sábado, 9 de enero de 2021

Nuestra América, siglo XXI

 El pensar martiano en política es claro y directo. En él, la denuncia siempre va acompañada del análisis que permite traducirla en acción práctica, en el marco de una visión del mundo organizada en torno a la fe en el mejoramiento humano, en la utilidad de la virtud, y en la capacidad transformadora del amor triunfante.

Guillermo Castro H. / Especial para Con Nuestra América

Desde Alto Boquete, Panamá


“A lo que se ha de estar no es a la forma de las cosas, sino a su espíritu. Lo real es lo que importa, no lo aparente. En la política, lo real es lo que no se ve. La política es el arte de combinar, para el bienestar creciente interior, los factores diversos u opuestos de un país, y de salvar al país de la enemistad abierta o la amistad codiciosa de los demás pueblos.” 

José Martí[1]


Hace 130 años ya, el 30 de enero de 1891, el periódico El Partido Liberal publicó en México el ensayo Nuestra América, de José Martí. Allí fue abordada de un modo nuevo – brillante, hermoso y sugerente a un tiempo – la realidad de nuestras naciones en el momento de su ingreso a la contemporaneidad.[2]

 

Aquel momento de reflexión sobre nosotros y nuestro destino estuvo marcado por tres factores mayores. Ellos fueron la organización liberal-oligárquica de los Estados surgidos de nuestras guerras de independencia; la entrada de los Estados Unidos a la fase de expansión imperialista de su desarrollo, y el ingreso a la vida política de una nueva generación de jóvenes intelectuales y dirigentes de raigambre liberal, clara vocación patriótica, y decidida orientación democrática.

 

El texto de Martí vino a convertirse en el manifiesto de aquella generación, que entró en nuestra historia a través del ciclo de luchas, victorias y reveses de las revoluciones democráticas que sacudieron la América nuestra entre 1910 y 1940. En ese ciclo desempeñó un importante papel la percepción de que en el pasado entonces reciente de nuestra América, el problema de la independencia no había sido “el cambio de formas, sino el cambio de espíritu”. Debido a ello,

 

La colonia continuó viviendo en la república; y nuestra América se está salvando de sus grandes yerros -de la soberbia de las ciudades capitales, del triunfo ciego de los campesinos desdeñados, de la importación excesiva de las ideas y fórmulas ajenas, del desdén inicuo e impolítico de la raza aborigen- por la virtud superior, abonada con sangre necesaria, de la república que lucha contra la colonia. 

 

Lo que entonces maduraba ha entrado ahora en su fase de descomposición. Aquel liberalismo revolucionario  vino a desembocar en la economía de saqueo y especulación del capitalismo neoliberal de nuestro tiempo. En ese marco, el moderno sistema mundial organizado para la hegemonía norteamericana tras la Gran Guerra de 1914 - 1945, ha ingresado ya en un ciclo de desintegración (y re-integración) que sin duda será prolongado, y a menudo violento, pero que ya es irreversible.

 

El sufrimiento de nuestros pueblos en esta crisis ha sido terrible. Aún puede empeorar, y desembocar en movimientos desesperados que generen el clima político adecuado para soluciones autoritarias. A ese riesgo contribuye el deterioro que han venido conociendo nuestras instituciones educativas y nuestra vida cultural a la sombra del neoliberalismo. Para muestra, un botón: la mayor parte de los panameños no sabe desde cuándo hay presencia humana en nuestra tierra y, aunque sabe con precisión dónde debe votar cada cinco años, ignora el nombre del río en cuya cuenca vive.

 

Esto no es solo un problema cultural. Además, es un grave problema político, advertido con singular claridad en Nuestra América:

 

A lo que es, allí donde se gobierna, hay que atender para gobernar bien; y el buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos en junto, para llegar, por métodos e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado apetecible donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la abundancia que la Naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su trabajo y defienden con sus vidas. El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser el del país. La forma del gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país.

 

Y agrega enseguida que nuestras repúblicas “han purgado en las tiranías su incapacidad para conocer los elementos verdaderos del país, derivar de ellos la forma de gobierno y gobernar con ellos. Gobernante, en un pueblo nuevo, quiere decir creador.”

 

Esa capacidad creadora encuentra un grave obstáculo en el hecho de que el neoliberalismo se sostiene en una política cultural y educativa de la cual resulta que nuestros jóvenes salen al mundo formados “con antiparras yanquis o francesa”, sin conocer “los rudimentos de la política” y aspiran a dirigir” un pueblo que no conocen”. Esto, en circunstancias en que la verdadera transformación de nuestras sociedades demanda, en primer término hacer “causa común” con los oprimidos, “para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores.”

 

El pensar martiano en política es claro y directo. En él, la denuncia siempre va acompañada del análisis que permite traducirla en acción práctica, en el marco de una visión del mundo organizada en torno a la fe en el mejoramiento humano, en la utilidad de la virtud, y en la capacidad transformadora del amor triunfante, como lo explicara Armando Hart Dávalos. Ese marco ético, a su vez, se torna en acción concreta a partir de la sustentación histórica y antropológica, tan características del análisis martiano, que tan bien se expresa tanto en Nuestra América como en los relatos sobre los pueblos antiguos de América, y la vida de los de otras regiones en aquella otra obra mayor, La Edad de Oro

 

Allí están las claves mayores para encarar la batalla de ideas que abra paso a la América nuestra en el siglo XXI. Desde allí caminamos con Martí, construyendo juntos nuestro futuro.

 

Mata de Francés, Alto Boquete, Panamá, 7 de enero de 2021



[1] “La Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América”. La Revista Ilustrada, Nueva York, mayo de 1891. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. VI: 158.

[2] La Revista Ilustrada de Nueva York - 10 de enero de l891; El partido liberal - México - 30 de enero de 1891.

http://www.ciudadseva.com/textos/otros/nuestra_america.htm

 

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