sábado, 7 de julio de 2018

Argentina: dólar imparable, el amargo té verde del macrismo

La naturaleza de las cosas, verbigracia del capitalismo periférico,  a más de la historia reciente, enseña que las experiencias neoconservadoras, por de pronto en la Argentina y el Tercer Mundo, están condenadas al fracaso, así gobernaran verdaderos estadistas.

Carlos María Romero Sosa / Especial para Con Nuestra América
Desde Buenos Aires, Argentina

Refiere Nietzsche en uno de los capítulos de su libro Hecce Homo, que en agosto de 1881,  cuando caminaba a través de los bosques junto al lago de Silvaplana,  se detuvo frente a una imponente roca elevada en forma de pirámide no lejos de Surlei “a seis mil pies del hombre  y del tiempo”, con la intuición del eterno retorno. Yo vivo en el año 2018 y no estoy en el valle suizo de Engadina sino en la ciudad Autónoma de Buenos Aires: sin embargo, me invade no por cierto un pensamiento creador, sino otro de preocupación por el descalabro económico producto de la pésima gestión del ingeniero  Mauricio Macri y su equipo de empresarios y ex condiscípulos suyos del colegio secundario, hoy devenidos en  ministros del Poder Ejecutivo. Circunstancia que todo hace pensar resultará en otra de las cíclicas crisis terminales de las que aproximadamente cada década  resultamos víctimas los argentinos y cuyo primer síntoma es el desbocarse del dólar.
 

Se trata ciertamente de una suerte, o para el caso mala suerte, de eterno retorno, que poco tiene que ver con aquella fórmula suprema de afirmación que decía el filósofo alemán y en cambio pone en acto una decadente repetición de nuestro fracaso como sociedad, en gran medida responsable  de elegir pésimos gobernantes y apostar al triunfalismo futbolero, en cuestiones que hacen al bien común. Por de pronto  es esta una sociedad siempre propensa en su inmadurez a  echar mano a frases echadas a rodar por la propaganda oficial,  en los multimedios monopólicos que  ahora sostienen y promueven este proyecto neocolonial y hambreador, igual que ayer al menemismo y anteayer a la dictadura y el plan de Martínez de Hoz bendecido por la Trilateral y Kissinger. Se trata de medios que son en verdad los mandantes de gobiernos antinacionales y los que a este presidente lo mantienen  a rienda corta dictándole lo que debe hacer, antes de asumir el diario La Nación le indicó, con el viperino mensaje que caracteriza a la “Tribuna de Doctrina”, amnistiar a los militares genocidas presos. Concedámosle una a favor a Mauricio Macri: no lo hizo.

Entre la opinión pública y la publicada debería haber un abismo, a juzgar por los intereses sectoriales del cuarto poder   enfrentados a la calidad de vida del común de la gente, salvo excepciones como el canal C5N con sus directivos presos.  No lo hay sin embargo y en cambio la pretendida inteligencia suele acuñar y difundir desde allí nuevas zonceras argentinas, con riesgo semejante para la Nación y el Pueblo a un reguero de pólvora. Así: “Si le va bien a Macri, nos irá bien a todos”;  un oxímoron a la vista del ideario neoliberal que en la campaña disimulaba el entonces candidato. Porque si tuviera éxito su plan y los números macroeconómicos le cerraran, esto acarrearía como contrapartida la recesión y la miseria imaginables, siendo los beneficiados los mismos sectores del privilegio que lo fueron siempre y lo siguen siendo ahora pese al abultado déficit fiscal actual: las oligarquías, el FMI y los usurarios acreedores de la deuda externa que el gobierno agigantó desde diciembre de 2015.   

Con los que le creyeron, los que le quisieron creer y aquéllos a los que les convenía su triunfo electoral,  ganó las elecciones presidenciales en 2015, para disgusto de su padre el empresario Franco Macri,  prebendario pero poco  dado a equivocarse, quien decía no verle manos para la política a su hijo. A renglón seguido comenzaron el mandatario y su famoso “equipo” en la terminología duranbarbista, con la tarea de ir destruyendo una a una las conquistas sociales, que incluso buena parte de sus votantes de clase media y de manera inverosímil de sectores humildes, esto último explicable sólo por el bombardeo mediádico antedicho,  daban por irreversibles. En lo que no mintió el ingeniero fue en el slogan de “Cambio”. Un cambio por cierto reaccionario mostrado al elevar hasta cifras delirantes e impagables el precio de los servicios de agua, electricidad y gas; modificar en  menos la fórmula de actualización de jubilaciones y pensiones, impedir la paritaria nacional docente; quitar retenciones a los eternos ganadores de la Sociedad Rural y a los empresarios mineros; favorecer al sector bancario y financiero en detrimento de la producción y embretar a la población con una inflación que día a día carcome sus ingresos. La fanfarroneada creación de trabajo del año pasado, se redujo a actividades precarizadas y a monotributistas; grupos que al presente son las primeras víctimas de la desocupación.  

A poco la suerte de populismo de derecha,  del otrora sonriente y danzante candidato fue endureciéndole el gesto y ante la creciente protesta social apareció la amenaza de la represión; una respuesta oficial que se llevó primero la vida del joven artesano Santiago Maldonado cuando apoyaba las  reivindicaciones de los mapuches en la Patagonia y poco después, allí mismo, la de Rafael Nahuel en manos del grupo Albatros de la Prefectura Naval. 

Para tranquilizar a los ultras y halcones que están a su derecha y exigen mano dura,  el Jefe de Estado anunció  el último 29 de mayo: Día del Ejército –y también aniversario del Cordobazo, porque la cronología suele hacer guiños de ojo en el juego de truco de la historia-  la necesidad de que  las Fuerzas Armadas  brinden apoyo logístico a las Fuerzas de Seguridad, para lo cual deberá  modificarse el Decreto 727/2006 reglamentario de la ley 23.554 que lo impide. 

En tanto, la alianza “Cambiemos” va sin rumbo y no precisamente a los estadios del Mundial de  Rusia, descalificada la lamentable y caótica Selección Argentina en el partido con Francia. Va a los saltos con la inefable diputada Elisa Carrió mixturando politiquería barata con Ciencias Sagradas y proponiendo dar propina en una caricaturesca versión posmoderna de la Damas de Beneficencia, que la hacían en serio y tenían distinción y  refinamiento, cualidades de las que no  goza  la pretendida Fiscal de la República. Con el radicalismo apostatando de su tradición reformista y mirando para otro lado cuando la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal manifiesta que los pobres no van a la universidad. Y con sus casi aliados en el Congreso, como el oportunista ex UCD Sergio Massa, y entre los gobernadores  Juan Manuel Urtubey, toman ya prudencial distancia al oler como las mulas la tormenta en ciernes previendo que no habrá fácil reelección en el 2019 para Macri, que desde hace meses debe beber el amargo te verde de la corrida cambiaria. 

Nada novedosa por lo demás resulta esta debacle. La naturaleza de las cosas, verbigracia del capitalismo periférico,  a más de la historia reciente, enseña que las experiencias neoconservadoras, por de pronto en la Argentina y el Tercer Mundo, están condenadas al fracaso, así gobernaran verdaderos estadistas. Cuánto más en el caso de ineptos bajo sospecha de corrupción o de “conflicto de intereses”, según el justificante eufemismo que gusta emplear la señora Laura Alonso, titular de la Oficina Anticorrupción del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación.                  

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