sábado, 4 de abril de 2020

Nueva salud para un mundo nuevo

La historia aborda el pasado a la luz – o las sombras – de las preocupaciones que nos inspira el futuro. Por lo mismo, la mayor contribución de la historia ambiental en este terreno consiste en enriquecer el conocimiento y debate de la situación y las tendencias de salud en las primeras décadas del siglo XXI, y de las opciones previsibles en su desarrollo futuro.

Guillermo Castro H. / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá

Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre.  Ahora tomamos conciencia de este problema cuando casi es tarde para impedirlo.
Fidel Castro, 1992.[1]

Abordar a la salud en su historicidad - esto es, en su socialidad - y facilitar la apropiación social de este modo de producir de conocimiento-, plantea tres problemas fundamentales. En primer lugar, necesitamos conocer mucho mejor las experiencias históricas de interacción entre las sociedades, el ambiente que producen y la salud de sus poblaciones. Esto requerirá ampliar y desarrollar los esfuerzos realizados muchos de nuestros países, hasta generar los fundamentos de un marco de referencia que nos permita elaborar una historia de la salud en nuestra América.
[2]

Una tarea así no es sencilla en una región en la que coexisten – y conviven a menudo en conflicto – formas de vida social que van desde los linderos del neolítico hasta el despilfarro de recursos. Por lo mismos, disponer de ese marco de referencia permitirá comprender las formas y mecanismos fundamentales del desarrollo histórico de esos procesos de interacción y sus principales expresiones en las sociedades que vinieron a ser articuladas por el desarrollo del mercado mundial de mediados del siglo XVII a nuestros días. 

Se trata de un proceso complejo de larga duración, caracterizado hasta hoy por la exploración incesante de la Tierra con el propósito de “descubrir tanto nuevos objetos utilizables como nuevas propiedades de uso de los antiguos, al igual que nuevas propiedades de los mismos en cuanto materias primas, etc.” En este proceso, que sirvió de estímulo decisivo al desarrollo las ciencias naturales, ha tenido y tiene singular importancia 

el descubrimiento, creación y satisfacción de nuevas necesidades provenientes de la sociedad misma; el cultivo de todas las propiedades del hombre social y la producción del mismo como un individuo cuyas necesidades se hayan desarrollado lo más posible, por tener numerosas cualidades y relaciones. [3]

De esto ha resultado el desarrollo de “un sistema múltiple, y en ampliación constante, de tipos de trabajo, tipos de producción, a los cuales corresponde un sistema de necesidades cada vez más amplio y copioso”,[4] vinculado a la contaminación masiva y la degradación de los ecosistemas de los que depende el desarrollo de nuestra especie. 

La comprensión del proceso de globalización en perspectiva histórica es indispensable para encarar, por último, la tarea de identificar y aprovechar las oportunidades que van emergiendo de ese proceso general en campos como el de las relaciones entre la salud y el cambio ambiental. Aquí, la historia ambiental nos permite entender tres verdades de importancia para una mejor comprensión de los problemas inherentes a un desarrollo nuevo de la salud en nuestra América. 

La primera de esas verdades nos advierte que nuestro entorno natural es, en una importante medida, el producto de prolongadas intervenciones humanas en los ecosistemas que la integran. Otra nos dice que nuestras ideas acerca de esa naturaleza y su utilidad están socialmente determinadas de múltiples maneras. Y la tercera nos recuerda que lnuestros problemas ambientales de hoy se originan en el uso que las sociedades humanas han hecho de los ecosistemas en el pasado.

Así, la historia ambiental facilita la construcción de un marco conceptual adecuado para abordar la relación salud – ambiente - desarrollo humano en su doble dimensión de estructura (espacial) y proceso (temporal), incorporando los aportes de otras disciplinas – como la historia médica, o la epidemiología histórica – en la tarea de transformar el tiempo cronológico de la enfermedad y la muerte en el tiempo histórico de la salud. Con ello, dispondremos de una visión mucho más ordenada para transformar en conocimiento la experiencia humana en materia de producción de salud. 

Esa visión y ese conocimiento facilitarán el abordaje interdisciplinario de los problemas de la salud a escala global y glocal cuando ya estamos inmersos – sepámoslo o no, querámoslo o no - en el proceso de crear las estructuras de larga duración en torno a las cuales se articularán las relaciones entre la salud, el ambiente y el desarrollo futuro de nuestra especie.[5] Por lo mismo, debe ser evidente la necesidad de examinar de manera más prolija y productiva las vías por las que hemos llegado a los riesgos y las oportunidades que nos presenta nuestra circunstancia. 

La historia aborda el pasado a la luz – o las sombras – de las preocupaciones que nos inspira el futuro. Por lo mismo, la mayor contribución de la historia ambiental en este terreno consiste en enriquecer el conocimiento y debate de la situación y las tendencias de salud en las primeras décadas del siglo XXI, y de las opciones previsibles en su desarrollo futuro. Aquí, la historia ambiental puede aportar nueva evidencia sobre los riesgos inherentes a una visión de la salud centrada en las posibilidades de control que ofrece la tecnología médica y sanitaria, antes que en las oportunidades (y los riesgos) de una participación social bien informada y organizada en la producción de las condiciones que demanda el bienestar de nuestras sociedades en un mundo en transformación.

Una visión de la salud como un estado de ausencia de enfermedad en el individuo limita la comprensión de la salud como creación colectiva. Es indispensable crear las condiciones de conocimiento que estimulen el cambio de visión necesario para plantear de manera nueva la aspiración de lograr en toda la América nuestra un desarrollo humano capaz de ofrecer salud para todos, con todos y para el bien de todos, en los términos en que lo exige el mundo que emerge con el siglo nuevo, de entre los desastres que heredamos del mundo de ayer.

Panamá,31 de marzo de 2020, año de la pandemia COVID19 



[1]Discurso pronunciado en Rio de Janeiro, en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, el 12 de junio de 1992.
[2] Como Marcos Cueto, del Instituto de Estudios Peruanos, y otros grupos de en la Fundación Instituto Osvaldo Cruz, en Brasil, y en la Universidad Nacional Autónoma de México. Hay también aportes muy valiosos de especialistas norteameicanos como Paul Sutter, Suzanne Austin Alcho y John McNeill, por mencionar algunos.
[3] Marx, Carlos: Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política (Grundrisse) 1857 – 1858. Siglo XXI, Editores, 2007. I, 361.
[4] Idem.
[5] Las dificultades que enfrentamos ante este desafío se expresan, por ejemplo - con la sutileza característica de los orgaismos internacionales - en la decisión de cambiar el objetivo de lograr salud para todos en el año 2000, establecido por la Organización Mundial de la Salud medio siglo atrás, en un momento de mayores motivos para el optimismo, por el de lograr esa meta “en el siglo XXI”.

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