sábado, 9 de enero de 2021

Lo peligroso es el trumpismo

 El asalto al Capitolio por hordas de fanáticos azuzados por el presidente Donald Trump ha acaparado la atención del mundo. La fotografía de uno de los líderes del movimiento de extrema derecha QAnon con una piel de búfalo sobre su cabeza y sus hombros, sentado en la silla de la presidencia del Congreso deja estupefactos a muchos.

Rafael Cuevas Molina/ Presidente AUNA-Costa Rica



El movimiento del que este individuo es dirigente no es nuevo, pero ha venido creciendo en los últimos cuatro años envalentonado con el respaldo implícito y a veces explícito de Trump. Es una de las expresiones más radicales de la corriente de derecha en ascenso en los Estados Unidos, pero no solo ahí sino en todo el mundo.


Ha crecido, también, y en primer lugar, porque es expresión de la desesperación de amplios sectores de la población estadounidense que ha visto cómo se desintegra su modo de vida por la creciente pauperización de la que son objeto. El capitalismo entró de lleno en la era de la globalización, y la producción de bienes y servicios se desplaza libremente hacia aquellos lugares en donde existen condiciones que le son más favorables. Grandes compañías norteamericanas migraron hacia China o México, dejando tras de sí grandes bolsones de desempleo y pobreza en dónde antes florecía la industria norteamericana.


Su situación es desesperada. Pierden su vivienda, deben vivir, en el mejor de los casos, de magras ayudas estatales, al tiempo que ven como aumenta la riqueza de los grandes capitales. En estas circunstancias, un personaje como Donald Trump tiene terreno abonado para apoyarse en ellos. Alimenta su imaginario enfebrecido y se ceba en quienes son convertidos en chivo expiatorio de su situación. De ahí que, en su plan de gobierno, Trump tuviera como puntos prioritarios levantar un muro para que no lleguen más migrantes, que son vistos como robatrabajos, y ofrecer incentivos a compañías norteamericanas para que se trasladen de vuelta a los Estados Unidos.

 

El capitalismo en su etapa de predominio neoliberal está creando este tipo de contradicciones en todo el mundo. Mientras crece la riqueza como nunca antes, esta se concentra cada vez más y amplios sectores sociales no tienen un mínimo para una vida digna. Cunde la insatisfacción, la frustración y el descontento, la desconfianza con los políticos que parece que no atendieran está situación y se alimenta la posibilidad que surjan demagogos como Trump que saben pescar en río revuelto.

 

Recuérdese que, en los Estados Unidos, esas masas frustradas volvieron antes la vista esperanzada hacia Barak Obama, pero este las defraudó. Son masas que no pertenecen a ningún partido político, y que igualmente pueden llevar a la Casa Blanca a Obama que a Trump. Lo único que quieren es que su situación sin horizonte positivo mejore, y estando cada vezmás desesperadas, sus expresiones más radicales están dispuestas a hacer lo que hicieron el seis de enero de 2021: asaltar el Capitolio.

 

Siendo los Estados Unidos el país en el que se expresan con mayor agudeza y rapidez los fenómenos del capitalismo contemporáneo, es importante entender lo sucedido como un síntoma de la era en la cual nos estamos adentrando al inicio de la tercera década del siglo XXI. Así como el derribo de las Torres Gemelas en Nueva York anunciaron la era de la "guerra total contra el terrorismo", este hecho parece anunciar el ascenso de la extrema derecha, con todas las características que cada uno de nosotros conocemos en cada uno de nuestros países.

 

Debería ser suficiente para que se pusieran las barbas en remojo. Hace 84 año, en Alemania un pueblo frustrado por el resultado del Tratado de Versalles que puso fin a la Primera Guerra Mundial; por sentir que había llegado tarde a la repartición colonial del mundo y pauperizado por la crisis de 1929, depositó su confianza en Adolf Hitler y, así como los estadounidenses atribuyen parte de sus males a los migrantes, ellos la emprendieron contra los judíos.

 

Adolf Hitler pasó, pero como hemos podido comprobar, el fascismo ha mostrado tener larga vida. Donald Trump es sumamente peligroso, pero el trumpismo, en todas sus variantes en el mundo, lo es más aún.

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