpe de Estado en Honduras y mandó a volar al presidente constitucional. Esa fue su principal jugada aunque no la única, pero bastó para iniciar un proceso de agresiva iniciativa de la derecha en toda América Latina. El golpe de Estado hondureño fue la clarinada que marcó el momento en el que la gran potencia del Norte se despabiló y pasó a la ofensiva de nuevo.

Luego vino el golpe de Estado en Paraguay, la perspectiva de más bases militares rodeando a Brasil y a Venezuela, la profundización de la llamada guerra contra el narcotráfico, la apuesta por volcar a Hugo Chávez en Venezuela.

Aunque generalmente desdeñada por los análisis que se hacen sobre América Latina, Centroamérica y el Caribe constituyen una región en la que se apuntalan o decaen hechos, fenómenos y procesos que van mucho más allá de ella: la Revolución Cubana, la Revolución Sandinista y la Revolución Bolivariana son ejemplos claros y contundentes de lo que decimos. Cada una de ellas ha marcado época y hoy no es la excepción.  

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