sábado, 16 de noviembre de 2019

El bien mayor del hombre

Hoy, nuestras gentes contribuyen al esfuerzo por culminar la transición hacia un sistema mundial que será nuevo en la medida en que llegue a ser una república moral de los pueblos, en el que el bien mayor de todos se exprese en la armonía de los humanos entre sí, y con su entorno natural.

Guillermo Castro H. / Especial para Con Nuestra América
Desde Alto Boquete, Panamá

Para Aida Migone, profesora de historia
en el Liceo Manuel de Salas,
colegio y escuela de mi generación
en Santiago de Chile, tantos años atrás

Un periodo especialmente fecundo en la vida de José Martí es el que va de enero de 1891, cuando publica el ensayo Nuestra América, y el 19 de mayo de 1895, cuando cae en combate por la liberación de Cuba del dominio colonial español. Fueron aquellos los años de creación del Partido Revolucionario Cubano y su periódico Patria. Fue entonces, también, cuando tuvo lugar la transformación de la última guerra de Independencia de Hispanoamérica en la primera de liberación nacional de nuestra América, que sentó las bases de la extraordinaria capacidad de resistencia de Cuba ante la agresión extranjera, y de su capacidad para contribuir al equilibrio del mundo.

En su aporte a esa transformación, tuvo un papel destacado la capacidad de Martí para incorporar a ella la experiencia derivada de su compromiso con la vida y las luchas de los pueblos latinoamericanos, y su observación atenta del devenir de la sociedad norteamericana entre 1881 y 1890. De allí que abordara la situación de la Cuba de su tiempo desde un análisis político íntimamente vinculado al sustrato cultural de su identidad nacional. “Tienen otros pueblos”, dijo, “y entienden que es trabajo suficiente, un solo problema esencial”:

en uno, es el de acomodar las razas diferentes que lo habitan; en otro, es el de emanciparse sin peligro de los compromisos de geografía o historia que estorban su marcha libre; en otro, es, principalmente, el conflicto entre las dos tendencias, la autoritaria y la generosa, que con los nombres usuales de conservadores y liberales dividen a los pueblos. Y en Cuba, sólo segura porque el alma de sus hijos es de alientos para subir a la dificultad, hay que resolver a la vez los tres problemas.[1]

Los problemas de Cuba, por otra parte, debían ser encarados en una circunstancia inédita: la del ingreso del capitalismo norteamericano a la fase imperialista de su desarrollo, que lo llevaría – una vez completada su expansión territorial a cuenta de Francia y de México – a ingresar en la disputa por la hegemonía en el mercado mundial. En esa disputa, sus primeras áreas de interés serían el Caribe hispano – Cuba, Puerto Rico y el Istmo de Panamá - y la América del Sur, en particular Argentina, Chile y Perú.

Esto, para Cuba, exigía la conquista de una soberanía nacional sólidamente fundamentada en la soberanía popular – y no meramente oligárquica, como había ocurrido en el resto de la América española. Esa tarea, de una simultaneidad inédita en nuestro siglo XIX, exigía liberar al pueblo cubano del colonialismo español para protegerlo del imperialismo norteamericano. Esto explica que la organización creada por Martí y sus compañeros para lograr “la independencia absoluta de la Isla de Cuba, y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico”, y fundar “un pueblo nuevo y de sincera democracia, capaz de vencer, por el orden del trabajo real y el equilibrio de las fuerzas sociales, los peligros de la libertad repentina en una sociedad compuesta para la esclavitud” no se llamara Partido Independentista, sino Partido Revolucionario Cubano.[2]

Lo revolucionario de ese partido incluyó, además, percibir las contradicciones en curso en el sistema mundial – en el que se gestaban ya las luchas anticoloniales que marcarían el ingreso al siglo XX en la India, China, el Sudeste de Asia y el Medio Oriente -, y adoptar una clara posición frente al incremento de las rivalidades entre potencias imperialistas. Al respecto, el Manifiesto de Montecristi, que llamó al alzamiento de los cubanos contra el colonialismo español, advertía que

La guerra de independencia de Cuba, nudo del haz de islas donde se ha de cruzar, en plazo de pocos años, el comercio de los continentes, es suceso de gran alcance humano, y servicio oportuno que el heroísmo juicioso de las Antillas presta a la firmeza y trato justo de las naciones americanas, y al equilibrio aún vacilante del mundo. Honra y conmueve pensar que cuando cae en tierra de Cuba un guerrero de la independencia, abandonado tal vez por los pueblos incautos o indiferentes a quienes se inmola, cae por el bien mayor del hombre, la confirmación de la república moral en América, y la creación de un archipiélago libre donde las naciones respetuosas derramen las riquezas que a su paso han de caer sobre el crucero del mundo.[3]

Llegar a ese planteamiento no había sido sencillo. Meses antes, un texto ejemplar – “El alma de la revolcuión y el deber de Cuba en América”- daba cuenta de la intensidad de los debates que el tema provocaba en el Partido Revolucionario Cuban. Allí señaló Martí:

Es un mundo lo que estamos equilibrando: no son sólo dos islas las que vamos a libertar. ¡Cuan pequeño todo, cuán pequeños los comadrazgos de aldea, y los alfilerazos de la vanidad femenil, y la nula intriga de acusar de demagogia, y de lisonja a la muchedumbre, esta obra de previsión continental, ante la verdadera grandeza de asegurar, con la dicha de los hombres laboriosos en la independencia de su pueblo, la amistad entre las secciones adversas de un continente, y evitar, con la vida libre de las Antillas prósperas, el conflicto innecesario entre un pueblo tiranizador de América y el mundo coaligado contra su ambición.[4]

Aquella obra de previsión continental ha venido ya a ser global. Hoy, nuestras gentes contribuyen al esfuerzo por culminar la transición hacia un sistema mundial que será nuevo en la medida en que llegue a ser una república moral de los pueblos, en el que el bien mayor de todos se exprese en la armonía de los humanos entre sí, y con su entorno natural. Del Bravo a la Patagonia, estamos en marcha otra vez.

Alto Boquete, Panamá, 3 de noviembre de 2019




[1]  “Los cubanos de Jamaica en el Partido Revolucionario”. Patria, Nueva York, 18 de junio de 1892. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. II: 21 – 22.
[2] “Bases del Partido Revolucionario Cubano” [1892]. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. I: 279.
[3] “Manifiesto de Montecristi”. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. IV: 101
[4] El tercer año del Partido Revolucionario Cubano. El alma de la revolución y el deber de Cuba en América”. Patria, 17 de abril de 1894. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. III: 142-143.

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