La injusticia histórica cometida contra Bolivia, ratificada ahora por la
Corte Internacional de Justicia, fue seguida en aquellos días trágicos de la
Guerra del Pacífico (1879-1883) por José Martí, el Apóstol de la independencia
de Cuba, consagrado entonces a la causa emancipadora antillana, quien nos legó
valiosas reflexiones sobre el verdadero significado de esta conflagración
que mantienen plena vigencia.
Sergio Guerra Vilaboy / Para Con Nuestra América
Desde La
Habana, Cuba
«Pues que tal sinrazón se
ampara para defender la ocupación —injusta fue ésta y no racional— ni
defendible. Cuando se va más allá de la razón para defender algo, es que no se
halla dentro de la razón manera de defenderlo.» José Martí
El pasado 20 de octubre se
cumplió otro aniversario del titulado Tratado de Paz y Amistad, suscrito en la
capital chilena en 1904, entre los Gobiernos de Bolivia y Chile, para poner fin
a la guerra iniciada el 14 de febrero de 1879, que despojó a la hermana
república andina de su salida al mar. A comienzos de este mismo mes,
casualmente otro octubre, se dio a conocer en La Haya el fallo de la Corte
Internacional de Justicia, desfavorable a la petición boliviana de obligar a su
vecino a «continuar dialogando en busca de una solución», decisión fundamentada
por los magistrados en la vigencia del mencionado Tratado de 1904.
En realidad, lo primero que
se rubricó para poner término al estado de guerra existente entre ambas
naciones sudamericanas fue un Pacto de Tregua y no un tratado definitivo de
paz, el 4 de abril de 1884. Este acuerdo, que mantenía el dominio manu militari
de Chile sobre el litoral boliviano conquistado en la sangrienta contienda,
aceptaba que el país austral otorgaría a Bolivia un acceso soberano al mar una
vez definida la situación de Tacna y Arica, territorios ocupados a Perú durante
el propio conflicto.
La misma intención chilena
apareció después reflejada en el Tratado de Transferencia de Territorio firmado
con Bolivia el 18 de mayo de 1895, que de nuevo postergó el reconocimiento de
una salida al mar a la solución del destino definitivo de los antiguos
territorios peruanos de Tacna y Arica, un proceso entonces inconcluso. Dos
artículos de este Tratado establecían que: «Si la República de Chile no pudiese
obtener en el plebiscito o por arreglos directos la soberanía definitiva de la
zona en que se hallan las ciudades de Tacna i Arica, se compromete a ceder a
Bolivia la caleta de Vítor, hasta la quebrada de Camarones, u otra análoga
[...]. Un arreglo especial determinará los límites precisos del territorio que
se cede conforme al presente Tratado».2
Pero unos pocos años
después, el gobierno chileno desconoció estos acuerdos y promesas, con el
propósito de apropiarse de manera permanente del antiguo litoral de Bolivia,
sin cumplir el compromiso de garantizarle una salida soberana al mar, lo que
fue impuesto mediante el Tratado de 1904.
Para conseguirlo, el
Gobierno chileno se valió de todo tipo de presiones diplomáticas y militares,
pues su ejército todavía ocupaba Puno y amagaba con marchar sobre La Paz,
aprovechando la extrema debilidad del Gobierno boliviano de posguerra, que
debió aceptar la cesión definitiva y perpetua de todo su litoral.El clima
amenazante creado por Chile llegó al extremo que ilustra el prepotente
ultimátum del embajador chileno en la capital boliviana, Abraham Koning, del 13
de agosto de 1900: «En cumplimiento de las instrucciones de mi gobierno y
partiendo del antecedente aceptado por ambos países de que el antiguo Litoral
boliviano es y será siempre de Chile [...]. Terminada la guerra, la nación
vencedora impone sus condiciones y exige el pago de los gastos ocasionados.
Bolivia fue vencida, no tenía con qué pagar y entregó el Litoral [...].Es un
error muy esparcido y que se repite diariamente en la prensa y en la calle, el
opinar que Bolivia tiene derecho de exigir un puerto en compensación de su
Litoral. No hay tal cosa. Chile ha ocupado el Litoral y se ha apoderado de él
con el mismo título con que Alemania anexó al imperio Alsacia y la Lorena, con
el mismo título con que Estados Unidos de la América del Norte han tomado
Puerto Rico. Nuestros derechos nacen de la victoria, la ley suprema de las
naciones. Que el Litoral es rico y vale muchos millones, eso ya lo sabíamos. Lo
guardamos porque vale: que si nada valiera, no habría interés en su
conservación.»3
Bajo esa tremenda presión
fue que se firmó el Tratado del 20 de octubre de 1904 que despojó legalmente a
Bolivia de toda la provincia de Antofagasta, territorio estratégico para su
potencial desarrollo, que tenía unos 120 000 kilómetros cuadrados, 400 de ellos
de costa. El acuerdo fue ratificado en 1905 por los respectivos congresos.
Tiempo después el Gobierno boliviano comenzó a reclamar una salida al Pacífico,
exigencia que ha continuado sin solución de continuidad. Desde entonces, el
tema ha sido un obstáculo permanente en las relaciones entre los dos países y
diferentes autoridades y diplomáticos de Chile se han visto obligados a
reconocer la necesidad de encontrarle una solución.
La injusticia histórica
cometida contra Bolivia, ratificada ahora por la Corte Internacional de
Justicia, fue seguida en aquellos días trágicos de la Guerra del Pacífico
(1879-1883) por José Martí, el Apóstol de la independencia de Cuba, consagrado
entonces a la causa emancipadora antillana, quien nos legó valiosas reflexiones
sobre el verdadero significado de esta conflagración que mantienen plena
vigencia. En su extraordinario ensayo Nuestra América (1891), teniendo
en mente los dramáticos episodios de la contienda fratricida que tanto le
conmovieron, llamó a la imprescindible unidad de nuestros pueblos ante el
inminente peligro mayor: la brutal expansión de Estados Unidos sobre las
tierras de la América Meridional:
«Los
que, al amparo de una tradición criminal, cercenaron, con el sable tinto en la
sangre de sus mismas venas, la tierra del hermano vencido, del hermano
castigado más allá de sus culpas, si no quieren que les llame el pueblo
ladrones, devuélvanle sus tierras al hermano. Las deudas del honor no las cobra
el honrado en dinero, a tanto por la bofetada. Ya no podemos ser el pueblo de
hojas, que viven en el aire, con la copa cargada de flor, restellando o
zumbando, según la acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen las
tempestades; ¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante
de las siete leguas! Es la hora del recuento y de la marcha unida, y hemos de
andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes.»4
NOTAS:
1
En José
Martí: Obras Completas, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales,
1975, t. 21, pp. 291-303.
2
Tratado de Transferencia de Territorio suscrito entre Bolivia y Chile el 18 de
mayo de 1895, en El Libro del Mar,
La Paz, Ministerio de Relaciones Exteriores de Bolivia, 2014, p. 71.
3
Tomado de Javier Murillo de la Rocha, Javier: «Relaciones boliviano-chilenas. A
100 años del Tratado de Paz y Amistad», Foreign
Affairs en Español, ITAM, México,
octubre-diciembre 2004, vol. 4, num. 3, p. 47.
4
«Nuestra América», en José Martí: Obras Completas,
La Habana, Editorial Lex, 1946, t. II, p. 106.
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