sábado, 30 de noviembre de 2019

Intelectualidad e insatisfacción

América Latina vivió durante 15 años una serie de procesos sin parangón en su historia. Fue inaugurada con el triunfo de Hugo Chávez en Venezuela, y vivió sus tiempos de mayor fulgor cuando coincidieron los gobiernos de Chávez, Evo, Lula, Correa, Mujica, Kirchner y Lugo.

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-COSTA RICA

Los Estados Unidos recularon en el continente. Bush vio atónito como el proyecto del ALCA era echado para atrás en Argentina. Con ojos de incredulidad dijo que lo que estaba sucediendo no estaba en el libreto y se mostró asustado.

Barack Obama participó en una cumbre de las Américas en la que se le regaló Las venas abiertas de América Latina, y un tiempo después en una de la OEA en Honduras en la que se le pidió a Cuba que regresara al seno de la infame institución. Más tarde, restableció relaciones diplomáticas con  la isla y se paseó por las calles de la Habana Vieja.

Por primera vez en la vida los latinoamericanos logramos organizar instituciones integracionistas de fuste y perspectivas promisorias. Son emblemáticas en este sentido el ALBA y UNASUR, en donde se tomaron decisiones trascendentales para resolver problemas de largo aliento o coyunturales desde nuestros intereses y puntos de vista.

Los indicadores sociales de nuestros países dieron un brinco espectacular nunca antes visto, que devolvió la esperanza que podíamos salir adelante con nuestras propias fuerzas, que el subdesarrollo no era una maldición que duraría hasta el fin de los tiempos: millones de personas ingresaron a la clase media, retrocedió el analfabetismo, la desnutrición y la desigualdad.

La vieja máxima de que América Latina era la tierra del futuro parecía que se hacía realidad. En el mundo fuimos referencia para los movimientos sociales y los partidos progresistas y de izquierda del mundo, tal era la potencia que se desplegaba.

Aún en los países en donde las fuerzas progresistas o de izquierda no llegaban al gobierno, el influjo de lo que acontecía en esos otros países volcaba la balanza de la política hacia posiciones moderadas. Gobiernos de centro derecha o abiertamente de derecha pedían el ingreso a Petrocaribe, y se mostraban cautelosos en las reuniones internacionales en donde se trataban temas espinosos, como el relativo a Cuba y la OEA.

Esa derecha de corte neofascista que hoy se destapa y airea oronda sus hediondeces por todas las esquinas parecía no existir. Ahora sabemos que rumiaba un odio descomunal en las catacumbas.

Hoy también nos damos cuenta que no solo ella estaba insatisfecha. Una cohorte de intelectuales “críticos” parece que se sentían muy insatisfechos de lo que estaba ocurriendo. Variopintas son sus disconformidades. A algunos les parece que no se fue a la raíz de las cosas, que los procesos se quedaron a medio camino; hay quienes piensan que, como siempre, no se trata más que de subterfugios para encaramar a algún dictadorcillo; los de más allá consideran que no se respetaron con la debida probidad los cánones de la democracia.

En fin, que se trata de un menú de disconformidades bastante grande. Parece que la realidad no logra empatarse con sus sabias elucubraciones de escritorio que, en estos días, se encuentran carburando a toda máquina las causas y razones que llevaron a Evo Morales a merecer el golpe de Estado del que fue objeto.

De estos intelectuales críticos me libre Dios, que de la derecha me libro yo.

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