sábado, 8 de febrero de 2020

El fracaso de la derecha latinoamericana

Cuando ha perdido la capacidad de control de los movimientos populares, la derecha latinoamericana ha apelado a golpes y dictaduras militares. Ha sometido a un país como Brasil a 21 años de un régimen de terror, que ha extendido a Uruguay, a Chile y a Argentina durante muchos años.

Emir Sader / Página12

Posteriormente, ha sometido a prácticamente todos los países del continente a modelos neoliberales, que han despilfarrado patrimonio público, han destruido derechos históricos de los trabajadores, han promovido la más grande exclusión social que nuestros países han conocido. Una vez en la década de 1990, otra en el segundo decenio de este siglo.

Pero ha fracasado brutalmente. Los gobernantes de la primera ola neoliberal se han vuelto malditos en sus países, varios de ellos fueron apresados, nunca más han elegido gobiernos. En su segunda ola, la derecha ha demostrado que no tiene otra cosa a proponer a nuestros países que no sean ajustes fiscales, privatizaciones, exclusión social, hambre y miseria. Han fracasado de nuevo.

Han fracasado en México, después de someter el país a tres décadas de neoliberalismo y de sometimiento a Estados Unidos, haciendo del país un inmenso desastre político, social y de violencia diseminada. López Obrador ha sido elegido como el presidente con más apoyo en toda la historia nacional.

Han fracasado en Argentina, después de volver a imponer el mismo modelo del pasado. En poco más de dos años han fracasado y fueron derrotados por el voto democrático de la mayoría de los argentinos, que prefieren un país con desarrollo económico y distribución de la renta.

Han fracasado en Ecuador, al intentar que el país retrocediera al modelo que ya habia fracasado y había sido superado durante 10 años. Con movilizaciones populares que han hecho al gobierno dar marcha atrás en sus medidas ­antipopulares.

Fracasan en Brasil, cuando intentan liquidar los avances de gobiernos del Partido de los Trabajadores durante 12 años. Apelan a un personaje descalificado y comprometido con la corrupción y asesinatos, que queda reducido a menos de un tercio del apoyo que ha tenido ya en su primer año de gobierno, con Lula favorito para volver a ser presidente del país.

Fracasan en Chile, cuyo modelo neoliberal fue siempre el supuesto caso más exitoso de esa política, con el gobierno rechazado por la gran mayoría de la población, la cual no se desmoviliza incluso frente a promesas de concesión absolutamente contrarias a las políticas neoliberales.

Fracasan en Colombia, con las más grandes movilizaciones populares de rechazo a las medidas neoliberales del gobierno derechista, que no se frenan y se amplían, llevando a la derrota del gobierno uribista.

Para volver al gobierno en Bolivia, no lo disputan democráticamente, donde han perdido, sino que apelan a un golpe, centrado en las fuerzas armadas, para sacar a un presidente que se había elegido y relegido siempre de forma democrática. Colocan en la presidencia a un personaje que ha tenido 3 por ciento de los votos, sin legitimidad ni legalidad, que se sostiene con base en la represión violenta de la población que protesta y de la prisión de líderes opositores. Sólo así, rompiendo con la democracia, imponiendo en régimen de terror, la derecha logra volver al gobierno en Bolivia, huyendo de elecciones democráticas.

En Uruguay, la derecha ha ganado, por 28 mil votos, en elecciones democráticas, para lo cual tuvo que contar con la extrema derecha, que ha insuflado el tema de la seguridad pública, en un país que ha mejorado sustancialmente en términos económicos y sociales, con conquistas democráticas inéditas en todo el continente. La derecha necesita de la extrema de­recha para tener mayoría y gobernar, sin tomar en cuenta el fracaso que ha experimentado en otras naciones del continente el modelo que pretenden restaurar en el país: México, Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, Colombia.

La derecha latinoamericana ha fracasado porque su modelo, el neoliberal, no logra retomar el crecimiento económico, promueve la exclusión social, el desempleo y la miseria. Y porque tiene frente a sí a representantes de gobiernos que sí han logrado retomar la expansión económica con distribución de la renta y reconocimiento de los derechos fundamentales de toda la población.

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